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16 de agosto 2019

Florencia Benson

EL ZEN DE LA POLÍTICA

Tiempo de lectura: 5 minutos

El resultado electoral de las PASO es contundente: al final, no había un voto tapado sino un dólar tapado, y vaya si se destapó. El gobierno metió en el sobre del 47% la devaluación que se estaba aguantando -y todavía cuenta con dos chances y casi tres meses para recuperar el terreno electoral perdido-. Para entonces, un dólar estable a 60 pesos va a ser una muy buena noticia.

Mientras tanto, en los medios, se replica y agiganta la figura del ‘hombre solo en el poder’, a quien le pegan todos los periodistas, le sueltan la mano los amigos y sus aduladores lo acuchillan por la espalda. ¿Un necio o un gran estadista? ¿Débil, o acaso el más fuerte de todos?

Rápidamente, este resultado apocalíptico sirvió para radicalizar al núcleo duro, empezando por los ministros, expandiendo la onda activadora de militancia hacia los círculos de simpatizantes, adherentes y, en general, a la periferia de ciudadanía panconservadora. Ya no queda casi nadie indiferente o pasivo en la contienda: la grieta se intensifica. 

en los medios, se replica y agiganta la figura del ‘hombre solo en el poder’, a quien le pegan todos los periodistas, le sueltan la mano los amigos y sus aduladores lo acuchillan por la espalda

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Asimismo, vemos al candidato opositor casi haciendo el trabajo sucio del Presidente: primero, asegurando a los mercados -y a los votantes blandos, indecisos y castigadores- que Mauricio Macri es un hombre capaz de sostener una conversación franca, bienintencionada, desde un lugar humilde y con vocación patriótica. Después, estabilizando el dólar en los 60 pesos, un valor altísimo en la actualidad pero que puede rendir hasta octubre, por lo menos, sin nuevos sobresaltos. Noviembre y diciembre, se verá.

Lo que vemos hoy en los monitores son los dígitos, de los que dependemos tan cabalmente, moverse en tiempo real, pero no vemos cómo la están levantando en pala algunos pocos actores muy bien ubicados. Una transferencia de dinero cuyo valor de cambio es la angustia de la gente, una plusvalía hecha de lágrimas y sangre.

Esto no es nuevo: en los últimos años lo hemos atravesado, como mínimo, ya, dos veces, cuando el partido gobernante pareció besar la lona y se recuperó milagrosamente, sin bajas en el gabinete, sin helicóptero, sin saqueos, sin cacerolas. Una en agosto del año pasado, otra en marzo del corriente. Para los lectores perezosos, vale la pena hacer un breve racconto de lo que se vivió en esos momentos:

Una transferencia de dinero cuyo valor de cambio es la angustia de la gente, una plusvalía hecha de lágrimas y sangre

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Agosto 2018. “En menos de un día se rebajó en un 8% el salario real de la población trabajadora, se licuó el poder adquisitivo, se elevaron las tasas y se aceleró el proceso de endeudamiento con acreedores internacionales. (…) Endeudados, despojados y profundamente angustiados, los argentinos por el sólo hecho de levantarse a la mañana ya son más pobres que ayer. Para ser precisos, en este momento un porcentaje de la población argentina siente zozobra mientras que la otra siente euforia. Esa, y no otra, es la grieta. Pareciera que, de alguna manera, el diferencial de malestar que no causó la operación de los cuadernos fue saldada por este electroshock económico. El gobierno hace bien en mostrarse desorientado e impotente, pues mucho peor sería que se mostrase a cargo de los acontecimientos, responsable de las medidas que toma. Volverse al lenguaje místico para describir este momento parece casi apropiado, aunque la metáfora naturalista del parto tampoco está del todo mal: en ambos escenarios el gobierno local es un testigo, a lo sumo un facilitador, y ya sabemos cómo opera la partera de la Historia”.

Marzo 2019. “En las últimas 72 horas, la cantidad y velocidad de noticias que han circulado en todos los canales -formales e informales- ha sido extraordinaria. Desde la condena e inhabilitación de cargos públicos a Domingo Cavallo y Carlos Menem, pasando por un nuevo procesamiento de Cristina Fernández de Kirchner, otra disparada del dólar que activó a su vez anuncios catastróficos e histeria colectiva de hiperinflación y de corralito; hasta la inminente demolición de Cambiemos, no sólo a manos de los radicales (que amenazan ahora con saltearse incluso su propia Convención) sino [BREAKING] de parte de María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, quienes huirían hacia las filas del lavagnismo. «Es el fin de Cambiemos, ¡es el fin!», vociferan, desesperados de un lado, eufóricos del otro”. 

