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30 de junio 2021

Emmanuel Taub

TODO LO HUMANO SE DESVANECE EN EL AIRE: PRIMERAS NOTAS SOBRE LA ERA PANDEMICA

Tiempo de lectura: 9 minutos

1.

a. Lo que llamamos “normalidad” es siempre una construcción humana e imaginaria. Es tan humana, demasiado humana, como la que llamamos “Historia”. La Historia en sí misma no existe, es tan poco y tanto como la legitimidad que le atribuimos a un evento temporal, a un recuerdo, a una acción disruptiva, o a un estadio de la existencia que naturalizamos y museificamos como Verdad. Este movimiento antropocéntrico determina nuestra memoria y el pasado como fundamento del presente.

b. Pasado y olvido son sinónimos: sólo así comprendemos la tozudez humana empeñada en recordar y hacer del detalle un mito fundacional de nuestra vida o de un Estado, de una familia o una empresa. Necesitamos de la memoria y la Historia como herramientas frente a la muerte y a la incertidumbre de nuestra finitud: el horror al descubrir que en la profundidad más recóndita y oculta de la existencia humana lo que encontramos no es nada más que intrascendencia e insignificancia.

c. Recordar es realismo mágico por otros medios.

d. Construir la Historia es posible porque atravesamos el tiempo y experimentamos la finitud. Y entre lo que se deshace con el pasado y el futuro inexistente, construimos sucesivas normalidades que posibilitan nuestra subsistencia. Ninguna experiencia que atravesamos nos deja de la misma forma que antes de atravesarla. Saber del tiempo y de nuestra construcción desesperada por permanecer en este tiempo, hace que los discursos de la pandemia covid-19 que plantean “volver a la normalidad” o “recuperar la normalidad perdida” se conviertan en irreales y absurdos.

e. Si el futuro es sinónimo de nuestra muerte, lo futuro es un tiempo inexistente que siempre se está proyectando como horizonte de posibilidad. Sin embargo, imaginarlo como un horizonte lo vuelve inalcanzable, y circunscribe nuestra vida en el tiempo como un flecha que se dirige hacia aquel horizonte. Pero al futuro también hay que imaginarlo y darle sentido como le damos sentido e imaginamos a lo pasado para que no sea olvidado. Partiendo desde esta reflexión, podemos ahora liberarnos de la idea de futuro como el horizonte al que llegar, e imaginarlo como un tiempo que siempre está llegando, como una flecha que se dirige hacia nosotros para darnos muerte: esta muerte humana y material.

f. Imaginar lo inimaginado produce temor y temblor porque nos enfrenta a un terrible desafío y decisión: recordar nuestros errores y reconocernos responsables de ellos. Siempre es más sencillo lo sencillo, recordar detalles que nos reconozcan y configuren, y hacer de esos detalles nuestros mitos fundacionales. Siempre es más difícil volvernos parte de la historia de la destrucción del ser humano por el propio ser humano, de las ruinas sobre las que pisamos.

g. Imaginar el futuro es, como mucho, descubrir arenas movedizas bajo nuestras pisadas. Mientras que el progreso es, en realidad, descubrir que destruir lo construido permite caminar sobre un suelo firme, seguro, e inconmovible: las ruinas de lo que somos.

Imaginar lo inimaginado produce temor y temblor porque nos enfrenta a un terrible desafío y decisión: recordar nuestros errores y reconocernos responsables de ellos.

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2.

a. La “Historia Universal” no tiene como actor principal al universo, sino al ser humano en su relación con el universo. Y en esta inversión, por un lado, se oculta tras lo humano todo lo más allá de lo humano; y, por otro lado, se subordina el universo a los límites –mundanos y finitos– de lo humano.

b. La “Historia Universal” es entonces la historia humana subordinando el universo, reduciéndolo a lo particular, museificándolo en ruinas por sobre las que caminar seguros y poderosos. La “Historia Universal” es la historia de la destrucción del ser humano por el propio ser humano.

c. Desde esta redefinición de nuestra historia se vuelve un poco más comprensible algo que a veces nos resulta incomprensible. Por ejemplo: que después de la Segunda Guerra Mundial y de los hornos de Auschwitz –la más perfecta síntesis del proyecto humanista moderno y de los Derechos Humanos (o “Derechos” y “Humanos”)–, el poder soberano pudo salir a la luz sin miedo, sin ruborizarse, y sin ser condenado por haber construido valores e ideales para adornar el lenguaje, los discursos y las fachadas políticas, mientras que la historia de los Estados nacionales hundían sus raíces en las profundidades de la tierra, los cuerpos y las heterogeneidades para poder trascender y perdurar.

d. La destrucción debe adaptarse a cada Era para conseguir las ruinas que permitan nuestro progreso. No sólo estamos ante una pandemia y ante la posibilidad de imaginar normalidades inimaginadas: estamos ante el inicio de una nueva Era que ha logrado colocar en el virus todos los avances científicos, tecnológicos y farmacológicos que desde mediados del siglo XX hasta hoy, marcaron el avance de nuestro mundo. La pandemia covid-19 no es un punto de llegada, sino el punto de partida de las pandemias por venir: la Era Pandémica.

e. La Era Pandémica vuelve universal y libre todo lo que tiende y puede universalizarse, pero también vuelve particular y oprimido, todo lo que debe y se decide particularizar y oprimir, hasta su extinción.

