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27 de septiembre 2023

Rodrigo Estévez Andrade

TRES AL HILO

Tiempo de lectura: 8 minutos

“Y no tengo pensado hundirme acá tirado,

y no tengo planeado morirme desangrado,

y no-oh-oh,

no me pidas que no vuelva a intentar

que las cosas vuelvan a su lugar”

Arrancármelo 

Wos

“Aqui triunfo la UNION CIVICA RADICAL” (sic), escribió a las 22:20 del domingo 17 uno de los ex gobernadores del Chaco en el grupo de WhatsApp que integran más de doscientos ex parlamentarios nacionales de la UCR. Los mensajes caían en catarata desde los cuatro puntos cardinales y en sus chats más encendidos hasta se permitían augurar una providencial levantada de Patricia Bullrich. El avatar que une la bandera argentina con los escudos del Círculo de Legisladores y la UCR no paró de subirse al podio de las pantallas de los celulares en las tres noches comiciales.

El domingo 10 las imágenes que llegaban desde el búnker rosarino incluían el agitar de banderas rojiblancas y el grito de “Al-fon-sín, Al-fon-sín”, que despertó el rápido fuego de metralla desde las redes de la cancelación mileísta. Este domingo 24 con el triunfo del Frente Cambia Mendoza, el partido de los 132 años coronó su inesperado triplete.

Septiembre tiene tradición esquiva en la historiografía radical, la caída de Yrigoyen, los asesinados en Coronel Dorrego en las elecciones fraudulentas del 37, el desafuero de Balbín en el 49 y su muerte en 1981, la agonía y muerte de Santiago Pampillón en 1966, el asesinato de Felipe Rodríguez Araya en 1975, el secuestro y asesinato de Sergio Karakachoff en el 76, y el fin de la primavera alfonsinista en la elección de 1987. Habrá que empezar a dar vuelta la taba y hablar del setiembre radical de 2023.

Todas las carpas ucerreístas festejan por igual aunque tienen sus diversas coloraturas, y hay dos bien definidas. Una, la que lidera el tándem del gobernador Gerardo Morales y el senador Martín Lousteau, que conduce el estratégico Comité Nacional, convive con la organicidad de Juntos por el Cambio y no se espanta cuando abre canales de diálogo con el peronismo. Y otra, cuyo frontman supo ser Ernesto Sanz, siempre custodiado de cerca por Jesús Rodríguez (uno de los 36 vices de la Internacional Socialista), que cobija a la mayoría de los que pasaron por la función pública cambiemita y aún anida esperanzas en el regreso. Después, sobreviven gazebos y colectivos desparramados a lo largo y ancho del país.

Los radicales se desangran en los grupos de WhatsApp de los viejos franjistas, de los compañeros de la Coordinadora, de los graduados profesionales, de los asesores parlamentarios, de los gremialistas, de las militantes feministas, en todos hay plena ebullición

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La otrora poderosa UCR bonaerense intentó terciar de la mano de Facundo Manes quien abandonó la carrera sin siquiera ponerse los cortos. Su principal ladero fue Maxi Abad que, cargado de olfato, partió raudo a los brazos del bullrichismo y se quedó con la candidatura a senador nacional. Doble favor para el partido de Alem e Yrigoyen, el expresidente de la FUA no solo venció a José Luis Espert, sino que pelea por recuperar una banca que el radicalismo no ocupa desde el 3 de julio de 2002, cuando renunció Raúl Alfonsín.

La interna a cielo abierto incluye a los cinco gobernadores de pura cepa. Reelecto en 2021 con tres de cada cuatro votos positivos, el correntino Gustavo Valdés ya se anotó en la carrera por el Comité Nacional. Carlos Sadir es el hombre que ocupará la gobernación jujeña, donde seguirá tallando Morales. Maxi Pullaro gobernará Santa Fe y es puntal de Evolución, el espacio renovador que lidera Lousteau. El arquitecto, oriundo de Quitilipi, Leandro Zdero, está alineado con su vecino correntino. Y el mendocino Alfredo Cornejo, aquel entusiasta tejedor de Cristina, Cobos y vos, el primero en la historia provincial en ser dos veces gobernador, también tendrá poder para opinar. Todos ellos tendrán tela para cortar en el futuro del partido que cumplió 132 años. Más de 8,7 millones de habitantes gobernados por la UCR en una extensión territorial que supera los 522 mil kilómetros cuadrados.

