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17 de septiembre 2022

Juan Di Loreto

EL IMPERIO DE LA IMAGEN

Tiempo de lectura: 3 minutos

“El ojo sigue los caminos que le han sido dispuestos en la obra”.

Paul Klee

El hombre es una colección de actos reflejos. Te despertás, mirás el teléfono antes que el cielo, vas al baño, ponés la pava. Ni pensaste. Solo hiciste eso, todos los días, cada día. Es lo bueno de la rutina: no es necesario pensar. Otra cosa que se ha vuelto rutinaria es la fotografía. O mejor: sacar fotos (que no es lo mismo que la fotografía). La rutina de sacar fotos no implica un acto de pensamiento ya, sino un reflejo del cuerpo. Estás con alguien, foto; comes, foto; te pones a leer, foto. La lista es infinita, porque infinitos son los actos de la vida cotidiana.

Entonces, lo primero que podemos decir de la fotografía es que hoy tiene un status banal en nuestras vidas. Es decir, las imágenes tienen el ínfimo peso de lo trivial. A mediados de los noventa, se decía que el mundo había dado un “giro icónico”. Pero no se trata solo de decir lo obvio: el mundo se ha llenado de imágenes o que la gente saca demasiadas fotografías. Ambas cosas tan ciertas como la dureza del granito.

Estás con alguien, foto; comes, foto; te pones a leer, foto. La lista es infinita, porque infinitos son los actos de la vida cotidiana

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El acto de fotografiarse con los años se ha instituido como un centro invisible de nuestro modo de ser en el mundo. Un peso invisible no porque no se vea, sino porque se ha vuelto irreflexivo, para usar una palabra vieja. Irreflexivo, es decir, espontáneo. Con su mundanidad, la fotografía se ha desvitalizado. Tomo esa palabra de Régis Debray utiliza en otro cotexto, porque parece describir con exactitud el hecho de que la fotografía ha perdido fuerza. La imagen es liviana, como un panadero que se pierde en el aire para siempre.

Pero quizás este imperio de la imagen quiere decir otras cosas. Si hay un modo cultural que domina hay otro que declina. La letra ha dado paso a la imagen. Es lógico. Es más sencillo fotografiarse que escribir. Económicamente es más eficiente posar con un slogan que redactar textos o manifiestos. En un mundo que se acelera, la imagen es la comunicación total. Antropólogos del futuro podrán escribir: “Observad (estos antropólogos escribían españolizados) cómo entre el siglo xx y el xxi la gente escribía con imágenes”. Maradona quizás sea el primer gran sueño de esta civilización escrita fotográficamente. Su vida es una infinita colección de imágenes. Adelantándose a su muerte, parece haber procurado una fotografía para cada ocasión. Pero claro, Maradona es la excepción. El resto tenemos una vida fotografiada (o ¿imagenizada?) que vive un poco en los medios sociales. Entre lo público y privado, como suele decirse.

Maradona quizás sea el primer gran sueño de esta civilización escrita fotográficamente

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Este imperio de la imagen es la forma que encontró el mundo de aparecer ante nosotros y de nosotros aparecer ante el mundo. No es un mundo más frívolo porque esté compuesto de imágenes. La espesura nunca se pierde. Encuentra otras formas. Que la imagen se haya vuelto banal, común, no la hace superficial. Porque es el modo de comunicación que domina. Que se haya vuelto automática también significa que es parte de nuestro cuerpo. Uno ya tenía una re-presentación del cuerpo (la imagen de sí) y ahora tendríamos un cuerpo re representado. Una duplicación de nuestro ser: el cuerpo que se cree “tener” (separando alma y cuerpo) y el cuerpo que posteamos a diario. Así la cultura de la imagen cierra su círculo. La fotografía que privilegiamos como expresión se pega con la imagen de sí que construimos cada uno. Subjetividad y mundo confluyen en la imagen. Porque una imagen puede valer mil palabras, pero hay que saber mil palabras primero para que esa imagen pueda valer algo.

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