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RAMAS DESNUDAS: CIERRE DE LISTAS EN SANTA FE

Tiempo de lectura: 6 minutos

Y llegó el día y no hubo qué hacerle. Todos, todas y todes a internas. Los tres grandes bloques de poder de Santa Fe decidieron resolver sus diferencias puertas para afuera, en las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias.

Pero el furor de Twitter y los grupos de Whatsapp de los militantes, una vez más, no tiene nada que ver con el humor general de los coprovincianos. Los “políticos” se entusiasman, chicanean, felicitan, afilan los cuchillos, ablandan el gesto. Se predisponen a la contienda. La “gente” mira de reojo. Se resigna al catálogo inveterado del cuarto oscuro.

A esta altura, podemos decirlo: las PASO, que pueden haber tenido razón de ser, ya no fortalecen la democracia. Al contrario. La desvalorizan. Nadie se siente cómodo en una cena donde las familias sacan los trapitos al sol delante del resto.

Los muchachos bartlebystas 

En el peronismo de Santa Fe se encontraron dos necesidades. Y la unión de ambas sorprendió a propios y ajenos. Personalismos versus resto del mundo. Cristina, Omar Perotti y María Eugenia Bielsa versus los ofendidos por el gobernador, cuyo principal punto en común es el rechazo de la nula vocación consultiva de la Mesa Chica. 

La ambición autonomista del perottismo, la abstracción por lo nacional del cristinismo y el “sello de calidad” del bielsismo se fusionan para buscar una victoria geográficamente amplia. Pero la Interna ya existía. Y se fue desarrollando como un ida y vuelta. 

Ida: a fines de 2019 legisladores peronistas votaron el Presupuesto armado como caballo de Troya por el todavía gobernador, el socialista Miguel Lisfchitz. Fue el primer aviso de que los pactos preexistentes al gobierno de Perotti se sostendrían en su gestión.

Vuelta: con el gobierno, pero sin el poder, Perotti, súbitamente ebrio de honestismo, dejó que su ministro Marcelo Saín avanzara penalmente contra “las mafias”. Incluso contra “las propias”. El Gobernador apostó por la legitimidad social hacia afuera. No lo logró, y perdió legitimidad política hacia dentro. La Interna ya era insalvable.

La judicialización de la disputa con el senador Armando Traferri, líder territorial que más votos aportó a la unidad ganadora de 2019, terminó de generar el revuelo que amenaza la gobernabilidad. Para muestra basta un botón: el nombre del gobernador y de la vicegobernadora figurará en las boletas, en listas opuestas.

Por lo pronto, nadie se impuso. Y ese parece ser el verdadero problema. Siguiendo la doctrina albertista del poder, Perotti prefirió no conducir, y las PASO serán un juego de maniobras sobre los efectos. La acción política guiada por lo que produce. Un encuadramiento en base al qué dirán.

"La ambición autonomista del perottismo, la abstracción por lo nacional del cristinismo y el “sello de calidad” del bielsismo se fusionan para buscar una victoria geográficamente amplia. Pero la Interna ya existía. Y se fue desarrollando como un ida y vuelta."

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Santa Fe padecía el drama de los desconocidos. Con la Interna, el peronismo anticipó el 2023. A contramano de su base sentimental, la Vicepresidenta reconoce en un acto la importancia del gobierno provincial en la definición nacional. Busca al que ganó, y Perotti responde desde la necesidad de obtener la centralidad en la Provincia. 

El método fue una negociación exacta: ambos cedieron un poco para ganar mucho. Con un movimiento, dejaron al rival mal parado. Cristina una vez más demuestra que el poder no se construye con rencores.

Pero recapitulemos. Para que entienda alguien foráneo, la Interna se acomodó más o menos así:

En una esquina. Perotti y su sector, más voluntarioso que eficaz.  Marcelo Lewandowski, ex comentarista de Fútbol Para Todos y senador provincial por Rosario, que reporta a María Eugenia Bielsa, pero ejerce un perfil propio. La senadora nacional Marilin Sacnún, cuyo mérito político es tener línea directa con el despacho de la Vicepresidenta. Y La Cámpora, que sólo persigue el noble fin de renovar la banca en Diputados que pone en juego.

En la otra esquina. Agustín Rossi y su Corriente de la Militancia, emblema del kirchnerismo más virulento que se anima por primera vez a decir “pero”. La Vicegobernadora Alejandra Rodenas, de extracción judicial y aliada a los caudillos senatoriales. Eduardo Toniolli, dirigente del peronismo rosarino y miembro del Movimiento Evita, que pelea por la única banca que la organización piquetera tiene chances de obtener en el país. Y Cachi Martínez y el Frente Renovador, que en Santa Fe es más una sucursal poco trajinada que un frente en sí mismo. 

En ese ringside, se abren las internas dobles que dejaron una sensación de nombres intercambiados y desconcierto general. Un laberinto de espejos.

