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30 de enero 2019

Esteban De Gori

EL CISMA ESPAÑOL

Tiempo de lectura: 5 minutos

I

Las elecciones municipales y de algunas comunidades autónomas en mayo de 2019 aceleraron el cisma en Podemos. La amicizia entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón se fisuró desde el momento en que sus estrategias políticas se manifestaron diferentes. Desde el momento en que pensaron cómo construir un espacio con capacidad de gobierno y de realización de alianzas, ese mundo íntimo y personal se resintió. No hay amistad que resista a la lógica de poder y menos cuando los pronósticos no se cumplen. Las elecciones generales de 2016 habían puesto sobre el escenario las limitaciones de Unidos Podemos (al quedar por debajo del PSOE de Pedro Sánchez ) y había provocado diversas miradas sobre el futuro. Inclusive, un posible acuerdo de gobierno con Pedro Sánchez trajo disensiones y ensimismamientos. Ello dio lugar a un segundo gobierno del PP y de Rajoy hasta 2018.

Las diferencias se fueron ajustando entre Pablo e Iñigo. El primero lo dejó claro cuando en el congreso de Vistalegre 2 (2017) tomó el control de Podemos obteniendo -tras un proceso plebiscitario- un órgano de dirección cercano a sus intereses. Roma se quedo con Rómulo. Esta victoria no era solo la composición de un consejo de dirección, sino un plan organizativo y el reforzamiento mismo de la figura de Iglesias. Era una idea de lo que se había hacer con España y del rol de sus izquierdas. Muchos de los fundadores o iniciales participantes de Podemos fueron desplazados o quedaron a la vera del camino. Algo quedaba claro a partir de ese congreso: los simpatizantes de Podemos optaban por una propuesta política que se alejaba de una interpelación mayoritaria. Pablo se quedó con todo: con una estrategia y el universo de una izquierda (algo tradicional) con débiles capacidades de ampliar las fronteras. Alambró Podemos y dejó a Errejón en Madrid. Un territorio donde fue coagulando el vínculo con Manuela Carmena (la alcaldesa de Madrid, quien había recibido el apoyo de Podemos) con la marca Mas Madrid y al mismo tiempo pudo establecer límites a la dirección de Podemos. Ello quedó demostrado ante el armado de las listas de las próximas elecciones. En Madrid se consolidó una estrategia localista y por fuera de los compromisos con Izquierda Unida. La alcaldesa de Barcelona, Ana Colau, también observó esa jugada como positiva para repetir en su distrito. Madrid será el laboratorio-territorio que le servirá a Errejón para sortear las decisiones de Pablo Iglesias ante las próximas elecciones.

Pablo se quedó con todo: con una estrategia y el universo de una izquierda (algo tradicional) con débiles capacidades de ampliar las fronteras

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En la larga tradición política española no hay lugar para una conducción colectiva. El autoritarismo y la democracia hispana del siglo XX y del corto XXI no conocen dos jefes en el mismo espacio político. Podemos no iba a innovar en esa pesada rutina de construcción y ejercicio de poder. De los primeros fundadores de este espacio político solo queda quien “tenía” que quedar: Pablo Iglesias y su estrategia política. Ambas cosas han generado ruidos y controversias. Iñigo Errejón -su número dos- perdió gravitación en la toma de decisiones, lo que incluyó la negativa a acercarse al PSOE luego de la derrota del sorpasso e impedir la llegada del PP, y se afincó en Madrid para instalar un experimento despegado del imperativo centralista de Podemos y de su unidad con el legado de una Izquierda Unida atrapada en sus propios fantasmas y falencias electorales. Los últimos sondeos sobre Podemos promueven esta decisión: ha caído a un cuarto lugar a nivel general. Es decir, la fórmula Podemos-IU hoy no despega. “Las cosas no iban bien en Podemos”. En septiembre de 2018, descendía al cuarto puesto en intención de voto, detrás del PSOE, el PP y Ciudadanos. Un meteorito caía sobre la novedosa izquierda.

