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21 de marzo 2018

Ezequiel Kopel

EL TEG SIRIO

Tiempo de lectura: 9 minutos

Con el transcurrir de marzo, la guerra civil siria ingresa en su octavo año de sangre, muerte y desazón. Un conflicto local que ha degenerado en una lucha mundial por poder e influencia donde los aliados en un frente de batalla se convierten en enemigos en otro.

Mientras que para muchos la suerte de la guerra estaba destinada a descender desde su estadío mas violento a una suerte de calma cuando el presidente sirio Bashar al Assad y sus fuerzas recuperaron Aleppo a fines de 2016, los más de 900 niños que murieron el año pasado junto a los dos millones de sirios que debieron abandonar sus casas durante el mismo período son el ejemplo de que nada termina hasta que termina. Tambiéndurante la primera semana del pasado febrero tanto Israel como Rusia, Turquía e Irán perdieron aeronaves ante fuego enemigo (el ejército sirio derribó un F-16 israelí, rebeldes afiliados a Al Qaeda a un avión ruso, combatientes kurdos a un helicóptero turco e Israel abatió un avión no tripulado iraní ) e incluso dos adversarios jurados como israelíes e iraníes estuvieron a un paso de llegar a una confrontación directa como no había ocurrido desde la instauración de la República Islámica en 1979. Y para complicar aún más el intríngulis exterior, Turquía invadió el país con una mezcla de fuerzas militares regulares, rebeldes islámicos y mercenarios étnicos. Por consiguiente, hoy más que nunca es conveniente hacer un repaso de cómo empezó todo circa 2011.

Comienzo

En marzo de 2011, en el marco de la Primavera Árabe, surgieron movilizaciones pacíficas en el sur de Siria, que vociferaron en las calles su oposición al control continuado de la familia Assad sobre el país desde 1970. Las protestas fueron brutalmente reprimidas y miles de personas detenidas, mutiladas y asesinadas. En agosto de 2011, una resistencia violenta comenzó a organizarse. Al igual que con las manifestaciones, la vanguardia armada inicialmente fue de cosecha local, y se mantuvo así a lo largo de 2012, cuando desertores y opositores sirios construyeron el Ejército Libre de Siria (un mosaico de diferentes facciones rebeldes). Posteriormente Turquía les dio refugio y respaldo y en 2013 Qatar y Arabia se unieron a la movida. Los rebeldes recibieron la ayuda con agrado pero también por necesidad porque, a pesar de los planes contrapuestos de sus respaldos externos, Assad empezó a contar con creciente apoyo, primero de Irán y luego de Rusia (que se envalentonó al ver que Estados Unidos no cumplía con sus amenazas públicas cuando las fuerzas de Assad empezaron a usar armas químicas contra su población) para conservar el poder.

Las protestas fueron brutalmente reprimidas y miles de personas detenidas, mutiladas y asesinadas. En agosto de 2011, una resistencia violenta comenzó a organizarse.

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Sin embargo, los qataríes y los turcos tenían su propia agenda en el país levantino y empezaron, también, a respaldar a Ahrar al-Sham, afiliado a la Hermandad Musulmana, lo que inició un apoyo cruzado con los rebeldes regulares. En algunos casos, el apoyo llegó hasta un afiliado directo de Al Qaeda, como  Jabhat-al-Nusra. De esta manera y con el paso de los años, hubo una batalla constante por la influencia y vanguardia de la rebelión siria entre la oposición regular, los islamistas y los jihadistas. Por su parte, Assad y su servicio secreto aprovecharon el caos de la situación y liberaron a cientos de yihadistas sirios que estaban en sus prisiones, sabiendo que pronto iban a subvertir a la oposición y reafirmar la falsa narrativa gubernamental de que todos los rebeldes eran terroristas y que Siria era el escenario escogido para una avanzada yihadista global. Hoy es difícil encontrar en la historia de la región otra disputa donde participen tantos actores locales y extranjeros a la vez sin hacer un paralelismo con la Guerra civil libanesa que se extendió desde 1975 hasta 1990.

Kurdos, estadounidenses y turcos

La situación comenzó a alcanzar su punto de mayor ebullición alrededor del 20 de enero luego de que el recientemente despedido Secretario de Estado, Rex Tillerson, anunciara que Estados Unidos planeaba equipar y entrenar a 50 mil kurdos sirios para que patrullaran el borde con Turquía. Mientras que la idea estadounidense tenía como objetivo que el Estado Islámico no volviese a ingresar por lo que alguna vez fueron las porosas fronteras turcas, la idea -kurdos armados apostados en los límites con Turquía- era mucho más que lo que el autoritario presidente turco Recep Erdogan podía aceptar: si bien cerca del 20 por ciento de ciudadanos de su país es kurdo y la principal guerrilla kurda, el PKK, afirma haber abandonado su intentona independentista para concentrarse en una lucha por una mayor autonomía, el gobierno duda de la lealtad y de las intenciones secesionistas kurdas. Por ende, para el gobierno de Erdogan no hay diferencia entre los  kurdos turcos rurales y sus “hermanos” en Siria: ambos son terroristas con la intención de desarmar la “gran Turquía” y no hay otra solución que separarlos mediante una limpieza étnica que coloque a los kurdos sirios bien lejos de sus  fronteras.

