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25 de febrero 2021

Maria Paz Bertero & Manuela H. & Ana Laura Nuñez

Maria Paz Bertero es abogada feminista; Manuela Hoya es socióloga, docente y feminista; Ana Laura Nuñez es comunicadora social, docente y feminista

FEMINISMO CON TODO EL MUNDO: DEL #NIUNA MENOS AL #ESCONTODES

Tiempo de lectura: 7 minutos

Estamos ante uno de esos momentos en que acontece lo social, una crisis que lleva a polemizar, accionar y transformar. Fortalecidas con la reciente aprobación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, los feminismos transitamos ahora el pasaje a un nuevo estadío, el de la convocatoria general. El femicidio de Úrsula Bahillo señala que no podemos sin los varones y eso no nos avergüenza. Al contrario, es el giro necesario para una nueva impugnación: a la complicidad machista, al pacto entre caballeros, al silencio de los varones. Es un punto de inflexión, un salto político.

¿Cómo llegamos hasta acá?

Al repasar el devenir del movimiento feminista en nuestro país, es ineludible la referencia a la inclusión de la categoría femicidio en el lenguaje jurídico a partir del 2012. Desde entonces, se empezó a distinguir un tipo penal específico: los asesinatos de mujeres por su condición de género. Así, la interpretación del odio sexista derribó al mito del crimen pasional. Tres años después, frente a la literalidad absoluta del descarte de las mujeres cuyos cuerpos aparecían sin vida en contenedores o en basurales, un grupo de comunicadoras y activistas motorizaron la primera manifestación bajo el lema “Ni una menos, vivas nos queremos”.

A medida que los márgenes y la agenda del movimiento se fueron ampliando, con sostenida presencia en la arena pública, se produjo la primera transición. Como sostuvo María Pía López, se pasó “del duelo a la organización”: del lugar de víctima a la acción política, al sabernos capaces de producir lo público. Así, al encontrarnos, pudimos empezar a construir la salida de la catarsis, de la parálisis natural que impone el dolor. Al enunciar eso que nos pasaba a cada una y a todas, al tender lazos para alojar juntas eso que es personal, lo volvimos político. Se hizo motor de cambio de una realidad injusta al tiempo que nos señaló que teníamos otro destino en el horizonte.

Hoy nos encontramos ante un nuevo hito transicional que habilita una ruptura de los cercos del propio género para encaminarse a construir una salida colectiva: con todas, todes y también, todos. Esa bisagra es el femicidio de Úrsula Bahillo, en la ciudad bonaerense de Rojas, en manos de su ex pareja y agente de la policía provincial Matías Ezequiel Martínez. Ante lo brutal y grotesco ‒la sucesión de denuncias, el aviso de la policía al femicida, la represión a familiares y amigues- se produjo un nuevo quiebre en el devenir feminista: un salto político fundado en la impugnación al pacto entre caballeros. Se trata de derribar la complicidad erigida sobre el silencio, la omisión o la reproducción de prácticas machistas que se siguen dando y que no son cuestionadas entre varones, sean o no aliados. Este llamamiento a la convocatoria general es la prueba de que se está gestando lo social, de que estamos desplegando una controversia acerca de cómo vivir juntes. 

Hoy nos encontramos ante un nuevo hito transicional que habilita una ruptura de los cercos del propio género para encaminarse a construir una salida colectiva: con todas, todes y también, todos. Esa bisagra es el femicidio de Úrsula Bahillo

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La convocatoria general

Este salto expresa, en primer lugar, que es necesario construir un feminismo ecuménico -con y para todo el mundo- y promover la proliferación de esta práctica más allá de la condición sexo-genérica. Sabemos que, en diferentes escalas de peligrosidad, el sistema patriarcal opera sobre la materialidad y la subjetividad de todas las personas. Sin embargo, hasta ahora y casi exclusivamente, hemos sido las mujeres y el colectivo LGTTBIQ+ quienes cuestionamos los roles asignados, las formas de tejer lazos y los privilegios. Por eso mismo, resulta ineludible que los varones empiecen a revisar críticamente su posición central en este entramado de relaciones de poder, así como su accionar y lo que están dispuestos a cambiar. No como castigo, sino como ejercicio para poder seguir construyendo comunidad.

