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30 de octubre 2021

Mariano Schuster

LA COCINA DEL BESTSELLER POLÍTICO

Tiempo de lectura: 7 minutos

Son esos libros que, de tanto en tanto, se acumulan en las estanterías y los anaqueles, sin que uno recuerde cómo, cuando y por qué los compró. Llevan tipografías similares, títulos explosivos y la firma de algún autor o autora de moda. En la mayoría de los casos, cuentan con campañas publicitarias en la vía pública y, en términos más o menos generales, se los presenta como reveladores de alguna verdad que desconocemos. No son bestsellers literarios, ese género tan respetado por Stephen King –que aseguraba que eran estos, y no los libros de literatura de nicho los que disputan la atención humana con el cine y las series—, sino los éxitos de ventas sobre política. Existen en todo el mundo y se venden como lo que son, en rigor, todos los libros: una mercancía más. En Argentina, están a la orden del día. Hablan de intrigas palaciegas o “cuentan la verdad sobre” algún fenómeno político de turno. Da igual lo que sea: están ahí para “revelar lo que no se sabe” de Mauricio Macri, Cristina Kirchner, Raúl Alfonsín, el peronismo, el liberalismo, la causa de los cuadernos o los Panamá Papers. Quién no tenga uno de esos, que tire la primera piedra.

Las estanterías de Ezequiel Saferstein tienen, para mal o para bien, varios de estos libros. Y no porque sea (pregúntele usted a él) un fanático confeso de los libros de Fernando Iglesias o el Tata Yofre o de los de Sandra Russo y el Perro Verbitsky. El caso es que el amigo es sociólogo y le hincó el diente al asunto: los bestsellers políticos son, para él, un objeto de estudio antes que un oscuro objeto de placer. En su reciente libro, ¿Cómo se fabrica un best seller político? (Siglo XXI Editores), se dedicó de lleno a este remañido asunto de los libros que las editoriales venden, que el público compra y que tantos intelectuales –con o sin razón— desprecian. Y es que, muchachada querida, para escribir sobre algo hay que leer ese algo: dispararle a Luis Majul, pegarle a Yofre o discutir a Mempo es fácil. El caso acá es leerlos como un fenómeno que los engloba. Si la grieta divide, el bestseller, el mercado y la letra impresa, unen.

Lejos de la sorna y la burla declarada por los eruditos contra un género considerado como “bajo” o “menor”, Ezequiel Saferstein se toma el bestseller político en serio y lo ubica como un objeto sustancial en la conversación pública contemporánea. Si hay quien cree que “sabe de política” porque mira TN o C5N, porque lee a Schmitt, a Strauss, a Marx, a Arendt o a Foucault, porque se comió un asado con un dirigente sindical, porque milita o militó en una organización partidaria o porque le llevaba los papeles a una diputada o a un concejal, ¿por qué no podría considerar lo mismo el lector de libros de intervención de Lanata, Sarlo, Verbitsky o Sandra Russo? Por fuera de los marcos delimitados de lo que constituye “el saber”, todos nos autopercibimos conocedores de algo. Nuestros consumos hablan. La democracia también viene con eso: si no le guste, apueste a una dictadura aristocrática.

“¿Cómo se fabrica un best seller político?” no se toma con sorna a su objeto de estudio: entiende que el bestseller político es parte de la conversación pública contemporánea