El rossismo reúne lo que quedó afuera para armarle un “otro yo” al peronismo de gobierno. Pero si no está del todo claro qué es el perottismo, mucho menos lo está el antiperottismo. Es una unidad entre extraños: los postulados ideológicos puros con las formas del poder mundano. Y el que se anima a preguntar qué proyectos de provincia y de país se están discutiendo, es tildado de naif. O de desubicado. Como un gordo en 2 de enero, el peronismo santafesino está empachado de realpolitik.

La “unidad en la diversidad”, el apotegma con que se graficaron las internas de 2017 y 2019, se va descomponiendo. Cada vez más prima lo diverso, sobre una superficie endeble. Como a finales de los 80s, la interna del peronismo tomó una vía judicial que pone en riesgo el futuro. 

Quienes aspiraban a que Perotti decantase por el estilo cordobés, quedaron en offside. En el Frente de Todos, caben todos. Y aunque no se sabe quién va a ganar, es un match que pinta para nocaut: el que pierda, hará mucho ruido al caer. Incluso, en algunos casos, puede llegar a perder mucho más que poder político. 

Desde los cuadros medios oran para que prime la cordura: no se puede jugar con el espanto, porque después todos deben votar adentro. Después deben seguir gobernando. E incluso, en los vaivenes, algunos de este lado puede terminar en aquel, y viceversa. Aunque el poder quedará de un solo lado.

Las PASO suelen dejar heridas. Habrá que ver si después se cierran, o si sangran todavía.

"La “unidad en la diversidad”, el apotegma con que se graficaron las internas de 2017 y 2019, se va descomponiendo. Cada vez más prima lo diverso, sobre una superficie endeble. Como a finales de los 80s, la interna del peronismo tomó una vía judicial que pone en riesgo el futuro. "

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Oposición radicalizada

En las pléyades del hartazgo y la antipolítica, la interna de Juntos por el Cambio y del Frente Amplio Progresista se prefiguran como dos franquicias de la Interna Radical. 

La pelea de fondo es por un probable larretismo a la santafesina. Combaten el diputado provincial Maximiliano Pullaro, exministro de Seguridad de Lifschitz, y el intendente de Rosario, Pablo Javkin. 

Ambos tienen sus virtudes. El primero, con un pie en cada espacio, es pupilo de la estructura radical, con fuerte presencia en el Sur provincial. El otro, con partido propio, le sacó al socialismo el cinturón de la ciudad cosmopolita y práctica una política de la ampliación desde el bastión progre de la UNR, donde para cada uno hay un objeto de investigación.

Con el fallecimiento de Lifschitz, el radicalismo se encontró con un terreno vacante. Si siempre puso territorio a cambio de la figura principal, ahora los cuadros radicales son los apropiados para disputar el liderazgo. La puja se traduce en dos perfiles antagónicos: uno más duro y conservador, el otro más arty y cosmopolita. Son dos nombres del Sur. 

Al Norte, se da otra pelea, que es una interna dentro de la Interna. El enfrentamiento tiene eje en la otra universidad: la Nacional del Litoral. Chocan dos exintendentes de Santa Fe y exrectores, José Corral y Mario Barletta. Son desagües del voto burocrático de la Capital, que busca ordenarse bajo una sola figura. 

Una certeza se desprende de los armados: el voto macrista nunca existió. Hubo votos que estuvieron con Macri, pero no son de Macri. Ese es el principal límite para los que vienen del PRO, como Federico Angelini. Su falta de orientación, su caprichosa necesidad de ser reconocido como dirigente aunque no dirija a nadie, puede resumirse en su errática estrategia de campaña en vía pública: empezó con fotos de Macri, después las mandó a sacar, reapareció junto a Patricia Bullrich, y ahora vuelve junto a Horacio Rodríguez Larreta. 

Para el socialismo, la oportunidad de Clara Garcia, viuda de Lifschitz, trae el riesgo del desconocimiento. Javkin atrajo al exsenador nacional Rubén Giustiniani, desertor del PS como él de la UCR, lo reintrodujo en la interna y reabrió la posibilidad de pensar la provincia del 2023 desde Rosario, aunque con conducción radical. 

"Una certeza se desprende de los armados: el voto macrista nunca existió. Hubo votos que estuvieron con Macri, pero no son de Macri. Ese es el principal límite para los que vienen del PRO, como Federico Angelini."

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Vienen bajando

Se lo dijo al principio de este texto. Con una sociedad hastiada por la pandemia y una recesión en cuarto año, aferrados a la esperanza de la vacunación y con las mieses de los precios internacionales y el boom de maquinaria agrícola que apenas amortiguan la situación provincial, las elecciones se parecen a un trámite al que nadie desea realmente acudir. Pero el sistema político argentino, a salvo del incendio institucional en la región, puede cobrar otra textura.

Entre imprevisibilidad y angustia, como las costas del Paraná reseco, se configuró la campaña electoral. Sólo guarda un atractivo: el de lo decadente. Y poco preocupa la explicación de la bajante a los peces que boquean en la arena, entre bolsas de nylon, escombros y ramas podridas, desnudas.  

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