Hoy es difícil encontrar en la historia de la región otra disputa donde participen tantos actores locales y extranjeros a la vez sin hacer un paralelismo con la Guerra civil libanesa que se extendió desde 1975 hasta 1990

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El dilema que deberá enfrentar Erdogan tarde o temprano, al igual que Estados Unidos, es que en ciudades controladas por los kurdos hacia el este -sobre las que amenaza avanzar Turquía- como la de Manjib, las fuerzas estadounidenses están entremezcladas dentro de las propias milicias kurdas. Además, Manjib o Kobane son el mismísimo escenario de la lucha directa contra ISIS y abandonar a los kurdos en esa zona cuando son sus aliados más exitosos en la lucha contra los fundamentalistas sería una invitación para que la tristemente célebre organización vuelva a ponerse de pie.

Para comprobar lo difícil del asunto y la incapacidad de hacer futurología sobre el conflicto basta con repasar que un miembro de la OTAN -Turquía-, está atacando a su enemigo más jurado -los kurdos- quienes a su vez son armados y entrenados por otro miembro de la OTAN -Estados Unidos-. Lo que sí está claro es que las opciones de Estados Unidos en Siria nunca fueron fáciles y que se han complicado a medida de que la guerra ha ido escalando y la inacción estadounidense, profundizado.

Iraníes, israelíes y rusos.

Mientras que los Estados Unidos tienen sólo una opción en Siria -los kurdos-, los rusos las tienen de sobras e intercambiables: un día puede ser una visita personal al iraní Ayatollah Khamenei, un acercamiento a los kurdos sirios o incluso un arreglo estratégico con Benjamín Netanyahu. Vladimir Putin ha tenido mucho cuidado de presentar la operación militar de Rusia en Siria como un esfuerzo limitado llevado a cabo únicamente con el propósito de liberar al mundo del Estado Islámico (como también el uso ruso de mercenarios de guerra en el conflicto refleja el deseo del Kremlin de mantener una negación plausible como ya pasó en Crimea). En realidad, el Kremlin tiene un objetivo más amplio: enviar el mensaje de que las revueltas populares destinadas a derrocar a los aliados rusos no tendrán éxito mientras mantiene al régimen de Assad como su punto de apoyo en un siempre estratégico Medio Oriente.

el Kremlin tiene un objetivo más amplio: enviar el mensaje de que las revueltas populares destinadas a derrocar a los aliados rusos no tendrán éxito mientras mantiene al régimen de Assad como su punto de apoyo

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Así, en el doble papel de luchador y garante de la paz, Rusia se encuentra en el asiento del conductor, pero tiene reparos en adoptar un rol más activo ya que sabe que es imposible conformar los intereses contrapuestos de los disímiles actores en el conflicto. Un ejemplo de esa disyuntiva queda claro cuando le permite a Israel bombardear posiciones del Hezbollah en Siria (aliado iraní e indirecto aliado ruso en mantener a Assad), a cambio de que los aviones rusos puedan ingresar al espacio aéreo israelí para desarrollar sus operaciones contra los rebeldes sirios. El arreglo conforma a medias a los israelíes, pero enerva en demasía a los iraníes.

Irán y sus aliados intervinieron en Siria para defender el gobierno del presidente Bashar al-Assad cuando la guerra civil estalló en 2011. Pero a medida que los rebeldes iban perdiendo terreno y ya no quedaban amenazas claras para Assad, Irán empezó a modificar su agenda hacia la creación de una infraestructura de bases en Siria para amenazar a Israel, fortaleciendo lazos con sus aliados en Irak y Líbano, con el fin de construir un frente unido en caso de una nueva guerra.

Israel, por su parte, ha observado la creciente influencia de Irán y sus milicias con justificada preocupación (ya vivió esta película en el Líbano durante los años 80 y 90 pero allí ocupaba parte del país, situación, que sólo por ahora, no ocurre). En una posible conflagración, Israel se enfrentaría a comandantes iraníes diseñando ofensivas en el frente, a combatientes extranjeros entrenados por el Hezbollah e incluso a algunas de las poderosas milicias chiítas iraquíes que desangraron a las tropas de Estados Unidos en Irak hace poco más de una década.

Por lo tanto y a pesar de su renuencia, Rusia es el único poder en Siria en posición de negociar acuerdos que puedan reducir el riesgo de una confrontación mayor. En primer lugar, deberá delinear uno que refuerce su promocionado “Acuerdo de Desescalada” para así distanciar a las fuerzas respaldadas por Irán de la línea de armisticio sirio-israelí impuesta en 1974. Y otro, aún más complicado, es lograr un modus vivendi israelí-iraní en Siria, por el cual Irán renuncie a la construcción de bases militares e instalaciones para el desarrollo de misiles e Israel consienta la permanencia de las fuerzas extranjeras en espera de un pacto por el futuro del país.

