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17 de julio 2021

Juan Di Loreto

LOS CAMINOS DE LA LIBERTAD

Tiempo de lectura: 2 minutos

Cada época de la vida y del mundo es una nueva oportunidad de actualizar qué significan las palabras y las cosas. Qué es el dinero, qué es el tiempo, qué es un hombre o qué es una mujer. Aquí y ahora –hit et nunc– nuestra época vuelve a interrogar: qué es la libertad.

La historia –es decir Hegel y Marx- nos enseña que todo vuelve igual, pero diferente. La libertad contemporánea retorna en igual medida como desbordante y restringida. Una hipótesis primera podría ser: la vida diaria está plagada de elecciones, todo tiene demasiadas opciones y matices. Por caso: cuando transitamos los circuitos del consumo y del ocio la libertad de elección puede llegar al hastío. La pareja frente al televisor y una frase que hace eco: “No hay nada para ver”. Es una decisión que no tiene más efecto que llenar el tiempo. Discurrir por la existencia. Así de injustificados estamos.

No parece casual que los muchachos de Netflix –¿sospechando este tedio y angustia permanente de la subjetividad contemporánea?- hayan creado el botón “Reproducir algo”. Ese “Reproducir algo” es también un “Dejate llevar un rato”. Es entregarse a la elección de otro porque nos quita el peso de la decisión.

No hay libertad sin pérdida de libertad. El esclavo, el verdadero esclavo, no tiene la posibilidad de elección, siempre le pertenece a otro

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El existencialismo sartreano ya había enseñado la densidad de las decisiones del hombre. Estamos “condenados a ser libres”, decía Sartre. Es decir: estamos condenamos a crearnos a nosotros mismo con nuestras decisiones. Al no haber nada trascendente que cree la “naturaleza humana”, el hombre está condenado a hacerse a sí mismo en condiciones que no elige.

Pero no se trata de algo individual, como parecen trasmitir los llamados libertarios. La libertad no es una decisión solitaria. No es un “hago lo que quiero”. Elegir no es nunca elegir para uno (solamente), sino que eligiendo se elige a toda la humanidad. Por eso Sartre planteaba juntas libertad y responsabilidad (y de allí derivaba la teoría del escritor comprometido).

Uno cree que elige en soledad, pero siempre estamos eligiendo con otros. Porque cuando elegimos algo le damos valor. Elegir es afirmar algo. El ejemplo del casamiento. Si uno elige casarse no elige solo una persona para el resto de sus días, elige “la” forma en que los seres humanos deben relacionarse.

Nuestra elección en algún punto es siempre total, siempre es más que nosotros. Pero este plus de la elección, este desborde hacia la totalidad, queda oculto en la dinámica social. Siempre creemos que estamos tocando la Milonga del solitario cuando siempre es Inconsciente colectivo. La inercia nos vuelve una cosa entre las cosas. Hay demasiadas ataduras, demasiadas necesidades, demasiada alineación. Pero no hay que olvidar una cosa: la libertad es una cosa que tenemos para perderla y para ganarla todo el tiempo. Desde el amante que se entrega al objeto de amor, hasta el empleado o el obrero que se entregan nuevehoras diarias a su trabajo. No hay libertad sin pérdida de libertad. El esclavo, el verdadero esclavo, no tiene la posibilidad de elección, siempre le pertenece a otro. El hombre libre siempre está alienando su libertad: por dinero, para vivir en sociedad, para formar una familia, para hacer política. Y esa conciencia de libertad es lo que hace toda la diferencia.

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