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17 de septiembre 2023

Martín Rodríguez

LA NAVAJA DE OCKHAM DE MASSA

Tiempo de lectura: 8 minutos

Hace falta algo. Aunque sea un “como si”. Lo visto en una escena de “Pizza, birra, faso”. Cola para conseguir un empleo, los protagonistas lúmpenes van como falsos aspirantes, hacen que no se conocen porque van a punguear a la cola. Simulan una pelea. Todos se trenzan. Pero uno, sobre el pucho, cuando la cosa se puso caldeada grita “paren che, somos todos argentinos”. Canalla y vidrioso el grito, esa escena siempre me conmueve. Siempre vale la pena que algo así sea dicho. La riña nos saca los ojos. ¡Somos todos argentinos!, que grite uno.

El peronismo sin votos es como un mar que se retira y muestra lo que hay debajo. Sin metafísica, sin romancero militante, sin las gárgaras suntuosas (ah, partido del orden), lo que ves es lo que hay: de qué está hecho. Y con la cancha inclinada, cuesta arriba. Con su candidato salido del peor lugar en el que se metió solito. Desde un ministerio de Economía que el miércoles ligó el dato de una inflación galopante. Massa recogió el guante y dice que él agarró el ministerio cuando nadie lo quería. Como si Massa no hubiera querido el ministerio desde el día 1 del gobierno del Frente de Todos.

Empezó su campaña. Nuevo spot. Un embutido de líneas, pero con la señal clara de que la campaña se la apropió entera. Alberto se fue de gira. Y el cristinismo sigue con su interna antropofágica. ¿La novedad? Ahora Máximo insiste en pegarle a Axel después de una frase del gobernador, supongamos que “salida de libreto”, sobre la obviedad más obvia (el completo agotamiento narrativo del cristinismo). Y como si expuestos al juego de las diferencias el 99,99% de las personas de a pie pudieran encontrar alguna diferencia sustancial entre ambos. (Aunque hay una que debe ser imperdonable: Axel no es hijo de nadie.) Pero Milei es el tema. Y al fenómeno de la ola violeta híper analizado Massa le otorga la explicación más simple como la navaja de Ockham: la economía. “O agarro la economía o soy un estúpido.” Y como la economía ya la tenía agarrada, o, digamos, tenía “agarrado el ministerio”, el candidato se puso al hombro la jugada clásica (todo el mundo lo llama “plan platita”), y a la que le imprimió una dosis de autor: agarró “Ganancias” por empezar. Contra el Mínimo No Imponible Massa enfrentó el credo kirchnerista desde el año 13. Adentro del actual grito “Viva la libertad carajo” zumba una vieja semilla: “¡el salario no es ganancia!”.

¿Lección? Para tomar el poder hay que odiar el poder.

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El peronismo se corporizó. Iglesia, sindicatos, movimientos sociales y gobernadores. Un mensaje de campaña es también un mensaje de resistencia. Massa se corporizó en torno a la vieja composición química de su antiguo votante: la clase del trabajador formalizado, el vecino, el que dice “a mí nadie me regaló nada”, el anti planero. Massa no es de los pobres ni de los “progres” (la clásica alianza en que devino el kirchnerismo), su performance en 2013, su mejor momento, fueron las alianzas que tejía a dos puntas (con la ayuda de intendencias y sindicatos): vecinos y aristocracia obrera. Camaritas y alivio fiscal. Sindicatos y Pinar de Rocha. Un laborismo moderno que fue desperdigando en el camino. ¿Cuándo, dónde, por qué? Cuando pasó de querer ser el representante de la sociedad ante la política para ser el representante de la política ante la sociedad. ¿Lección? Para tomar el poder hay que odiar el poder. Y a la vez, como la Historia, todos somos -en tantos órdenes de la vida- los Paladinos de un mandato difícil. ¿Paladino? El representante de Perón ante una dictadura que terminó siendo el representante de una dictadura ante Perón.