Rusia es el único poder en Siria en posición de negociar acuerdos que puedan reducir el riesgo de una confrontación mayor

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La clave para convencer a los iraníes parece estar en la repartija de los recursos naturales sirios. El ex comandante de la Guardia Revolucionaria y hoy asesor del Líder Supremo iraní, Yahya Rahim Safavi mencionó un mes atrás: “Los rusos han llegado a un acuerdo de 49 años con Siria en el que tendrán una base militar, así como beneficios políticos y económicos. Creo que Irán puede llegar a un acuerdo político y económico a largo plazo con el gobierno sirio, para que podamos obtener un retorno sobre el precio que hemos pagado; sin embargo, nosotros ya tenemos [una parte de] las exportaciones de las minas de fosfato de Siria “.

En cuanto a los israelíes, de lo único que están seguros es que ningún caballero alado vendrá desde Norteamérica o Europa occidental para contrarrestar a Irán en Siria, por lo que la opción “menos mala” de Israel es -y seguirá siendo- Moscú.

El infierno es encantador

Días atrás, un reconocido periodista sentenció que es fácil dictaminar que la situación en Ghouta (suburbios de Damasco) es el infierno en la tierra al escuchar que los doctores sirios esgrimen que los ataques químicos progubernamentales con bombas de cloro no importan mucho ya que otro tipo de bombardeos están matando a mucha más gente: sólo en el transcurso del último mes, hubo más de 1400 víctimas fatales en el este de Ghouta, es decir, una persona cada media hora. La carnicería que se desarrolla en ese terreno es una clara ilustración de que el enfoque del régimen sirio junto a sus aliados se basa, por ahora, sólo en una solución militar: Assad nunca logrará transformar sus avances en un resultado político duradero hasta que no pueda alcanzar un compromiso con sus rivales. Putin lo sabe, pero hoy Assad es más que un nombre: es una idea.

Mientras tanto, un simple paseo por las redes sociales arroja un amplio muestreo de relativistas morales que emplean “complicadas” equivalencias que salven sus supuestas conciencias internacionalistas. Esgrimiendo defender “la verdad”, tratan de silenciar toda crítica hacia un dictador despiadado mediante la técnica de relativizar todo: los civiles bombardeados apoyan a los terroristas, Siria es muy complicado para tomar un lado de la situación, Occidente es culpable de todo, la guerra es por el petróleo, Rusia actúa de igual manera que Estados Unidos en Irak , y más etcéteras. Es decir, el desarrollo de una militante indiferencia que le permite a un sádico dictador salirse con la suya mediante vitoreos y justificaciones. Que Assad no pueda ganar una sola batalla sin destruir completamente una ciudad debería ser una prueba suficiente para que cualquier neófito reconozca lo que está sucediendo. Es sorprendente cómo personas que han vivido la propaganda de guerra estadounidense no pueden despertarse ante el uso equivalente de una propaganda rusa o iraní supuestamente “antiimperialista”. Peor aún: cuando Rusia utiliza su veto en las Naciones Unidas -como nunca antes lo usó en toda su historia dentro del Consejo de Seguridad- para proteger el empleo de armas químicas por parte del gobierno sirio, deciden que en ese caso no es posible trazar una comparación con las acciones de veto por parte de Estados Unidos vis a vis con Israel. Lo que se dice, equivalencias morales fallidas por un lado y miopía intelectual e histórica por el otro.

Es sorprendente cómo personas que han vivido la propaganda de guerra estadounidense no pueden despertarse ante el uso equivalente de una propaganda rusa o iraní supuestamente 'antiimperialista'.

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Assad siempre fue consecuente al destacar que no tenía “líneas rojas” cuando se trataba de permanecer en el poder (miles de muertos, la mitad de la población siria refugiada, armas químicas, decenas de miles de desaparecidos). Asimismo, los países democráticos occidentales, los mismos creadores de un orden internacional basado en reglas bastante claras luego de la Segunda Guerra Mundial, han sido cobardes cómplices en su reacción a la matanza al permitir que continuara, entre tanto articulaban amenazas nunca cumplidas. Siria no sólo será un recordatorio oscuro para la solidaridad internacional, sino que ha confirmado que aquellos países que se espera que defiendan el internacionalismo de los derechos humanos son una cáscara vacía más preocupada en evitar que inmigrantes indeseables arriben a sus costas. Por esta razón, los sostenes internacionales de Assad no han pagado ningún precio por participar en la salvaje represión del pueblo sirio.

Cuando un día se escriba la historia sobre el conflicto sirio, los únicos rescatados serán los médicos y socorristas, quienes, junto a los civiles y activistas sirios, lucharon por mantener su humanidad ante todo. Y contra todos.

Siria no sólo será un recordatorio oscuro para la solidaridad internacional, sino que ha confirmado que aquellos países que se espera que defiendan el internacionalismo de los derechos humanos son una cáscara vacía más preocupada en evitar que inmigrantes indeseables arriben a sus costas.

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