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08 de marzo 2018

Lucia Cirmi Obón

Miembra de la Asociación de Familias Diversas de la Argentina (AFDA). Economista UBA, magister en políticas sociales para el desarrollo ISS-EUR.

LICENCIAS IGUALITARIAS EN EL 8M: QUE NO NOS REDUZCAN LA DISCUSION

Tiempo de lectura: 7 minutos

Inicia el año legislativo tras un verano feminista con efe mayúscula. El debate feminista llegó al prime time y reflejó un reconocimiento mayoritario de las causas del movimiento que ya se estaba dando en las calles. Este 8 de marzo, en pos de llenar el paro internacional de mujeres de consignas y propuestas concretas, hay un tema que no nos puede quedar en el tintero. Sabemos que detrás de la brecha salarial está el trabajo de cuidado y que el régimen actual de licencias nos cristaliza como responsables naturales del mismo. La discusión parlamentaria de estos temas no nos puede quedar reducida a algunos “días extra por paternidad”, como propuso el presidente en la apertura de la asamblea legislativa, ni tampoco puede quedar encapsulada en un proyecto de reforma laboral flexibilizatorio, como se presentó el año pasado. ¿Cómo pedir por la socialización del cuidado sin tener que por ello ceder otros derechos? Volvámonos a apropiar de esta temática (por la que el feminismo ha abogado durante décadas) por fuera de esta lógica de recorte.

Deconstruir el mito del costo

Detrás de la desigualdad laboral y salarial están las responsabilidades de cuidado con las que cargamos o se espera que carguemos las mujeres. Sabemos que no están cubiertas por el Estado ni por el sector privado, y mucho menos distribuidas con los varones. Gran parte de esa desigualdad en la distribución se cristaliza en el primer año de cuidado de un niñe y permanece en el largo plazo. De allí que el diseño del sistema de licencias, por nacimiento o adopción, sea tan importante. Nuestro sistema de licencias reproduce la idea de mujer como responsable “natural” del cuidado y no tiene en cuenta la diversidad familiar. La experiencia global muestra que el estereotipo que las licencias propagan nos afecta sea que usemos la licencia o no, que tengamos acceso legal a ella o no, incluso que tengamos hijes o no. Gracias a este estereotipo de cuidadoras, terminamos trabajando en sectores cercanos al cuidado, en trabajos de baja carga horaria (para poder cuidar), etc. Es un estereotipo que obviamente no radica solamente en el esquema de licencias, pero este sin duda lo amplifica. Un estereotipo que se vuelve una realidad apenas tenemos hijes y encontramos que gran parte de su crianza depende de nuestro trabajo gratuito, algo de lo que también depende todo el resto de la sociedad.

En los últimos años se han impulsado desde el movimiento feminista cientos de proyectos de ley para reformar el sistema de licencias, firmados por legisladoras/es de todos los espacios y discutidos en las comisiones de legislación del trabajo de ambas cámaras. Siempre llegaron a un punto muerto en los recintos.

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Hace ya más de una década, dos investigadoras del Ministerio de Trabajo indagaron a responsables de recursos humanos de algunos sectores empresariales sobre la contratación de mujeres. Las empresas respondieron que, aunque encontraban a las mujeres en promedio más formadas y más “confiables” que los varones, las percibían más costosas por las “perdidas de productividad que traía la toma de licencia, la búsqueda de un reemplazo” así como sabían de la alta probabilidad de que ellas luego sigan faltando para cuidar de sus niñes. Teniendo en cuenta que el monto mensual de la licencia lo paga Anses y por lo tanto las empresas disponen del sueldo habitual de la trabajadora para contratar a otra persona, el único costo adicional que aparece para la empresa es ese proceso de búsqueda y reorganización para el reemplazo. Aunque hoy un poco viejas, las pocas estimaciones que se han hecho sobre el costo de la búsqueda de tal reemplazo mostraron que ello no significa más que entre el 0.2% y el 2% del salario de una trabajadora. Pero aún cuando los verdaderos costos sean ínfimos, esas diferencias existen y nos afectan simplemente porque los varones no toman la misma licencia. Si las reglas fueran las mismas para todes, tal pérdida de “productividad” estaría latente en la contratación de cualquier trabajador/a.

Con respecto a las faltas de las trabajadoras para cuidar de sus niñes, estas son una realidad un fiel reflejo de la carga de cuidado, algo que es particularmente importante hacer visible en el contexto actual, donde se está pregonando el pago por presentismo como un modelo a seguir. ¿Quién va a cumplir mejor con la meta de asistencia perfecta? ¿La trabajadora que falta porque se le enfermó sus niñes y no tiene con quien dejarlos o el varón que tiene una mujer que lo haga por él?

En los últimos años se han impulsado desde el movimiento feminista cientos de proyectos de ley para reformar el sistema de licencias, firmados por legisladoras/es de todos los espacios y discutidos en las comisiones de legislación del trabajo de ambas cámaras. Siempre llegaron a un punto muerto en los recintos. En 2015, las cámaras empresarias expresaron su malestar por los “costos” que acarrearían tales proyectos, sin mirar que el proyecto principal, que tenía dictamen, pasaba los días por paternidad a la misma orbita de financiamiento que las licencias maternales -ANSES- (un cambio que recomienda la OIT), quitándoles de hecho la mochila a las empresas de tener que pagar por esos días.Tampoco era necesario subir las contribuciones patronales para financiar dicho cambio.