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¿Cómo se fabrica un best seller político? nos ubica rápidamente frente a un panorama singular: el de la forma en que “la grieta política” toma cuerpo en libros de intervención. Aunque constituya un fenómeno de arrastre –al fin y al cabo ya en las décadas de 1980 y 1990, este tipo de libros habían comenzado a dominar el catálogo editorial—, se evidencia un cambio o, más bien, un afianzamiento del mercado del bestseller. Si en los 90 el tema dominante era la corrupción menemista –y había pocos libros en formato de bestseller que se animaran a defender la gestión del riojano—, con la disputa entre kirchneristas y macristas (o antikirchneristas de distinto pelaje), el mercado editorial se amplía. Si en los 90, el bestseller podía ser consumido como un formato amigable con “lo progre” (ahí están los famosos libros de Verbitsky, Olga Wornat, Miguel Bonasso y hasta de Sylvina Walger), desde mediados de los 2000, el bestseller juega a dos bandas. El progresismo –aunque sigue apostando a él— vuelve a tener su clásica prédica: mientras se declama popular, se muestra reacio ante un género masivo que le parece menor. Mientras, las derechas –a veces articuladas por exponentes que antes eran percibidos como progresistas— avanzan sobre el campo: el bestseller que más “garpa” parece ser el opositor.

El fenómeno del bestseller político, y así lo exhibe el libro de Saferstein, no se produce en el vacío. Va, más bien, atado a la ristra de chorizos de la que se caen los intelectuales públicos. Las figuras tradicionales de la intervención –el intelectual “a la Sartre”, que en Argentina era expresado, en distintos momentos, por los miembros de sucesivas revistas como Contorno, Sur, Punto de Vista, El Ojo Mocho– da paso a otro tipo de “opinador”. El declive de la figura del “intelectual público”, la profesionalización de las disciplinas universitarias y el ocaso de los literatos como formadores de opinión pública, provoca el gran reemplazo: hombres y mujeres de medios, consultores, académicos dispuestos a hablar en términos masivos y opinólogos de todo tipo, se afirman en el terreno de la palabra escrita. El resultado es el que es: nuevos libros masivos para un nuevo público masivo. Un público que, en términos políticos, quiere consumir de la suya. De la que sabe, de antemano, que le cae bien. El tiempo de la reafirmación: para los kirchneristas, libros antimacristas. Para los macristas, libros antikirchneristas. Un tiempo, este, en el que nadie quiere indigestarse demasiado leyendo al otro.

¿Cómo se fabrica un best seller político? apunta en varias direcciones. Por un lado, ingresa en el terreno de la modificación del género. ¿Cómo aparecieron los bestsellers del revisionismo de la década del 70? ¿Fueron éstos los que abrieron la puerta a los libros antikirchneristas “por derecha”? Los trabajos de Yofre y Ceferino Reato son, en ese sentido, percibidos como la antesala de un proceso de “derechización del bestseller político”. El rol del editor se vuelve, allí, central. Pablo Avelluto, ex ministro de cultura en el gobierno de Mauricio Macri, es la figura clave. Es quien percibe, en pleno auge de las políticas de derechos humanos del gobierno de Néstor Kirchner, la viabilidad de que las viejas cosmovisiones autopercibidas como “silenciadas” sobre los 70, cobren luz pública. Los testimonios del propio Avelluto –a quien Saferstein entrevistó para su trabajo— dan un panorama acabado de la forma en la que estas ideas tomaron cuerpo en libros y de cómo la propia trayectoria del editor operó en una forma de leer el momento.

