
Hay un problema que nos atraviesa en estos años: hay demasiada verdad en todos lados. En forma inversa a lo que se puede suponer, que vivimos en una pesadilla de fakenews de la que nunca despertamos, como diría Joyce sobre la Historia, nuestro problema es que hay un exceso de verdad. Una aclaración inicial: por verdad entenderemos el lugar y valor que tiene algo (una persona, un objeto, un símbolo) en un momento determinado. No estamos hablando de “decir la verdad”, sino de “momentos”, nudos de verdad que se dan aquí y allá.
Entonces: hay mucha verdad en estos días oscuros de la humanidad. Como hay demasiada lucha, hay demasiada verdad circulando. Ya lo había dicho Nietzsche: es ese relámpago que brilla cuando dos espadas se cruzan. Pero ojo, la verdad no son los datos ni los hechos, sino el fruto de una lucha social.
La verdad parece ser el resultado de aquellas luchas y se manifiesta como el lugar y valor que uno ocupa. Y la noticia de ese lugar tiene la simpleza de lo brutal. Lo vemos a diario. Por ejemplo: buscar trabajo es un momento de verdad absoluta. Sin muchas vueltas sabemos qué somos para esa relación total que llamamos “sociedad”. Sin experiencia, sobrecalificado, muy viejo, muy joven, sola con un hijo o en edad de tener familia. En si mismo estas características no tienen valor, no están ni bien ni mal. No hay una moralidad que las preceda. Pero la relación social les otorga un lugar (dominante o subordinado) y un valor o disvalor.
Buscar trabajo es un momento de verdad absoluta. Sin muchas vueltas sabemos qué somos para esa relación total que llamamos “sociedad”. Sin experiencia, sobrecalificado, muy viejo, muy joven, sola con un hijo o en edad de tener familia
Como enseñó Foucault, no se puede hablar de verdad (y de saber) sin hablar de poder. Y el poder no es otra cosa que un conjunto de relaciones de fuerza. Como el sueldo que nos depositan a fin de mes: es una verdad social. El resultado de infinidad de relaciones y de luchas y avances y de retrocesos. Un sueldo nos dice cómo está el estado de esas relaciones de fuerza en un momento determinado.
Pero volvamos a los lugares de verdad. En el último tiempo ninguna otra serie como The Boys expresó tantos momentos de verdad del mundo contemporáneo. Por esa cosa maravillosa que tiene la ciencia ficción nos permite irnos de nuestra cotidianeidad para mostrar por medio del contraste. La serie de Amazon Prime cuenta la historia de un mundo donde los superhéroes existen y son celebridades mundiales. Salvan al mundo pero también venden productos y filman películas. Porque los superhéroes más destacados -y aquí está el nudo- son empleados corporativos. Vengador, especie de Superman, es el ser más poderoso de la Tierra, tiene una escena con el CEO de la empresa para quien trabaja. Es una conversación difícil sobre el futuro de la compañía. El CEO logra imponer su criterio y Vengador aprieta los labios, se lo ve visiblemente enojado, muy molesto porque ha descubierto que hasta él, que puede levantar un auto o incinerar a sus enemigos con sus ojos, no puede desprenderse de las redes que lo aprisionan. No deja de ser un empleado dentro de un organigrama y con un jefe al cual reportar.
El mercado nos gusta a todos cuando no somos un desperdicio o tenemos una posición dominante. La libertad de los libertarios, un gatito de cartulina. En Crónicas del Ángel gris, Alejandro Dolina mostraba esos momentos de verdad que suelen ocurrir en la infancia cuando se elegía a los jugadores en el potrero: los más diestros al principio y los troncos se elegían al final. Dice Dolina: “Pocos han reparado en el contenido dramático de estos lances. El hombre que está esperando ser elegido (…) sabrá de un modo brutal y exacto en qué medida lo aceptan o lo rechazan”. Es la sociedad en su faz más concreta de vínculos y circunstancias. Momentos y lugares, la verdad es Brandoni vuelto del exilio en diálogo con Huguito Arana en Made in Argentina:
-En todo Nueva York, yo no me puedo sentarme a tomar un café con nadie. Eso es el exilio, me entendés, Cacho…
La cámara los va perdiendo entre la gente. Se escucha un bandoneón. Una mujer ve a lo lejos al personaje de Brandoni. Deja los cubiertos y se acerca a la mesa.
-Qué suerte! Tas vivo…