
¿Por qué en todos los espacios en los que se debaten los grandes temas pendientes argentinos parece que hay más acuerdo que desencuentro? ¿Y por qué eso no termina de permear la decisión política?
Pude constatar esto en el ejercicio que hicimos varias organizaciones en la Escuela de Política y Gobierno de la UCA apenas iniciada la pandemia. Estábamos bajo la sorpresa y el miedo del virus, pero dirigentes de la enorme variedad de sectores argentinos aceptaron el reto de debatir sobre el “día después”. Nosotros mismos nos sorprendimos de la participación, y de las coincidencias. Había diferencias, pero había sobre todo una manifiesta voluntad de tratar esos temas ejes que necesitábamos para salir adelante y encontrar acuerdos. Varios incluso firmaron un documento que contenía una síntesis de las coincidencias más importantes. Y sin embargo….
Caminando pasillos de la administración ejecutiva del gobierno nacional y subnacionales, encuentro funcionarios y funcionarias trabajando en planes estratégicos. Hay quienes refieren a la construcción de los mismos con los actores interesados. Se plantean la creación de nuevas instituciones que le den cabida. Y sin embargo…..
Una de las riquezas y dificultades de la Argentina es la dispersión del poder. Donde hay un interés, hay un grupo de argentinos y argentinas que se juntan en su defensa. La cantidad de sociedades intermedias en la que se desagrega e integra nuestra sociedad explica mucho de nuestra supervivencia, pero también de nuestra dificultad de encontrar un común a toda esa variedad de agrupaciones y sectores.
"¿Por qué en todos los espacios en los que se debaten los grandes temas pendientes argentinos parece que hay más acuerdo que desencuentro? ¿Y por qué eso no termina de permear la decisión política? "
Sin embargo, aquellas agrupaciones que tradicionalmente han ostentado poder y representación, padecen también nuevos cuestionamientos. El poder de nuestros sindicatos, por ejemplo, que han defendido por mucho tiempo el salario y los derechos de una clase trabajadora, que hoy cada vez es más minoritaria, y empieza a verse como privilegiada por otro sector que no se siente en ese colectivo. La sociedad del siglo XXI pide nuevas representaciones, nuevas realidades que pone en tensión si el reconocimiento de los derechos que ese sector defiende, incluye o solo a esos pocos…cada vez más pocos. Hay nuevos trabajadores que no están ahí y no tienen representación. Aparecieron los Movimientos Sociales, como otro actor emergente, y sin agotar a la sociedad argentina, representa una parcialidad marginada que ya pide un cambio a lo que le dio origen. El modelo asistencialista está resistido incluso por quienes se ven beneficiados.
Y si seguimos recorriendo, lo que encontramos es que cada realidad de cada sector (sea empresarial, de comercio, agropecuario, deportivo, de trabajadores varios, etc), tiene sus propias dinámicas, su propia capacidad de poder y su fortaleza en la defensa de sus intereses parciales. Pero no hay algo que haga sentir a todos estos sectores en el mismo barco, en el mismo COMÚN. El “salvase quien pueda” del individualismo imperante en el mundo, se trasladó a la parcialidad. Importa la defensa de mi sector, de mi bandera o de mi causa, porque no hay confianza en que quienes tienen que pensar en el nosotros (la dirigencia política), efectivamente lo haga. Por el contrario, la política se volvió un sector más, que defiende sus privilegios y lugares, y para nadie -con o sin razones- es el sector que está al servicio del común, de ese nosotros argentino, de la Argentina toda.
Además, hay una crisis en los liderazgos de esos sectores. Los nombres de los dirigentes de las organizaciones mencionadas, no cambian hace tiempo, son casi siempre los mismos. Se observa una resistencia a correrse y dejar paso a nuevos liderazgos.
En 2008 con un grupo diverso de amigos y amigas de la política, recorrimos las segundas líneas de todas estas organizaciones, incluyendo las políticas, hablando de un acuerdo necesario, ya entonces. Lo llamábamos Iniciativa del Bicentenario. Estábamos en plena crisis del campo. Esas líneas no llegaron -hoy después de 14 años- a la dirigencia…se cansaron de esperar su turno, y aun protagonizan los que en aquel tiempo ya se peleaban….
En ese sentido, el primer reto que tenemos es renovar la dirigencia de todos los sectores. ¿Se puede? Dejar llegar a esas segundas líneas que en su matriz tienen disposición superior al diálogo y a una nueva confianza. Cada año en los jóvenes líderes que seleccionamos en todo el país a través de la Fundación Universitaria del Río de la Plata, lo confirmo. El desafío, sin embargo, es doble. Para quienes están, que se animen a abrir paso a los que vienen, y para los que vienen, que tengan el coraje de hacerse el lugar. Vencer esa sensación de que hay un solo camino, y es “el de siempre”.
