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TODOS CONTRA CARTES

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En abril de 2018 se realizarán elecciones generales y departamentales en Paraguay. Son las sextas desde la caída de Stroessner. Antes, el próximo domingo 17 de diciembre, se elegirán en comicios partidarios internos y simultáneos a los diversos candidatos presidenciales. Dos fuerzas políticas son las protagonistas de la escena electoral. Por un lado, el gobernante Partido Colorado y, por el otro, el mayor frente electoral opositor, la Gran Alianza Nacional Renovada “Ganar”, conformada por el Partido Liberal, el Frente Guasú y la Concertación Avanza País. Desde 1989, el vencedor de las internas coloradas fue electo presidente con la única excepción de 2008 en el que Fernando Lugo, candidato de la Alianza Patriótica para el Cambio, que venció a la candidata del Partido Colorado, Blanca Ovelar.

En este país las miradas siempre están puestas en el Partido Colorado cuando se trata de pensar la gobernabilidad e incluso en su puesta en crisis. En un primer momento el actual presidente Horacio Cartes patrocinó un proyecto de enmienda constitucional que entusiasmó al propio Fernando Lugo, para hacer posible su reelección, prohibida por la Constitución de 1992. Esto generó una severa crisis política que incluyó movilizaciones anti enmienda. Fue incendiado un sector del edificio del Parlamento y asesinado a manos de la policía un joven dirigente del Partido Liberal.

En un primer momento el actual presidente Horacio Cartes patrocinó un proyecto de enmienda constitucional que entusiasmó al propio Fernando Lugo

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La movilización anti reeleccionista no se agotó en los ciudadanos indignados, también suscitó el apoyo de un sector importante del empresariado y de los medios de comunicación que buscaron inhibir la continuidad de Cartes. Finalmente, las presiones de la embajada norteamericana y del Papa Francisco fueron determinantes para que el proyecto reeleccionista naufrague.

Fracasadas las posibilidades de quedarse, Cartes oficializó la precandidatura a la presidencia de su delfín, el ministro de Hacienda Santiago Peña, un joven técnico de perfil neoliberal, egresado de la Universidad de Columbia (Nueva York), ex funcionario del Fondo Monetario Internacional y del Banco Central del Paraguay. Al igual que Cartes, Peña se afilió recientemente al Partido Colorado, aunque el joven candidato pertenecía a las filas del Partido Liberal desde los 17 años. Sucesor del modelo de gobierno “Nuevo Rumbo”, marca electoral utilizada por Horacio Cartes en la campaña de 2013, promete continuar con el proyecto de abandonar la vieja política estatista del Partido Colorado e impulsar la construcción de una sociedad moderna bajo los designios del mercado.

La figura de Peña como el gobierno de Cartes presentan notorios parecidos de familia con la nueva derecha en la región. Un rasgo común es el hecho de que el empresariado se transformó en el actor principal del gobierno, involucrado directamente y sin mediaciones en la gestión de lo público. El otro rasgo, es que esta transformación se articuló con el uso intensivo del marketing político y de la “puesta en marcha” de discursividades pospolíticas para la recreación de sentidos y adhesiones.

Fracasadas las posibilidades de quedarse, Cartes oficializó la precandidatura a la presidencia de su delfín, el ministro de Hacienda Santiago Peña, un joven técnico de perfil neoliberal

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Sin embargo, Peña -al igual que lo fue Cartes- es rechazado por un sector de la elite política del Partido Colorado. Algunos dirigentes que se vieron amenazados y desplazados por un nuevo entorno de gerentes y tecnócratas impulsaron otra precandidatura presidencial, la del actual senador Mario Abdo Benítez. Éste busca “representar” la identidad colorada y a la misma militancia partidaria que se ve cuestionada por la estirpe de Cartes. Además, posee un vínculo filial con una de las figuras claves del régimen stronista, que en el actual contexto introduce un capital simbólico “nostálgico” para amplios sectores de la militancia colorada. No por casualidad su movimiento lleva por nombre Colorado Añeteté que en guaraní significa “colorado auténtico” y defiende la necesidad de recuperar la identidad, la autonomía y la doctrina partidaria, frente a la subordinación a un proyecto empresarial de Cartes.  “Marito” –como es conocido Abdo Benítez- también capitaliza el descontento del funcionariado público colorado castigado por años de congelamiento salarial y amenazado por la moral del mercado. Y además no está solo. Lo apoya el Movimiento Progresista Colorado, liderado por el ex presidente Nicanor Duarte Frutos, figura de peso que ha ganado notoriedad por sus denuncias sobre el incremento de la pobreza, la desigualdad y la exclusión generada por la administración cartista.