Pero ahora, en el vértigo de esta campaña en la que se compite por ver quién le saca el Estado de encima a la gente y a la vez ofrecer mejor Estado, volvió a su grito de guerra (¡el salario no es ganancia!) para ver si algo suyo queda vivo ahí. Más, menos, con economistas discutiendo las dos bibliotecas al respecto, en política hay que ser algo. Más aún si es la semana en que el INDEC da el número que acusa recibo de la devaluación post PASO. Y entonces Massa sumó a su scrum a las corporaciones peronistas, se rodeó de sindicatos, se subió al escenario a los zamarreos con la gente para eliminar ganancias. Por aquello que se plantó contra Cristina y el aparato bonaerense, contra Scioli, contra los intendentes que giraban en falso entre el sí y el no a la “rebelión de coroneles”, contra La Cámpora. En el Mínimo No Imponible estaba la naturaleza del primer paro nacional que sufrió Cristina, el de Hugo Moyano del 12 de noviembre de 2012, ocho días antes del famoso 8N. Aquel 2012 estaba marcado por el cepo y la tragedia de Once (escasez de dólares y la corrupción mata). Y el salario no es ganancia, también anticipaba en momentos de restricción externa cierta resistencia o “desobediencia fiscal”, una ciudadanía que se quiere sacar al Estado de encima y que sabe por vieja. El cepo parecía el corralito al revés, el preventivo: no te quitaremos los ahorros, porque no vas a poder ahorrar. La larga década perdida de la grieta nos fue achicando. Achicaron a la sociedad para agrandar la política.

Pues bien, veinte años de kirchnerismo que concluyen así: de la vuelta del Estado a la motosierra popular. Aquel Massa, a su modo, también fue como un “borrador” de Milei. Un antecedente de cuando el modelo kirchnerista con su insistente pedagogía progresista paralela al estiramiento de una economía que ya hacía agua hicieron del tigrense un primer vocero del desencanto. Desde adentro. Como la vieja lección del Cordobazo: la rebelión de los mejores pagos.

Milei será a su modo una “contribución” al peronismo (lo que todos insinúan: que Massa y varios le pusieron guita y estructura), a la vez que Milei también es macrismo sin frenos inhibitorios. Macri mastica el veneno al examinar su mandato lleno de mediaciones, de negociaciones, de controles de daño, de consultores, de traductores. No me dejaron ser. Gradualismo. Macri debe odiar más a los que le negociaron que a los que le “resistieron”. Debe odiar a Massa desde ahí. Ventajita. Pero ambos ahora se proyectan sobre Milei. Que es hijo de la grieta, una consecuencia de ese bloqueo mutuo, del negocio del país dividido, de la impotencia parsimoniosa de todos estos años iguales (y cada vez peores), de una Argentina evaluada con resultados “politológicos” y pies de barro, con más poder en el llano que en el Estado. La parte bíblica de Milei: que lo que tenga que ser que sea. ¿Milei existe porque ya estallamos o para que al fin estallemos?

Un trabajador de una planta automotriz en Pacheco coloca el periplo del “pueblo massista” que alguna vez existió en estos términos: “yo llegué a la planta en 2009 y todos bancaban a Cristina porque había ido a la planta a defender las fuentes de trabajo, en 2013 la mayoría se fue a votar a Massa que era el que planteaba el tema de ganancias cuando ya la inflación te empezaba a comer el bolsillo”. Después, votaron a Macri. Hoy, los veteranos barrenan con el sindicato (SMATA) y calculan que “los más pendejos votan a Milei haciéndose los boludos, sin decirlo”.

Taxman, era la canción. Abría Revolver del 66. Le declaraba la guerra al recaudador de impuestos

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La lucha contra el MNI está también en la raíz de esto que vivimos. Estado, aparta de mí este impuesto. Leemos a Alejandro Galliano acá: “El remanido concepto de «Estado presente» terminó siendo involuntariamente sincero: un Estado que hace «presencias» como las de una celebridad en un boliche, mostrándose sin hacer mucho y cobrando caro por eso. La «presencia del Estado» queda bien simbolizada en los patrulleros vacíos con las luces prendidas que la Policía bonaerense suele dejar al costado de las rutas como un espantapájaros para desalentar el crimen y los excesos de velocidad”. El discurso libertario se alimenta de esa desconfianza, incluso con un enunciado superior, anarco: los impuestos son un robo. Ese eco de desobediencia fiscal rima con la economía barrani. No me regulen, quiero defenderme solo.

