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02 de septiembre 2021

Ricardo Ariel Rotsztein

LA CULPA DE TODO ES DE SCALABRINI ORTIZ

Tiempo de lectura: 7 minutos

“Estos asuntos de economía y finanzas son tan simples que están al alcance de cualquier niño. Solo requieren saber sumar y restar. Cuando usted no entiende una cosa, pregunte hasta que la entienda. Si no la entiende es que están tratando de robarlo. Cuando usted entienda eso, ya habrá aprendido a defender la patria en el orden inmaterial de los conceptos económicos y financieros”. Bases para la Reconstrucción Nacional, 1965.

Todos alguna vez leímos esta gran frase de Scalabrini Ortiz y algunos la hemos usado muchas veces en las redes sociales en medio de una discusión política. Sin embargo, las palabras son herramientas, sí como el martillo, y pueden ser usadas para escribir poesía o para insultar. Lo mismo pasa con las frases e ideas famosas.

En mi primera clase, todos los cuatrimestres les explico a mis alumnos que la teoría moderna de las finanzas públicas tuvo su etapa de brillo y despegue dentro la historia del pensamiento económico en un contexto muy particular. Los más famosos y citados papers sobre bienes públicos fueron publicados entre los años 50 y 60. Este dato histórico es fundamental porque a partir de él podemos entender que la Teoría de la Economía de Bienestar fue además de un avance “científico”, una herramienta de argumentación política fundamental. En esos años, en el mundo de las ideas políticas, se debatía si el capitalismo era superado por el sistema soviético. Recordemos que mientras que el capitalismo estaba con el freno de mano, la economía del otro lado del Muro crecía a tasas soviéticas.

La Economía del Bienestar da sustento teórico al Estado del Bienestar que no es otra cosa que un esfuerzo por darle un rostro humano al capitalismo para convencer a les ciudadanes occidentales que se puede vivir mejor dentro de la economía de mercado y así evitar el avance en occidente del comunismo. La sanción de la ley 1.355 que prohíbe la instalación de salmoneras en aguas provinciales por parte de la Legislatura de Tierra del Fuego ha puesto en debate si Argentina puede desarrollarse sin contaminar o si por el contrario el país se debe transformar en un santuario ecológico.

Cuando la economía empieza a funcionar necesita crecientes dosis de importaciones. Esas importaciones se deben pagar con los dólares generados por las exportaciones, caso contrario caemos nuevamente en ese paco macroeconómico que es endeudarse

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Arrojemos un poco de luz sobre este disparador de una nueva batalla dialéctica entre hombres verdes y hombres grises. La cría de salmones ha sido identificada como una actividad contaminante si se permite el uso de tecnologías de producción sucias (los “anabólicos” que les enchufan a los salomones terminan “ensuciando el agua”). Las fuerzas vivas de Tierra del Fuego se movilizaron y generaron una alianza estratégica econoambientalista que coronó su militancia multisectorial con la mencionada normativa. Para entender los incentivos subyacentes en esta movida nada mejor que este textual de uno de los miembros del movimiento ambientalista “Sin azul no hay verde”: “La salmonicultura hubiese representado una amenaza para la economía de la provincia ya que, en Ushuaia, la mitad de las familias dependen del turismo, una actividad que no podría convivir con el impacto ambiental de la industria. Esta ley es un ejemplo del cuidado de un modelo económico y productivo sostenible, que respeta tradiciones culturales y prácticas artesanales que generan puestos de trabajo genuinos”.

Todo este debate apasionado entre economistas y ecologistas que ha tomado notoriedad mediática en ciertos ámbitos es una muestra más del problema que tenemos en Argentina por culpa de Scalabrini Ortiz. Él no estaba debatiendo sobre teoría económica cuando escribió “Bases para la Reconstrucción Nacional”, sino que estaba argumentando políticamente. La culpa no es de él, sino de los que lo usan para tapar sus ignorancias y falencias argumentativas.