"Importa la defensa de mi sector, de mi bandera o de mi causa, porque no hay confianza en que quienes tienen que pensar en el nosotros (la dirigencia política), efectivamente lo haga. Por el contrario, la política se volvió un sector más, que defiende sus privilegios y lugares, y para nadie -con o sin razones- es el sector que está al servicio del común"
El segundo reto, aunque primero y esencial, es reconstruir el nosotros/as, nuestro COMÚN. Una comunidad se construye por sentido de pertenencia y confianza. Sentido de pertenencia significa que todos los actores nos sentimos parte de una misma comunidad. Los argentinos, las argentinas saben de esto porque se identifican con algún colectivo. Los clubes de barrio, los sindicatos, las cooperativas, los centros barriales, son lugares donde se vive la comunidad. Lo que ocurre ahí adentro le importa a todos y todas las integrantes de ese colectivo, y las peleas tienen un límite, que es el común que se defiende y que importa a todos. Si falta eso, si se cancela algún sector, si una parte cree que otra parte no es de esa comunidad, no hay comunidad. Si no me siento parte de ese lugar, no me importa lo que le pase a su gente, a su territorio, a su aire, a su ambiente.
La existencia de la Argentina no puede darse solo en el plano emocional. Requiere que me importe en su totalidad, al punto que me comprometa en su destino, y que el mío, o el de mi grupo, tenga algo que ver con ella. Pertenecer significa muchas cosas en términos prácticos. Baste pensar que hacemos cuando nos sentimos parte de algo. Recuperar ese sentido, es urgente. La política tiene una responsabilidad muy grande en esta tarea. Hay que trabajar para que todos los sectores sientan esa pertenencia. No es persiguiendo, excluyendo ni ignorando que vamos a construir un todos, un nosotros/as. Hacer nuestra la Argentina.
En este reto, reconstruir la confianza es elemental. Porque para construir comunidad, necesitamos primero confiar en el otro. Hoy la desconfianza en la moneda expresa la falta de fé en todo lo que nos organiza como país. No confiamos ni siquiera en la ley, que atribuimos hecha a favor de determinados intereses. Nos sentimos hasta con el derecho de violarla porque no nos interpreta. No confiamos en el estado, que es lo que nos organiza. Ni en sus instituciones, cualquiera que sean. Ningún sector confía en el otro. No podemos arribar a los dos o tres acuerdos que necesitamos si no confiamos en los que están sentados en la mesa y que requerimos para lograrlos y hacerlos sostenibles.
Propongo dos maneras de recuperar el sentido de pertenencia y la confianza. La primera, y sería el tercer reto, es a través de lo local. Lo nacional se volvió muy sofisticado y complejo. La cercanía, la pertenencia, la posibilidad de sentirnos parte de algo, solo es posible en cada ciudad y localidad, y en las grandes, en cada comuna. Por eso hay algo de lo que necesitamos recuperar que refiere al propio barrio. Es el momento de los Intendentes, y eso incluye la necesidad de darles más poder y recursos, pero también vocaciones comprometidas con sus lugares.

Hay muchísimos y muchísimas intendentes que están haciendo diferencia en sus ciudades…puede que aún haya resabios de la lógica anterior, del privilegio y la pelea de la silla, pero conviven con la búsqueda de transformar sus ciudades y están apareciendo ideas y formas nuevas.
La segunda manera – y el cuarto reto- es comprometiendo y haciendo parte a todos los sectores. Construir y articular algunos acuerdos básicos que nos comprometan a todas las parcialidades del territorio del que hablemos. Cada temática incluye diversos actores, en una sociedad que está empoderada y quiere hacerse oír y participar. Algunos sectores de los que necesitamos, para tomar decisiones que transformen y comprometan tienen mayor poder social que la propia política. Pero la única premisa es que juegue a favor de su comunidad toda, de ese común que necesitamos recuperar.
Cuando te sentís parte, estas dispuesto a sacrificar algo en favor de ese común que te importa. Cuando perteneces, tenés confianza que ese común se va a ocupar de tus carencias. Significa además, reconocer que lo que sos y tenés -como persona y como sector- se lo debes a ese lugar también. Que no importa lo mal que esté conducido y organizado, vos estás ahí y lograste lo que lograste gracias (y a veces a pesar) a todo eso también. Por supuesto que hay algunos que tendrán que poner un poco más, pero si hay confianza, sucede. En ese sentido, tomo las palabras acertadas en IDEA del Presidente de Fundación Fundar, Sebastián Ceria “No podemos pedirles a los que menos tienen que cedan”. Si me siento parte de la decisión y entiendo el favor de lo común, todos estamos dispuestos. Si acordamos entre nosotros como lo hacemos, nos comprometemos. Y si algún sector está díscolo, basta que esté el resto para hacerlo sumar. No es uno persiguiendo a otro. Somos todos convocando al otro.
