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GUERRA CONTRA LA INFLACIÓN: AMOR O ACUERDO

Tiempo de lectura: 5 minutos

Estoy dudando entre el amor o el acuerdo. / Está en juego mi felicidad. /Atrás quedaron mis ingenuos delirios / De descolgarme de la realidad. (Virus, “amor o acuerdo”)

Mientras se mantiene el debate sobre la configuración del gobierno y del frente en el próximo año y medio que le queda de gestión, y el mundillo se pregunta si habrá una próxima carta de Cristina o si Alberto levantará el tubo del teléfono, la discusión principal, la discusión real es cómo resolver la inflación. Pese a que el PBI crece y la desocupación baja nos agarra taquicardia cuando vamos al chino.

La discusión que tuvo un primer botón de muestra en el affaire sobre la segmentación de tarifas entre el Ministro Guzmán y el Secretario de Energía, Federico Basualdo, se abrió de par en par en el debate en el Congreso sobre el acuerdo con el FMI. No son los cuatro años de gracia, ni la supervisión trimestral del plan económico -acá hay acuerdo en que lo primero es bueno y lo segundo es malo. Es el plan en sí, con la inflación en la vidriera. Los senadores oficialistas que se opusieron al acuerdo elaboraron un documento que en su síntesis toman posición no sólo frente a lo que se votaba, también lo hacían en cuanto al rumbo económico. Vale su reproducción.

  • La reducción del déficit depende en gran medida de la reducción de subsidios. Pero la reducción de subsidios significa menos gasto en consumo, por lo que caerá la recaudación profundizando el déficit.
  • La reducción de la inflación depende de la reducción del financiamiento monetario del déficit, mientras que las metas de reducir subsidios energéticos (aumentar tarifas) y mantener el tipo de cambio real tensan los precios al alza, generando inflación por aumento de costos. La meta de reducción de inflación nunca podrá ser cumplida.
  • A su vez, la reducción del financiamiento monetario al Tesoro necesita del acceso al financiamiento vía mercado local de deuda en pesos.
  • Eso depende de una política sostenida de aumento de tasas de interés. Ese aumento de tasas en términos reales contrae la actividad económica real y la recaudación, lo que profundiza el déficit.
  • La acumulación de reservas depende de un superávit comercial positivo consolidado, que a su vez debe compatibilizarse con la meta de mantenimiento del tipo de cambio real, que implica una devaluación constante que es de por sí inflacionaria.
  • Con estas premisas resulta imposible impulsar el crecimiento económico, sin el cual no hay industria, ni autoabastecimiento energético, menos aún cambio tecnológico y diversificación exportadora que son las bases reales de un modelo de desarrollo sostenible con distribución de la riqueza.

El punteo simplifica una posición concreta de política económica, una mirada contrapuesta a la del equipo económico del gobierno, y permite entender las diferencias. El plan para los senadores y senadoras generaría inflación y frenaría el desarrollo. Lo que no explicita es la opción alternativa, aunque se pueda ver su sombra en las críticas: mantenimiento de los subsidios, retrasar el dólar y sostener las tasas de interés negativa. Medidas que paradójicamente llevarían a profundizar la restricción externa: desincentivan las exportaciones, aumentan el déficit por los subsidios y mantienen la desvalorización del peso. Una estrategia que puede reconocerse en la gestión del último gobierno de Cristina, poniendo anclas a la inflación (tarifas y dólar), pero a costa del estancamiento, el vaciamiento de las reservas y el “ahora 18” como bandera. La diferencia respecto de aquel tiempo es que hoy tenemos una inflación inercial del doble a la de entonces, y sin reservas para utilizar.

