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16 de septiembre 2023

Juan Di Loreto

LA POLÍTICA COMO TRAICIÓN

Tiempo de lectura: 4 minutos

“Al llegar la hora de describir la región más profunda del Infierno, donde se castiga en el hielo a los traidores…”

Dante, La divina comedia

Luego me reveló que sus esbozos pertenecían a una futura novela, El Canto de la Sangre: abarcaría cinco generaciones de argentinos, pintadas en función de vida, hombres de acción, hombres de traición y hombres de reparación

Leopoldo Marechal, Adanbuenosayres.

Uno de los comienzos de la política no es la lealtad, sino la traición. Desde el vamos estamos configurados por un traidor oculto: el inconsciente. Una región de nuestro propio ser desconocida que llevamos a cuestas. La traición es, como dice el psicoanálisis, lo que demanda ser reconocido. Un eterno luchador en las sombras.

Traicionar es parte de la lógica del poder. Es una cuestión dialéctica si se quiere; de enfrentamiento, de disputa entre partes. Para convertirnos en un igual al que “tiene” el poder debemos enfrentarnos con él hasta las últimas consecuencias. Tal como enseña Hegel en la Fenomenología del espíritu: los rivales (el Amo y el Esclavo) se enfrentan hasta el final. En términos trágicos: la traición artera consuma de un golpe lo que otros medios (la política) no pueden; es un atajo definitivo.

El Amo, el Traidor, el que vence, “combate como hombre (por el reconocimiento) y consume como animal (sin haber trabajado)”, anota Alexander Kojève. El Amo podríamos pensarlo como el dirigente; el Esclavo, en cambio, es el que hace la política de intercambio, la negociación, el que vive en la rosca, en el ida y vuelta, el operador. El Amo, al no temer a nada, avanza sin vacilación. Pero el que hace y se apropia de la política es el Esclavo, la trabaja como se trabaja la materia. Es el estrato de la política que vivimos a diario todos, es la política del hombre y la mujer. Son los que se realizan con la política. El Amo no. Él es inhumano, no teme y va más allá por el reconocimiento; manda, dirige.

“Me leerás como traición o no me leerás”. Debería ser el epígrafe de cada libro. De allí el oficio esencialmente profanador del traductor. Se mueven en las sombras de un cementerio, figurando otra cosa, reescribiendo por entero aquello que le han encomendado

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Por eso, aunque parezca paradójico en política hay que destruir el manuscrito original para que quede intacto. El peronismo tal vez sea el gran ejemplo de esto, porque gobernó en diferentes épocas y porque es el creador no de un contenido, sino de cierta forma política que permite quebrar lo inquebrantable, aquello que no se puede explicar: el tiempo. Perón fue el creador de esa forma, pero los que la cristalizaron, lo que la hicieron eterna serían sus herederos años más tarde: Carlos Menem y Néstor Kirchner. Sus continuadores en el tiempo no siguieron una línea de contenidos peronistas (estrictamente hablando). La virtud de la política, del arte, del amor no es una literalidad. Lo que queda es lo que se inventa en la traición y en esa conducción de esa forma peronista del poder. Para resguardar la línea recta del peronismo, tuvieron que destruir la línea. Porque nadie duda de su peronismo a pesar de las obvias diferencias. 

Traición también está vinculada a la tradición. No se puede fundar un legado siguiendo una línea recta, porque el leal continúa una obra. Reproduce mas no así produce (o destruye directamente). En el clásico diccionario de Raymond Williams de Sociología dice que la tradición también es “entregar o traicionar”. Los fundadores están destinados a destruir lo anterior. Es como el revolucionario: tiene que ir a fondo. Pero revolución no es traición. Los revolucionarios tienen una moral que los traidores dejan de lado, al menos a la hora de cometer la traición. Recordando una vieja frase de pasillo: hay que matar a los padres para reivindicar a los abuelos.

Además de la política, la traducción, pero sobre todo la lectura, es un acto de traición. Los sentidos de un texto estallan en el acto de leer. La lectura es una transfiguración, una monstruosidad para el escritor. El lector mueve el aparente sentido fijo de los caracteres. Leer es también vacilar. Su creación en manos de otro puede significar cualquier cosa. Una buena lectura tiene que dejar surcos en el libro. Moverse en las sombras de lo que el escritor ha creído manifiesto y definitivo.

La traición también es una cuestión de estética. Jean Genet, el poeta  maldito francés que toman Sartre o Derrida, “ama la traición” porque la entiende no como un acto moral, sino artístico. Dice Georges Bataille en La literatura y el Mal: “La buena voluntad de los moralistas se rompe contra lo que llaman mi mala fe… Si ellos pueden probarme que un acto es detestable por el mal que hace, sólo yo – por el canto que despierta en mí -, puedo decidir de su belleza o su elegancia; sólo yo puedo rechazarlo o aceptarlo. No se me llevará ya por el camino recto”.

“Me leerás como traición o no me leerás”. Debería ser el epígrafe de cada libro. De allí el oficio esencialmente profanador del traductor. Se mueven en las sombras de un cementerio, figurando otra cosa, reescribiendo por entero aquello que le han encomendado. El primer traductor, el de la traducción original (risas), se mueve más a tiendas, está casi inventando ese libro en su idioma. Va a inventar una lectura, influir en los estudiosos, en los alumnos; la traducción se transforma en tradición.

Traicionar es parte de la lógica del poder. Es una cuestión dialéctica si se quiere; de enfrentamiento, de disputa entre partes. Para convertirnos en un igual al que “tiene” el poder debemos enfrentarnos con él hasta las últimas consecuencias

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La traición es la forma de quebrar la rueda del destino. Es la manera en que la historia “avanza” (un progreso hacia ninguna parte). Judas tiene que entregar a Jesús a los sacerdotes para poder morir y, así, resucitar. No se puede hacer un elogio de la traición por razones evidentes. Pero se puede decir que el traidor (como el Judas que piensa Borges) es también alguien que renuncia a todo honor, a toda visibilidad. La traición, por eso mismo, es otros del los modos de lo humano. Y nada más.

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