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16 de agosto 2021

Fabio Wasserman

EN EL BARRO DE LA HISTORIA

Tiempo de lectura: 8 minutos

(El texto es un Fragmento del capítulo 2 “El macrismo en el espejo de la historia argentina”, Editorial Sb.)

Argentina: una historia de progreso y de decadencia

Retomemos el hilo del capítulo que está dedicado a la reconstrucción de las formas en las que las representaciones del pasado y las interpretaciones históricas informan el discurso macrista. En primer lugar examinamos su apropiación irónica y la referencia a figuras destacadas como emprendedores que, al estar desgajadas de toda trama o proceso sociohistórico, pueden ser consideradas como formas deshistorizadas -o deshistorizadoras- de recuperar el pasado. Luego analizamos algunos casos en los que las referencias al pasado eran movilizadas para explicar fenómenos del presente en el marco de una interpretación conservadora o tradicional de la historia nacional. Para poder entender cómo se articulaban esos fragmentos de un discurso histórico, señalé la importancia de la apelación a estructuras dicotómicas que caracterizarían a la sociedad argentina desde sus inicios. En las siguientes líneas reconstruiré y examinaré la otra matriz que permite que esos fragmentos cobren un sentido histórico más preciso, más dinámico y menos determinista: una narrativa histórica sobre el progreso y la decadencia de la nación argentina.

En líneas generales, y más allá de la invocación de algún antecedente del período colonial, esta narración sostiene que Argentina es una nación que empezó a forjarse a comienzos del siglo XIX en el marco épico de la revolución de independencia que es el proceso sobre el cual existe mayor consenso social, tal como se pudo apreciar en los festejos de los bicentenarios y en el lugar que ocupan en el panteón histórico algunas figuras como Belgrano y San Martín. A pesar de ese inicio promisorio y heroico, la nación no habría podido constituirse durante décadas por culpa de las guerras civiles en las que los caudillos que lideraban a una población gaucha, rural, atrasada y bárbara, se impusieron a las elites criollas urbanas y modernizadoras -estas disputas se suelen cifrar en dos partidos, el unitario y el federal, y en dos figuras, Bernardino Rivadavia y Juan Manuel de Rosas-. Sería recién durante la segunda mitad del siglo XIX, y sobre todo en su tramo final, cuando por obra de la dirigencia liberal conocida como la Generación del 80 se pudo plasmar el proyecto de organización nacional sobre nuevos cimientos que habían sido ideados años antes por intelectuales de la talla de Domingo F. Sarmiento y Juan B. Alberdi el inspirador de la Constitución liberal de 1853. Entre los logros de la Generación del 80, cuya figura más emblemática es el general Julio A. Roca, se destaca: la unificación de la nación; la consolidación del Estado nacional y la expansión territorial posibilitada por la masacre y el sometimiento de los indígenas desde la Patagonia al Chaco; la llegada masiva de inmigrantes europeos que habrían desplazado o transformado a la población nativa conformando una nueva sociedad de clase media blanca[1]; la modernización cultural cuyo emblema fue la creación de un sistema educativo amplio y de avanzada que facilitó el ascenso social; y, desde luego, un notable crecimiento económico sostenido en la exportación de granos y carnes que le habrían permitido desarrollar una infraestructura y contar con uno de los PBI per cápita más altos del mundo[2]. De ese modo estaban dadas las condiciones para que Argentina se convirtiera en un país desarrollado, próspero e integrado como lo serían otros similares como Australia o Canadá. Pero ese destino promisorio se habría malogrado por culpa de las políticas populistas, estatistas y nacionalistas implementadas por el peronismo a mediados del siglo XX que iniciaron un proceso de creciente degradación y decadencia frente al cual habrían fracasado todos los intentos por revertirlo desde el golpe que lo derrocó en 1955 hasta el presente. En este punto se pueden advertir algunas diferencias que obedecen a las diversas tradiciones partidarias e ideológicas de quienes las enuncian y que por eso pueden reivindicar alternativa o simultáneamente al proyecto desarrollista de Frondizi, la honestidad de Illia, el compromiso democrático de Alfonsín, la modernización y la integración al mundo de Menem e, incluso en varias ocasiones, alguna dictadura.