Desde el idílico 1999, en que por primera y única vez la UCR impuso presidente y tomó banda y bastón de manos de un peronista, cuando administraba la ciudad de Buenos Aires, Catamarca, Chaco, Chubut, Entre Ríos, Río Negro y Mendoza, que no había tanto poderío provincial en manos de los de la boina blanca. En el capítulo de los gobernadores, hay que sumar un dato de color, y es el pasado franjista del gobernador electo puntano de JxC, Claudio Poggi, quien asumirá mandato en diciembre, por segunda vez.

En estos días de extrema crisis de legitimidad, donde no se cree en los partidos, mucho menos en los medios masivos de comunicación, y hasta se comienza a tomar con pinzas el uso de las redes sociales… cuesta creer que alguien se apasione por las rencillas de una fuerza que nació en los primeros días del invierno de 1891, cuando solo había telégrafo. Sin embargo, los apasionados de adentro tienen su correlato afuera.

Tres de las principales espadas legislativas de Unión por la Patria llegaron de la cantera radical. Una, la primera presidenta en la historia de la Cámara baja, Cecilia Moreau. Su padre, de 76 años, con tradición alfonsinista, es uno de los pilares discursivos del recinto. “Leopoldo (Moreau) cuenta con un especial respeto y escucha de parte de Cristina”, aseguran quienes conocen la intimidad de la vice. Y finalmente, el número uno del gremio clasemediero por antonomasia, Sergio Palazzo. ¿Un gremialista radical? “Bancario y radical”, contestan a coro sus correligionarias que lo defienden con uñas y dientes desde las comisiones gremiales internas de los bancos públicos. Es una mañana lluviosa en la Buenos Aires que despide al invierno, y sin embargo, se quedan bajo la garúa para dar testimonio de fe y lealtad al jefe sindical.

Acá estamos, boquiabiertos todos. Primero, los socios mayoritarios del PRO, que mostraron poca vocación de convivencia con el radicalismo en términos orgánicos, sino más bien con algunos radicales, los empáticos en la convergencia. Y luego, los propios radicales, al borde del empacho

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También tres son los gobernadores que hoy se cuentan en el universo peronista y provienen de la UCR. El eternizado Gerardo Zamora, el dos veces gobernador misionero Hugo Passalacqua, y su par en el extremo sur, Gustavo Melella. Los dos primeros, con paso protagónico en las conducciones nacionales de la Juventud Radical. Finalmente, el candidato a Jefe de Gobierno porteño de UxP, Leandro Santoro, politólogo y docente de la UBA que mamó la política en un comité del barrio de Caballito, es también el último que compartió tribuna callejera con Alfonsín, en la esquina de Formosa y Senillosa, en el verano de 2008. Toda una metáfora del radicalismo, esa noche debió cerrar el viejo ateneo partidario porque la casona chorizo fue demolida para dar paso a un desangelado edificio de departamentos de siete plantas.

Párrafo aparte para el embajador Ricardo Alfonsín, quien partió a España ni bien comenzó la gestión de Alberto Fernández, y vía redes sociales postea sus opiniones –con fundamentos tomados de la historia partidaria- que, a menudo, genera rechazos airados de sus ex compañeros de ruta. En la intimidad, no son pocos los que recuerdan que en las PASO de 2011 obtuvo un porcentaje superior de sufragios al de Rodríguez Larreta el 13 de agosto. Mascullar bronca y lamentarse por el presente con datos del pasado, es uno de los deportes que apasiona en la UCR. Hace ya algunos años, un periodista e historiador sugería que “el día que dejen de mandar gacetillas con actos en cementerios, volverán a ser opción de poder”. ¿Será?

Hay otro núcleo, los que lograron puestos expectables detrás de Bullrich. Ahí hace punta el abogado mendocino Luis Petri que supo abrirse camino como joven brillante del espasmo cobista y devino candidato a vice. Lleva en su mochila dos tirones de orejas por su falta de radicalismo en sangre, primero fue Jorge Fontevecchia en un reportaje para su radio, y este domingo, el impiadoso Alejandro Borensztein. Otro de los escasos incorporados en el círculo bullrichista es Fabio Quetglas, vocero de los temas educativos. Amigo de Manes, algunos lo perfilan como un técnico desembarcado por el universo sanzista,sin embargo,se trata de un viejo militante de los 80 formado en la storanista Coordinadora de Avellaneda.