3.

a. El virus resignificó la posibilidad de comprender que el progreso y la filosofía han logrado avanzar con la condición de darle vuelta la cara a la muerte, e institucionalizando hasta lo más mínimo cualquier posibilidad de incertidumbre; avanzaron mirando el pasado sin poder voltearse ante la inexistencia del futuro.

b. En la Era pandémica la cotidianidad de la muerte poco a poco convierte la incertidumbre de nuestra finitud en la única normalidad posible. Una de los elementos más relevantes de esta normalidad consciente de la incertidumbre que nos obliga a vivir parados frente al borde del precipicio, es nuestro rol como transportadores de esa muerte. La destrucción del ser humano ya no depende de una decisión política o administrativa, sino de nuestro transitar: llevamos el virus de un lugar a otro, de un cuerpo a otro cuerpo, de la vida a la muerte, y de muerte en muerte.

c. Ser humano se convierte ahora en sinónimo de ser un verdugo: de nuestros vecinos, nuestros padres, amigos o abuelos. El sólo hecho de ser humanos, que modernamente se creó sobre la base de la igualdad o la libertad, se materializa en esta Era como la muerte que esa igualdad y libertad. El ser humano es el hábitat del virus que nos coloniza: estamos habitados por la potencia de la muerte y de dar la muerte sin cometer por ello asesinato o crimen alguno.

d. La Era Pandémica redefine al cuerpo humano como la casa que hospeda la finitud latente del otro ser humano sin necesidad de actuar con intención, deseo o voluntad: el cuerpo es la encarnadura de la extinción.

e. En la Era Pandémica la muerte del otro ya no depende de una acción sino de nuestra in-acción: el virus se encierra dentro de los límites de nuestro cuerpo, en nosotros mismos. Este efecto directo del covid-19 produjo lo que nunca hubiésemos imaginado: la materialidad de nuestra vida ya no está determinada por la finitud de nuestra existencia, sino que la finitud de nuestra existencia se materializó como forma de vida. Más aún: la muere se impregna a lo que sólo podemos ser como experiencia de mundo y de tiempo: cuerpo.

f. La tarea del pensar nos invita a imaginar el futuro como un tiempo que a cada instante está más cerca de nosotros. La Era Pandémica tiene que ser imaginada, primero, por fuera de discursos mesiánicos, redentivos o apocalípticos (que aunque se erigen como parte de un realismo oracular, resaltan un camino de cura y salvación que hoy no nos convoca. Sin embargo, es menester recurrir a estas categorías para ampliar nuestras reflexiones sobre todo el abanico de narrativas que conforman la transformación de la realidad). Y, segundo, considerando estas transformaciones como un nuevo paradigma de mundo y de ser humano. Desde este camino que se abre nos encontramos ante una oportunidad histórica que suele ser puesta en valor luego de atravesarla y muy pocas veces desde adentro de la experiencia: concebir esta nueva Era como un cambio radical en la visión del mundo, del ser humano, de las relaciones sociales, políticas y económicas, de nuestro cuerpo y subjetividad.

En la Era Pandémica la muerte del otro ya no depende de una acción sino de nuestra in-acción: el virus se encierra dentro de los límites de nuestro cuerpo, en nosotros mismos

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4.

a. La mayor problemática en relación a los cuerpos y subjetividades en la Era Pandémica es la que vivimos al comienzo de la pandemia. La muerte es el actor principal de la nueva realidad hasta que su cotidianidad se vuelva tan presente en nuestro día a día que deja de ser un evento extraordinario y se naturaliza. Los muertos de la pandemia no tienen historia ni subjetividad. La situación pandémica deshumaniza la muerte y transforma a los muertos en una cuestión matemática: cifras.

b. Primera aporía: la masificación de la muerte (como también sabemos de otros casos históricos, más allá de las diferencias) convierte las historias personales, la individualidad de la vida, en una masa homogénea de cadáveres; pero con la Era Pandémica la masificación de la muerte nos convirtió en cifras. El número homogeniza los muertos sin necesidad de mostrar los cadáveres, fosas comunes o campos de exterminio: la cifra representa la muerte pero la borra de lo público, le borra el rostro, la historia y el quién.

c. Los muertos pandémicos son el opuesto de-valuado y de-gradado de lo que el número es para el mercado de capitales. el número en la pantalla de un corredor de bolsa, del homebanking o del banco central es una cifra con valor y fuerza-de-verdad para el mundo del capital. La cifra del capital deja de ser un número para transformarse en un bien (preciado), así convertimos el número en una cifra de veridicción: la cifra-mercado es verdadera.

