
Como en una novela Scott Fitzgerald, la relación de acercamiento y prohibición entre el radicalismo y Sergio Massa se viene escribiendo desde hace más de ocho años. Los límites de la razón y las buenas costumbres complejizan un vínculo que siempre está a punto de formalizarse y nunca lo hace.
El rechazo
Tras un extenso debate, en la madrugada del 15 de marzo de 2015, el radicalismo votaba sellar su alianza con la Coalición Cívica ARI y el PRO. Ernesto Sanz, en ese momento presidente del Comité Nacional de la UCR, se retiraba del teatro de Gualeguaychú recibiendo insultos por parte de grupos de la Juventud por “haber entregado el partido a la derecha”.
En aquel momento Sanz fue el principal defensor de la formación de Cambiemos, con una justificación eminentemente pragmática. Según sus propias palabras, la UCR había pasado de ser un partido que ponía presidentes, a uno que ponía gobernadores y si todo seguía como venía, iba a terminar poniendo intendentes. Creía que ser socio fundador de la alianza que le pondría fin al peronismo era más rentable que aliarse con un peronista de dientes afilados como Massa. Confiaba en que “la estructura” radical en todo el país iba a robustecer de manera insoslayable el armado capitalino del PRO y que, debido a eso, su partido se anotaría varios ministerios y sería un stakeholder importante del nuevo poder y la nueva época. Su propuesta convenció a 186 de los 330 convencionales presentes.
En la otra vereda se encontraban el senador Gerardo Morales, Julio Cobos y Ricardo Alfonsín, quienes apostaban a los principios fundacionales y fortalecer la identidad socialdemócrata del radicalismo en un marco de alianzas amplio que incluyera también al massismo, al socialismo y al GEN, aliados de la UCR en el casi extinto Frente Amplio Unen (FAU). Esta propuesta fue acompañada por 114 votos.
Como a quien le prohíben casarse con quien ama por motivos que si entiende, Morales y los principistas aceptaron a regañadientes la disciplina de gobernanza interna del partido. Justamente no eran ellos los que iban a romper la tradición y las instituciones. Pero profetizaron el desastre que esta non sancta alianza le traería a la familia que tanto estaban intentando proteger.
"Como a quien le prohíben casarse con quien ama por motivos que si entiende, Morales y los principistas aceptaron a regañadientes la disciplina de gobernanza interna del partido. Justamente no eran ellos los que iban a romper la tradición y las instituciones. Pero profetizaron el desastre que esta non sancta alianza le traería a la familia que tanto estaban intentando proteger."
El matrimonio infeliz
El gobierno de Macri probó que Sanz estaba equivocado. Si bien la estructura del radicalismo proveyó a Cambiemos la organización y capilaridad territorial necesarias para ganar las elecciones, el partido nunca fue una fuerza política considerada como igual por la dirigencia del PRO.
Esto se pudo corroborar no solo en la distribución de ministerios, sino también en la toma de decisiones regulares en el gobierno y la política. Existieron constantes y públicas diferencias de criterio con respecto a política de tarifas, apertura de la economía, toma de deuda, transferencias discrecionales a provincias peronistas, y muchos temas más.
Hasta en el caótico final del gobierno, fueron los radicales los que promovieron el desdoblamiento de las elecciones en las provincias, inclusive Buenos Aires, para que la debacle del Presidente Macri no se llevase puesto todo el armado. Pero su voz nunca fue escuchada por la dirigencia del PRO y este despoder dejó cicatrices muy profundas en los capitanes del radicalismo.
Durante el gobierno de Alberto Fernández y la primera etapa de esta campaña electoral, las diferencias entre las líneas de la UCR y las internas del PRO se profundizaron. Luego de los resultados adversos en agosto y octubre, ya no quedaba claro a quién le sirve este matrimonio por conveniencia llamado Juntos por el Cambio.
"El gobierno de Macri probó que Sanz estaba equivocado. Si bien la estructura del radicalismo proveyó a Cambiemos la organización y capilaridad territorial necesarias para ganar las elecciones, el partido nunca fue una fuerza política considerada como igual por la dirigencia del PRO."
El reencuentro
Después de haberse conocido el resultado de las elecciones generales de este año, el dilema de Gualeguaychú volvió a la centralidad. Como esos traumas de amor adolescente que no terminan de resolverse, la UCR está en el centro de un juego de seducción muy similar al que estuvo en 2015 y en la necesidad de decidir entre principismo o pragmatismo.
Por un lado, el pretendiente Sergio Massa vuelve a acercarse, candidatura bajo el brazo. Pero como Jay Gatsby volvió por Daisy, ahora lo hace mucho más fortalecido, con el apoyo del peronismo unido, habiendo dado vuelta el resultado de las PASO y habiendo ganado por una ventaja considerable sobre la Libertad Avanza y Juntos por el Cambio.
Por el otro lado, se encuentra Javier Milei, quien a través de un forzado proceso de moderación se encuentra en la misma búsqueda que Massa. Necesita sumar todos los votos posibles que habían ido a Juntos por el Cambio en las generales, dando por descontado que no cosechará mucho de Schiaretti o Bregman.
"Después de haberse conocido el resultado de las elecciones generales de este año, el dilema de Gualeguaychú volvió a la centralidad. Como esos traumas de amor adolescente que no terminan de resolverse, la UCR está en el centro de un juego de seducción muy similar al que estuvo en 2015"
Gerardo Morales, quien hoy preside el radicalismo, ya había estado del lado de Massa en Gualeguaychú por considerarlo más cercano ideológicamente. Ahora se le presentaba la disyuntiva de elegir entre ese amor viejo que viene a la reconquista, o volver con un Macri tirado aún más a la derecha y envuelto en la melena de un león que quiere privatizar la educación pública. Y a los radicales le pueden mentar la madre, pero no la educación pública.
El endorsement inconsulto de Patricia Bullrich a Milei precipitó la ruptura de Juntos por el Cambio y la necesidad de la UCR de definir una postura. El partido centenario reunió a su Comité Nacional y rápidamente definió a la “neutralidad” como estrategia. Sin embargo, las declaraciones en contra de Macri, Bullrich y Milei fueron mucho más duras, en comparación a las que se referían a Massa. En particular, Morales no negó que fueran a dialogar con Sergio Tomás si él mostraba buena voluntad y dejaba al kirchnerismo fuera del gobierno.
La UCR gana tiempo a partir de la neutralidad, como quien quiere un tiempo después de separarse. No saltará a los brazos de Gatsby inmediatamente, pero quizás más adelante puedan acercarse, si él promete tratarla mejor de lo que la trató su ex.
