
La espiral oculta
En una oficina de Palermo se escucha el siguiente diálogo:
-Si se puede preguntar: ¿por quién votaste?
-No te voy a decir.
-¿Pero ganaste, empataste, perdiste?
-No te voy a decir.
-Entonces votaste a Milei.
Así, tal cual. Hace poco Esteban Trebuc (El Pelado de A24) hizo su estudio de opinión azaroso en la puerta de Retiro de noche, a la hora de la vuelta de los que vienen en tren a trabajar a la ciudad de Buenos Aires. La mayoría respondía: “No sé”, “Todavía no lo decidí”. Lo que parecía fruto del apuro o las pocas ganas de ser interrogado escondía otra cosa.
Ahí estaba, ese hueco en las interpretaciones previas, en las encuestas que sirven, claro, pero las poblaciones tienen demasiado ejercicio en eludirlas. El escamoteo es una vieja micropráctica de resistencia de los individuos. El argentino, diremos, sabe votar, sabe contestar, sabe manejar su “yo vergonzante”; quiero, pero todavía no lo puedo hacer manifiesto.
En su clásico estudio sobre la opinión pública, Elisabeth Noelle-Neumann hablaba del “espiral del silencio” en medio de un resultado electoral sorpresivo en Alemania. Se veía una paridad de los candidatos y fue una fuerza que no estaba prevista la que ganó. Noelle-Neumann detectó que “el miedo al aislamiento es la fuerza que pone en marcha la espiral de silencio”. La gente eludió las respuestas, desplazó la atención de la conversación pública que vivía en sus burbujas donde Milei de pronto ya no llegaba, se caía y todo era Patricia contra Horacio.
La fuerza de lo no dicho existe.
Zeitgeist
Javier Milei se autodefine como anarco-capitalista. Tiene una teoría, la explica a cada foro que va. Lleva los anteojos y papeles. Incluso en su discurso de triunfo de las PASO volvió una y otra vez con conceptos económicos, pero sobre todo morales. El libre mercado se engancha con la inmoralidad del Estado contra la unidad mínima de la sociedad: el individuo libre de hacer lo que quiera. Parece económica la cosa, pero detrás se esconde un aire moralizante.
Pero Milei no ganó por eso. Bueno, esa es la interpretación aquí. No es por su teoría, ni su traje, ni las banderas del león, ni las canciones, ni los financistas de la city. Es otra cosa, un corrimiento que estaba ahí, que siempre estuvo y ahora le estalló a Juntos por el Cambio y a Unión por la Patria. Es lo que tiene la realidad: cuando viene de frente no tenés cómo esquivarla.
El hartazgo hacia las coaliciones de Juntos y Unión es más que evidente. No es con todos la cosa. Uno de los nudos es el voto a Axel Kicillof o a los intendentes y a Milei. El corte es el mensaje. Porque los otros gobernadores se cortaron (sabiamente, diremos hoy) solos y ese movimiento tapó la expresión del voto del domingo: el mensaje contra la política era nacional. El votante maneja planos y sabe votar. SABE votar. Sabemos. Todos. Aunque el intendente te mande su boleta con la del León la decisión es tuya. En Argentina se vota bien, se corta, se elige. Nadie no sabe. Nadie vota en contra (aunque lo haga) de sus intereses. Uno no va y lee La ideología alemana y luego reflexiona que los intereses de la clase dominante son los intereses de una época y, ahí, con la conciencia transparente y alineada, vota por el Partido Obrero. ¿Pero el tipo o la chica que maneja la motito de Rappi qué Partido Obrero tiene? ¿Dónde queda su fábrica? En la época desterritorializada los patrones se evaporan en el aire.
Hubo un corte conceptual que mostraron estudios previos: lo voto a Milei, pero quiero un Estado presente, que funcione como dice Álvarez Agis. En todos esos cortes te dan la pista del problema. Lo que no se supo ver, oír, oler, tocar. Estaba ahí. Quizás debimos darnos cuenta cuando el expresidente Mauricio Macri tuvo una pequeña charla con Milei los días previos a la elección. Probablemente Macri supo antes que la suerte estaba echada. No da pasos en falso. Él no se podía presentar pero el espíritu de época (Zeitgeist) estaba ahí, necesitaba ser representado, encarnado.
En Argentina se vota bien, se corta, se elige. Nadie no sabe. Nadie vota en contra (aunque lo haga) de sus intereses. Uno no va y lee La ideología alemana y luego reflexiona que los intereses de la clase dominante son los intereses de una época
El futuro es el presente
Ernesto Semán decía hace unos días en Panamá Revista: “reflexionar sobre cómo se han construido esas opciones es saludable no sólo para entender el ascenso de Milei sino para anticiparnos al día después”. La pelea del futuro debe darse en el presente. Las promesas ya están fuera de horario, llegan tarde.
