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11 de julio 2021

Nicolás Rivas

Profesor regular.Fundamentos e Historia del Trabajo Social I y II. Ex Director de la Carrera de Trabajo Social. Facultad de Ciencias Sociales, UBA

QUÉ PODRÍA SER PEOR

Tiempo de lectura: 5 minutos

De asistencias, protecciones, filantropía e instituciones

1. Podría ser peor si el Estado no recaudara y no hiciera transferencias de dinero; la pobreza aumentaría más, sin el IFE, el ATP, el POTENCIAR, la TARJETA Alimentar, el aumento de la AUH en cantidad y en pesos. ¿Pero sin todo eso se pone en trabajo?, preguntan los de adentro y los de afuera, como si se tratara de soplar y hacer puestos de trabajo. Hace 50 años que el capital genera menos empleo y más ganancias, acá y en todos lados. Problema de época y del capital, y de los políticos y de la sociedad civil. Digámoslo bien, falta empleo: trabajo sobra, son pocos los que no quieren laburar, poquísimos, no mueven los marcadores. ¿Los 9 millones que ingresaron al IFE quiénes fueron? Laburantes sin protección social, trabajadores y trabajadoras sin empleo. De nuevo la pregunta que cada día tiene más fuerza y respuesta abierta: ¿y si todos esos recursos o gran parte de ellos se aplican para generar empleo? Interrogante que esconde una atribuida, engañosa y excesiva responsabilidad para con el Estado: señalado como único responsable de que el capital no produzca y acá, el liberalismo, pide intervención. Es el capitalismo el que tiene que generar empleo sobre todo o también. El trabajo sigue generando riqueza, el Estado regula y/o genera condiciones, el mercado impone las suyas.

2. Por eso la asistencia. Basta de planes, reclaman con y sin razón. No son planes, son protecciones y derechos, son transitorios y esa condición ya le saca legitimidad a ese derecho sin ley, a excepción de la AHU que es para los niños y niñas, que, aunque es un decreto, los juntos por el cambio no lo cambiaron. El salario -o lo que se pueda juntar en estos tiempos flexibilizados desde los años ´90- va por un lado y los problemas sociales por otro, se vinculan, pero no son lo mismo. Es tiempo que transiten por ventanas diferentes en términos de política pública, se podría probar. Asistencia y precariedad laboral, similares en el mostrador, diferentes en sus identidades, proyectos e intervenciones. Y están los que quieren una sociedad sin los otros, que se mueran los que sobran; el problema es que nacieron. Punto, con fachos no se sigue discutiendo, no les interesa que haya sociedad. Control de la natalidad para regular nuestra privada y liberal felicidad, como en los ´60, planificación familiar.

Hace 50 años que el capital genera menos empleo y más ganancias, acá y en todos lados. Problema de época y del capital, y de los políticos y de la sociedad civil

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3. Pero está Santi Maratea que la hace bien, mezcla redes, inmediatez de clicks contra estatalidad que a veces usa mal los aportes públicos. Pone filantropía en causas conservadoras, progresistas y justas, rompe con la mediación y pone la suya y ahí, en ese mismo instante, su fortaleza y su debilidad: mediación inviable como modelo universal; síntoma de la crisis de la solidaridad del estado de bienestar y la corrupción como fundamento, la funcional a la derecha y la objetiva, que es la misma, aunque se vea diferente. Según algunos europeos nunca tuvimos un estado de bienestar, claro, como el de ellos. La vigencia del peronismo y las tradiciones populares que tuvo el radicalismo como partido y que quedan en los y las ciudadanos desmienten esas idas foráneas. Pero las fuerzas políticas acompañan, con sus propias crisis de credibilidad, las dificultades de esos modelos de bienestar. Y ahí, la solidaridad como práctica cotidiana de las organizaciones sociales es tan invisible como necesaria. 

