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23 de septiembre 2022

Mariano Schuster

LOS CONOCIDOS Y LOS DESCONOCIDOS DE SIEMPRE

Tiempo de lectura: 16 minutos

Los años, para ellos, son distintos cada cuatro o cada seis, o incluso cada ocho, porque solo son años válidos esos en los que pueden pararse frente a una cámara, bailar una tarantela, atravesarse la bandera tricolor por todo el cuerpo, pagar una publinota, estampar su cara en afiches, inflarse el pecho y decirle a los amigos: “Hermano, este año salgo io, ojota que si tutto sale benne passiamo tutti giunti el año nuovo, en un ristorantino di Roma, tomando prossecco, pero del buono”. Los hombres se llenan de valor, pelan su mejor sonrisa y le ofrecen todo a sus electores. Algunos de ellos piensan en el Parlamento y rematan frente a sus amici: “Mira que si salgo, pedimo una audienzia con Il Papa para tenere una buona fotografía. E dopo nos vamo de joda”. Los malpensados, que en este país son tantos como en Italia, dirán que es lógico y argumentarán, solemnemente, que los candidatos argentinos al Parlamento Italiano están a la pesca, en el rebusque, en la onda de salvarse. Razones –permítanme también a mi ser malpensado— no les faltan: entrar al Parlamento Italiano puede ser, para estos prohombres de sangre calabresa, siciliana, romana, napolitana o lombarda, su “momentum”: el del gran salto adelante, el del avance hacia su tierra prometida, la terra natale y ancestral que les permitirá vivir tranquilos, calentando una banca durante cuatro o seis anni. Para los bienpensados –que también existen, aun cuando sean franca minoría— la cosa es diferente. Ellos dirán: “¿no ves que estos hombres aman la sua terra, quieren cambiare la Italia, volverla mejore para nosotros, los italoargentinos? Io comprendo la sua emmozione”.

Por estos días las sensaciones italianas se viven a flor de piel en nuestra querida patria del sur de América. Faltan pocas horas para que se dirima la elección del país de Dante Alighieri y la Cicciolina, de Giovanni Papini y Domenico Modugno, de Sofía Loren y Rocco Siffredi. Y entre los italoargentinos hay opiniones para todos los gustos. Están los que apuestan por Giorgia Meloni, la blonda extremo derechista que parece ir por delante en los sondeos, están los que aspiran a un triunfo del Partido Democrático –ubicado en la centro centro centro centro centro “izquierda”—, y están también los que apuestan por el Movimiento Cinco Estrellas –que pasó de pedir que se vayan todos a rogar que la ciudadanía no los raje a ellos del Parlamento—.  Pero los que votan desde aquí –abuelos y abuelas que vinieron de Italia, jóvenes que adquirieron la ciudadanía apelando a algún antepasado real o dudoso— tienen, además, sus opciones locales. Se trata de hombres y mujeres (pero más bien de hombres) que aspiran a representar, según dicen, a los italianos que habitan en el extranjero. Son, dicen, decididos luchadores que quieren llevar la voz argento-italiana al Parlamento, para que se escuche bien alta y clara la demanda que en nuestra tierra todavía ruge por el país de sus ancestros. “A esa Italia que nos ha dado tanto, nosotros queremos devolverles el favor: nos dieron obreros anarquistas y comunistas, ahora podemos mandarles al Doctor Claudio Zin, eximio médico mediático. Nos dieron la pizza, les entregamos a Eugenio Sangregorio, empresario inmobiliario de voz carrasposa y rulos negros. Nos ofrendaron a los creadores del tango canción, que vuelva nuestro regalito: Vito de Palma, periodista deportivo de ESPN”. A votar se ha dicho.

El dolor de los politólogos, la alegría de los candidatos

“Cuando en Italia se disuelve el Parlamento, cambian de presidente o hay algun estertor en el Senado, los politólogos nos preocupamos, nos agarramos la cabeza, e intentamos explicar las características de un sistema político que, en definitiva y sin eufemismos, nos parece una mierda. Escribimos un texto, le metemos unas citas de Norberto Bobbio o de Michelangelo Bovero y buscamos analizar el quilombo presente con algun otro del pasado. ¿Pero sabés qué? Es imposible dar en el clavo”— me dice Raúl Verona, politólogo de 56 años y dueño de un carmelazo proverbial con un kolestone rojizo que le da cierta apariencia a Silvio Soldán. El caso, sigue Verona, es que “nuestra preocupación de politólogos es la alegría de los candidatos extranjeros. ¿No los viste muy sonrientes, como diciendo ¨ahora sí, esta es la mía, me meto en el Parlamento Italiano¨?”

