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04 de diciembre 2021

Juan Di Loreto

UN DÓLAR, UNA PATRIA, UNA CREENCIA

Tiempo de lectura: 2 minutos

Caminito que entonces estabas
Bordeado de trébol y juncos en flor
Una sombra ya pronto serás
Una sombra lo mismo que yo

Peñaloza y Filiberto

Esta semana sucedió algo extraordinario: un mensaje viral (es decir, un mensaje que ha sido enviado una cantidad considerable de veces) de Whatsapp movilizó a muchas personas a retirar sus dólares de los bancos ante el temor de la pesificación o desaparición de su dinero. Un WhatsApp se hizo carne. La gente fue a las sucursales a buscar los dólares, se tuvo que agregar sillas extra, los bancos pidieron dólares al Central…

Lo primero que se piensa es en fake news, en los rumores que circulan en la sociedad, los medios que lo reproducen… lo de siempre en la vida y en vos. Todo eso es un poco cierto. La facilidad de la circulación y distribución de mensajes es exponencial. Un líder de opinión, como los denominaba Lazarsfeld, que comparta información no chequeada es casi imposible de detener. Listo. Pasó a ser parte de las creencias. De aquello que queda y que circula.

Pero con las noticias falsas no alcanza. Lo que muestra este episodio es una creencia de los argentinos: cualquier cosa puede pasar en cualquier momento y el dólar es lo que nos va a salvar (o salvar pírricamente).

Dios puede que haya muerto en el siglo XVIII o XIX, pero la necesidad de una figura absoluta a quien entregar nuestros designios, no

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Cualquier cosa en cualquier momento. Pensamos mucho con nuestras dos grandes crisis: 1989 y 2001. Rodrigazo o De la Rúa, hÍper o corralito. Viernes a la noche y se anuncia el fin del mundo. Los gobiernos viven alimentando estas profecías. Viernes a la noche: medidas mal explicadas o metían preso alguno espectacularmente. Ya cuesta distinguir y recordar.

Y luego, el dólar. Nuestro Dios cotidiano. No hay una creencia más firme. Parafraseando una película argentina: “El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios, pero hay una cosa que no puede cambiar… de pasión”. Una pasión, es decir, un padecimiento.

Y detrás del dólar una obviedad: la necesidad absoluta de creer. Dios puede que haya muerto en el siglo XVIII o XIX, pero la necesidad de una figura absoluta a quien entregar nuestros designios, no. En nuestra querida Argentina  haríamos cualquier cosa por un dólar o por unos dólares más. Algún amigo liberal que ha visto demasiadas entrevistas televisivas nos dirá: “Hay que dolarizar!”. Pero no, ahí disolveríamos las ansias por el billete verduzco. El único proyecto a largo: desear dólares.

¿Qué otra cosa conocemos además de saber que un viernes cualquiera podés sacar solo 250 pesos del cajero?

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Si uno quiere poseer un pedacito de tierra, aunque sea así de chiquito en cualquier lugar de la patria, sabe que lo que se necesita son dólares. Todo es más complejo, pero todo parece girar en torno a eso. Qué otra cosa nos haría poner el cuerpo como lo hicieron por el rumor de Whatsapp. Una pasión y una creencia.

¿Y si no fuera el dólar? ¿Y si nuestra pasión, carga, pesadumbre, goce, estigma, karma (una palabra para cada quien y cada quien para una palabra) fueran las crisis? Porque son las crisis o el vivir en crisis nuestra invariante. La estúpida y sobre utilizada frase “una crisis es una oportunidad” no corre en estas tierras. ¿Qué otra cosa conocemos además de saber que un viernes cualquiera podés sacar solo 250 pesos del cajero? Ya lo dijo Carlitos: “20 años no son nada”.

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