A pesar de ese inicio promisorio y heroico, la nación no habría podido constituirse durante décadas por culpa de las guerras civiles en las que los caudillos que lideraban a una población gaucha, rural, atrasada y bárbara, se impusieron a las elites criollas urbanas y modernizadoras

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Un par de ejemplos permitirá apreciar cómo esa narrativa histórica es un presupuesto que informa y dota de sentido al discurso macrista sin que sea necesario invocarla en su totalidad y ni siquiera en forma explícita. En este caso me centraré en los dichos del propio Macri, quien en enero de 2018 sostuvo en el Foro de Davos que un acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur no sólo era beneficioso para ambas partes, sino que también era algo natural “Porque en Sudamérica todos somos descendientes de los europeos”[3]. Más allá de su falta de pertinencia como argumento para sellar un acuerdo de esa naturaleza, lo que aquí interesa destacar es que estas palabras no son azarosas, sino el fruto de una interpretación histórica que concibe a Argentina como un país de clase media blanca cuya población desciende de inmigrantes europeos, y que Macri hizo extensiva en esa ocasión hacia el resto del subcontinente. Las críticas que recibió por esos dichos no parecieron haberle hecho mella. Meses más tarde, y en el marco del cierre del Coloquio Idea 2018, insistiría en la necesidad de modernizar las leyes laborales para flexibilizar el mercado de trabajo, recurriendo una vez más como argumento al origen inmigratorio de la sociedad argentina. Si bien reconocía que no había condiciones para incorporar la legislación de los países anglosajones, sostenía que podía hacerse con “las que tienen los italianos, los españoles, viajamos con los líderes sindicales y las vieron. Cómo puede ser si de ahí venimos, somos hijos de ellos, de italianos, de españoles, cómo puede ser que nosotros no podamos ser inteligentes y prácticos que ellos [sic] para defender nuestro trabajo”[4].

Pero esto no era todo. Macri advertía en otro pasaje de su intervención que “son 70 años de arrastrarnos en el mismo barro” por lo que ya era hora de que Argentina recuperara su destino de grandeza. Apelando a una metáfora náutica, uno de sus recursos retóricos habituales, sostuvo que “Tenemos todos que terminar de subir a este barco de ir hacia esa Argentina, que estaba escrito en la historia y en un momento nos perdimos, hace 70 años nos perdimos en el camino”[5]. De ese modo ponía en un primer plano lo que para el macrismo constituye el núcleo más significativo de esta interpretación de la historia nacional y al que vuelve una y otra vez: por qué Argentina no pudo cumplir con su destino de grandeza contando con todas las condiciones para ser un país próspero y desarrollado. La respuesta está contenida en la referencia a esos “70 años” que remite al primer gobierno de Perón en 1946 cuando habrían comenzado a implementarse políticas populistas, nacionalistas y estatistas que son las que provocarían la “pesada herencia”.

“70 años”: entre la fiesta y la resaca

La expresión temporalizadora “70 años” fue un hallazgo simbólico de una gran efectividad, tal como permite apreciar en el hecho de que quienes la utilizaban no necesitaban hacer mención a ningún fenómeno en particular para que pudiera interpretarse su sentido. Si bien ya había sido enunciada en situaciones anteriores, no fue casual que se constituyera en una referencia central en el debate público en el marco de la crisis económica de 2018 que así podía ser achacada a los problemas estructurales de Argentina más que a las decisiones tomadas por el gobierno. En junio de ese año, y tras haber participado como invitado en la cumbre del G7 en Canadá, Macri dio una entrevista a medios argentinos en la que insistió en la necesidad de que la dirigencia política, social y económica coincidiera con el rumbo adoptado tras la firma del acuerdo con el FMI. En ese marco retomó la contraposición entre razón y locura para referirse al kirchnerismo al señalar que “El peronismo sabe que hizo mucho daño en el último gobierno, y que no hay más lugar para la demagogia, para la locura y la mentira. Hay que sentarse a hacer algo razonable”. Pero esto no era todo, ya que también impugnaba todo aquello que pudiera ser identificado con el populismo al concluir que “(…) debemos recuperar una sensatez que no hemos tenido en 70 años, porque lo que está en juego es el futuro de los argentinos”[6].