El juicio de nuestro politólogo es lapidario, pero no por ello poco certero. Cualquiera que camine presuroso por la ciudad de Buenos Aires –y sospecho, pero soy porteño, que por cualquier otro punto del país—encontrará una miríada de carteles y afiches con los nombres y los rostros de los aspirantes a representar a los ciudadanos italianos que viven en el extranjero. Y, como dice Verona, los verá sonrientes. Los malpensados, que ya dijimos son muchos, imaginarán situaciones. Un candidato diciéndole a su mujer: “Te juro, amore, que esta vez la pego. Ahora sí que entro a la Cámera. Esta vez me meto de cabeza, Rosa”—, mientras ella le contesta con una fulminante mirada de “¿y si probás laburando?”. U otro haciendo la cuenta del cambio en euros a pesos, a ver cuánto le puede sacar al nuevo laburito.

Los carteles nos indican que los rostros de la elección italiana en Argentina son diversos. Entre los menos conocidos para el público local se destacan el líder de la Unión Sudamericana Emigrantes Italianos (USEI), Eugenio Sangregorio –un longevo empresario inmobiliario de 83 años que parece de 60 y que lleva siempre un discreto pañuelo en el bolsillo delantero de su saco— y el candidato a senador por el Partido Democrático Mario Sebastiani –vestido con su ambo de médico del Hospital Italiano y con un ligero parecido al actor local Héctor Cacho Bidonde, con el que seguramente comparte ideales de izquierda—. Pero están también las caras conocidas por tutti il poplo argentino. Entre ellas se destaca la de Claudio Zin, el doctor que operó al ex presidente Carlos Menem en 1993 y que, además de trabajar en diversas instituciones médicas de prestigio, se convirtió en divulgador de la medicina en programas como Animales Sueltos de Alejandro Fantino y en los noticieros conducidos por Eduardo Feinmann. Pero Zin, que vuelve de ser senador por el Movimiento Asociativo Italianos en el Exterior (MAIE) y que aspira ahora a una banquita como diputado, tiene que enfrentar a otro hombre de los medios: Vito de Palma, el comentarista deportivo de la cadena ESPN que aparece en los carteles con ropa deportiva de la azzurra. Don Vito va con la destra, juega al caballo ganador de Giorgia Meloni y de los neofascistas. Hay otros sí, pero que la cosa no se haga larga.

Explicar nunca, rendirse jamás

“Dale, Raúl, explicame un poquito de que va esta cosa” –le pido, mientras mastico una medialuna en el bar céntrico Ouro Preto, a mi amigo Verona. “Mira, te la hago corta. Se votan diputados y senadores para Italia, y como acá en América Latina hay mucho tano como yo que puede votar, hay candidatos argentino-italianos. Pero ojo, en las listas también hay uruguayos, brasileños, gente de toda la circunscripción de América Meridional. Como en Argentina tenemos más de la mitad de los que representan a esa circunscripción, todos se matan por entrar. Y esta vez se meten dos diputados y un senador. Lo que vas a ver en la calle son los afiches de los partidos. Te vas a encontrar con que algunos candidatos representan a los partidos oficiales de Italia, pero vas a ver otros de asociaciones más locales. Serían algo así como movimientos italianos latinoamericanos y mundiales que nuclean residentes italianos en el extranjero, pero que no tienen un sello partidario de allá. Aunque cuando están en Italia tienen que apoyar o rechazar al gobierno, votar como todos y rosquear. Todos los que se presentan proponen cositas con relación a la ciudadanía, el pasaporte y a los trámites consulares porque saben que garpa. Y bueno, sí, hay una minoría que habla de Italia con cierto rigor. Si querés saber cuáles son los buscas y cuáles son los serios me puedo poner a hablarte de perfiles políticos con bibliografía de Giovanni Sartori o te puedo decir que les mires la cara. Mira la mía, ¿te parece que soy un tipo serio?”.

Como no quisiera apelar a este lombrosianismo de mi querido amigo Verona –aun cuando él lo aplique contra sí mismo—, lo que decido hacer es buscar. Pero al cabo de un rato ya no entiendo un pepino y me entretengo con las publicidades de campaña.

