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“El peronismo existía antes que Perón.”(Hugo Moyano)

En un país de hombres-instituciones donde Bergoglio es la Iglesia, Magnetto los medios y Kirchner la autonomía de la política, por tomar tres casos, Moyano es desde la década del 90 la autonomía del poder obrero. La fijación de una frontera para el capital y el gobierno y la extensión máxima del llamado “vandorismo”, quizás la expansión máxima de hasta dónde puede llegar. Hugo Moyano dejará de ser el secretario de la CGT. Es cierto que en los últimos años emergieron varios nucleamientos, pero Moyano por su impronta ha conservado el lugar indiscutido: deja su cargo la figura más importante del sindicalismo desde 1989. Tal vez, el sindicalista más importante de la democracia.

¿Qué quiso Moyano todos estos años? Fuera de las mil capas con que se envuelve su poder, encarnó el conflicto histórico entre el sindicalismo político peronista y el peronismo de saco y corbata, entre la representación directa y corporativa de la clase y la representación indirecta, política y mediada. Tensión estructural e histórica del peronismo, y tal vez insuperable, porque el poder de Moyano sobrevivió incluso a la transición “clientelar” e intendentista, “estatal”, a partir de los 90 y durante el kirchnerismo. Moyano es el peronismo fuera del Estado. Su persistencia incluso se basó en comprender en cámara lenta las transformaciones de su propia clase: el trabajo fordista, la vieja clase obrera homogénea que no existe más, que hoy, y desde hace tiempo, es un mosaico de experiencias laborales, culturales y sociales. Su persistencia lo encuentra como representante de lo que Emilio Pérsico, secretario del Movimiento Evita, llama “crema y leche” o Cristina llamó “aristocracia obrera”. Es decir, los miles de asalariados mejores pagos y representados de la Argentina.

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Un poco de historia…

Cuando asumió en julio de 2004 como integrante del triunvirato junto con Susana Rueda (Sanidad) y José Luis Lingieri (Obras Sanitarias) ya tenía peso propio. Claro, su rol de combativo se había forjado en el Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA), en la creación de la CGT Disidente en 2000 y en su incipiente intento de acercamiento a las organizaciones piqueteras durante el 2001. Desde estos espacios, Moyano enfrentó los sucesivos intentos de reforma laboral hasta la sanción de la ley de flexibilización laboral en 2000 por el gobierno de la Alianza. Moyano denunció al entonces ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, de haber dicho que tenía la Banelco para comprar los votos que fueran necesarios. Esos cuestionamientos no se quedaban en la mera denuncia, sino que tenían un correlato callejero que contribuyó a encontrar una salida a la crisis. Siempre crítico de las políticas neoliberales, mantuvo su apoyo irrestricto a una única CGT como modo de conservar uno de los pilares del modelo sindical argentino. Esa era su crítica a la CTA, que sin embargo no le impidió coordinar con Pablo Michelli, secretario de la CTA autónoma, todas las acciones que fueran necesarias.

encarnó el conflicto histórico entre el sindicalismo político peronista y el peronismo de saco y corbata

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En julio de 2005 asumió como secretario general de una única CGT que unificaba a todos los sectores: los menemistas, los gordos, los independientes y los combativos. Parece que fue el mismo Néstor Kirchner quien desde 2004 presionaba porque Moyano asumiera la secretaría general. Para las elecciones presidenciales de 2003, el camionero había apoyado a Rodríguez Saa, de discurso marcadamente peronista y pro-sindical. Las relaciones con los Kirchner no fueron fáciles, atravesados en gran parte por esa rémora setentista entre la izquierda peronista y el sindicalismo peronista. La posibilidad de esa alianza política estuvo marcada por una decisión que ambos compartían: el kirchnerismo y el actual proceso no podía permitirse reproducir esa diferencia, más bien había que hacer una división de tareas entre las “orgas” sociales de los sectores populares sin posibilidades de conseguir un empleo formal, la élite kirchnerista fomentando organizaciones de jóvenes que luego se unificaron en La Cámpora y Moyano con los sindicatos y la posibilidad de rearmar el sindicalismo del palo.

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En ese marco se consolidó la alianza entre Kirchner y Moyano, donde ganaban todos: los trabajadores formales recuperaron derechos y avanzaron sobre la distribución del ingreso, el sindicalismo recuperaba su poder perdido durante el menemismo, y el kirchnerismo contaba con una base de apoyo frente a los sectores dominantes. Cuentan que Kirchner les decía a los dirigentes (no sólo sindicales) confronten (con ellos) así yo puedo  desempatar. A modo contrafáctico es dudoso que el kirchnerismo hubiera sobrevivido al conflicto con las patronales agropecuarias si Camioneros y la CGT no lo hubieran bancado en las rutas.

los errores que se le achacan a Moyano constituyen también sus virtudes

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Tal vez los errores que se le achacan a Moyano constituyen también sus virtudes. Parecía no conformarse con la recuperación del poder sindical, quería más: quería a un sindicalista sentado en el sillón de Rivadavia como lo expresó en el acto realizado el 15 de octubre de 2010 en el estadio de River Plata frente a una multitud que lo ovacionaba y frente a Néstor y Cristina Kirchner que tomaron nota de ello sin que les haga ni media gracia. Para esto había creado en septiembre de 2009 la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista y bendecido la Juventud Sindical de la Corriente en diciembre de ese mismo año.

