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16 de mayo 2018

Florencia Angilletta

SOLO DIOS SABE

Tiempo de lectura: 5 minutos

Volvió la economía. Índices, vocabularios, estadísticas, cotizaciones. El hábito de mirar a cuánto está el dólar más de una vez al día. Fichines que se intercambian entre amigos, en el trabajo, vía whatsapp, en la sobremesa. Vivimos atormentados por las lluvias y este martes negro, y parece que pasamos el anunciado vencimiento de las LEBAC: no sólo se renovaron todas las letras sino que se agregaron cinco mil millones más, con las intervenciones del BCRA y los BOTE. Algunos dicen que fue una batalla ganada (aunque habría que dimensionar sus implicancias), lo que sí saben unos y otros es que todavía quedan muchas peleas para dar. Muchachas, a las cosas. Un mundo en el que “gobiernan los billetes”. Oh, las condiciones internacionales, las aliadas inesperadas entre 2003-2008, nuestras enemigas íntimas desde 2009, las que ahora marcan la demoledora suba de las tasas de financiación. Cuando crecemos, somos nosotros y no es el mundo. Cuando devaluamos, es el mundo y no somos nosotros. Las verdades, como decían los antiguos griegos, suelen transitar un camino intermedio. ¿Qué hicimos con lo que las condiciones internacionales hicieron de nosotros? La autonomía económica es siempre relativa.

“Ajuste, ¿eras vos?” es la gran pregunta de estos más de dos años que pasaron y no vuelven. ¿Era “ajuste” con la liberación del dólar, con la reparación histórica, con los créditos UVA para la primera vivienda, con la obra pública en el conurbano? Si lo hubo, al menos fue un ajuste que, en la perspectiva de lo que se viene, tendríamos la sintonía de calificar de “tibio”. “Tibio” para ciertos sectores que, por momentos, ¿sobreactuaron? más “ajuste” del realmente existente (porque los más perjudicados fueron los sectores marginalizados y no ellos) y “tibio” en especial para el círculo rojo que nunca terminó de sentir que estuvieran “gobernando para los ricos” como les hacían creer por televisión. Gradualismo, entonces –además de todo lo que ya sabemos–, es el nombre del kirchnerismo por otros medios. Para cualquier gobierno, hay un campo de lo posible, una agenda escrita a fuego: la única gobernabilidad es la que incluye el “gasto social”. Gradualismo parece significar: ningún gobierno de “derecha” puede ser realmente de “derecha” después del kirchnerismo. En palabras de Fernando Rosso hoy en día “se puede ser todo lo neoliberal que permita la relación de fuerzas”. El “costo político” de haber ganado al kirchnerismo es que después tengas que gobernar con una “dosis” de kirchnerismo aunque ni siquiera te lo propongas (por ejemplo, con la continuidad incuestionable de la Asignación universal por hijo). Gradualismo fue también ese margen, esa negociación a ciegas, el nombre de esa histeria entre política y economía.

“Ajuste, ¿eras vos?” es la gran pregunta de estos más de dos años que pasaron y no vuelven.

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La clase traicionó a su presidente y el presidente traicionó a su clase. ¿Sos el populista menos pensado? ¿Qué votamos? Para importantes sectores económicos, el gobierno, en el mejor de los escenarios, ofició de “populismo ordenado”, con el levantamiento del cepo, el acuerdo con los holdouts, el blanqueo, la reforma previsional, aunque no haya terminado de hacer “el ajuste que hay que hacer”. Ya sabemos cómo terminan los “tibios”. Más aún: la entrada en vigencia del impuesto a la renta financiera, por ejemplo, escribió ante algunas personalidades, una traición bifronte: al final, ¿para quién gobiernan? ¿Van a poder llevar a cabo el programa que queríamos? Hacia varios lados, entonces, algo se desgastó: la pregunta por la crisis ya habla de la crisis. Paciencia is over. Ahora tenés que clavar el visto y pagar el costo político, dicen. Las relaciones entre cuentas públicas (Estado), salario (mercado), condiciones de trabajo (ciudadanía) se están modificando aceleradamente. Paradoja: porque quieren seguir siendo gradualistas van al FMI, y porque van al FMI quizá dejen de ser gradualistas. Gradualismo, ¿hasta dónde te estirás? ¿El consumo nos puede seguir haciendo rentables? Hay dos grandes acuerdos nacionales que sí ya se establecieron: todos sabemos que no se sabe exactamente qué va a pasar, y todos asistimos al fin de Cambiemos tal como lo conocimos. En este acodar, estos “gestos patrióticos” devuelven, también paradojalmente, la visión del Estado (el “vecino” vuelve a ser parte del “Estado” para el ajuste, porque como “vecino” nunca se lo podía convocar a una épica).