El textual del militante verde es una perfecta demostración de que los debates públicos suelen quedar organizados de manera tal que cada grupo transforma a sus adversarios dialécticos en hombres de paja. Sus frases dan cuenta del trade off (o intercambio de problemas en palabras del ex banquero central de Salvador Allende, Carlos Matus) que implican el diseño de políticas públicas. La contaminación de las aguas provinciales pone en riesgo una de las principales actividades económicas de Tierra del fuego, el turismo. Recordemos que países como España, Italia, Grecia y Portugal tienen a la actividad turística como uno de sus motores económicos y como una de sus principales exportaciones.

El ágora político siempre esta atravesado por distintos discursos y relatos y parte del juego principal es utilizar los distintos debates públicos como campos de batalla dialécticos para cumplir con el primer objetivo de un político, realizar la mayor acumulación política posible. Estas son las reglas del juego, pero nosotres debemos separar las herramientas de acumulación política de los debates constructivos en pos del bienestar general.

los debates públicos suelen quedar organizados de manera tal que cada grupo transforma a sus adversarios dialécticos en hombres de paja

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En aquellos años 50-60, la época de oro del sistema soviético, les economistas elaboraron todo un arsenal analítico y propositivo para solucionar un problema que en ese momento era políticamente totalmente irrelevante. A. C. Pigou desarrolló el concepto de externalidades negativas y propuso los ahora llamados “impuestos pigouvianos” como solución eficaz y eficiente al problema de la contaminación ambiental. Mi maestro, el doctor Jorge Macón, repetía siempre que la teoría de las externalidades era el único caso en el que les economistas habían encontrado la solución a un problema antes de que los políticos y la sociedad se la exigieran.

Todos los países desarrollados que tienen recursos naturales los explotan económicamente y todos aplican las enseñanzas de Pigou para evitar que la contaminación ambiental genere pérdidas de bienestar. Obviamente que hay países que lo hacen mejor que otros. Y países que lo hacen muy mal. Por eso estamos sufriendo los efectos del calentamiento global y la calidad de vida de les pobres se ve seriamente afectada por las crecientes lluvias e inundaciones.

Sin embargo, ningún país prohíbe la explotación de sus recursos naturales para evitar la contaminación. ¿Por qué? Porque todos leyeron a Esopo y su fábula sobre la gallina de los huevos de oro. Si tenemos dudas de la capacidad de gestión de nuestros sectores públicos para controlar y aplicar eficazmente las buenas prácticas regulatorias, militemos en pro del fortalecimiento de las capacidades estatales pero no acogotemos a la gallina.

“Pateando la escalera”, ya es un clásico y cita obligada en todo texto sobre desarrollo económico. En ese libro, el economista coreano Ha Joon Chang plantea desde el título que el discurso económico mainstream ha funcionado como una estrategia de colonialismo cultural. Su idea principal se desarrolla en torno a la frase del gran economista alemán Frederic List: “Una vez que se ha alcanzado la cima de la gloria, es una argucia muy común darle una patada a la escalera por la que se ha subido, privando así a otros de la posibilidad de subir detrás”.

Mi maestro, el doctor Jorge Macón, repetía siempre que la teoría de las externalidades era el único caso en el que les economistas habían encontrado la solución a un problema antes de que los políticos y la sociedad se la exigieran

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El ambientalismo se ha transformado en una herramienta más de las batallas comerciales y los países desarrollados presionan a los países en vías de desarrollo para que no que quieran usar las mismas escaleras que ellos ya han utilizado para alcanzar las cumbres más altas.

