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¿QUÉ HARÁ LENIN?

Tiempo de lectura: 3 minutos

I

Lenin Moreno ganó en la segunda vuelta de manera ajustada. Pese a ello, obtuvo mayoría legislativa y -luego de once procesos electorales- Alianza PAIS parece ser un gran constructor de estabilidad. La coyuntura económica desfavorable y la dinámica política desgastaron el liderazgo de Correa pero su movimiento político salió victorioso. Ese es uno de los importantes datos políticos. El plus de significación de época -como dicen los sociólogos- lo puso Lenin. Un dirigente que no debe ser considerado una rara avis, sino una figura que el propio correismo construyó, albergó o posibilitó. No ganó perdiendo, como muchos sugirieron enfatizando su discursividad pospolítica, sino ganando con lo que el correismo, la cultura política ecuatoriana y la posmodernidad hicieron de él.

El ciclo progresista continúa, pero hace tiempo que ha comenzado a reconfigurarse. Nada es lo que era, los imaginarios y las opciones que orientaban las fuerzas progresistas en América del Sur fueron cambiando. El escenario geopolítico mundial también. Al igual que las sociedades y los electores. El tablero ha cambiado tanto por las mutaciones globales, regionales y locales que era impensable la repetición de viejas fórmulas y liderazgos. En este proceso debe pensarse la gravitación de la figura de Lenin Moreno. Lenin no es Correa y éste no es el primigenio líder. Rafael llega cansado y victorioso, pero cansado al fin. Lenin no es un líder del socialismo del siglo XXI y eso lo dejó claro con su presencia. No debe esperarse otra cosa. La metáfora del pacto que tanto esgrimió en la campaña electoral, parece más la apuesta por una “refundación” de la adhesión política-desde un universo reducido en hiperideologizaciones- y una voluntad de recentrar el gobierno que el rictus democrático necesario para construir consensos. El progresismo ecuatoriano busca un nuevo lugar bajo el sol. La asociación con el chavismo les pesó bastante a un conjunto de dirigentes de Alianza PAIS que vieron en los recientes sucesos venezolanos un impacto negativo. Seguramente buscarán apostar por el dialogo en Venezuela o no pronunciarse. El progresismo continúa como una opción posible en la región, pero parece que va hacia un camino de redefinición. De ensimismamiento en sus realidades locales y en la construcción de apuestas regionales. Alianza PAIS cuenta con once victorias electorales pero, el desgaste de la gestión política tras una década de gobierno obligará necesariamente a instaurar un nuevo estilo de conducción y de administración de los conflictos.

Lenin no es un líder del socialismo del siglo XXI

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II

La derecha política ha crecido. Lasso podría –de manera trabajosa- articular su voz potente, pero esta se encuentra dividida. Personalidades, egos e intereses contribuyen a la misma. Si Lasso consigue instituirse como el “jefe de la oposición” será una novedad con la que Lenin tendrá que lidiar. Pero tiene algo a su favor. Entiende que una porción de los votos que fueron a la oposición pueden volver al redil de Alianza PAIS si mejora las condiciones económicas y si establece formas de gestión de la autoridad política diferentes a las de Correa. A su vez, ahora tendrá un importante socio para la gobernabilidad -con el que tendrá que negociar, además de con ciertos actores opositores- y esa es la propia Asamblea. Allí estará una de las claves de su gestión y tendrá que buscar los equilibrios territoriales y partidarios para que acompañen sus leyes. Además de enfrentar los desafíos pendientes, que en materia de leyes, le quedaron de Correa. También queda un interrogante por la dinámica misma de Alianza PAIS, en relación a si Lenin impulsará su redefinición teniendo en cuenta las dirigencias locales o si apostará por élites -como se hizo la mayoría de la veces- alejadas de los territorios. Existe otro interrogante: ¿el espacio político oficialista podrá superar su condición de instrumento electoral? ¿Existen condiciones para la construcción de un movimiento político?

La actitud de Correa será clave en los próximos meses. No solo en la transición administrativa, sino en la discusión de espacios ministeriales que se abrirá rápidamente. Puede “optar” por ser el resguardo “moral” de algunos logros, por influir desde “adentro” (a través de futuros funcionarios, lo que ocasionaría tensiones con Lenin) o apuntar y presionar desde afuera del gobierno. Una lectura rápida de los resultados -la ajustada victoria y el desgaste de la gestión- podrían impulsar al actual presidente a intervenciones tenues y de acompañamiento, más que de presión pública. La transición administrativa, el reparto ministerial, la ambición personal y la conducción de la política económica (principalmente) irán definiendo el lugar de Correa, que después de una década demostró ser un gran arquitecto de orden/gobernabilidad y suponemos que esa condición no querrá abandonarla.

¿el espacio político oficialista podrá superar su condición de instrumento electoral?

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