La forma de cuestionar los derechos funciona en lo que Simone Weil diría que proviene de la idea misma del derecho: “los otros que se reconocen obligados hacia él”. Dice Weil: “Un derecho no es eficaz por sí mismo sino únicamente por la obligación a que corresponde; el cumplimiento efectivo de un derecho proviene no de quien lo posee, sino de los otros hombres que se reconocen obligados hacia él”. En Simone Weil la noción de obligación prima sobre la de derecho: “Un hombre que estuviera solo en el universo no tendría ningún derecho, pero tendría obligaciones”. O: nadie quemaría un campo de trigo porque el trigo da de comer. La época fue minando las obligaciones que rodean a cada “derecho” con creciente malestar (“¿por qué tengo que sostener vagos?, ¿por qué ser esclavo del derecho de otro?”) y así, suponiendo que Milei quisiera desarmar la fraseología peronista, hay una frase de la que se puede agarrar (hay una sola clase de hombres: los que trabajan). ¿Y qué les dice? Que no te saquen lo que es tuyo, que nadie te regaló nada. Ganarás el pan con el sudor de tu frente. Si hace veinte años se deseaba el rol de un Estado que reconstruyera la autoestima de la sociedad, hoy hay miles que la reconstruyen contra el Estado. Aquel paternalismo estatalista del kirchnerismo lo vemos en los spot: en 2015 la escena era un empresario convenciendo a sus trabajadores a que voten bien, en estos días se vio un ministro interrumpiendo a la obra pública o a un abuelo setentista convenciendo a su nieto que vote bien. Los avisos de una tortuga que se venía escapando eran evidentes y no se resuelven antes ni ahora con el tono de un llamado a una reunión de padres de los votantes.

La Iglesia argentina es fiel al mandato de Roma, se preocupa por darle espalda y apoyo a las organizaciones de los pobres, diríamos usando los términos de Simone, a los hermanados a las obediencias eternas (proteger comunidades, alimentar a los hambrientos). La Iglesia funciona como una CGT de los nuevos pobres. Representa a muchos de los que “fue dejando” la democracia en cuarenta años de economía trunca. El vagón de los últimos. Si en los años noventa también alzó voces la Iglesia, en aquel momento pedía más Iglesia como solución al costo social del modelo. El padre Grassi venía de ahí. La cultura política de los curas villeros actuales (una generación que es hija de Francisco) forman una Iglesia que pide más Estado.

Y no es que tiene una encíclica sobre modos de producción. Tiene claro a quiénes defiende. En 2014, en un discurso a los que llama “movimientos populares”, Francisco pidió que no esperen de él recetas. “Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a problemas contemporáneos”, dijo en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. La Iglesia de Francisco no tiene un repertorio de soluciones, sino una voluntad histórica de representación. Ahora bien, ¿qué pasa ahí? ¿Qué pasa en las periferias que nombra Francisco? Detengámonos en la foto de Rosario. Ciudad Futura es un partido político joven que se la jugó en la interna peronista este año, en una alianza con el Movimiento Evita y Patria Grande. ¿El mapa del voto en Rosario al candidato futuro, Juan Monteverde, se calca sobre el mapa violeta de los votos a Milei en las PASO de agosto? Juan Francisco Navarro, dirigente del Movimiento Evita, mira el resultado en Rosario, lo resume así: “el mapa de Rosario te muestra que Ciudad Futura gana en casi toda la periferia de Rosario, donde hay menos Estado, menos políticas, más muertos, más balas y narco. Donde hay enojo y deseo de cambio. Javkin en cambio ganó muy fuerte con el centro. Y con eso le alcanzó. Y nos preguntamos si era similar con Milei. Y lo confirmamos: en el mapa ves que su voto violeta concentra el enojo y la expectativa en las mismas periferias rosarinas donde casi gana Ciudad Futura”.  

Final, final, final musical. Los Beatles inventaron sus sesenta. Hijos de la clase obrera, el salto, el bronce de una revolución irreversible y una vida bañada en oro. Su primera canción sobre la cosa pública la hizo el más introvertido. El que vimos en Get Back que tocaba con cara de muchacho adolescente al que obligaron a comer en familia. George, el que buscó un gurú. El que se los llevó a la India a aprender meditación. Taxman, era la canción. Abría Revolver del 66. Le declaraba la guerra, ¿a quién? Al recaudador de impuestos.

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