II

El contexto cambió de manera inusitada. El conflicto catalán, la gimnasia socialista y el avance de los populismos de derechas desdibujó la estrella podemita. Se invirtió el escenario, el viejo partido de Felipe González se revitalizó. El PSOE, que había tocado fondo tiempo atrás, ganó terreno y Podemos perdió cuotas de aceptación. El sorpasso lo hizo Pedro Sánchez.

Los últimos sondeos sobre Podemos promueven esta decisión: ha caído a un cuarto lugar a nivel general

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El mapa de la socialdemocracia de España e Inglaterra fue desequilibrado. Se fortalecieron. Sánchez y Corbyn timonearon fuerzas en una Europa hostil y cercana a propuestas conservadoras. Pablo Iglesias perdió una interpelación populista y habitó un domicilio conocido: las fórmulas de izquierdas. Quiso ganar con ese posicionamiento ante un electorado con nuevas demandas y con un vínculo frágil y oscilante con la política. Además, buscó seguir posicionándose desde una dinámica centralista para resolver las listas y las primarias de cada territorio, comunidad y municipio. Ese “centralismo táctil” empujó la renuncia de Errejón a su escaño en el Parlamento. Así, el antiguo número 2, se oponía a cualquier intento de que en Madrid, pablistas e Izquierda Unida establezcan candidatos para negociar con Manuela Carmena y su espacio. Iñigo viendo la jugada como otra limitación de su territorio se apuró a un acuerdo con la alcaldesa y fortaleció Mas Madrid por fuera de cualquier directiva de Podemos. Conservación de poder y estrategia electoral diferencial promovieron la jugada madridista de Errejón y los suyos. Su laboratorio electoral está en marcha y el alejamiento territorial de la dirección de Podemos puede producirse en otras localidades. Ana Colau tomó nota. Por ahora todos adentro. Roma parecería aguantar.

III

A los cinco años de la fundación de Podemos, el cumpleaños se cayó. Pablo Iglesias, ante la noticia de que Errejón construiría su marca electoral con Carmena para las elecciones de la Comunidad de Madrid, interrumpió su licencia de paternidad -como dice en su carta- y asumió su otra “paternidad”. Nuevamente le recuerdan a Errejón y su equipo que existen unos simpatizantes, un pueblo podemita que exige respeto por las decisiones colectivas. Una representación del mandato. Mientras, los errejonistas vuelven a recordar la mirada acotada de ese mundo de simpatizantes, y que el territorio tiene lógicas que habilitan a sus actores a ponderar y armar el juego. Después de esa carta Iñigo Errejón renunció al parlamento y abrió una lógica diferencial que promete futuras reformulaciones de Podemos o diásporas locales o fragmentadas.

Iñigo Errejón se afincó en Madrid para instalar un experimento despegado del imperativo centralista de Podemos y de su unidad con el legado de una Izquierda Unida atrapada en sus fantasmas

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Iglesias, por ahora, dice que no presentará candidatos en Madrid (ciudad). No puede posibilitar el regreso del PP ante cualquier división del voto con Mas Madrid. Lo que implicaría una colisión directa con Iñigo Errejón . Ese dilema se le puede presentar en otros ayuntamientos y comunidades autonómicas. Su liderazgo se puede hacer trizas. Tendrá que esperar y evaluar que Podemos se configura ante esta situación. A Syriza y Tsipras la demoledora europea los encauzó y les acotó sus potencias disruptivas, pero sobreviven ante una socialdemocracia inexistente. España goza de una con muchos reflejos. Podemos, quien prometía ajustar cuentas con el PSOE, no pudo. Su presencia -y ahora in crescendo- en el escenario español condicionó a Iglesias, a Errejón y a todo Podemos. Nadie imaginó eso. Era la hipótesis menos pensada. La disputa acerca de qué hacer con España y sus actores fragilizó a Podemos. Hoy está en cuarentena. Un día el número dos de esa organización volvió. Ese que se quedó con resto, con territorio, con Madrid. Ese que siempre te mete en problemas.

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