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UCRANIA: CRISIS DE UNA ERA

Tiempo de lectura: 8 minutos

El jueves 11 de noviembre autoridades estadounidenses advirtieron a sus aliados europeos de una posible invasión rusa a Ucrania. Desde ese día nos encontramos inmersos en una licuadora de alertas rimbombantes que confunden más de lo que aclaran.

Algo que es menester entender: esto es un conflicto de identidades. Kiev es la cuna de la civilización rusa junto con Nodgorov y Smolenks, los asientos de la dinastía Rurik. El pueblo ruso es uno profundamente espiritual, se auto percibe bastión del cristianismo, Tercera Roma. La disputa por Ucrania reviste una cuestión del ethos ruso. Este espíritu ruso tiene eco en diferentes países y no recibe la misma lectura en otras latitudes. No es simplemente un problema geopolítico. Es mucho más grave.

El conflicto que tiene a Rusia y a Ucrania como protagonistas tiene varios puntos de partida que difieren, demasiados. Puntos de partida que establecen víctimas y victimarios. Eso nos dice que hay un abordaje del que no podemos prescindir: la cronopolítica, el estudio del uso y  entendimiento de los tiempos en las relaciones internacionales. El punto de partida más inmediato se constituyó ese mismo 11 de noviembre creando un terreno en donde el conflicto reside en un potencial, una amenaza escondida en un condicional que busca hacerse realidad todo el tiempo: Rusia podría va a invadir Ucrania.  Este condicional no es nada nuevo cuando tiene a Rusia como actor en cuestión. Los memoriosos recordarán que para 2018 ya teníamos varios modos para describir el accionar ruso y su culpabilidad: Highly Likely, Overwhelmingly likely, Almost certanly.

"Esto es un conflicto de identidades. Kiev es la cuna de la civilización rusa junto con Nodgorov y Smolenks, los asientos de la dinastía Rurik. El pueblo ruso es uno profundamente espiritual, se auto percibe bastión del cristianismo, Tercera Roma. ."

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El segundo punto de partida tiene raíces más contundentes y legítimas: la crisis del Maidán de finales de 2013 que culminó con la salida del presidente Yanukovich en el año 2014 (la que Rusia entiende como producto de un golpe de Estado); la consolidación en el poder de una visión nacionalista y pro europea; la emergencia y el fortalecimientos de grupos de extrema derecha que, si bien no tradujeron su influencia en cargos parlamentarios, si se posicionaron como agentes legitimadores de las nuevas ambiciones ucranianas y se establecieron como partes fundamentales del esquema de seguridad y defensa del país; la división, ahora sí, visible de su población étnicamente rusa que a) posibilitó la independencia y posterior anexión o incorporación (según quien lo diga) de Crimea y b) desencadenó la revuelta de la población en el Dombass cuyos intereses no necesariamente coinciden: una parte busca una potencial incorporación a la federación rusa y otra busca legitimidad y autonomía dentro Ucrania. También nos mostró un país extremadamente corrupto, que no pudo o no supo crecer al ritmo de sus vecinos y que, con la asunción de Volodimir Zelensky, terminó por enterrar las aspiraciones de los partidos tradicionales: Poroshenko no sólo no resolvió los problemas del país sino que asustó a los países europeos. Incluso quiso raptar mercenarios rusos para juzgarlos.  

Ucrania es un país que aún, en su formato moderno, no resolvió su clivaje inicial: Quiénes son. Con una parte del país cuyos voceros hacen poco favor al vincularse con expresiones racistas, antisemitas, homófobas y xenófobas, y otra parte que lucha por una pluralidad sin mucho hito que los respalde. Es un país viejo que transita una nueva adolescencia forzosamente postergada con rasgos de infante. Esta desplazado en el tiempo. Para peor orbita sobre dos soles hambrientos y carga con un estigma: es una nación permitida, un jardín frontal para unos, un inconveniente  trasero para otros.