Excluyendo a quienes incurren en delitos de género, por ser un asunto que le cabe a la justicia, encontramos que muchos hombres sienten que “ya no se puede hacer ni un chiste” y que “por cualquier cosa” pueden ser atacados, denunciados, escrachados. Sobre esto, vale adelantar que no se trata de escribir un “manual de buenas conductas” con valoraciones puntillosas sobre cada acción. Esto es inviable en sí mismo, pero además implicaría desconocer que las posibilidades son infinitas y que en este andar estamos aprendiendo y desaprendiendo. Hoy se trata, más bien, de empezar a revisar de qué modos se vinculan, de invitar a la conversación, de escuchar, de pensar qué le pasa a la otra persona con lo que hacen, de alojar esa otredad. Desde la masculinidad con las mujeres y también entre varones para ir quebrando la complicidad patriarcal. ¿Por qué prima el silencio cuando un hombre maltrata a una mujer? ¿Por qué persisten las diferentes valoraciones sobre las prácticas sexuales de varones y mujeres? ¿Por qué reina la quietud mientras las mujeres se encargan de la comida, la casa, la crianza? ¿Por qué se toleran (y se reproducen) los comentarios misóginos?

Lo novedoso del desafío que tenemos por delante es promover el involucramiento de los hombres en el movimiento antipatriarcal para combatir las asimetrías, las desigualdades, las violencias. De cualquier índole, y así, acercar posiciones, achicar distancias, entendernos.

En segundo lugar, este quiebre también da lugar a una revisión de las narrativas antimasculinas que sostienen algunos feminismos y que son expulsivas en general y para muchas mujeres en particular. En sintonía con Bell Hooks, encontramos que muchas veces las mujeres que desarrollan su experiencia vital en la precariedad, han aprendido que tienen más en común con los varones que las rodean que con las blancas de clase media o media alta que lideran el movimiento feminista en la escena pública metropolitana. Esta es una oportunidad, entonces, para reforzar que no se trata de una guerra entre géneros y que el feminismo tiene una gran potencia para revitalizar las luchas contra toda forma de injusticia, para discutir y construir una redistribución económica más equitativa.

Justamente con esta convicción, la decisión política de la actual gestión fue institucionalizar parte de la agenda feminista con la creación de los ministerios específicos, al tiempo que el propio músculo habilitó una avanzada de mujeres en lugares estratégicos de gobierno y poder. Más aún, tras el crimen de Úrsula, se armó el  Consejo Federal para el Abordaje de Femicidios y Travesticidios que nucleará a los Ministerios de Mujeres, Géneros y diversidad, Justicia y Seguridad, trabajo que se complementa con lo que se viene desarrollando desde áreas estratégicas -como, por ejemplo, la Dirección de Igualdad y Género del Ministerio de Economía de la Nación-. 

es necesario construir un feminismo ecuménico -con y para todo el mundo- y promover la proliferación de esta práctica más allá de la condición sexo-genérica.

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Así, en tercer lugar, todo este esfuerzo da cuenta de que urge reforzar la construcción de redes entre mujeres, sumando decididamente a los varones, con responsabilidades institucionales, expertas, referentas y militantes. No dejarnos solas nunca. Y juntas, seguir movilizando una transformación de la estatalidad, del ejercicio del poder y de la práctica política. Este es, indudablemente, otro hito en la historia de nuestro movimiento. Ahora, como parte de la convocatoria general, se trata de sostener lo hasta aquí conquistado y seguir disputando los sentidos desde una perspectiva interseccional, es decir que asuma las múltiples dimensiones de la desigualdad -clase social, etnia, localización geográfica y género- así como las asimétricas relaciones de poder que se gestan y ejercen en el entramado social.

Esta inflexión política de los feminismos convoca, en cuarto lugar, a profundizar la filtración en todos los ámbitos empezando por las urgencias donde la violencia de género se encuentra más enquistada: el poder judicial y las fuerzas de seguridad. Fue precisamente en estas áreas donde, tras el femicidio de Úrsula Bahillo, surgieron dos alarmas. En primer lugar, se evidenció un preocupante rasgo común en el perfil del femicida: se trata de la pareja -actual o anterior- (63%) que, además, ejerce un doble poder por ser hombre y ser integrante de las fuerzas de seguridad (12%). Es así que, en las últimas semanas se conocieron otros casos en la Provincia de Córdoba: Miriam Farías murió quemada por Jorge Juárez, policía federal, e Ivana Módica asesinada por Javier Galván,  militar. Aunque el porcentaje de femicidios cometidos por agentes de seguridad no es altísimo, la sucesión de estos hechos en tan poco tiempo y en diferentes puntos del país, sumado a que se trata de los ejecutores legítimos del brazo armado del Estado, exige revisar la formación, el seguimiento y la continuidad de los uniformados.