d. Los muertos de la Era Pandémica son número que se exponen en lo público pero no generan valor. Acá las paradojas de su uso: no se piensan como falsas, pero no generan una cifra de veridicción: no tienen como respuesta una política del duelo ni un discurso político que acompañe a los duelantes. es una cifra de-valuada y de-gradada, una cifra que dice pero que no significa. cifra vaciada y vacía.

e. Los duelantes pandémicos son vaciados de duelo. La pandemia genera una Segunda aporía: pareciera que los duelantes ante la muerte en pandemia deben atravesar el duelo ubicándose como parte de esa cifra vaciada y vacía construida por este mal universal que ataca la humanidad toda: el virus. No se les permite experienciar el duelo como pérdida personal y subjetiva, sino como tragedia universal.

f. La cifra pandémica arranca el duelo por la pérdida del espacio privado del dolor y lo convierte en un número vacío de lágrimas; la cifra es, entonces, la homogeneidad de lo subjetivo que se desvanece en el aire.

5.

a. Si con la Modernidad el ser humano entra en la historia de la humanidad apresando el universo bajo su poder soberano, la Era Pandémica simboliza la liquidación final de todas aquellas representaciones materiales y simbólicas que lo moderno denominó “humano”.

b. Así como la posmodernidad se ahogó en su propia impotencia de imaginar un futuro más allá del proyecto moderno, podemos imaginar ahora que la Era Pandémica produce un cambio radical en uno de los fundamentos de la ya “Antigua Modernidad”: la idea del ser humano como un ser social.

c. En los orígenes de esta Era que estamos viviendo, la pandemia nos ha forzado a transformar todos aquellos valores, ideales, elementos abstractos y simbólicos, teorías e ideologías que definieron lo humano como sinónimo de lo social; o que también, encuadraron lo social como determinante de lo humano. Es la transformación de lo social o de la sociabilidad de lo humano lo que tarde o temprano conducirá a imaginar una política, una economía o una institucionalidad que no quede desfasada de estos nuevos tiempos pandémicos.

d. Si el mundo pre-pandémico a comienzos del siglo XXI se había vuelto cada vez más individualista y desagregado, más global pero también más amurallado, la Era Pandémica no es su fulminación sino todo lo contrario: la radicalización de lo individual, de lo uno como uno mismo, que en su desenfreno de individuación terminará llevándonos hasta la necesidad de salirnos incluso de cada uno.

e. Esta radical radicalización se dirige al punto extremo en el cual el cuerpo individual ya no alcanzará para contener un ser-cada-unx-únicx-de-sí-mismx. En este punto cada cuerpo, cada individualidad, representará toda la multiplicidad de identidades que su deseo y su cuerpo puedan contener. Pero con una sola condición: cada radical individualidad multi-identitaria simboliza en realidad la identidad una y única de cada individuo radicalizado. En esta posibilidad de definirnos como un todo heterogéneo y único en un mismo cuerpo ya no habrá necesidad, posibilidad o deseo de reconocerse frente y junto a otro.

f. La desagregación o disolución de los vínculos y las relaciones sociales materiales ya han sido convertidas en esta nueva Era en relaciones virtuales sin sociabilidad: nos dirigimos hacia la nueva experiencia por la cual será lo mismo interactuar virtualmente con un ser humano, con un programa, un juego o con un aula virtual con o sin presencialidad, con o sin interactuantes. En la Era Pandémica la auto-escucha reemplaza el diálogo, y la auto-percepción de uno mismo reemplaza la percepción de formar parte de una sociedad al mismo tiempo que reconfirma nuestra existencia.

nos dirigimos hacia la nueva experiencia por la cual será lo mismo interactuar virtualmente con un ser humano, con un programa, un juego o con un aula virtual con o sin presencialidad, con o sin interactuantes

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h. Si como escribió Paul B. Preciado, al comienzo de la pandemia, que el debate político y social girará en torno a “las vidas que estemos dispuestos a salvar y cuáles serán sacrificadas”, podemos agregar que la Era Pandémica dejará liberada estas decisiones al mercado farmacológico y al acceso a las plataformas y dispositivos digitales y de internet. Ante la pérdida de lo social y la imposibilidad de la libertad de circulación, la concreción de adquirir bienes de subsistencia quedará determinada por los sistemas digitales y el mercado de deliverys. Ante este escenario, aquellos que quedarán fuera del sistema, los nuevos marginados, son los que dependen de las interacciones materiales y sociales arcaicas para sobrevivir.

i. Es así que todos los ámbitos de la vida de la ciudadanía pandémica paulatinamente ingresarán en la órbita administrativa de la nueva gubernamentalidad virtual lo que reforzará, también, sus lazos con el mercado de capitales.

j. En esta Era que ha comenzado el poder soberano transmutará lentamente hacia una nueva configuración de poder sobre la vida material de los individuos pandémicos: la forma tendrá en las instituciones farmacológicas y el mercado farmacológico el monopolio de la violencia terapéutica legítima y de la vida.

k. La Era Pandémica será la Era de la farmacopolítica.