"Lo nacional se volvió muy sofisticado y complejo. La cercanía, la pertenencia, la posibilidad de sentirnos parte de algo, solo es posible en cada ciudad y localidad, y en las grandes, en cada comuna. Por eso hay algo de lo que necesitamos recuperar que refiere al propio barrio. Es el momento de los Intendentes, y eso incluye la necesidad de darles más poder y recursos"
Este reto significa también hacer protagonizar nuevos actores. Hay muchas iniciativas de la sociedad civil pujando por hacer este cambio. Necesitamos que todo eso articule y protagonice. Hay que renovar la dirigencia de todos los sectores tradicionales y animarnos a articular esa rica e inquieta sociedad civil, un novedoso y pujante sector privado y la voluntad política de jóvenes dirigentes, en una nueva mirada.
Por último, y anclado en lo expresado, el quinto reto debiera ser pararse en lo que hay, y no en lo que falta. Si en esta argentina de la desconfianza y la falta de un común, todavía hay un 40% que paga impuestos….quizás haya que partir de ellos y ellas y generar incentivos, en lugar de castigos. Si hay jueces que hacen diferencia en el trabajo de mejorar el acceso a la justicia, quizás haya que llamarlos a que ayuden a generar los incentivos para que sean más. Y hacer parte a todas las organizaciones de la sociedad civil que trabajan por ello. Si hay en esa sociedad civil sectores que están conectando demanda de trabajo con capacitación, démosle escala para que eso contagie. Si hay políticos que están haciendo en el pedacito del estado que le toca una diferencia, démosle estabilidad y carrera para tener un estado que asegure la provisión de bienes públicos independientemente del Gobierno de turno. Si hay una escuela con cooperativas y dirección, pongámonos a ayudar a que la otra copie el modelo. Si hay empresarios y empresarias locales o multinacionales, pero que les importa generar trabajo y hacerlo con sustentabilidad, hagámosles sentir parte del nosotros donde están, y generemos incentivos para que esa sea la regla. Si hay sectores del estado cuya responsabilidad es técnica, generemos escuela y carrera, para que la provisión de bienes públicos no dependa solo de la política.
Pero particularmente, pongámonos de acuerdo en las reglas juntos y juntas. Re construir la Argentina común, sin cancelar ni dejar afuera ese o esa que piensa totalmente diferente, pero que ama Argentina y quiere vivir en este lugar.
Entonces propongo cinco retos: renovar la dirigencia – dar espacio a nuevos liderazgos en todos los sectores-; reconstruir el nosotros/as (el común) a través del sentido de pertenencia y la vuelta a la confianza; darle prioridad a la salida local; incluir y dar protagonismo a otros actores; y empezar y partir de lo que está funcionando.
Estos retos requieren hacerse cargo de la historia, como fue, olvidarse de fundar nuevamente nada, sino solamente acordar algo nuevo sobre todo lo que estuvo bien y aprendiendo de los que estuvo mal. El debate histórico hay que dejárselo a los historiadores. Pero el país hoy requiere debate futuro. Porque además, las responsabilidades de lo que está mal son compartidas y no vamos a ponernos de acuerdo. Hay muchas más chances cuando discutimos el futuro.
Argentina tiene una tradición de votación alta. Y cuando vota, elige un gobierno y elige una oposición. Ambas coaliciones y/o partidos tienen un rol necesario. Unas conducen, y otras controlan. Hacernos cargo de ese rol como clase política sintoniza con una democracia más sana y menos preocupada por al defensa del privilegio del poder. Si ambas partes reconocen en la otra, una parte de la Argentina.
En el mundo occidental, la democracia empieza a estar cuestionada. Una de las razones es esta crisis de la política, que se expresa en la fragmentación de la representación y la dificultad de que los partidos políticos vertebren ideas en una homogeneidad imposible en el siglo de la diversidad. Y este divorcio entre la dirigencia y la sociedad que debiera conducir. Pero sobre todo, por su incapacidad por articular intereses parciales globalizados cuyo poder social la supera.
"Renovar la dirigencia – dar espacio a nuevos liderazgos en todos los sectores-; reconstruir el nosotros/as (el común) a través del sentido de pertenencia y la vuelta a la confianza; darle prioridad a la salida local; incluir y dar protagonismo a otros actores; y empezar y partir de lo que está funcionando. "
Sin pertenencia y confianza, esta realidad se convierte en la bomba de tiempo actual. La inclinación social de los hombres, y su necesidad de pertenecer, abonan al surgimiento de parcialidades extremas que vociferan, quieren imponer, dicen representar el todo y se arrogan una moralidad que es excluyente.
Frente a eso, la necesidad de líderes integradores, que vertebren un común, quizás local, con fondo nacional, que se animen a sumar y a bajarse del podio de la verdad, para conducir a la única verdad posible que es un horizonte común, acordado y sostenido por todos los que integramos ese común.
La tendencia global abona a esta fragmentación, y estimula las causas y las banderas como último recurso de quienes no se sienten parte de un mundo que los expulsa. Argentina es el país del encuentro. Culturas y religiones han sido siempre libres de habitar y ponerse nuestros colores. Necesitamos urgente, que esa apertura no siga fracturándonos, sino que invite a ese futuro común y mejor que incluya a todos y a todas. Hay tantos y tantas trabajando por ello, que, pese al desaliento, hay esperanzas.