Esta idea de que en la Argentina hacer políticas de cuidado es muy caro, que “no somos Suecia”, es algo bastante instalado, incluso en espacios progresistas. ¿Por qué justo para esto no hay plata y si para otros cambios de punta que son considerados inversiones? ¿Contra qué situación comparan cuando dicen que pagar políticas de cuidado es costoso? ¿Será que lo hacen contra mano de obra gratuita de las mujeres?

Marcar los problemas del proyecto oficial                                                

El presidente de la nación acaba de anunciar que este año enviará un proyecto de ley que “dará más días por paternidad”. El tema ya había sido incluido en 2017 en la reforma laboral, sin embargo esa propuesta presentaba tres problemas. Dos inmediatos y otro de fondo. El primero, el obvio, es que el cambio en las licencias había quedado adornado de un recorte de derechos en todos los otros temas. Como se sabe, ajuste e igualdad de género no van de la mano, aún con 13 días más de licencia.

El segundo problema radicaba en la distribución de días de licencia que se proponía. De aprobarse ese proyecto de ley (o presentarse uno nuevo de similares características), quedarían para gestantes 90 días pagos y 180 de excedencia no pagos, y 15 días pagos para todo el resto de las y los trabajadores no gestantes. Como se observa, para parejas con nacimientos biológicos, la diferencia en la cantidad de días disponible entre ambos cuidadores/as seguiría siendo grande (75 días como mínimo). Estas diferencias en los días, que para muches puede sonar algo menor, hacen que no se rompa del todo con los estereotipos que generan las brechas laborales y salariales, pues no se promueve una total corresponsabilidad del cuidado. En el caso de adoptantes, el total de días seguiría siendo bastante bajo: suman entra ambos/as como máximo 30 días. ¿Qué justifica la diferencia de días?

Gran parte de esa desigualdad en la distribución se cristaliza en el primer año de cuidado de un niñe y permanece en el largo plazo. De allí que el diseño del sistema de licencias, por nacimiento o adopción, sea tan importante.

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La reforma presentada el año pasado agregaba además 30 días anuales sin goce de sueldo, para ser utilizados en cualquier circunstancia, pero que podía esperarse que los trabajadores también los terminaran usando como una forma de licencia. Viendo la experiencia local con la ya vigente excedencia (días sin goce de sueldo para las mujeres tras la licencia por maternidad), sólo trabajadores/as de estratos medios y altos podrían utilizar estos nuevos días extras, ya que son los/as únicos/as que “aguantan” un mes sin sueldo. Y aún entre trabajadores/as de dichos estratos, puede ocurrir que quienes tome dichos días sean nuevamente las mujeres. La experiencia internacional muestra que, en parejas heterosexuales, la brecha salarial hace que ambos decidan no prescindir del salario más alto, el del varón.

Algo similar puede esperarse que ocurra con la posibilidad de reducir la jornada cuando se tienen niños con menos de 4 años de edad, otra modificación propuesta en la reforma laboral de 2017. Con los parámetros como están, seguirán siendo las mujeres quienes reduzcan su jornada y especialmente las que tengan la cintura económica para soportarlo. En resumen, estos cambios podrían profundizar el acceso desigual al cuidado que ya existe en la Argentina.

Pedir por una ley nacional e integral de cuidado

El tercer problema que planteaba la propuesta oficial de licencias de 2017 era la modificación de este tema dentro del régimen de contrato de trabajo y no haciendo una ley específica sobre el cuidado. Esto nos priva de un debate más profundo que debería además contener el histórico reclamo por servicios de cuidado infantil (independientemente del género del/a trabajador/a) o incluso la provisión de cuidadores/as por parte del Estado (experiencia exitosa en otros países y que además genera empleo). Igual de importante es incluir alternativas de licencia para trabajadores/as informales y monotributistas, sectores donde las mujeres están sobrerepresentadas, y que no estaban dentro de tal proyecto de ley.

PRESI-Gobierno

Además, al permanecer el diseño de las licencias dentro de la Ley de Contrato de Trabajo y al no transferir el pago de las nuevas licencias a la ANSES -quedando las mismas a costo directo de los empleadores-, el proyecto tampoco planteaba buenas persepctivas de modificación a futuro. Cada vez que se quisiera volver a modificar o expandirse las licencias iba a ser necesario volver a negociar con los empleadores, quienes han mostrado tener una visión bastante cortoplacista sobre el tema. La especialista en licencias de la Confederación de Sindicatos Suecos, Joa Bergold, señala que esto es particularmente dañino: el cuidado tiene que ser una política de Estado y se debate en ese ámbito, trabajadores y empleadores ya aportan y contribuyen a dicho sistema, pero quien lo diseña tiene que ser el gobierno. Además, digámoslo, en la Argentina todavía tanto las cúpulas empresariales como sindicales siguen siendo conformadas mayoritariamente por hombres, quienes durante décadas han dejado el tema fuera de agenda. ¿Cuántos años más tendremos que esperarlos para tener un sistema igualitario?

La agenda de las licencias y del cuidado no puede quedar atrapada en una flexibilización ni se resume a un puñado de días. Necesita de un debate amplio con una perspectiva feminista sobre el cuidado. Que el 2018 sea el año en que aprobemos el aborto legal y en el que proveamos el cuidado necesario, e igualitario, para quienes decidan agrandar la familia. Este 8 de marzo yo marcho por eso.

 

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