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08 de octubre 2015

Por Emmanuel Taub

TESIS SOBRE LA ESCRITURA

Tiempo de lectura: 4 minutos

 

I.

Escribir es encontrar el método que acomode las obsesiones. Ordenar las obsesiones no es lo mismo que sistematizar la escritura. Escribir es un ejercicio pero también un método. Cada uno encuentra la manera de construir su propio universo. Escribir también puede ser una tortura.

II.

La escritura es inútil como toda tarea del hombre que en su concepción no esté obligado a realizar.

Emmanuel Taub
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La escritura no exige una puesta en vilo del espíritu de supervivencia. Por ello su inutilidad. La escritura es inútil, pero es imprescindible. Es la tarea que enfrenta al hombre consigo mismo y con el sentido único de su soledad ante la naturaleza. La escritura expresa esta soledad porque es siempre un encuentro fallido: el significado de uno no es el significado del otro, tampoco el significante; y tampoco debería serlo.

III.

La escritura es lo que resta. Una posibilidad de conmoción, porque en el placer y en el dolor experimentamos la existencia. La escritura se une a la experiencia de obra que busca la trascendencia, pero es siempre la desobra de lo que resta. La escritura es el depósito del olvido. La tierra abandonada. En la escritura nos desprendemos de uno mismo empujando al ego a la radicalidad del reconocimiento en lo otro. Porque volverse presencia, develar, el espíritu en la palabra escrita reacciona ante la mirada del otro. Y esa mirada es ausente. Escribir es despojarse de uno mismo. Lo que resta es lo que ya no es uno, por lo que esa palabra sólo vale en el otro: en los ojos que leen y en la boca que repite aquello que los ojos ven. Y si el que lee no recuerda, el que escribe desaparecerá para siempre.

IV.

Por la noche no sólo hace silencio el hombre, sino el mundo-naturaleza. Y quizá no se trate de silencio, sino de aquellos sonidos casi imperceptibles que tiemblan a nuestro alrededor. Los temblores del silencio de la noche nos alejan del movimiento del hombre y las necesidades. La noche se extiende como el campo de batalla para la escritura. El ritual de la escritura no su práctica sistemática, sino el ejercicio minucioso del detalle, lo que se escurre entre las palabras.

V.

La noche es territorio de la palabra; el día es territorio de su repetición. El ritual de la escritura es aquello que se devela por la noche, y se revuelve durante el día.

VI.

La melancolía es un fantasma que recorre las venas anunciándole al cuerpo que no existe un lugar a donde llegar. Tan sólo en la palabra, abierta a la incertidumbre del destino en el papel o en el fuego. La historia suele quemar la historia. Y nos transformamos en la sombra que se apaga con la letra. Las bibliotecas pueden ser una prisión, un refugio, o una hoguera.

VII.

En la lectura se manifiesta la inspiración para la letra que nunca es virgen.

Escribir es aprender a leer bien.

Emmanuel Taub
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La tarea del artista es entender cuál es la firma en la que se manifiesta su exterioridad: la escritura, el dibujo, la pintura, la música. Crear es trascender a la soledad de uno.

VIII.

Toda experiencia es un paso atrás para el mundo-naturaleza y un paso en falso para el hombre: ese paso en falso es la posibilidad de un porvenir. A través de la escritura sepultamos la posibilidad de existencia del mundo y procuramos más tiempo para el hombre. Pero la naturaleza nos odia. ¿Cuánto siglos más soportarán el olvido del mundo en manos de la palabra?

IX.

No existe el silencio. Allí reside el secreto de la imposibilidad de existir: habla la naturaleza, el murmullo de la ciudad, las voces dentro de la cabeza. Escribimos para construir el silencio, no para rellenarlo.

X.

Escribir es eso que ocurre cuando queremos escaparnos del mundo. La realidad desbordada que se abre al universo de la oportunidad. Quizá sólo seamos libres en la escritura. Escribir la historia es elegir qué dejar fuera de ella. La vida es más ancha que la hoja de un libro.

XI.

Toda corrección es reescritura, el arte de lo posible, el secreto de la creación. Literatura es también apoderarse de la voz del otro y transformarla. Escribir es un ejercicio de repetición. La palabra de uno nunca es la misma, ni siquiera en el mismo trazo. Al releernos nos reescribimos. La escritura es canibalismo.

XII.

Somos la traducción de un sueño que Dios no puede recordar. Porque si como escribió Maurice Blanchot, “las Tablas de la Ley, apenas tocadas por el índice divino, fueron quebrantadas […], y ciertamente escritas de nuevo, pero no restituidas en la originalidad de una primera vez” [1], así también este origen que es una réplica en mano del hombre del original divino, y que constituye el inicio de la literatura. La traducción, como ejercicio demasiado humano de interpretación y adaptación de otra lengua –de lo divino al lenguaje de los hombres– conforma la posibilidad de existencia de la escritura. Aún en este estadio de la historia, la originalidad es imposible para el hombre.

XIII.

La violencia y la escritura se parecen. Escribir es un ejercicio de fricción. La tarea es comprender qué esconde el lenguaje, aunque sea imposible conseguirlo. Allí reside su inutilidad y nuestra derrota, pero también la terquedad por seguir vivos. La escritura es un ejercicio, pero detrás del juego del lenguaje, de la extensión que une las palabras y de los silencios que se expresan en cada espacio en blanco, hay un misterio que justifica el universo.

[1] Maurice Blanchot. La amistad, J. A. Doval Liz, Madrid: Trotta, 2007, p. 206.

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