Publicidad “al uso nostro”

La vía pública es la puerta de entrada a los deseos imaginarios de la italianidad argentina. Ahí está, por ejemplo, el cartel de Don Eugenio Sangregorio, candidato a diputado por la USEI, que anda con su traje y su pañuelo, acompañado de un tal José Palmiotti, que, además de ser candidato a senador, viene del riñón político del ex presidente de Boca, el “Tano” Angelici. Los de la USEI son conservadores, pero acá eso no importa. Lo que si nos interesa, en cambio, es su publicidad. Y es que hay que reconocer que la muchachada que responde a Sangregorio sabe hacer campaña. Además de ofrecer un sinfín de soluciones para trámites y de participar en procesiones variopintas, los afiliados a USEI lanzaron, hace pocos meses, un sorteo por un viaje a Italia. “VIAJA AL PUEBLO DE TUS ORÍGENES!”— anuncian en sus redes sociales. Los requisitos son sencillos: seguir la cuenta de Instagram del grupo político, etiquetar a tres familiares e inscribirse en una página web. Hay clientelismos que sí. Lástima que uno no tenga la sangre necesaria para anotarse.

Las redes de la USEI y Sangregorio son una ventana a Italia. En su Instagram nos encontramos, por ejemplo, con la radio de la agrupación –donde suenan alto y claro los temas de Andrea Bocelli, Rita Pavone, Nicola de Bari, Raffaella Carrà y Laura Pausini– y con un sinfín de publicaciones con el hashtag “Italia sos vos” acompañadas de unos ravioles, fotos de la Fontana de Trevi o de la Isla de Dino. Todo complementado con los videos del propio Sangregorio diciendo, con su traje color whisky y su pañuelo rojo en la solapa, “”Vos que sos joven y vas a votar por primera vez, VOTA EL LEON. Hacé una crucecita en el León, escribí Sangregorio e voy a defender tus derechos en el Parlamento”.

El MAIE, la otra fuerza italiana con pregnancia también tiene una campaña de fuste. La lidera su todopoderoso líder Ricardo Merlo, el hombre que con los dientes clavados en forma de sonrisa llegó a ser Subsecretario de Relaciones Exteriores entre 2018 y 2021. Aunque lleva como candidato a diputado al Doctor Zin y al cordobés Mario Borghese como senador, Merlo no puede evitar estar en toda la cartelería.

En las diversas redes del MAIE podemos ver fotos de Merlo montadas (probablemente con Paint) sobre la Fontana de Trevi y el Coliseo. Sin embargo, hay que decir que la gente de Merlo parece haber hecho de la campaña un arte. En una publicación de Instagram del 31 de agosto pueden verse dos buenas medialunas con un café con leche bajo la leyenda: “Buongiorno Amici. Feliz Miércoles. Hoy desayuno italiano brindado por el MAIE”. La primera respuesta es de una señora diciendo: “Oki, enviame uno, está buenísimo”. Pero no hay respuesta.

El MAIE, al igual que la USEI, apela a una italianidad clásica. Tiene placas gráficas dedicadas al nutella, una con una sfogliatella napolitana, otra alusiva a la “giornata internazionale della carbonara”.

El que no se queda atrás en su publicidad de campaña es el todoterreno Vito de Palma. Aunque Vito, el periodista deportivo italoargentino, es un defensor del catenaccio, en política no se defiende: ataca. En uno de sus videos, vestido con un riguroso saco negro, una corbata blanca, un prendedor de Italia y una corbata ancha azul, dice: “Hablando de italianidad, algunos prometen el oro y el moro, dicen “vamos a defender sus derechos” Y después cuando llegan ahí dicen “bueno no pudimo porque somo do, un senador y un diputado”. ¿Entonces para que desperdiciar ese voto? Nuetra coalición seguramente será goberno después de la elezione, seguramente espresaremos la primer mujer primer ministro en la historia de Italia. Entonces si quieren defender su derecho, si quieren votar a alguien que realmente tenga el poder de hacerlo y que lo tiene en su programa, tiene que elegir este signo”. Entonces, el candidato a diputado apunta con el dedo al símbolo de la coalición de Salvini, Berlusconi y Meloni.

Como casi todos los candidatos, en particular los de USEI y el MAIE, Vito apunta contra los que quieren cambiar el sistema de voto para reducir los derechos de los italianos nacidos en el extranjero. Es decir, el cambio del “ius sanguinis” por un derecho fundamentado en el lugar de nacimiento. Aunque ya se ha explicado que esa vocación es falsa e inexistente, Vito dice que no pasarán.