4. Salud pública, como la pensaron los y las liberales anticlericales de la generación del ´80, más como defensa del todo social -por el propio riesgo de perder por el contagio- que como derecho, pero la armaron y la hicieron institución. Lo de los derechos sociales y laborales y en perspectiva democrática vino después y le correspondió al peronismo, que alcanzó su máximo con Perón y Eva, después nada fue igual, por la fusiladora y sus 364 asesinatos, las proscripciones, la persecución y la desaparición; y las traiciones. De ahí las crisis y las ilusiones. Y perdimos, y como dice el bueno de Nicolás Casullo, la revolución como proyecto de la modernidad nos quedó en el pasado… y estamos desorientados si saber qué trole que hay que tomar para seguir. Y después el propio peronismo liberal se encargó de menemizarlo todo -incluidos nuestros viajes noventosos en el 1 a 1, digámoslo- y nos obligó a relativizar y a evaluar sólo con la vara de que lo que está enfrente es peor. Y es verdad, pero no llena como argumento superador. Superador de nosotros mismos, de eso se trata todo. No basta para lo que viene repetir aquello propio que, si bien es diferente a lo de ellos, igual no alcanza.  Se imponen, también, nuevas síntesis que ancladas en la tradición de la defensa de los que menos tienen y más pierden, incorporen imaginarios sociales que no son de nuestro exacto talle, pero amplían legitimidades.   

Y perdimos, y como dice el bueno de Nicolás Casullo, la revolución como proyecto de la modernidad nos quedó en el pasado… y estamos desorientados si saber qué trole que hay que tomar para seguir

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5. Estado presente y pobreza que aumenta,ideología que se tensiona ante los hechos y la crítica, desafiante, que al valorar nuestras mejores y recientes actualizaciones doctrinarias también las pone revisión. Es la pandemia, claro y es indiscutible; sólo los países poderos perdieron poco, otra verdad. Es el modelo productivo, sí. Es también la redistribución de la riqueza que cuando sólo sirve para cerrar discusiones propias pierde fuerza y que cuando reparte parece que estamos igual, pero si no repartiese estaríamos peor. Y son los 50.000 millones de verdes que el macrismo dilapidó en la timba financiera desde el Estado y en un solo año y nos quedan como deuda para 100. Juicio y verdad ahí, también. La dictadura militar nos endeudó en guita similar, pero en 7 años y a punta de pistola, centros clandestinos de detención y mundial. ¿Por qué tenemos que pagarla? ¿Por qué no nos endeudamos desde el gobierno popular para inversión productiva? ¿Algunos despilfarran y otros tenemos que cuidar y arreglar y con escasos beneficios materiales, sólo por simbología épica, ética? Los mercados, dirán. Sí, pero.

6. Mientras todo eso sucede los que están más afuera que adentro circulan por las instituciones para poder acceder a algo que les permita seguir y alcanzar lo mínimo. Transitan para ser considerados por esos soportes institucionales colapsados y ensimismados, más proclives a creer que el problema principal está en la otra institución y entonces las fantasías de articulación se presentan como promesas de plenitud que nunca llega. O llegan mendrugos administrativos que mejoran los procedimientos y poco o nada los resultados. Pero seamos honestos: el colapso viene de hace años y así todo brindan soluciones, a medias también, muchas veces a contramano del propio deber ser institucional, generando un piso de asistencia imprescindible para el mantenimiento de la cohesión social. Pero cuando no hay respuesta ante la demanda, los agentes de esas instituciones pueden poner el conflicto en la política y la puja distributiva e ideológica o pueden hacer de esa ausencia de recursos una justificación funcional a la defensa de los propios intereses de grupo, corporativos. Y así, de ese modo, las instituciones también desarrollan burocracias (entendidas como sustantivo, no como adjetivo) muchas veces más cómodas con los mandatos institucionales invisibles (esos que tienen la habilidad de convertir lo urgente en postergación) que dispuestas a intervenir considerando las singularidades de los otros y las otras y no sólo su ubicación cuantitativa en una estructura social. Quizá sean tiempos donde los oficios (eso que tienen las profesiones, los agentes) sean invitados a resignificarse, a desplegarse ante lo que se presenta como complejo y repetitivo, con la fuerza y el sentido que tiene como si se tratara de una única y nueva situación, aun sabiendo que así, tampoco alcanza.

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