Otros dos con pasado radical vienen hablándole al oído a la candidata. Uno es Hernán Lombardi, el padre de la road movie que emprendió Bullrich por todo el país. El expresidente del Centro de Estudiantes de Ingeniería de la UBA no hizo más que repetir el modelo que le rindió buenos frutos al dueto Macri-Pichetto, salir y tomar contacto, rodearse de los de a pie. Hace cuatro años cosecharon 2,8 millones de votos más que en las PASO. Sencillo, posible, y con una fuente de inspiración: la campaña de Alfonsín en 1983. La misma que vivió Lombardi como dirigente franjista. Todos sueñan con revivir su Juvenilia, Lombardi lo replica cada cuatro años. Chapeau… El otro que tiene abolengo radical se llama Ricardo por Balbín e Hipólito por Yrigoyen, el viejo bulldog de Adrogué (hoy, con domicilio porteño), a sus 72 años, es uno de los sponsor de la candidatura presidencial de una mujer surgida en las urgencias de la militancia juvenil de los 70 que batalló en el peronismo la mitad de su vida política, y que, en su madurez, terminó presidiendo -como premio consuelo- el partido de la derecha democrática, el PRO. La retadora que se cargó al caballo del comisario, a sus 67 años, busca afanosamente meterse en el balotaje.

Los tres triunfos al hilo, incluido el sorpresón en la provincia que alguna vez fue Presidente Perón dejaron espacio para la demanda del análisis. ¿En qué andan los radicales? ¿Por qué no te escribís algo? Sería bueno abrir un escenario para interpelar a nuevos públicos. ¿Qué te parece? Acá estamos, boquiabiertos todos. Primero, los socios mayoritarios del PRO, que mostraron poca vocación de convivencia con el radicalismo en términos orgánicos, sino más bien con algunos radicales, los empáticos en la convergencia. Y luego, los propios radicales, al borde del empacho, que no se hallan con tantos triunfos seguidos.

Alfredo Cornejo, aquel entusiasta tejedor de Cristina, Cobos y vos, el primero en la historia provincial en ser dos veces gobernador, también tendrá poder para opinar. Todos ellos tendrán tela para cortar en el futuro del partido que cumplió 132 años

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Mientras la gente hace zapping en la TV o lee los portales web con los que sabe que va a estar de acuerdo, en esa tarea de confirmarse más que informarse, que bien describe el académico español, Manuel Castells; los radicales se desangran en los grupos de WhatsApp de los viejos franjistas, de los compañeros de la Coordinadora, de los graduados profesionales, de los asesores parlamentarios, de los gremialistas, de las militantes feministas, en todos hay plena ebullición. Hablan de lo mismo, ahora que vamos ganando qué hacemos.

La semana pasada, un veterano intendente bonaerense (amigo de los silencios), reunido con su gabinete y con visitante ilustre delante, preguntaba ¿Qué tenemos que hacer nosotros con los del PRO? Los triunfos no solo envalentonan, sino que hacen dudar de la conveniencia en seguir adelante con una sociedad donde el paquete accionario es mínimo, y donde el caudal se achicó. JxC que ya no es Cambiemos tampoco mejoró la cosecha de 2019. Mientras tanto, los afiliados, los comités, las militancias juveniles, los colegios profesionales, las diversidades, y los claustros universitarios “ya sabemos dónde están”, dicen los secesionistas.

Puertas adentro, todos tienen en claro que el resultado de octubre reconfigurará la alianza con el PRO y la desdibujada Coalición Cívica. Si entran al balotaje, todo se posterga unas semanas. Hoy cumplen con las formalidades de “una campaña anárquica”, como la caracterizó uno de los escasos radicales que lograron entrar en escena. El mal trago de las PASO dejó atónitos a tantos que esa inercia contagió a la militancia desde la misma noche del domingo 13, cuando JxC quedó casi medio millón de votos debajo de La Libertad Avanza. La virulencia del enfrentamiento interno conlleva la pregunta sobre el destino de los 2,7 millones que votaron al hombre que venía a desagrietar buscando señales en un faro.

Finalmente, un puñado ya vela las armas, después de escuchar las constantes diatribas libertarias que no se cansan de acusar a Alfonsín de ser “el peor presidente de la historia argentina”, y que todos los males comenzaron con la irrupción del socialista y populista Hipólito Yrigoyen.

El público sigue ahí, ruge, reclama, suena la campana, alguien desde el rincón retira el banquito. Algunos entrenan convencidos que pronto ocuparán el centro del ring. Hay una discusión que los convoca, una batalla cultural en ciernes que es cosa de radicales, defender la vigencia y la continuidad democrática con alternancia versus el agobiante clima de la cancelación mileísta de la mano del “que se vayan todos”, modelo 2023.

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