Pese a que hay otras fuerzas políticas que compiten en la elección, la más sobria en su campaña es la del Partido Democrático. El candidato a senador es Mario Sebastiani y, lo digo sin ambages, el hombre parece ser “gente como uno” (y hablo, claro, por mi). En definitiva, es un progre. Aunque, evidentemente, más serio que uno. Médico del Hospital Italiano, rostro de buen tipo (apelemos a un lombrosianismo positivo), cobró cierta notoriedad por defender el derecho al aborto en Argentina con sólidos argumentos médicos. Sin dudas, es el candidato menos estridente y probablemente el más solvente de todos los que piden que los ensobren y los manden para su vecchia patria. Los videos de Sebastiani no tienen el “color local” y la grandilocuencia de los de Vito de Palma o Sangregorio: el hombre habla de inclusión, progreso y democracia y de la lucha contra el “populismo de derecha”. Ya lo dijo alguna vez Gino Renni cuando fue candidato: “Italia no es solo pizza y tarantela”.

La ley de un fascista, la realidad de la nostra farándula

Los candidatos italianos en Argentina tienen que prenderle una vela a Mirko Tremaglia, el hombre gracias a quien los italo-extranjeros pueden votar. Aunque Italia ya había habilitado el voto de italianos en el exterior en 1979, solo era válido para las elecciones europeas. Desde 2006, cuando se aprobó la Ley Tremaglia, comenzaron a votar en las presidenciales. Cualquier despistado podría pensar que Tremaglia era un demócrata cabal, un hombre decidido a extender el voto por una confianza ciega en la democracia y en la república. Se equivocan: Tremaglia era un fascista. Con solo 17 años, Tremaglia –que falleció en 2011— se unió a la Guardia Nacional Republicana, la policía política, militar y judicial al servicio de Mussolini. Y los años no lo convirtieron en un moderado. Tras la caída del fascismo pasó a militar, coherentemente, en el Movimiento Social Italiano, el partido neofascista de Giorgio Almirante y, sin dejar su ideología mussoliniana, se volvió hacia el atlantismo defendiendo la instalación de misiles de la OTAN a fines de la década de 1970. El hombre, que fue progresivamente asumiendo un discurso que, según algunos de sus seguidores, era “de derecha, pero no ultra”, tuvo una batalla constante: la del voto italiano en el extranjero. En 1968 fundó el Comité Tricolor de los Italianos en el Mundo y, tras ser elegido como Ministro de los Italianos para el Mundo durante los dos gobiernos de Silvio Berlusconi, logró instalar su ley. ¿Se habrá enterado de los candidatos que produjo?

La ley del fascista derivó, en Argentina, en la posibilidad de la farándula. Desde 2006, los distintos partidos han buscado ser competitivos en el exterior y, para ello, no hay nada como apelar a los rostros conocidos. El epicentro de la campaña farandulesca tuvo lugar en 2013, cuando se produjo un verdadero duelo de titanes italo-argentinos. Entonces, la izquierda y la derecha dirimieron su combate con representantes ilustres: Iliana Calabró, destacada participante del certamen Cantando por un sueño, y Gino Renni, reconocido por su antigua participación en programas como Mesa de noticias, pero también por sus exquisitas actuaciones en películas como Villa Cariño está que arde, Hay que parar la delantera y Los bañeros más locos del mundo. Iliana, hija del capocómico Juan Carlos Calabró, no ahorró palabras en la contienda electoral. La entonces candidata por la derecha de Berlusconi se comparó con Evita Perón, afirmando que, como ella, venía de “fuera de la política” y que aportaría algo grande y distinto. Y, para rubricar su histórico compromiso con Italia –que ya se había expresado en los clásicos tiramisús que llevaba a distintos programas de televisión— explicó: “Hace rato que vengo trabajando, pero no por partidismo, a través de mis personajes que hablaban en italiano y de las costumbres y comidas”. Sin embargo, deslizó que Gino Renni, su contrincante, era demasiado de izquierda, y Gino, que representaba la alianza entre el Partido Democrático y la organización Izquierda, Ecología y Libertad le devolvió un golpe certero. “Me enteré que Iliana dijo que yo admiraba al Che Guevara. Es verdad, pero no sé si me quiere meter una presión (…). Ella sabe también cómo pienso porque todo el verano estuvimos juntos, fue mi gran compañera, la adoro. Pero si dice que admiro al Che Guevara, a mí no me ofende. (…) Prefiero admirar al Che Guevara y no a Berlusconi. Prefiero admirar a José Mujica y no a Berlusconi. Prefiero admirar a Salvador Allende y no a Berlusconi. Prefiero admirar a Dilma Rousseff y no a Berlusconi”. 

