
“Supo, o meramente sintió, que retomaba por fin su destino y que su destino estaba cumpliéndose.”
El Sueño de los héroes, Adolfo Bioy Casares.
En el epicentro dramático de la película Deadpool, un gigante metálico recuerda al protagonista una máxima moral: ser un héroe no es un trabajo de tiempo completo, se trata en cambio de actuar “heroicamente” en cuatro o cinco momentos clave en la vida de cada individuo.
Con unos cuantos millones de dólares menos de presupuesto, una máxima duhaldista de pasillo argumenta que las crisis engendran sus propios líderes, es decir, la contracara “contextual” de la épica individualista norteamericana; lo cierto es que independientemente de que tan aconsejable sea cruzar a Duhalde con Marvel, sujeto y contexto son igual de indispensables.
Contexto no le falta a Alberto Fernández, tiene un apocalipsis a la carta para arrancar cada día, gobernando un País donde el concepto de “espada de Damocles” debería ser definitivamente desterrado para dar lugar al Yunque de Damocles. El eterno problema de la deuda que apretaba al Gobierno sin oxígeno para deleite de especuladores y opinólogos ya era un manantial de clasificaciones, del “Peronismo sin Plata” al “Gobierno que no arranca”.
un País donde el concepto de “espada de Damocles” debería ser definitivamente desterrado para dar lugar al Yunque de Damocles
La eterna parálisis de un Gobierno sin Caja echaba raíces en una narrativa de responsabilidad y austeridad socialmente sensible, con evidentes problemas de comunicación y un Presidente siendo un virtual Jefe de Gabinete de sus propios funcionarios, de proseguir inalterado, este devenir habría arrojado (probablemente) una guerra de guerrilas entre “ansiosos” y “responsables” al compás de negociaciones ásperas con los de afuera.
Lo interesante (lo fascinante) de la política virtuosa es que con este escenario vigente (en rigor, profundizado) el Gobierno parece haber creado oxígeno alquímicamente, encontrando márgenes de maniobra donde no había absolutamente nada; si Alberto Fernández era un hombre gris en un escenario opaco (en algún sentido el hombre de la hora), el mundo lo transformó en el más razonable de los argentinos frente a la catástrofe global. Ser “gris” en un mundo en llamas se parece bastante a un matafuegos.
La escalada cinematográfica del titular es incontrastable, y basta con ratificar que en el escenario más adverso posible, el Presidente hizo el mayor ejercicio de Poder político concentrado que haya presenciado (al menos) una generación. Sin violencia mediante, Alberto Fernández mandó a cada uno de los Argentinos a su casa, un hecho democráticamente sin precedentes en estas condiciones. El Estado de Sitio razonable, consensuado.
si Alberto Fernández era un hombre gris en un escenario opaco (en algún sentido el hombre de la hora), el mundo lo transformó en el más razonable de los argentinos
De alguna manera, la deuda asfixiante que sumía a la sociedad civil en una suerte de letargo fiscalista, cede frente a un panorama confuso y aterrador que cuenta con un liderazgo político incontrastable, a su vez, la diferencia del Gobierno anterior distorsiona la unidad de medida: de un gobierno eminentemente algorítmico, con un ejercicio de poder que permanentemente ponía “afuera de su órbita” a la toma de decisiones entre metidas de pata, recalculadas y “aprendiendo a gobernar”, pasamos al vértigo del estadista que extrema precauciones incluso frente a recomendaciones de mayor laxitud.
Macri como Presidente fue el mejor de los meteorólogos, día a día había una impecable actualización del tormentoso estado del clima, Alberto Fernández parece haber heredado la Tormenta perfecta prescindiendo de anunciarla y con una preocupante obstinación en manejar cada uno de sus problemas personalmente.
Desde Mario Negri reconociéndolo como Capitán, hasta las declaraciones escoltadas por figuras de la oposición, hay una mezcla de incertidumbre con el futuro y fascinación ejecutiva con el despliegue gubernamental, cuya síntesis simbólica es el video del compatriota que golpeó salvajemente a un Guardia de seguridad pidiéndo perdón personalmente al Presidente Alberto Fernández a horas de que este le dijera imbécil en cadena nacional. La disculpa del imbécil, óleo sobre tela.
En la mirada cansada del Presidente se encuentran los primeros retazos del Gobierno que le tocó, y aquello que decide hacer con lo que le tocó; un Presidente exhausto, firme, con un contundente y abrumadoramente razonable ejercicio del Poder, sanguíneo y empático, exponiendo sus broncas e impotencias. Acompañarlo mejor puede ser un reproche de la hora para quienes tengan la posibilidad (y responsabilidad) de hacerlo, en el resto de proyecciones la incertidumbre es absoluta, salvo en una: el Presidente decide.

Ilustración: @bravo.mb
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Comentarios
Mingo
el 20/03/2020Excelente,es un gran capitan
mirian
el 20/03/2020Nene?estas limado mal pero sos HIPNOTICO DELIRANTE Y CERTERO
????✌?✌???
Alexis
el 30/03/2020Escúchalo, tiene un programa en el Destape Radio
Olmo
el 22/03/2020Muy bueno, aunque algo confuso. La cuarentena se hace más pasajera así. Lo de “hombre gris” es muy loco, está en las visiones de Parravicini, el que gobierna después del “fantoche”.
Patricia Supisiche
el 23/03/2020Excelente análisis.
Hipo
el 23/03/2020Pasó el fantasma de Linda Lovelace e hizo una reverencia algo temblorosa.
Ah, y antes de esfumarse comentó que los matafuegos suelen ser rojos.
Ayelen
el 23/03/2020Execelente nota Sr. Rebord. Nos tiene acostumbrados a este tipo de cosas. Siga así!
nombre
el 25/10/2020jajaja, y? como vienen esas opiniones del “capitan”?…dejen de mentir, dejen de manipular a la gente