Con un aumento de precios que se duplica cada dos años parece voluntarista la idea de domesticar a los factores económicos, y quizá sí se pueda encontrar una épica en la moderación. La estabilización como lo transformador

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Del lado del equipo económico, los menos temerosos sostienen que el acuerdo es un programa diseñado en la Argentina, que permite mantener el gasto público, la promoción industrial y la obra pública. Para enfrentar el aumento de precios la estrategia es desarrollar una guerra prolongada, basada en un estudio del vice ministro de economía, Fernando Marra, quien analizó la experiencia de 76 países que lograron bajar la inflación. El plan diseñado para el acuerdo sigue las mismas premisas: alinear las variables económicas que mantengan la competitividad del dólar y una tasa de interés que revalorice la moneda, generar confianza en los actores económicos y descender muy lentamente la inflación sin pérdida del poder adquisitivo del salario.

Este contrapunto sobre estrategias concretas está asociado también al rol del Estado en la economía, y en particular, al rol de este Estado en esta coyuntura y su capacidad para intervenir en el mercado. De un lado, la explicación parece centrarse en los formadores de precios y la tarea que le asignan al Estado es controlarlos, sancionar y, como ya se dijo, anclar el dólar y fomentar el consumo. Un Estado que busca “domar” al mercado desbocado. Del otro lado, piensan un Estado que busca estabilizar las variables para que los actores económicos confíen en el plan y puedan invertir mientras se cuida el bolsillo de la población. Un Estado que busca “acordar” con el mercado.

Un debate conceptual que en la práctica encuentra sus matices, ni uno cree que no haya que dialogar ni el otro que se va a seguir todo lo que digan los actores económicos. Donde sí parece haber visiones contrapuestas es si el Estado puede tocar todas las clavijas de la economía o si la tarea es normalizarla lo más posible.

Quizá la reflexión sobre el poder de acción del gobierno en este momento sea improcedente. Muchos lo dan por derrotado y se preparan para una vuelta en el mediano plazo. Otros creen que hay que dar batallas aunque se pierdan, dar testimonio. La situación parece un callejón sin salida. La unidad ya no es garantía de triunfo electoral. ¿El contexto de crisis económica y política y al mismo tiempo de crecimiento económico habilita un rol disciplinador o negociador del Estado?

El plan para los senadores y senadoras generaría inflación y frenaría el desarrollo. Lo que no explicita es la opción alternativa, aunque se pueda ver su sombra en las críticas: mantenimiento de los subsidios, retrasar el dólar y sostener las tasas de interés negativa

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Los pingos se verán en la cancha de la inflación. Con un aumento de precios que se duplica cada dos años parece voluntarista la idea de domesticar a los factores económicos, y quizá sí se pueda encontrar una épica en la moderación. La estabilización como lo transformador. Ahora mismo la tendencia indica que si no se hace algo podemos llegar al 60% a fin de año, o a una híper si todo se hace mal. Ahí se escucharán los nuevos cantos de sirena noventistas: dolarización y privatizaciones, para arrancar. Entonces sí hay una gesta en la moderación, en la tranquilización de la economía y que comience a observarse un rumbo creíble. Tal vez la moderación no alcance para ganar las elecciones, pero sí para trazar un rumbo que nos aleje de las recetas mágicas que destruyen todas las conquistas populares.

Bajo este cielo sombrío, la discusión sobre la coalición no es sólo una cuestión de cartel, de códigos o de poder. Si bien todo el frente comparte el lema “crecer con la gente adentro”, lo que está claro es que los caminos que imaginan son distintos. Cabe preguntar por qué nunca lo discutieron antes, pero huele a nostalgia o a inocencia. Hoy la mayor incógnita es cómo convivirán dos estrategias económicas opuestas en un mismo ejército. Los efectos de la marcha del 24 de marzo y de los actos por los 40 años de Malvinas no traen las mejores noticias. Ambos sectores parecen decididos a sostener la contradicción hasta el final del gobierno, unos desde la trinchera del Congreso y otros desde la Casa Rosada, en lugar de pactar una tregua hasta las próximas elecciones. Si no toman una dirección, si no frenan la discusión interna, la fuerza va a seguir deteriorándose por dentro y se debilitará para dar pelea en la madre de todas las batallas, la de los precios.

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