La de Renni y Calabró fue una verdadera batalla ideológica, aunque para ser honestos, Gino tenía más recorrido en esas ligas. Simpatizante comunista en su juventud, al hombre nunca le faltaron ideales de izquierda y picardías varias. Durante su campaña, para ejemplificar la fusión de dos mundos diversos –el de la izquierda y el de los picaflores— expresó: “Italia tuvo mucho cabaret y bunga-bunga. Tuvimos mucha fantasía que el pueblo italiano compró. Berlusconi es un tipo que te vende un auto, levantás el capó y capaz que no tenés motor. Deterioró la educación, la salud, las empresas. (…) Ustedes me conocen, a mí me gusta el bunga-bunga, las chicas, todo eso es muy lindo. Pero cuando me convocaron a cantar en la televisión, salí a cantar, no salí a hacer bunga-bunga. Después si uno puede picotear es otro tema. Pero si vos sos el primer ministro, sos un tipo poderoso, tenés una custodia personal que te paga el Estado, ¿no podés hacer esas cosas tapado? ¿tenés que ser el hazmerreír del mundo?”

Pero el pobre Gino perdió. Aunque también perdió Iliana. Pero no todas fueron pálidas para el mundo de los famosos. El Doctor Zin, que ya era candidato por el MAIE, entró al Parlamento.

La cosa no terminó ahí. En las siguientes elecciones, las de 2018, los personajes reconocidos mermaron. Pero el Partido Democrático volvió a apelar a uno. No era otro que Piero, el viejo cantautor de la izquierda. No le fue bien. Pero seguramente recibió los resultados “manso y tranquilo”. Para el pueblo lo que es del pueblo. Pero para Piero apenas una lágrima.

El poder del voto

Los electores se mueven, buscan, averiguan. Las redes arden y la gente quiere saber de que se trata. En la página del MAIE, una señora escribe: “Deposité mi voto en el buzón del consulado en Mar del Plata!!!! Mucha suerte al Doctor Claudio Zin!!! ¡Un grande!”. En el Instagram de la USEI también llegan apoyos. “Vamos Sangregorio, adelante Italia!”— dice un usuario. Aunque en las redes del candidato con el logo de un León hay también los lamentos. Elena dice: “Algún día podré pagarme la doble ciudadanía y podré votar! Viva Italia, corre por mis venas tu sangre y no me voy a morir sin volver a verte”.

En las redes de Vito de Palma, donde se lo puede ver con el candidato a senador italo-brasileño Emerson Fittipaldi, los comentarios tampoco están ausentes. En la publicación titulada TU VOTO ES UN GOL –en la que Vito lleva puesta la campera de la selección italiana— puede leerse: “De mi casa salieron cinco votos para vos”. Aunque otro usuario reprende a Vito y le comenta: “Vito, dejate de joder con estas boludeces y volvé al fútbol”.

Decido hacer mis propias averiguaciones y, lógicamente, entre la fauna con la que me encuentro, la mayoría vota a Sebastiani. “Yo voto al PD, es la única forma de frenar a la extrema derecha”— me dice Diana, ex militante comunista argentina. “Yo voy con Sebastiani. El tipo defiende el aborto, habla de la eutanasia, es un hombre serio. Quiere una Italia como la que soñaba Enrico Berlinguer, una Italia justa. El PD ya no es el viejo Partido Comunista, pero es el único que puede defender hoy los derechos de los más humildes” – me comenta Sebastián, progresista arquetípico.

Decido, sin embargo, ir más allá. Elena, vecina de mi abuela Ángela, es votante. Vive en Carapachay, zona norte, Provincia de Buenos Aires y no tiene dudas: “Yo voy a votar a Vito de Palma”— me dice. “La verdad es que no lo conocía, pero me gusta lo que dice. Mi hijo Adriano dice que comenta bien los partidos de fútbol”. Adriano se acerca y, al parecer, tiene más argumentos para votar a Vito: “Mira Mariano, nos conocemos desde siempre. Yo se como vos pensás y vos ahora vas a saber como pienso yo. Sí, lo voto a Vito y la convencí a mi vieja. Un poco porque lo veo en la tele, pero también porque me gustan Meloni y Salvini. El que me explicó bien las cosas es un amigo de acá del barrio, vos lo conocés: Edgardo Tittonella. Él me dijo que ellos van a combatir el Nuevo Orden Mundial. ¿Vos escuchaste hablar del Nuevo Orden Mundial? Es lo que quieren instalar los progresistas y los liberales, y yo no quiero que Italia sea un país de Soros y Rockefeller y de las banderas arcoíris de género. A mi me gusta la Italia de mis abuelos y no quiero que la cambien. Aunque ya cambió bastante”.