Los editores de bestsellers políticos son, de hecho, parte central de la investigación de Saferstein. En primer término, porque el autor cifra la explosión de este mercado no solo en cambios de época asociados al declive de la figura del intelectual o del literato, sino en las modificaciones de la propia industria editorial. Lejos de los criterios de editoriales como las otrora exitosas Eudeba o el Centro Editor de América Latina, las viejas y nuevas casas de publicación apuestan a este tipo de mercado tras vivir ellas mismas una serie de reestructuraciones. La fusión en grandes monopolios (como Sudamericana o Planeta) que contienen distintos sellos, animan la búsqueda de esos mercados masivos. Al mismo tiempo, como Saferstein indica en su libro, los catálogos son más que eso. La palabra de los editores sobre cómo se combinan libros clásicos, textos “eruditos” o ensayos “serios” con bestsellers es, por cierto, uno de los aspectos más interesantes del trabajo. El rol de los editores es, en ese sentido, puesto en el centro de la escena.  ¿Cree usted que ser editor de bestsellers políticos es una tarea sencilla? El libro de Saferstein muestra que los Avellutto, las Glenda Vieites o los Ignacio Iraola, son gente de olfato. A usted pueden simpatizarle más o menos, pero el libro rompe una lanza: se trata de profesionales de su rubro. Quienes estén consustanciados con la tantas veces errática crítica de izquierda que suele posar sobre estos productos una mirada despectiva, deberían preocuparse: porque la pregunta es, en cualquier caso, como ser competitivo. Como Saferstein indica, aun cuando la perspectiva progresista sobre los autores de bestsellers suela ser, generalmente, negativa, los editores se esfuerzan porque el público masivo sepa algo: que está comprando un bestseller con un autor “prestigioso”. Prestigioso en los términos masivos y populares, no en el de los eruditos y los académicos. Lejos de lo que algunos creen, para muchas y muchos, Aguinis, Lanata o Russo, tienen un “aura autoral” para el público que los consume.

Los mecanismos con los que trabajan los editores –la trastienda y la cocina del bestseller– son, por demás, interesantes. La tentación de considerar el rol del editor como un trabajo simple es desterrada, en el libro de Saferstein, de forma categórica. El ejemplo de editores que se “pierden un libro” es una muestra de ello. ¿Quién se queda con Majul y quien con Lanata? ¿Qué libro se le ofrece a cada uno? ¿Cómo conseguir que el autor sostenga un aura de seriedad e importancia y que, a la vez, venda? Estos también son temas del libro. Frente a una coyuntura polarizada que resulta tan cansadora como atrapante, los viejos “intelectuales” tienen, en el libro de Saferstein, un espacio particular. ¿Cómo convertir a Sarlo en bestseller no ensayístico? Es decir, ¿cómo sacar a Sarlo de sus clásicos libros de crítica literaria y ponerla a hacer un texto de intervención de coyuntura? Lo que sucede con ella, sucede con otros. Y es parte del análisis de Saferstein.

El rol de las editoras y los editores es central para comprender el fenómeno de los bestseller políticos. Pero también lo es el de un mercado del libro en el que los actores ya no son los del pasado

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¿Cómo se producen esos libros? ¿De qué tipo de factoría salen y a quienes se dirigen realmente? ¿Cómo y por qué buscan intervenir en esa entelequia tan mentada e incomprensible llamada “agenda pública”? Sin teorías conspirativas, con una solida investigación y una serie de estudios de caso, ¿Cómo se fabrica un best seller político? se dedica a responder, al menos provisionalmente, estas preguntas.

Los bestsellers de coyuntura mueren como ensayos, pero sobreviven como objetos de intervención. Su capacidad de sobrevida no está en su calidad, sino en su posibilidad de incidir en un tiempo concreto: si lo consiguen, pueden ser evocados aun sin ser mencionados. Si existen libros que sobreviven por su prestigio, por su prosa, por su “calidad narrativa o ensayística”, los libros que “nacen para morir rápido”, tienen la sobrevivda en la evocación del tiempo en el que, al menos por unos meses, tuvieron algo que decir. No es calidad ni investigación lo que venden: es intervención facciosa.

El fetichismo del libro quizás solo esté en nuestra imaginación de izquierda (o en la de ciertas derechas conservadoras y espacios académicos varios). La mercancía, ya lo sabía el barbudo de Treveris, es mercancía. Para –si me permiten la licencia de otros tiempos— la cartera de la dama y el bolsillo del caballero. Saber cómo se hace, qué manos la producen, donde está su valor de uso y donde su valor de cambio, es ciertamente necesario.

Si a usted le interesa, vaya y compre el libro de Saferstein. Haga su aporte. Conviértalo en best-seller. Si no le gusta –aunque lo dudo— no le devolvemos el dinero. Buena suerte y mejor lectura.

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