El Big Data vino para quedarse, es parte de la realidad, no sólo política sino corporativa, biomédica, académica, cultural

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Ese mentado fin de ciclo, la caída inevitable, el derrumbe y helicóptero tantas veces amagado, nunca sucedió. Ni siquiera renunció Marcos Peña, a quien muchos confunden todavía, inexplicablemente, con un alfil.

Hemos visto sus números: Alberto Fernández debe bajar 3-4 puntos y Mauricio Macri subir esa misma cantidad llevada a porcentajes de votos afirmativos, es decir, sobre una nueva base electoral. El porcentaje de voto en blanco en las PASO fue del 3% de acuerdo al conteo provisorio, más de 700 mil votos. Los votos nulos alcanzaron los 300 mil y los recurridos 35 mil. Se presentó a votar un 75% del padrón. Si Macri sumara los votos de Centurión, Espert, algo de todo lo demás, más los votos de argentinos en el extranjero (500 mil), y un trabajo diligente de mensajería microsegmentada, tranquilamente puede alcanzar -y superar- esa vara. Puede, también, horadar los votos a Alberto con una campaña negativa y la potencia de sus armas económicas, psicológicas y técnicas. Hay distintos escenarios pero esta es la idea central: lejos del presente, lejos de imposible, lejos del nocaut.

Al calor de la euforia opositora, tan conveniente, vuelve a emerger la falsa dicotomía Big Data versus Política, un planteo ludista, carente de sentido, una reedición de forma versus contenido que está absolutamente perimida. El Big Data vino para quedarse, es parte de la realidad, no sólo política sino corporativa, biomédica, académica, cultural. Pero además, la comunicación política no es un epifenómeno de la rosca, es su esencia. Hacer política y comunicar bien son la misma cosa. En este sentido, la propuesta de ‘política versus marketing’ debe encontrar su fórmula marketinera, transformar esa UVP (proposición única de valor, por sus siglas en inglés) en mensaje y que eso, a su vez, forme parte de una estrategia integral. En el caso de la oposición, ‘la política’ encuentra su locus en la calidad incomparable de sus líderes y candidatos, desde Felipe Solá hasta Malena Galmarini y Sergio Massa. Tendría sentido entonces implementar hasta octubre una estrategia limpia de comunicación, minimalista, sin rebusques sofisticados, que ponga el foco en estos protagonistas, en sus palabras y su gestualidad. Además: ¿quién dijo que la microsegmentación es la piedra filosofal? Al peronismo le funciona hablarle a varios segmentos en simultáneo: es de sabios explotar las propias fortalezas.

Un estratega de ley debe soslayar ese tipo de pensamiento facilista y autoindulgente y considerar, siempre, que el enemigo es más inteligente

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Es, por otra parte, muy tentador explicar retrospectivamente un resultado favorable a partir de los argumentos sobre los que diseñamos la estrategia, porque refuerza nuestro sesgo cognitivo de que hicimos las cosas bien. Un estratega de ley debe soslayar ese tipo de pensamiento facilista y autoindulgente y considerar, siempre, que el enemigo es más inteligente, más fuerte y más rápido de lo que realmente es. En otras palabras, desechar sin miramientos la máquina de subestimar -que tan pobres resultados ha demostrado- y asumir, siempre, que más vale sobrestimar al enemigo que sobrarlo.

Ahora es cuando se viene el blitzkrieg más intenso. A quienes no formamos parte de los espacios de decisión nos queda mantener una actitud, por llamarla de alguna manera, radicalmente política, no personal, no individual, aunque sí muy íntima, de intransigencia zen, de fortaleza interior a prueba de tsunamis, de tocar la guitarra al borde del abismo y pasear al perro entre las llamas. Hoy nos toca a nosotros, el pueblo argentino, mirar a los ojos a este predador insaciable, sin rostro, sin manos, sin corazón, y sostenernos de pie bajo el yugo de la cruz. Eso es todo lo que tenemos que hacer, mientras la oposición encuentra de nuevo su camino hacia las urnas. No más, no menos: practicar el wuwei, colectivamente, para conducirnos a nosotros mismos hacia una nueva Argentina iluminada.

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