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La muerte de Kirchner el 27 de octubre de 2010 modificó las relaciones al interior del kirchnerismo y también con el sindicalismo. A partir de allí la disputa con el sector político fue creciente hasta el 15 de diciembre de 2011 donde en un acto por el Día del Camionero volvió a discutir públicamente con Cristina. No sólo no habían conseguido las bancas legislativas y puestos ejecutivos que pensaban que les correspondía  por su aporte, sino que veían que el proyecto legislativo sobre reparto de las utilidades empresarias era sepultado por la misma presidenta a cambio de un espacio de Diálogo Social. Si el acto de River marcó el punto de disputa abierto, ese acto de 2011 marcó el final de la CGT unificada. Es cierto que Barrionuevo y un conjunto de gremios (los menemistas) en el marco del conflicto de 2008 habían fundado la CGT Azul y Blanca y que los gordos por sus diferencias históricas con Moyano nunca habían participado de la CGT, pero ese 2011 marca una ruptura mayor: con los independientes y fundamentalmente al interior del MTA, donde un sector fundó el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA), que ambos apoyaron la candidatura de Antonio Caló (UOM) para conducir una CGT paralela, afín al kirchnerismo. La decisión del kirchnerismo no era optar por “otro líder”, sino por ninguno. Y vincularse con las organizaciones gremiales del modo más institucional posible. Como dice Pablo Touzon “Moyano fue poder porque lo proyectó, el poder sólo existe si se usa”. La CGT de Caló podía tener más afiliados, la cuenta de sindicatos podía darle más, pero no buscó ni consiguió nada por fuera que lo que la Casa Rosada quiso darle. La ruptura de Moyano fue política, no fue porque “la inflación le ganó al salario”, sino porque Moyano era parte de un poder (de esa gobernabilidad nacida en 2003) y Cristina no reconocía esa parte.

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En este nuevo marco, en julio de 2012 Moyano asumió su tercer y último mandato en la CGT. Desde allí la política cegetista fue concentrándose en los sectores que representaba. Claro en esa crítica que se le formulaba por su cuestionamiento al impuesto a las ganancias de la cuarta categoría, el impuesto al trabajo, y el reclamo por los fondos de las obras sociales, eran también aquellas por las que seguía teniendo apoyo interno. En mayo de 2013 fundó sin éxito el Partido de la Cultura, la Educación y el Trabajo. En un nuevo intento por incrementar el poder político del sindicalismo. Sus decisiones políticas más críticas, su tira y afloje con figuras como De Narváez o con el presidente Macri en 2015, lo encuentran al límite. Sin embargo se retira en un escenario más claro: cuando la naturaleza del nuevo gobierno lo coloca en el plano de la confrontación.

el poder sólo existe si se usa

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Mañana Hugo Moyano dejará su lugar a otro triunvirato: Juan Carlos Schmid, Daer y Acuña. Hubo muchas especulaciones sobre quién sería el sucesor de la CGT Azopardo. Pero deja a alguien que representa tal vez al último Moyano: quien cree en la autonomía del movimiento obrero y en su posibilidad de construir una opción política, el viejo sueño del Partido Laborista.

Moyano y Macri

Se va Moyano de la CGT y deja una cantidad abrumadora de evaluaciones posibles. De sus negocios, sus claroscuros, de la ocupación del tejido de su “rama productiva” ya se ocuparon otros. Y lo seguirán haciendo. La “violencia de las formas” camioneras quizás acuse recibo (una vez más) al hecho de que no hay una moral mínima todavía en la Argentina para la base de un “buen gobierno”. La lucha (por la justicia social, por la dignidad) continúa. A modo de epílogo, diríamos que abonó a que los trabajadores argentinos, en tiempos difíciles y cambiantes, estén menos solos. No hay tapia más cascoteada que la del sindicalismo argentino. Un complejo de razones históricas, racistas, emocionales, por izquierda o derecha, a veces incluso motivadas por ellos mismos, hacen del sindicalismo en general, y de los camioneros y Hugo Moyano en particular, un objetivo predilecto. ¿Qué es Moyano, quién fue todos estos años? Como decía la implacable poeta Juana Bignozzi (y sabía de qué hablaba): “Moyano es la clase porque Moyano te para el país”. Suerte y gracias, Hugo.

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