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17 de julio 2016

Ezequiel Kopel

PUTAIN DE CAMION* (NIZA DETRÁS DE LA NEBLINA)

Tiempo de lectura: 6 minutos

El dato objetivo, fatal, que se conoce hasta la fecha sobre lo ocurrido en Niza el 14 de julio pasado, durante las celebraciones nacionales por el Día de la Bastilla, es que el ataque terrorista produjo la muerte de, por lo menos, 84 personas y otras 18 están entre la vida y la muerte. El otro dato, tácito, es que la agresión ocurrió en un área que desde hace largo tiempo se referencia como centro neurálgico del extremismo islámico en Francia.

El atacante fue un joven tunecino que residía en Niza y todavía no se conoce con exactitud cómo pudo acercarse con un camión de gran porte a las inmediaciones del festejo más importante de las efemérides galas, en lo que ha sido una clara falla de las fuerzas de seguridad francesas. Sus señas particulares son las mismas que la de los atacantes de París, Bruselas y Orlando: no muy religioso, con problemas familiares y actitudes cotidianas violentas. Producto de la matanza, Francia volvió a reinstalar el estado de emergencia durante otros seis meses, situación que coloca un gran peso sobre sus fuerzas de seguridad que, en el mismo período de tiempo, no pudieron evitar otros ataques terroristas, como los de Le Bataclan, Le Carrillon, en Lyon, entre otros.

El Estado Islámico, que controla, a pesar de las pérdidas, una vasta porción de territorio en Irak y Siria, se atribuyó el ataque. Se tomó casi dos días para hacerlo, pero el sistema “de admisión” no ha diferido de lo que ha hecho en otras oportunidades. Por ahora, y hasta que no se compruebe la participación de otros miembros, el ataque ha sido el más mortífero ocasionado por una única persona en “el mundo occidental”, superando a Timothy McVeigh, que asesinó a más gente en Oklahoma, en abril de 1995 (168 personas, entre ellas 19 niños) pero con la colaboración de su cómplice Terry Lynn Nichols.

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Acción de gracias

Mientras tanto, diversos entusiastas y analistas internacionales todoterreno, repiten al unísono que el atacante era una persona inestable, poco piadosa, amante de los alimentos porcinos y del alcohol (prohibidos por el Islam) y sin ningún signo de rutina devota, razones supuestamente enfáticas para no encuadrarlo con el fundamentalismo religioso y, más precisamente, dentro del extremismo islámico. En resumidas cuentas, el ataque sería la obra de un loquito sin control que un día se levantó con el pie izquierdo y mató a casi un centenar de personas. Esa explicación va cosida con el hilo invisible del intento de justificar la matanza con la relegación económica que sufre un sector de la población, discriminado y casi siempre relacionado con las banlieues, los conurbanos franceses. Un tipo de justificación por lo menos incompleta, con cierto tufillo a corrección política al palo, que intenta exonerar las aristas más controvertidas del extremismo religioso.

Lo cierto es que, en este tipo de ataques, y alrededor del mundo, se repite mayoritariamente un parámetro en los atacantes que recuerda la teoría de la gallina y el huevo: qué se manifiesta primero, ¿la locura o el odio? ¿El atacante siempre ha sido una persona inestable que utiliza la excusa de la religión para cometer una matanza? ¿O una versión extrema del Islam lo ha cooptado para realizar sus fechorías? La respuesta, como sucede con la propia teoría avícola, nunca podrá ser desasnada a ciencia cierta. Lo que sí está claro es que la ideología del Estado Islámico es el reservorio perfecto para personas homofóbicas, misóginas, que desprecian las conquistas igualitarias de sus sociedades. Lo que sí se puede afirmar, sin ningún tipo de duda, es que una persona no necesita “ser religiosa” para cometer un ataque en nombre de una arista fundamentalista de sus propias creencias; la historia de los Cruzados es una buena síntesis de ello.

