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15 de junio 2016

Eduardo Minutella

JAZZ & POP PARA PRINCIPIANTES

Tiempo de lectura: 4 minutos

Las infinitas excursiones del melómano por la web suelen deparar sorpresas, como el grupo de Facebook Jam of the week. El administrador del sitio propone semanalmente una melodía conocida del canon jazzístico –pongamos por ejemplo Blue in Green o Waltz for Debbie–  y los suscriptores envían su versión del tema en solo, dúo o trío, e incluso recurriendo a las antipáticas pistas-base, porque nadie es perfecto. Hasta aquí, todo normal. Músicos haciendo música para otros músicos que suelen tocar en vivo para menos gente que la que los acompaña usualmente sobre el escenario. Una historia conocida, predecible, y tal vez un poco frikie. Semanas atrás, sin embargo, un fantasma recorrió el sitio: la canción seleccionada para versionar fue un conocido tema pop. Inmediatamente, los hasta entonces apacibles instrumentistas devinieron tirios y troyanos, y apareció la grieta. La mayoría versionó felizmente la melodía propuesta, pero otros se negaron al sacrilegio y amenazaron con performers infieles vestidos  de anaranjado y decapitaciones filmadas en HD y difundidas en la deep web. Contra lo que suele esperarse, todavía parece sobrevivir en parcelas del planeta jazz –un planeta cualitativamente inmenso y cuantitativamente bastante pequeño– la histórica desconfianza que expresara Charles Mingus en 1965 respecto de los Beatles, cuando expresó: “espero que puedan ver más allá del flequillo” (aludiendo a la polisemia del término fringe, que significa, a la vez, “flequillo” y “horizonte”).

El jazz entronca con una tradición que ya había sido suya: la de reelaborar canciones populares, difundidas a través a de los mass media

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Y sin embargo, la gran mayoría de los músicos de jazz se mantienen receptivos al fenómeno del pop, al punto que cada vez más tienden a incorporar y reformular en lenguaje jazzístico las melodías difundidas por radios de éxitos, pero también los tesoros escondidos en lo que en tiempos predigitales conocíamos como lados B. De esa manera, el jazz entronca con una tradición que ya había sido suya en la época en que Adorno lo denostaba, y que fue perdiendo peso específico cuando empezaron a predominar los auteurs: la de reelaborar canciones populares, difundidas a través a de los mass media. A excepción de los ortodoxos del neoclasicismo,  à la (Wynton) Marsalis, casi todos los músicos de jazz actual reivindican al pop como una de las fuentes posibles de su formación, y no renuncian a abrevar en sus fuentes. En el caso de algunos artistas, como los  Beatles, Radiohead o Björk, se han realizado tantas versiones y relecturas de sus composiciones que algunas de ellas se han convertido en lo que ha venido a llamarse new standards. Veamos algunos casos al azar, recurriendo solamente a la inmediatez de la memoria.

Empecemos, con gesto pop, invocando una que sepamos todos: Smell like teenage spirit. El hit de Nirvana ha conocido versiones como las del trío Leszek Mozder, Zohar Fresco y Palle Danielsson, que trabaja con la idea de la construcción de la canción pop como punto de partida para la conformación de una música étnica global e imaginaria, la del heterodoxo Experiment, del inclasificable Robert Glasper, con su especial énfasis en el Groove y un uso del vocoder que algunos encontrarán interesante y otros odiarán, y la posmoderna por excelencia, a cargo de ese combo teórico-musical comandado por el intelectual Ethan Iverson que es The Bad Plus. Este grupo, uno de los que más reconoce, reivindica y difunde sus filiaciones pop, ha trabajado con éxito a partir de temas de intérpretes tan disímiles como Tears for Fears, Yes, Aphex Twin, Black Sabbath o Blondie. Por su parte, el guitarrista Bill Frisell, quien se pasea con soltura por territorios que transitan los límites del jazz con la americana, ha reelaborado con sabiduría y paciencia la música de John Lennon. El resultado pueden disfrutarlo acá.

https://www.youtube.com/watch?v=07ABVFQ1GsQ

Otro recurrente excursionista al mundo del pop es Brad Mehldau, acaso lo más parecido a una star del panorama del jazz off mainstream actual. Ya desde sus álbumes iniciales, nucleados bajo el ambicioso título de Art of the Trio, el pianista de Connecticut intercala temas de artistas como los Beatles, Radiohead o Nick Drake entre los clásicos de Hammerstein II y Kern, Rodgers & Hart, Miles Davis o Thelonius Monk. Pueden comparar su versión del Anything in its Rigth Place de Radiohead con aquella en que Robert Glasper la mashapea con Maiden Voyage, el clásico de los sesentas compuesto por el mejor Herbie Hancock. En álbumes posteriores, Mehldau ha trabajado a partir de temas de Neil Young y Paul Simon, quien también ha sido versionado con elegancia por el pianista Marc Copland.

https://www.youtube.com/watch?v=AOx2gTB3HNs

Y hasta Enrico Rava ha sorprendido con On the Dance Floor, una grabación publicada por el usualmente refinado y camarístico sello muniqués ECM, en la que revisita la obra de Michael Jackson. Justamente, el rey del pop ha conocido versiones de temas como Billie Jean, en una relectura juguetona a cargo del danish trio de Stefano Bollani, o Human nature, a cargo de Vijay Iyer, el pianista del momento.

Las canciones de Björk, otra preferida de los músicos de jazz, pueden escucharse en versiones logradísimas, entre las que se destacan las lecturas intimistas de Hyperballad, por el trío del polaco Marcin Wassilevski, y de Jóga, por Jason Moran.

En la década de 1990, el jazz se convirtió en una casa abierta en la que ningún lenguaje predomina sobre otro y la innovación dialoga con la tradición

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Lógicamente, los músicos locales no escapan a esta tendencia, y es bienvenido que así sea. En su disco Búfalo, por ejemplo, Esteban Sehinkman ha abordado el In between days de The Cure, haciéndolo dialogar con Debussy. Adrián Iaies, nuestro evansiano preferido, suele interpretar a Spinetta y a Charly García alejándolos sanamente de cualquier riesgo de crossover; Por su parte, Marco Sanguinetti suele dedicar conciertos completos a revisar a Radiohead, o a presentar su particular versión del Dark Side of the Moon de Pink Floyd.

En la década de 1990, el jazz se convirtió en una casa abierta en la que ningún lenguaje predomina sobre otro y la innovación dialoga con la tradición, aunque sin reverenciarla. La recurrente apertura hacia el pop ya es parte de ese paisaje que los aficionados al jazz han recibido mayormente con beneplácito. Quien suscribe se encuentra entre ellos. De hecho, compartimos la tristeza por la muerte de David Bowie. Aunque la vela que todavía arde frente a nuestra bandeja Lenco todavía llora inequívocamente en memoria de Paul Bley.

 

 

 

 

 

 

 

 

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