Argentina hace 10 años que no crece. Un 42% de les argentines viven en la pobreza y la inflación se resiste a bajar del 48% anual. Cuando Felipe Solá durante el macrismo era un incipiente precandidato a presidente por el peronismo, repetía en cada aparición televisiva una frase: “Cuando sea presidente, la sala donde se hacen las reuniones de gabinete estará presidida por un cartel que dirá CUIDAR EL TRABAJO ARGENTINO”. Era una idea genial. La mejor forma de cuidar el trabajo argentino es evitar las crisis financieras y de balance de pagos (a.k.a. las crisis que terminan con una fuerte maxidevaluación). Argentina no puede crecer sin generar dólares y hoy no puede generar dólares de otra forma que explotando sus recursos naturales. Cuando Perón se enfrentaba a una decisión donde existían intereses u objetivos contrapuestos, repetía una muletilla muy sabia: “todo en su medida y armoniosamente”. Los economistas estamos entrenados para pensar en términos de optimización restringidas, es decir, cómo alcanzar objetivos tomando en cuenta un conjunto de restricciones. La cuestión ambiental es una restricción más al complejo problema de optimización que es desarrollar un país.

Estamos en campaña, y uno de los slogans del gobierno es que los salarios le deben ganar a la inflación. Nadie puede estar en contra de ese slogan. Sin embargo, el discurso de campaña oficial tiene un grave problema. Ese slogan se dispara automáticamente cuando una voz oficialista es interpelada sobre la resistencia de la inflación a cumplir la meta presupuestaria del 29%. Cuando Perón dijo que “los salarios suben por escalera y los precios por ascensor” no estaba pidiendo que pusieran escaleras mecánicas, sino que rompieran los ascensores. Para que el salario real crezca y la gente recupere el poder adquisitivo de sus ingresos, se requiere que los precios también vayan por la escalera. Desde el punto de vista del relato, el slogan salarial tiene un problema adicional, según el Ministerio de Trabajo el 32% de les asalariades son trabajadores en negro. Es decir, que de cada 3 trabajadores que escuchan el slogan 1 piensa: “a mí no me lo digas que no tengo paritarias, bajame los precios, gato”.

Cuando Felipe Solá durante el macrismo era un incipiente precandidato a presidente por el peronismo, repetía en cada aparición televisiva una frase: “Cuando sea presidente, la sala donde se hacen las reuniones de gabinete estará presidida por un cartel que dirá CUIDAR EL TRABAJO ARGENTINO”. Era una idea genial

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Cuando uno mira los que pasa en las democracias modernas en términos de inflación y desempleo, advierte que el capitalismo es mucho más permisivo con el desempleo que con la inflación. Muchos deben tener teorías explicativas conspirativas respecto a este hecho estilizado, pero yo prefiero seguir a Jorge Luis Borges y su famosa frase: “Para mí la democracia es un abuso de la estadística”

La inflación es mucho más progresiva que el desempleo. La inflación siempre perjudica a más gente que el desempleo. Es decir, la inflación es un problema que atraviesa democráticamente todas las clases sociales, mientras que el desempleo suele ser un problema focalizado en las clases pobres. Por eso en una democracia siempre se prioriza bajar la inflación antes que bajar el desempleo. Como nos enseñó Anthony Downs, los políticos quieren ganar elecciones y una vez que están en el gobierno quieren ser reelegidos. Recordemos, siempre, que en una democracia no alcanza con tener razón, si somos poquitos.

El plan económico de Martín Guzmán parece concebido a imagen y semejanza de su autor intelectual. El nuevo mantra es “tranquilizar la economía”. Y el sistema nervioso de la economía argentina es de color verde. Si las reservas del Banco Central están de color verde manzana, todos nos ponemos nerviosos. En cambio si se ponen de color verde esperanza, los argentinos dormimos tranquilos. Argentina necesita producir más bienes exportables, porque sólo exportando más podrá obtener los dólares necesarios para crecer sostenidamente.

La estructura económica argentina es demandante intensa de insumos importados. Cuando la economía empieza a funcionar necesita crecientes dosis de importaciones. Esas importaciones se deben pagar con los dólares generados por las exportaciones, caso contrario caemos nuevamente en ese paco macroeconómico que es endeudarse continuamente para financiar déficits de cuenta corriente.

Necesitamos más y mejores exportaciones para pagar las importaciones necesarias para generar más puestos de trabajo industriales de calidad. Tenemos que fortalecer las reservas del BCRA para evitar las corridas cambiarias y crisis financieras que terminan en maxidevaluaciones, más inflación y más desempleo y más pobreza.

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