Como corresponde a los partidos de masa, los candidatos colorados representan proyectos políticos bien diferentes. Tras una aparente homogeneidad ideológica, existen orientaciones muy diferentes de los dos precandidatos colorados. El apoyo a Abdo Benítez del funcionariado público, la burocracia del partido y de figuras como la Nicanor Duarte Frutos, son señales inequívocas de que la tradición de resistencia al neoliberalismo gestadas durante la era del Consenso de Washington sigue viva. Y es la que alimenta la oposición al cartismo. En rigor, una victoria del candidato del movimiento Colorado Añeteté podría significar el bloqueo de la agenda neoliberal en curso.

Tras una aparente homogeneidad ideológica, existen orientaciones muy diferentes de los dos precandidatos colorados

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Pero además la continuidad del proyecto de Cartes tiene otros adversarios. Es desafiada por importantes sectores dominantes que se ven excluidos del Estado y de los negocios controlados por el presidente y su entorno. El modelo de acumulación cartista ha provocado una profunda división al interior de las élites económicas, lo cual explica la virulencia opositora de los grupos mediáticos de Aldo Zucolillo, dueño de ABC Color y de Antonio Vierci, dueño de Última Hora.

En la oposición al universo colorado ha surgido la sorpresiva alianza entre el Partido Liberal y el Frente Guasú. Esto imprimió una nueva dinámica a la escena electoral. La Alianza opositora reúne a los mismos actores que en el 2008 colocaron a Fernando Lugo, aunque esta vez han invertido la fórmula. Ahora el candidato presidencial saldrá de las internas del Partido Liberal, mientras que el candidato a la vicepresidencia será Leo Rubin por el Frente Guasú. El luguismo vuelve con el mismo socio partidario que posibilitó el juicio político y la posterior destitución, pero con algunas previsiones: ante una posible derrota sobrevivirán en el parlamento. Fernando Lugo ha repetido -como un mantra católico-  que “hay que saber perdonar”.

El Partido Liberal definirá su candidato presidencial en las internas simultáneas. Efraín Alegre, candidato a la presidencia en el 2013 y con una larga carrera parlamentaria, es el que con mayores posibilidades tiene de triunfar. Por su parte, el progresista Leo Rubin con su perfil ambientalista, es otro outsider que salta del periodismo a la política, logrando en ese pasaje cierta legitimidad en los sectores de izquierda y persuadiendo al electorado joven, más reacio a concurrir a las urnas. En esa experiencia lo antecedió Mario Ferreiro, el actual intendente de Asunción y candidato presidencial en 2013, parte de la ahora Alianza opositora con la Concertación Avanza País.

El luguismo vuelve con el mismo socio partidario que posibilitó el juicio político y la posterior destitución. Lugo ha repetido -como un mantra católico- que “hay que saber perdonar”.

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La Alianza puede cobrar poderío electoral. Tiene posibilidades de triunfo si es capaz de convocar a sectores independientes y abstencionistas como en las campañas que llevaron a Fernando Lugo a la presidencia (2008) y a Mario Ferreiro a la intendencia de Asunción (2015). Bajo el lema “Paraguay, más allá de los colores’’, la alianza entre liberales y progresistas, cuando se pone en marcha generó buenos resultados y expectativas ciudadanas. Pero esa alianza también encierra la posibilidad de desestabilización. El Partido Liberal, otrora socio de Lugo, fue central a la hora organizar el golpe de Estado, colocando al compañero de fórmula, Federico Franco, como presidente de la Nación.

Sin embargo, nada está decidido. La unidad alcanzada por la oposición liberal/progresista contrasta con la fuerte divergencia interna entre colorados. Es una disputa con final abierto y guerras de encuestas, donde se juega la forma que adoptará el Partido Colorado y sus dirigencias futuras. También el lugar de Paraguay en una América Latina más hostil.

En un escenario de élites económicas y políticas profundamente divididas, el proyecto neoliberal capitaneado por Cartes corre el riesgo de naufragar, ya sea en las internas del Partido Colorado o en las elecciones generales. Lo que es cierto que, como pocas veces en la historia de Paraguay, nada permanecerá donde estaba.

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