Macri advertía en otro pasaje de su intervención que “son 70 años de arrastrarnos en el mismo barro” por lo que ya era hora de que Argentina recuperara su destino de grandeza

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Meses más tarde, cuando ya se vislumbraba el difícil año electoral, insistiría en ese planteo al sostener que “de setenta años de fiesta no se sale en tres”[7]. Esta identificación de los “70 años” como una “fiesta” aludía a la implementación de políticas populistas que sacrificaban el futuro en aras de una riqueza efímera e ilusoria que habrían provocado desajustes estructurales en la economía cuya resolución inevitablemente tenía que trascender a su mandato. De ese modo retomaba lo que había planteado meses antes en el cierre del Coloquio Idea de 2018, cuando había vuelto a unir el pasado reciente con el de la segunda mitad del siglo XX bajo el signo de la fiesta y el derroche cuyas consecuencias ahora habría que pagar. El entrevistador era Javier Goñi, Presidente de Idea y CEO de Ledesma[8], quien en sintonía con el discurso macrista señaló que “sufrimos en la Argentina muchos años de populismo, que le hicieron daño a toda la sociedad, después de todo lo que usted ha hablado de lo que se ha avanzado, en estos tres años de transformaciones de las instituciones fortaleciéndolas, ¿piensa que sigue habiendo espacio para el populismo en la Argentina?”. A lo que Macri respondió con una analogía, tal como lo haría tiempo después al compararlo con el uso que podían darles las esposas a las tarjetas de crédito de sus maridos:

“es muy tentador el populismo, es como hacer cosas y que no tienen consecuencias. Siempre digo que el populismo es como esa fiesta inolvidable que te agarrás una borrachera tremenda y al otro día cuando te despertás tenés un dolor de cabeza que se te parte. Y esto es lo que nos ha pasado, tuvimos una borrachera, acentuada en la década pasada, pero que ya venía de años, y llegamos al límite (…)”[9].

El kirchnerismo habría sido entonces la gota -de alcohol- que habría rebasado un vaso, pero éste se había ido llenando durante décadas. La purificación tenía por lo tanto que ser mucho más profunda que un simple cambio de gobierno, tal como vimos al examinar en qué consistía el “cambio cultural”.


[1] En ese sentido resulta tan revelador como perturbador que en la Constitución Argentina reformada en 1994 siga vigente el artículo 25 tal como se sancionó en el proceso constituyente entre 1853 y 1860, y que también se había mantenido en el artículo 17 de la Constitución peronista de 1949: “El Gobierno federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes.”

[2]No es casual que muchas de las frases que expresan lugares comunes sobre la sociedad argentina remitan a ese momento: “Granero del mundo”, “Con una cosecha nos salvamos”, “Dios es argentino”, “Estamos condenados al éxito”, “Los argentinos descienden de los barcos”, “Buenos Aires es la París de Sudamérica”.

[3] “Macri: “En Sudamérica todos somos descendientes de europeos”.”, Perfil, 25 de enero de 2018

[4] “Entrevista al presidente Mauricio Macri en el cierre del 54 Coloquio de IDEA en Mar del Plata” 22 de octubre de 2018, en https://www.casarosada.gob.ar/informacion/conferencias/43945-entrevista-al-presidente-mauricio-macri-en-el-cierre-del-54-coloquio-de-idea-en-mar-del-plata

[5]Ibíd.

[6] Damian Nabot, “Mauricio Macri: “El peronismo sabe que no hay más lugar para la locura”La Nación, 10 de junio de 2018.

[7] “Macri: No se sale de 70 años de fiesta en solo 3”, El Economista, 4 de enero de 2019.

[8] Ledesma es uno de los conglomerados agroindustriales más importantes de Argentina que se destaca en la producción de algunos rubros como la elaboración de azúcar y papel. La empresa, que desarrolla la mayor parte de sus actividades en la provincia de Jujuy y pertenece a la familia Blaquier, tiene un largo historial de conflictos laborales que incluyó su activa colaboración en las actividades represivas de la Dictadura iniciada en 1976 en lo que se conoce como “La Noche del Apagón” durante la cual desaparecieron decenas de trabajadores y militantes. Por esa causa la Justicia Federal procesó a varios directivos de la empresa incluyendo a Carlos Blaquier, uno de sus dueños, pero luego esa sentencia fue revocada por la Cámara de Casación Penal.

[9] “Entrevista al presidente Mauricio Macri en el cierre del 54 Coloquio de IDEA en Mar del Plata” 22 de octubre de 2018, en https://www.casarosada.gob.ar/informacion/conferencias/43945-entrevista-al-presidente-mauricio-macri-en-el-cierre-del-54-coloquio-de-idea-en-mar-del-plata

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