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16 de noviembre 2021

Nicolás Rivas

Profesor regular.Fundamentos e Historia del Trabajo Social I y II. Ex Director de la Carrera de Trabajo Social. Facultad de Ciencias Sociales, UBA

PERÓN HABLA: “EL ARMA DE CAPTACIÓN NO PUEDE SER OTRA QUE LA PERSUASIÓN”

Tiempo de lectura: 9 minutos

Antes y después de cada elección y desde una perspectiva de sujetos más o menos interesados por la “cosa pública”, proliferan los análisis que se hacen en diferentes instancias donde se debaten aquellos aspectos que parecen lejanos, pero cuya resolución, permanencia o cambio, impactará directamente en la vida cotidiana. Plenarios de organizaciones más o menos formales, intercambios en las redes y charlas circunstanciales con vecinos y/o parientes, amigos y compañeros se suceden en esos momentos. Tanto el “habría que” o “lo que hay que hacer” se presentan como reflexiones propositivas (aunque brutas y extremas, con pretensión de marcar el rumbo) que, al encajar en el rompecabezas ideal en ese escenario sin marco, sin instituciones ni condiciones, completan la abstracta ilusión de plenitud, la sensación de que ahí hay una verdad que merece ser escuchada. Son verdades que, dichas de modo abstracto, sin sujeto ni circunstancias, están más cercanas a quedar en evidencia que tengo la razón que a convertirse en aporte posible. Pero, también, son verdades que merecen ser escuchadas, porque dicen.

En estas elecciones del domingo pasado, a excepción de algunas manifestaciones electorales expresadas en literales derechas e izquierdas, las expresiones políticas mayoritarias y de modo general, no exhibieron grandes adhesiones y pasiones que cautiven, despertadas por figuras o liderazgos particulares. Esta generalidad borra particularidades de excepción, que efectivamente hubieron. La condición de medio término explica, en parte, esta carencia señalada. Y quizá, otra explicación posible a sumar, pueda ubicarse en la creciente dificultad de la política que nos gusta, de posicionarse como esa representación que, anclada en lo mejor de las tradiciones populares, pueda incorporar lo novedoso y actual, no en términos de tik tok solamente, sino como agujas de coser que recorren la tela uniendo lo disperso y diferente

En este apócrifo reportaje a Perón no vamos a transitar “lo que hay que hacer”, esas acciones ligadas a decisiones, medidas y sentidos; qué debería hacerse. Lo que nos interesa en la entrevista es poder acercarnos al cómo, no sólo en términos de ejecución, sino, sobre todo, con pretensiones de poder desentrañar aspectos ligados a la conducción política (las de arriba y sobre todo las de abajo) relacionados a la incorporación de esa parte de lo común, base imprescindible para la construcción de mayorías, y que se evapora, y lo peor, se ningunea, en la radicalización de la diferencia.

El reportaje es ficticio. Todo lo escrito después de las preguntas son palabras de Perón, pronunciadas en 1951 en el desarrollo del curso sobre “Conducción Política” dirigido a hombres y mujeres de Unidades Básicas. La primera, corresponde al libro papel “Perón. Conducción política. Con apéndice de Actualización Doctrinaria”, editado en 1974 por la Secretaría Política de la Presidencia de la Nación. Este texto incluye fragmentos del discurso de Perón en la C.G.T., realizado el 25 de octubre de 1973. La segunda fuente, similar a la anterior, pero en formato digital, corresponde a “Conducción Política” (capítulos I, II y III), prologada por el histórico dirigente peronista Lorenzo Pepe y editada, de manera digital, por el Instituto Nacional “Juan Domingo Perón” de Estudios e Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas Buenos Aires 2006 (Cuadernillo11.pdf (jdperon.gov.ar) ). La tercera fuente, “Juan Domingo Perón. Los trabajos, los días. Conducción Política” corresponde a una rigurosa edición de estas clases realizada por la Biblioteca del Congreso que recopila los cursos que dictara Perón en el año 1951 (Peron-completopara-web.pdf (bcn.gob.ar).

El reportaje es ficticio. Todo lo escrito después de las preguntas son palabras de Perón, pronunciadas en 1951 en el desarrollo del curso sobre “Conducción Política” dirigido a hombres y mujeres de Unidades Básicas

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Habla el General

Muchos creen que las conducciones políticas son sólo los líderes o máximas autoridades. ¿Qué señala usted al respecto?