Gradualismo parece significar: ningún gobierno de “derecha” puede ser realmente de “derecha” después del kirchnerismo.

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Si todavía estamos en un ciclo político marcado por el kirchnerismo –porque seguimos discutiendo con sus categorías–, más aún estamos en un ciclo económico marcado por el duhaldismo; en las altas y en las bajas, vivimos bajo los efectos del plan Lavagna, la resolución por arriba de un peso a futuro. Todavía estamos inmersos en la que quizá sea la mayor obra del duhaldismo: no hay convertibilidad. Tenemos las complejidades que tenemos: pero en pesos. Nunca abandonamos esa marca de pesificación. Memoria completa de 2001. Las condiciones actuales son bien distintas. Y aún así, especialmente para quienes tienen entre 25 y 45 años y forjaron su vida adulta con ese resto fantasmático detrás, esa memoria es una llaga. Vidal dice: “Que digan cuál es la alternativa, sin ajuste y sin hacer kirchnerismo”. Parece decir: quien tenga otro plan que arroje la primera piedra. FMI o qué. Porque no es que la Argentina no hubiera estado endeudada antes sino que sólo el FMI exige ciertas condiciones para el acceso al crédito. Hasta algunos economistas (de “izquierda”) sugieren que estamos en un punto tal que es preferible “moderar y corregir” que dejar “sangrar y desmadrar”. ¿Hay alternativas? O también: ¿cómo “ajustar” cuando hay más de 15 millones de pobres? Porque nunca nos fuimos de la pelea redistributiva: mientras se escribe este texto miles de personas están pensando cómo llegar a fin de mes.

Paradoja: porque quieren seguir siendo gradualistas van al FMI, y porque van al FMI quizá dejen de ser gradualistas. Gradualismo, ¿hasta dónde te estirás?

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Qué pasa de acá a 2019. ¿Se sale con más o con menos peronismo? Un movimiento muestra una oscilación. Éramos un país cuando hace pocas semanas el presidente de la Cámara de Diputados Emilio Monzó anunció –con anticipación– su alejamiento el próximo año mientras que somos otro país estos días que se anunció que vuelve a formar parte de la “mesa chica” del gobierno. La oposición no es homogénea y no se la hacen ni tan fácil, ni tan difícil. De todos modos, cuando hablamos de oposición valen los matices: no es lo mismo ser diputado que gobernador. Los gobernadores ya avisaron que serán todo lo peronistas que su caja les permita. ¿Quiénes son los partidos de la hora? Son varios los que pueden llegar a ser el “presidencial” de la oposición (y ese varios es nadie a la vez, por supuesto). Algo de ese guante recogen desde CFK, hasta Martín Lousteau, desde Vicky Donda hasta Felipe Solá. El Frente Renovador quizá tenga ahora como oposición el “relato” que no lograron tener como candidatos –el mejor lector de esta posibilidad es Solá en el debate previo a la votación de la ley contra el tarifazo–. Oportunidades por capitalizar. Ojalá se haga política de la economía y de nuestras “excitaciones burguesas”. Dólar ya no podrá ser ciudadanía.

Foto Adriana Groisman. Ministro de economía de la Argentina, Alfonso Prat Gay se abraza con el Ministro de Hacienda, Luis Caputo después del resultado de la audiencia en la corte de apelaciones de Nueva York. 13 de abril 2016.

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Comentarios

  1. mario

    el 20/05/2018

    inentendible la nota, hacete cargo de lo que votaste, y no des tanta vuelta…..estamos en el horno porque el mejor equipo de los ultimos 50 años no existe, son una banda de fugadores seriales.

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