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18 de septiembre 2021

Juan Di Loreto

HERÁCLITO, HEGEL, ALBERTO, CRISTINA Y TODOS NOSOTROS

Tiempo de lectura: 3 minutos

Aunque escuchan no entienden. A ellos

se aplica el proverbio: presentes, pero ausentes.

Heráclito.

Antes que todos, los griegos inventaron las disputas, las peleas, el espíritu agonal. Grecia fue un territorio de luchas y guerras constantes hasta la llegada de Alejandro que unió el mundo griego bajo un mismo poder. La filosofía expresaba la disputa política continua. Porque muchas de las miradas filosóficas veían al universo organizarse como pares de opuestos: orden / caos, cambio / permanencia, uno / múltiple… entre las más célebres.

Los eleatas, como Parménides, veían al mundo configurarse como opuestos. Pero, atención, estos opuestos se excluían unos a otros. Para Parménides era todo blanco o negro: Ser o No Ser. Llevado a un pensamiento político puede resultar peligroso: la exclusión es un borramiento de la otredad. En este punto, invitamos a un pensador maravilloso de la Antigüedad: el querido Heráclito de Efeso.

Heráclito también veía al mundo organizarse con opuestos, pero en lugar de excluirse se condicionaban unos a otros. Para Heráclito las cosas eran y no eran al mismo tiempo, en algún punto todo era un gris. El mundo era una pluralidad de contrastes. Pero había algo más que opuestos. Recordemos que Heráclito, aquel de “no nos bañamos dos veces en el mismo río”, concebía como elemento primordial de la realidad al fuego. El fuego era la metáfora perfecta porque se pensaba a la realidad como cambio constante.

Era una gran forma para pensar el devenir del mundo. Pero no era un cambio anárquico y sin sentido. Había algo que lo organizaba. Decía Heráclito: “Este mundo, que es el mismo para todos, no lo ha creado ninguno de los dioses o de los hombres, sino que siempre fue, es y será fuego eternamente vivo, que se enciende con medida y se apaga con medida”. Subrayemos la palabra “medida”, que es una de las 11 traducciones del Logos (Razón o racionalidad) en griego. Traducido a nuestra época, el cambio de las cosas se da por alguna causa.

No “La” verdad, pero una verdad que sirva a un país para caminar un poco. No es unirse porque sí, eso ya sabemos a dónde nos lleva. Pero los contrapuestos deben dejar de lado algo propio para superarse a sí mismos y poder construir otra cosa

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Lo que descubrió Heráclito es que el mundo se mueve por opuestos. Y esta gran lección la aprendería Hegel cientos de años después. Hegel aplicaría este esquema dialéctico a la Historia. Y nosotros, ustedes, todos los de esta época, nos podemos servir de eso para leer la política. Porque los opuestos se han comportado como excluyentes (pre Heráclito) y no como opuestos que se condicionan pero avanzan. Traducido en términos de Hegel: opuestos que se superan encontrando una síntesis. Conflicto, puntos en común y avance.

Heráclito y Hegel, dos filósofos perdidos en el tiempo que retornan y nos sirven para subsistir y poder entender algo de lo que pasa en estas pampas. Que el conflicto es inherente a la política, pero que de la pluralidad de contrastes pueden salir unidades transitorias (la interna de Juntos salió fortalecida de las PASO) y que las unidades transitorias pueden estallar si no se las deja confrontar (la no interna de Todos).

En la unidad de los contrapuestos encontramos verdad, decía Hegel. No “La” verdad, pero una verdad que sirva a un país para caminar un poco. No es unirse porque sí, eso ya sabemos a dónde nos lleva. Pero los contrapuestos (y acá no se está hablando de Frente de Todos, sino de todos nosotros) deben dejar de lado algo propio para superarse a sí mismos y poder construir otra cosa, quizás un país. Volvamos al querido Heráclito: “la armonía consiste en tensiones opuestas, similar a la del arco y la lira”, que es donde surge la música más maravillosa. 

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