La conducción política tiene tres elementos, primero: los conductores; segundo: los cuadros auxiliares de la conducción, y tercero: la masa y su organización. Si es importante la acción del conductor, no lo es menos la acción de los conductores auxiliares. Estos representan la multiplicación del conductor. Si hombres de las mismas ideas y sentimientos, de la misma orientación doctrinaria, de la misma manera de ser, actúan en forma directa, en contacto con la masa, dando los mismos ejemplos, evidenciando las mismas virtudes, inculcando los mismos principios, se llega a inspirar a la masa con mucha más rapidez.

Entonces se imagina conductores y conductoras por todos lados….

Nosotros queremos que cada uno de esos pequeños conductores, que encuadran esa inmensa cantidad de pueblo, con todas sus organizaciones de carácter económico, político y social, representen una garantía en la conducción de las partes, porque así solamente podrá obtenerse una garantía en la conducción del conjunto. Una clase de este curso será para los cuadros auxiliares de la conducción. Porque algunos creen que, si nosotros tuviéramos un conductor para la dirección general y miles de conductores para la conducción auxiliar, de las mismas condiciones del conductor, habríamos ganado algo. No habríamos ganado nada, porque las condiciones que debe tener el conductor superior no son las mismas que las que debe tener el conductor auxiliar.

¿Por qué marca esta diferencia?

¿Por qué? Porque uno es el creador y el otro es el ejecutor de esa creación. Él no necesita tener espíritu creador; necesita tener espíritu de observación, de disciplina, de iniciativa para ejecutar bien lo creado por otro.

Por la descripción inicial que usted hace de estos tres elementos o niveles de la conducción podríamos decir que tiene diferencias con gobernar….

Algunos dicen que gobernar o conducir es hacer siempre lo que uno quiere. Grave error. En el gobierno, para que uno pueda hacer el cincuenta por ciento de lo que quiere, ha de permitir que los demás hagan el otro cincuenta por ciento de lo que ellos quieren. Hay que tener la habilidad para que el cincuenta por ciento que le toque a uno sea lo fundamental. Los que son siempre amigos de hacer su voluntad, terminan por no hacerla en manera alguna. Ustedes han de haber visto esto entre los mismos compañeros. Hay algunos voluntariosos, que siempre quieren imponer su voluntad, que nunca transigen con los otros. Si trabajan en su circunscripción, todo ha de ser para ellos. Esos son peligrosos, nunca llegan lejos y se matan solos en el camino. No han sido capaces de desprenderse de ese cincuenta por ciento, e ignoran que, en política, como en todo, “el que mucho abarca poco aprieta”.

De la misma manera que uno enseña a tocar la guitarra y da la perfección de la técnica de la guitarra. Pero esa condición natural con que nace el artista, eso no se puede enseñar. Eso es la conducción

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En varias partes de sus cursos, señala que “la conducción es un arte”. ¿Por qué afirma esto?

Si bien la conducción no puede enseñarse, existen elementos de la conducción que es necesario aprender. La conducción es un arte y, en consecuencia, como todas las artes, tiene su teoría. La teoría se puede aprender. Y también tiene sus formas de ejecución, que también se pueden aprender. La conducción es un arte de ejecución simple: acierta el que gana y desacierta el que pierde. Y no hay otra cosa que hacer. La suprema elocuencia de la conducción está en que, si es buena, resulta, y si es mala, no resulta. Y es mala porque no resulta y es buena porque resulta. Juzgamos todo empíricamente por sus resultados. Todas las demás consideraciones son inútiles

Pero entonces la pregunta obligada: ¿conductor se nace o se hace?

Los conductores nacen o se hacen con el trabajo. Por eso diríamos nosotros que cuando queremos asimilar la teoría y las formas de ejecución del arte de la conducción política, tendremos que imaginarnos que hay una serie de sistemas dentro de los cuales uno puede organizarse y prepararse para la conducción; que eso lo capacita en cierta medida para la conducción, y que cuando mejores conocimientos tiene, se le facilita más la conducción.

Usted separa los análisis y ubica por un lado el arte y la técnica en la conducción, ¿es así?

Lo que yo les puedo dar a ustedes es la técnica; lo que no les puedo dar es el arte de la conducción. De la misma manera que uno enseña a tocar la guitarra y da la perfección de la técnica de la guitarra. Pero esa condición natural con que nace el artista, eso no se puede enseñar. Eso es la conducción.

¿Podría caracterizar al método de la conducción?

La conducción sin método no va adelante. El método de la conducción, como es un método de acción, está basado en la observación de la situación, en su análisis, o sea en la apreciación, en su consecuencia, o sea la resolución (cómo se va a resolver el asunto), o sea el plan, y después la ejecución, y ver y comprobar cómo se realiza. Todo eso es el método de la conducción.