A través de mi amigo Eduardo, contacto a Mónica Biandratti, jubilada, ex empleada pública, habitante del municipio de Tres de Febrero. Y le pregunto por su voto: “Le cuento. Yo ya me jubilé, viajé a Italia varias veces, tuve esa fortuna. Y a mis hijos siempre les hablé de nuestro país. Nosotros vinimos de muy chicos, eran épocas duras, pero bueno, no lo quiero aburrir. Tengo tres hijos hermosos. La mayor vive en Estados Unidos desde hace varios años, trabaja en gastronomía, le va muy bien. El que le sigue empezó arquitectura, pero dejó la facultad, decía que era mucho esfuerzo, ¿puede creer? Ya no tenemos la vieja cultura del trabajo. Bueno, pero se las rebuscó la verdad, ahora tiene un emprendimiento, hace velas con su señora y las vende por internet. La más chica quiere ser bailarina y se anotó hace poquito en la escuela de Reina Reech. Aunque, que quiere que le diga, a mi marido eso de que ella sea bailarina mucho no le gusta vio”— me dice ante mi sencilla pregunta: “¿A quién va a votar?”. Por las dudas se la repito. “Ah, sí, bueno, yo voy a votar al Doctor Zin, a mí me encanta todo lo que dice el doctor, lo veo siempre en la televisión, lo sigo mucho. Antes cuando eran más chicos mis hijos veía al Doctor Socolinsky, ¿se acuerda del….?” Sí, me acuerdo, pero ya está bien. Tengo su respuesta.

Noche de Buenos Aires

Es de noche en Buenos Aires. Los italoargentinos ya tuvieron su momento de votar. La elección cerró el jueves 22 de septiembre a las 4 de la tarde. Los tano-argentinos mandaron sus sobres, hicieron sus apuestas, la elección se definirá también por sus votos.

Me siento con un amigo de sangre española y sentimiento italiano en el Café Tolón. Coronel Díaz esquina Santa Fe. Le digo que yo hubiera votado a Sebastiani, pero él me dice que le convencía más el Doctor Zin. “Yo votaría por el centro, por lo conservador, pero en el sentido de conservar la Italia de antes. Yo voto a los que no rompen nada, los que no hinchan demasiado. Los que te mantienen lo que queda de la Italia medio chantuna, medio católica, medio comunista, la de siempre”—me comenta. Un rato más tarde entra en una peligrosa melancolía y habla de Cinema Paradiso, de Ettore Scola, y se le pianta un lagrimón recordando un viaje en el que caminó por el Trastevere. Yo le hablo un poco de Berlinguer, de Togliatti, del PC, pero terminamos conversando de cine, de Stefania Sandrelli, de Vittorio Gassman y de algun versito de Pasolini.

A esta hora, los candidatos deben estar expectantes. Ya llega la votación en Italia y seguramente gane la extrema derecha o quizás, si hay suerte, la centro centro centro centro centro izquierda. A buena parte de los candidatos locales les da un poco lo mismo, ellos quieren entrar, empujar la barca, irse, rajar. Ya dijeron todos sus discursos e hicieron todas sus campañas. Ya recitaron su clásico: “Io voy a hacerlo por la mia mamma: voy a defender mi terra natale, la terra de tutti gli italiani. Voy a defenderte a te, que también sei italiani, un italiani argentino. Conmigo, pasaporte y ciudadanía esspeditiva”. Ya participaron en actos y en fiestas, y algunos de ellos hasta se sentaron en una mesa para discutir sobre Italo Calvino o Cesare Pavese sin haberlos leído en su puta vida. Está bien, hermanos, que quieren que les diga, todos tienen derecho a un vuelo y a una banca. Ahora, a falta de la Fontana de Trevi, quizás estén tirando monedas en la Fuente de las Nereidas. El boleto ya está picado. Solo les queda tener suerte. Es su tiempo de esperar.

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