La crisis de la que somos testigos evidenció muchas asimetrías. La inicial, entre Ucrania y Rusia donde la primera no puede escindirse sin representar una afectación del interés nacional ruso: Ucrania es un país de soberanía limitadísima y según ciertos aspectos podría hasta considerarse por parte de analistas estadounidenses un estado fallido (no lo hacen). La segunda, entre las capacidades propagandísticas. El conflicto ucraniano tuvo tres noticias que casi no se reprodujeron en nuestro hemisferio: 1) la intervención de Victoria Nuland, otrora asistente del Departamento de Estado hoy secretaria adjunta del mismo, quién en conversación filtrado con el entonces embajador estadounidense en Ucrania, Geoffry Pyatt, demostró la intervención e injerencia de los Estados Unidos en el quehacer político ucraniano al referirse, entre otras cosas, a los destinos de Vitaly Klitshko (ex campeón mundial de boxeo) y motorizar la llegada de la ONU en detrimento de  los intereses de la Unión Europea que quedó sentenciada en su “Fuck the EU”. 2) En otra conversación que tuvo como protagonista al ministro de relaciones exteriores estonio Urmas Paet y la jefa de relaciones exteriores de la Unión Europea, Catherine Ashton, se puso en duda la autoría de los disparos de francotiradores que mataron varias personas en la plaza Maidán; dando a entender que las muertes eran responsabilidad de la nueva coalición gobernante. 3) La masacre de Odessa que tuvo lugar en mayo de 2014 cuando ultras y neo nazis acorralaron a manifestantes pro rusos y prendieron fuego el edificio donde se refugiaron. Los que no murieron calcinados fueron asesinados cuando escapaban de las llamas. Vinculé las noticias a medios importantes y sin embargo ¿cuántos de ustedes leyeron u oyeron de ésto? No solo es leer poco de un lado sino no encontrar quien lo replique de éste. La situación se complica si incluso el New York Times reproduce una noticia falsa que los mismo ucranianos desmienten y no entienden.

"La crisis de la que somos testigos evidenció muchas asimetrías. La inicial, entre Ucrania y Rusia donde la primera no puede escindirse sin representar una afectación del interés nacional ruso: Ucrania es un país de soberanía limitadísima y podría hasta considerarse un estado fallido."

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El tercer punto de partida se encuentra en el fatídico año 1999 para Rusia. Ese año ocurrieron dos grandes tragedias para su interés nacional. La primera, la intervención de la OTAN en Yugoslavia sin aprobación del Consejo de Seguridad. La segunda, la incorporación de Hungría, Polonia y la Republica Checa a la OTAN. La primera evidenció las limitaciones rusas para tener un decir en la arena internacional al fallar en su protección a las naciones eslavas hermanas y culminó el proceso de amistad entre Clinton y Yelstin. La segunda se sintió como una traición y una humillación porque Rusia asegura que Estado Unidos prometió verbalmente no expandirse hacia el Este. La expansión compromete la consolidación de sus buffer zones (zonas de contención) y le otorga a la federación elementos para justificar sus terrores históricos que lo hacen un estado vigoréxico: un país que se refleja en el espejo más débil de lo que realmente es. La expansión tuvo otro episodio que marcó el fin del acercamiento hacia Europa y por ende la influencia de la escuela de San Petersburgo en favor de la de Moscú. En el año 2007 Vladimir Putin pronunció un histórico discurso donde sentenció el descontento con el status quo mundial. Al siguiente año las conversaciones para la incorporación de Georgia y Ucrania a la OTAN se pusieron en movimiento y tuvo como corolario la Guerra de Georgia y la creación de los Estados de Abjasia y Osetia del Sur. La situación mostró a una Rusia decidida a hacerse respetar.

"El tercer punto de partida se encuentra en el fatídico año 1999 para Rusia. Ese año ocurrieron dos grandes tragedias para su interés nacional. La primera, la intervención de la OTAN en Yugoslavia . La segunda, la incorporación de Hungría, Polonia y la Republica Checa a la OTAN."