El trazado de una campaña inteligente es urgente. Algunas cosas que parecen evidentes pero hay que repetirlas. Primero, no culpar al votante. Cada voto tiene una sensibilidad, una razón, que no se puede ir a discutir. Peor, eso produce un refuerzo de la conducta. Hay que volver a interpelar. Más Clío menos actos de decir verdades que nadie entiende y le importa.
Segundo, una comunicación sin carne, sin hechos, sin obras, sin soluciones es un vacío. Una buena campaña es necesaria pero insuficiente. Para el votante el futuro tiene que ser hoy. Acciones concretas y visibles que mejoren la calidad de vida. Hay gente, hay ideas, tenés las relaciones y sos el oficialismo.
Tercero, ahora sí la Comunicación Política. Un discurso simple, alineado, con la menor fisura posible. A veces es mejor el silencio que despejar las dudas. La situación es compleja, casi un enigma y delicadísima. No se puede decir cualquier cosa ante un electorado que te ignora y no pareces comprender. Nicolás Canedo, docente, semiólogo especialista en Comunicación Política, decía en Twitter: “Habría que encontrar un discurso convincente sobre qué va a hacer Massa para frenar la inflación, que solo podrá hacerlo a partir del 10 de diciembre y no se puede hacer ahora. Sin eso, la veo muy pero muy difícil”. (Y en el siguiente tuit se muestra un poco pesimista respecto del alcance de algo así, ya que tal vez “no sea un tema de qué hacer sino de quién lo hace”.)
Cuarto, y último, una campaña del miedo tendría un efecto apenas limitado. Una reversión del 2015 que puede quedar trunca y difícil de creer de un oficialismo tullido.
Quizás debimos darnos cuenta cuando el expresidente Mauricio Macri tuvo una pequeña charla con Milei los días previos a la elección. Probablemente Macri supo antes que la suerte estaba echada. No da pasos en falso
Cuerpo sin órganos
Muchas soluciones políticas, pero poca política de la solución. El kirchnerismo se agotó discursivamente y como práctica política. El discurso de la noche de la derrota de Juan Grabois fue la mejor muestra de eso. Descontextualizado, hablándole a una líder ausente; una cáscara vacía. El macrismo también mostró su estancamiento y su falta de rumbo. Con un gobierno tan disfuncional no pudo capitalizar nada. El número puesto era Larreta y se lo llevaron… La gestión de CABA era un mito grande como una casa, que el mismo día de la elección estalló en cinco esquinas.
Todos leímos esta semana análisis y más análisis y el hartazgo sobre los análisis; “qué me van a hablar de amor”, como dice el tango. Es así, una catarsis colectiva ante el fundado temor de lo que viene, que puede no ser lo de siempre. No es Cambiemos devaluando y privatizando. Es otra cosa. Es como San Anselmo y la fe, es un salto, un abismo debajo de los pies, un aleteo de mariposa en China.
En Mil mesetas, el libro de Gilles Deleuze y Félix Guattari, en el capítulo sobre el rostro llegan a la expresión “cuerpo sin órganos”. Uno es un poco el sesgo de lo que ha leído y visto, surgió la asociación con la coyuntura política. Dicen Deleuze y Guattari: “Se puede hacer una lista cualquiera de objetos parciales: la mano, el seno, la boca, los ojos… Así no se sale de Frankestein. No hay que considerar órganos sin cuerpo, cuerpo despedazado, sino fundamentalmente un cuerpo sin órganos, animado de diferentes movimientos intensivos que determinarán la naturaleza y el lugar de los órganos en cuestión, que convertirán a ese cuerpo en un organismo…”.
Milei no se explica por una parte o una suma de partes, es un organismo diseminado con movimientos y velocidades dispersos. Si se mira el mapa electoral se ve claro: está en todas partes, es federal. “Esos movimientos son movimientos de desterritorialización”, dicen Deleuze y Guattari. Como Milei, que es un espasmo sin centro y sin clase. No es el Rappi; es el programador, el peluquero, el migrante venezolano, el de seguridad, el de Tierra del Fuego, son 7 millones de personas que eligieron. Puede que haya habido un empujoncito de intendentes del conurbano que enviaron sus boletas con las de Milei, pero eso no explica el fenómeno federal. Hay otra cosa que ya no viene, sino que está acá, ahora, en el desierto de lo real.