
Las elecciones primarias, por su misma lógica, dejan sobre la escena varias lecturas para el “consumidor” de análisis político. La primera considera la elección por candidato, donde Scioli obtiene (con el 97.84% de mesas escrutadas) 38.41%, Macri 24.00% y Massa 14.07%. La segunda agrupa los votos por lista o frente político, donde el Frente para la Victoria logra el 38.41%, Cambiemos el 30.07% y UNA 20.63%. Scioli es el gran triunfador en estas elecciones, tanto al interior del FPV, como en términos generales. Con solo considerar que pertenece a un gobierno que lleva más de doce años en el poder, su elección toma mayor significancia. Su estrategia electoral que buscó “desmalezar” la hiperpolitización discursiva del kirchnerismo y representar esa “voz interna” de un peronismo municipal y de ciertos empresarios que ruegan moderar y contener el discurso, le ha traído buenos resultados. En este sentido, la incorporación a la campaña de Karina Rabolini no debe ser soslayada. Su condición anfibia le permite enlazar registros y gestos discursivos de las clases altas y medias sin perder el glamour cuando realiza la “V” de la Victoria o cuando defiende determinadas políticas oficialistas. Tiene la dosis justa de pospolítica y la defensa de ciertas medidas hace que se constituya en un mejor coequiper para Daniel Scioli que la figura adusta de Zannini. Si éste representa una supuesta “garantía ideológica”, es verdad que, incorporado a este trío, ha quedado un poco desdibujado.
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