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Estas acciones pasadas dieron lugar a fortalecer un dilema de seguridad; en el que cada paso de ambos es leído como una amenaza o como un factor de deterioro. Eso puede conducirnos a una situación de profecía autocumplida en donde Rusia se decida por invadir Ucrania interpretando que otra cosa sería perjudicial para la seguridad de la Federación. Lamentablemente muchas cosas parecieran buscar boicotear la paz: 1) Estados Unidos parece tener más ganas de que haya guerra que los propios ucranianos con apoyo bipartidista; pretende que Rusia demuestre que no invadirá Ucrania invirtiendo la carga de la prueba. 2) Los rusos presentan una lista de objetivos para negociar que son IMPOSIBLES de lograr porque pretende que un hegemón desconozca su rol, que Alemania y Francia reduzcan su influencia y que los estados fronterizos regalen soberanía. Un absurdo. 3) Lukashenko (presidente de Bielorrusia), Kadyrov (autoridad de Chechenia) y varios parlamentarios de la oposición real rusa (no Navalny) insisten con proteger los intereses de los ciudadanos rusos en otros países. 4) El Visegrado (Eslovaquia, Hungría, Polonia y República Checa) tiene más ganas de guerra incluso que Estados Unidos (ver punto 1), recomiendo leer su Twitter. 5) Zelensky atraviesa un escenario de profunda crisis de representatividad. Una acción osada puede revalidar sus credenciales.

La cronopolítica también habla de ventanas de oportunidad. Y este conflicto tiene mucho de ello. La principal habla de cuánto tiempo puede esperar Rusia para que su invasión sea efectiva. Por ello hablaban de enero (y ahora febrero) porque el invierno permite un avance mejor del ejército ruso al atravesar las marismas congeladas de Pinsk y llegar directamente a Kiev. También existe el reloj que corre para el presidente de Ucrania, Zelensky, que busca resolver como sea los asuntos heredados y alienta las acciones más ofensivas de sus servicios de inteligencia. El tiempo también es una herramienta para vincular unidades a identidades pasadas: Por ejemplo entender a Rusia como un imperio, ya sea el zarista como el comunista. O del lado ruso, leer a Ucrania como una entidad sin desarrollo en el tiempo. Como la cuna que nunca desapareció. Llevan a otro tiempo y también a otro lugar. Pero fundamentalmente, la cronopolítica nos ayuda a entender que la arquitectura de seguridad se mide en minutos: cuánto tiempo dispone un país para neutralizar un misil balístico o en el peor de los casos, evitar su desaparición. Rusia no va a permitir tener un misil en la frontera que llegue en 10 minutos a Moscú así como Estados Unidos lo evitó en los desesperantes días de octubre de 1962 cuando misiles rusos se desplegaron en Cuba.

"La cronopolítica también habla de ventanas de oportunidad. Y este conflicto tiene mucho de ello. La principal habla de cuánto tiempo puede esperar Rusia para que su invasión sea efectiva. Por ello hablaban de enero (y ahora febrero)."

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Afortunadamente, y a pesar de lo dicho anteriormente, la llegada de un conflicto armado de escala sigue siendo MUY POCO PROBABLE. Salvo excepciones, los procesos decisorios involucrados en la construcción de la agenda de política exterior y seguridad son racionales. Especialmente en el caso de potencias, y especialmente en el caso de la Rusia de Putin. Existe una constante evaluación de costos y beneficios. Eso permitió a Rusia involucrarse en Siria, no hacerlo en otros escenarios como Libia, entrar limitadamente vía la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC)  a Kazajistán, no responder a las agresiones turcas, y muchos, muchos etc. La posición oficial rusa se puede encontrar en la intervención de Putin del 18 de noviembre pasado ante los funcionarios de su cancillería donde demanda que sus diplomáticos no permitan una détente pero eviten un conflicto; y en la entrevista a uno de los conservadores más influyentes y presidente honorario del Presidium del Consejo de Política Exterior y de Defensa, Sergei Karaganov quién sostuvo que Rusia quiere la paz; también dijo que la OTAN es un cáncer y que Rusia y China pueden destruir las sociedad occidentales pero breguemos por esa primera sentencia. No podemos descartar que este escenario de volatilidad informativa sea una estrategia de Biden para presentarse en unos meses como quien evitó una guerra. En el camino va a lastimar seriamente la economía ucraniana, “que orbita dos soles hambrientos”.

Todo el arte digital es de Martin Rodríguez Ossés

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