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La mejor oferta

Otro punto interesante a destacar de la estrategia del Estado Islámico respecto de los llamados “lobos solitarios” (personas que, por motu proprio, cometen atentados) es la falsa percepción pública acerca de que la organización extremista “aprovecha”  cualquier ataque para reivindicarlo como propio. Hace tiempo, el Estado Islámico, que convocó a sus filas a personas de 90 nacionalidades diferentes, mediante un cóctel explosivo de victorias, control de territorio y propaganda fundamentalista, imita una estrategia desarrollada por su progenitor, Al Qaeda, en la cual intenta radicalizar a personas a través de Internet, con las que no tiene contacto directo. Les ofrecen el marco, los alientan y luego los ponderan cuando cometen sus “espontáneos” actos. Es decir, los ataques inspirados por el Estado Islámico son escenas que el grupo concientemente estimula. Sin embargo, el Estado Islámico no es un reconocedor serial, como se repite al unísono. El asesino de Orlando, por ejemplo, demostró claramente ser un seguidor fiel de los fundamentalistas cuando prestó juramento al líder del grupo, Abu Bakr al Bagdadi, y no sólo al grupo. Tampoco el Estado Islámico reivindica cualquier ataque alrededor del mundo: en Estados Unidos solamente ha reconocido los ataques de Orlando y San Bernardino pero no se hizo cargo de la caída del avión de Egypt Air en el Mediterráneo.

El ruido del tiempo

El Estado Islámico se encuentra en una situación complicada en su terruño. En Irak ha perdido más del 40% del territorio que controlaba en 2014; en Siria perdió el 20%. Sin embargo, y a pesar de estas importantes pérdidas, sería un error pensar que el grupo va a desaparecer de la noche a la mañana. El Estado Islámico ya ha sufrido derrotas y la pérdida del control de territorio a través de los años (el grupo está en pleno desarrollo desde 2004) pero se adaptó lo suficiente para perdurar en el tiempo. Asimismo, los ataques en Europa no indican, como ha afirmado el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, que son los manotazos de ahogado de una organización fundamentalista en retirada. En África, donde se concentra la mayor cantidad de ataques terroristas del mundo, y en Asia, la presencia del Estado Islámico crece a pasos agigantados. Y en Europa ha logrado penetrar en poblaciones musulmanas que, a pesar del mantra progresista, están relativamente bien integradas en sus sociedades de adopción. Los mismos musulmanes europeos se encuentran en una encrucijada interna, propia: los terroristas pretenden con sus ataques crear un efecto en cadena donde las sociedades europeas, predominantemente cristianas, los discriminen, acusen y releguen de sus derechos hasta que no tengan más remedio que refugiarse en los espinosos brazos del Califato. Una táctica ya empleada en Irak con más que satisfactorios resultados en chiítas y sunitas iraquíes.

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Mientras tanto, la izquierda mundial trata de exculpar a todos los musulmanes de cualquier acto terrorista, basándose en cuestiones económicas y políticas; las derechas occidentales tratan de acorralarlos, con una apocalíptica visión de un neochoque de civilizaciones. Con todo esto, una solución posible parece vislumbrarse en la ancha avenida del medio, allí donde se contemple una importante ayuda económica a países que, como Túnez, ha derrocado a una dictadura y se ha encaminado hacia una democracia. Pero también precisa, a la vez, la colaboración y la introspección de las poblaciones musulmanas mundiales junto a una fuerte autocrítica de su creciente desprecio a todo lo que no sea su propia religión o cultura; esto también incluye dejar de culpar a lo foráneo de todos los males de sus sociedades.

Sobre el futuro de Al Qaeda o el Estado Islámico (es bueno recordar que el EI ha sido una facción del primero que se ha independizado porque considera que las derrotas del pasado se deben a “no haber sido lo suficientemente extremos”) lo expresó mejor que nadie el escritor sirio Hassan Hassan en un editorial aparecido en el New York Times: “La amenaza no va a desaparecer. El objetivo último del grupo se mantiene sin cambios: el control del mundo musulmán. Los idealistas apocalípticos que forman el núcleo del Estado Islámico creen que tienen la orden por Dios para lograr su empresa. Y van a cambiar sus tácticas con frecuencia, con el fin de estar más cerca de su objetivo”. Y cierra su escrito con las poderosas palabras pronunciadas por el portavoz del grupo, Abu Muhammad al-Adnani: “¿Cree América que la derrota vendrá con la pérdida de ciudades o territorios? ¿Fuimos derrotados cuando perdimos las ciudades de Irak y nos retiramos al desierto sin controlar una ciudad o un país? No, la verdadera derrota es perder la voluntad y el deseo de luchar.”

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* “Putain de camion (Puto camión)” es el nombre de una canción del célebre cantautor francés Renaud, escrita tras la muerte de su mejor amigo y compadre, el humorista más irreverente y famoso de Francia, Coluche, al chocar su moto contra un camión en la Costa Azul, zona costera donde se encuentra la ciudad de Niza.

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