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22 de marzo 2021

Juan Di Loreto

SARLO VISIÓN

Tiempo de lectura: 2 minutos

Un hecho no es nada sin su época. Nuestro tiempo fija las reglas invisibles del decir y hacer, el horizonte que tenemos delante. Algunas de esas reglas se pueden intuir o sospechar, pero nunca podemos estar por encima y verlas con nitidez. Vivimos esas reglas como automatismos. El búho de Minerva toma vuelo al anochecer, decía Hegel sobre la filosofía. Para recordarnos que, para saber cómo son las cosas, hay que dejar que las cosas pasen. El tiempo nos dirá. Pero no podemos dejar de escribir y poner palabras al acontecer del mundo.

Ahí está el “caso Sarlo” para dejarnos vislumbrar el modo en que funcionan las cosas hoy. Al parecer todos cumplieron su papel epocal casi a la perfección. Mentidas y desmentidas, retrucos, las tapas de los diarios que todavía se imprimen, los intensos y sus intensidades. El acontecimiento los convoca y todos ensayan el repertorio que les toca.

Sarlo escribe una columna a modo de descargo. Una columna esperada. Los intelectuales tampoco escapan a la lógica del “a ver qué dice Sarlo” (sobre Sarlo). Es un texto donde la ensayista se explica. Sarlo es su propio fundamento: da cuenta de su recorrido ideológico, su  conocimiento de la política y de trabajar con el lenguaje. Sarlo se sorprende de que una frase sencilla (“por debajo de la mesa”) pueda mal-interpretarse, o que se tomen de ella para criticarla, etc. Incluso habla de “distorsiones” semánticas. Luego hace juego de palabras entre lo metafórico y lo literal.

No es que no se puede decir nada, sino que hay que inventar nuevos modos de decir. Hay que rebuscarse, decir por otros medios, hablar de otras cosas para decir lo propio

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Aquí sucede algo curioso: Sarlo parece desconocer, como diría el Foucault de Las palabras y las cosas, “los códigos fundamentales de una cultura”. Le parece “raro” la mala-interpretación como si esto fuera algo novedoso y que, en un mundo que se ha vuelto hiperconectado e hipercomunicado, se ha exacerbado. Es decir: en un mundo donde la equivocación y el malentendido son las reglas más que las excepciones. Esto es lo que siempre se conoció simplemente como “comunicación”.

Hoy las polémicas a las que asistimos se dan en el absurdo de lo literal. (Se puede ver el repaso que hace Tamara Tenenbaum sobre la palabra pública.) Ya se sabe: el discurso público es un hartazgo. Es un discurso cansado que solo declama. Es la facilidad de gritar para el convencido. Se interpreta lo literal como literal (nunca lo literal es literal, aclaremos), y el uso de la “parte por el todo” como cristal interpretativo está a la orden del día. Son los modos de intercambio que puede producir el mundo hoy. ¡Cómo puede ser que se interprete eso! Pero cuando eso sucede a diario, ya no se trata de algo “raro”.

Seamos obvios: este estado de cosas es lo que es. No hay que quejarse, porque no se trata de equivocaciones e, incluso, de cuestiones personales: es un modo de funcionamiento. El caso Sarlo mostró una vez más la complejidad de cómo se toma la palabra hoy. No es que no se puede decir nada, sino que hay que inventar nuevos modos de decir. Hay que rebuscarse, decir por otros medios, hablar de otras cosas para decir lo propio. Recordemos la cita de Flaubert que Derrida ponía al principio de La escritura y la diferencia: “tenemos demasiadas cosas y no suficientes formas”.

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Comentarios

  1. gorilagorila

    el 28/03/2021

    Hegel, Foucault, Derrida…
    Toda una línea.
    Será que los nominalistas no me pegan.

    Si, como dice el griego en el cratilo.
    El nombre es arquetipo de la cosa

  2. gorilagorila

    el 28/03/2021

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