Aunque el porcentaje de femicidios cometidos por agentes de seguridad no es altísimo, la sucesión de estos hechos en tan poco tiempo y en diferentes puntos del país, sumado a que se trata de los ejecutores legítimos del brazo armado del Estado, exige revisar la formación, el seguimiento y la continuidad de los uniformados.

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La segunda sirena se encendió con la ofensiva sexista encabezada por el legislador sanjuanino del PRO, Eduardo Cáseres, quien busca penalizar las falsas denuncias por violencia de género. Sobre esta iniciativa hay algunos elementos que llaman la atención. El primero de ellos es que el senador en cuestión está denunciado por su ex pareja. Además, la iniciativa es presentada como revancha al avance de los feminismos cuando, justamente, de lo que se trata es de correrse de las posiciones belicosas entre los géneros. Por último, el proyecto supone que las falsas denuncias son potestad de las mujeres o un problema exclusivo de los litigios por razones de género. Lo cierto es que la falsedad en una denuncia existe y está tipificada como delito, ya se trate de un caso de violencia machista, hurto o corrupción. Aunque marginal, esta resistencia patriarcal señala que debemos seguir predicando que existe una forma específica de violencia, la de género, esa que es resultado del sistema de cultural vigente que impone la dominación masculina – preferentemente blanco, heterosexual, pudiente y del centro-  en detrimento de los demás géneros. Con esto no se desconoce que alguna mujer pueda mentir o violentar a su pareja, pero no es la norma sino una excepción y por ello no tiene razón la sanción de una ley. Ahora bien, lo que sí representa una realidad extensiva es que, en nuestro país, una mujer es asesinada cada 20 horas, que ganamos en promedio un 24% menos que los varones por igual tarea, que somos personal casi exclusivo de las tareas no remuneradas de cuidado y reproducción de la vida, la primera línea de combate a la pobreza al frente de comedores y las más postergadas en las posiciones jerárquicas, de representación o de poder. Para comprobar esto basta consultar las estadísticas oficiales o sondear entre las mujeres que nos rodean. 

Es frente a esta dolorosa realidad que los feminismos vienen ocupado la escena pública y hoy  promueve esta convocatoria general para  revitalizar las luchas contra cualquier desigualdad, para construir un pacto social que recupere las tradiciones populares y federales, para sumar voluntades más allá de la condición de género y seguir ampliando la base social para gobernar lo real, evitar la repetición de este flagelo y proyectar un horizonte de posibilidades materiales y subjetivas cada vez más amplio e igualitario. Este cambio cultural no es responsabilidad de unas, sino de todas, todes, todos.

Precisamente por esta fuerza, este salto político nos acerca a nuestro destino, ese que no es ser víctimas, sino ser agentes de lo social, de un proyecto colectivo en el que haya una sola condición para todo el mundo: involucrarse. 

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Comentarios

  1. Juliana

    el 25/02/2021

    Muy bueno !!! Justo y necesarias reflexiones para estos tiempos. Me encanto esta reflexión para repensarnos , en perspectiva de género , en ampliación de género , abarcando a todes. Y bueno. Lo triste , las muertes , que siguen sucediendo. Celebro esto. Gracias. A las autoras por compartir estos textos que nos invita a repensarnos y a seguir deconstruyendonos. Para reconstruir una sociedad más justa socialmente y sin tanta violencia hacia ningun género.

  2. Alberto nuñez

    el 25/02/2021

    Me dispara muchos ejes
    El primero es el del estar de acuerdo
    El segundo es una visión gerarquzada la de incorporar al varón en la discusión
    Y por último es una ventana al pensamiento actual en busca de las igualdad en todos los aspectos
    Hasta la victoriia

  3. xavier

    el 28/02/2021

    ” preferentemente blanco, heterosexual”, blanco?? en argentina y hablan de “blanco?? se referiran a apenas 300 mil personas en toda la argentina que cumple tal riquisito

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