Conociendo su formación militar y su liderazgo político, ¿cómo ubica la conducción en esas dos esferas que son bien diferentes?

El conductor persuade, no manda. Hay que distinguir bien lo que es mando de lo que es el gobierno. Los métodos son distintos, la acción es distinta también. Bien se trate de la conducción política o de la dirección política, el método no puede ser jamás el del mando; sino el de la persuasión. Allá se actúa por órdenes; aquí por explicaciones. Allá se ordena y se cumple. Aquí se persuade primero, para que cada uno, a conciencia, cumpla una obligación dentro de su absoluta libertad para la acción política. El conductor político es un predicador que persuade, que indica caminos y que muestra ejemplos: entonces la gente lo sigue.

¿Y qué rol juega el convencimiento entonces?

La misión fundamental de que conduce el conjunto consiste en la unidad y ella es producto de la persuasión. El convencimiento es el alma del conductor político

Los dirigentes comunistas me traían a la gente para hacerme ver a mí que estaban respaldados por una masa. Yo los recibía y les hacía creer que creía eso. Pero lo que yo quería era sacarle la masa y dejarlo sin masa. Es el juego político natural, es lógico

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Convengamos, General, que a veces es sumamente difícil conducir, persuadir a personas que tienen poco en común con algunos valores o ideas…

Yo estoy para llevarlos a todos, buenos y malos. Porque si quiero llevar solo lo buenos me voy a quedar con muy poquitos puntos y en política con muy poquitos, no se puede hacer mucho. Es decir que esto tiene una hermenéutica como de la cual no se puede salir, porque si no se va al fracaso… Ese es el trabajo que tenemos que realizar. Hay que tomar uno por uno e irlos persuadiendo. En política, el arma de captación no puede ser otra que la persuasión, porque queremos hombres conscientes que sirvan conscientes a la doctrina.

Para cerrar este reportaje, ¿usted puede poner un ejemplo de esto que está diciendo?

Yo siempre cito un ejemplo que para mí fue el que significó más experiencia en toda la parte de la conducción política que yo he encarado. Cuando fui a la Secretaría de Trabajo y Previsión, en 1944, me hice cargo primero del departamento Nacional del Trabajo y desde allí pulsé la masa. Comencé a conversar con los hombres, a ver cómo pensaban, cómo sentían, que querían, qué no querían, qué impresión tenían del gobierno, cómo interpretaban ellos el momento argentino, cuáles eran sus aspiraciones y cuáles eran las quejas del pasado. Fui recibiendo, paulatinamente como mediante una antena muy sensible, toda esa inquietud popular. Después que percibí eso, hice yo una apreciación de situación propia, para ver qué era lo que resumía o cristalizaba todo ese proceso de inducción, diremos, de la masa. Llegué a la conclusión y comencé una prédica, para llevar la persuasión a cada uno de los que me escuchaban sobre qué era lo que había que hacer. Lo que había que hacer era parte de lo que ellos querían y parte de lo que quería yo. Quizá alguna vez no le satisfacía del todo lo que yo quería; pero en cambio, le satisfacía todo lo que ellos querían y que yo había interpretado y se los decía.

Pero usted fue criticado por esto en ese momento …

Algunos, cuando yo pronuncié los primeros discursos en la Secretaría de Trabajo y Previsión dijeron: “Este es un Comunista”. Y yo les hablaba un poco de comunismo porque, si les hubiera hablado otro idioma en el primer discurso, me hubieran tirado el primer naranjazo… Porque ellos eran hombres que llegaban con 40 años de marxismo y con dirigentes comunistas. Lo que yo quería era agradarles un poco a ellos, pero lo que me interesaban eran los otros, los que estaban enfrente, los que yo deseaba sacarles. Los dirigentes comunistas me traían a la gente para hacerme ver a mí que estaban respaldados por una masa. Yo los recibía y les hacía creer que creía eso. Pero lo que yo quería era sacarle la masa y dejarlo sin masa. Es el juego político natural, es lógico.

¿Y cómo hacía eso, General?

Cuando les hablaba a los hombres, les decía primero y mezcladito lo que había que hacer, lo que yo creía y que quizá ellos no creían. Pero yo le decía la segunda parte, qué era lo que ellos querían, entonces creían todos, y se iban con sus ideas y con mis ideas, y las desparramaban por todas partes. Empezaron por decir: “hay un loco en la secretaría que dice algunas cosas que son ciertas, que nos gustan a nosotros”. Llegaban diez y les hablaba a diez; si llegaban diez mil, les hablaba a diez mil; si llegaba uno, le hablaba a uno. Era mi tarea, mi tarea era persuadir.

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