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A la memoria de José Francisco “petiso” Páez

Córdoba es una identidad particular, singular, al interior de ese mosaico de identidades diversas que es Argentina. Pero es, además, una identidad que se expande más allá de sus fronteras. Córdoba se revela protagonista y central, y a la vez, en muchas oportunidades, con un camino contrahegemónico de la vida nacional. Hace más de 16 años el gran historiador César Tcach propuso Pensar Córdoba a partir de la reflexión crítica de los mitos y realidades que (re)construyen y (re)formulan la configuración identitaria de la provincia mediterránea. El debate continúa siendo relevante y necesario. Recapitulemos.

Tcach destacaba que durante los siglos XVll, XVIll y parte del XIX, funcionó en la Córdoba de las campanas un “Comisariato del intolerante Santo Oficio de la Inquisición Española” y que, en la segunda mitad del siglo XIX, el poder eclesial se opuso a las reformas políticas y culturales emprendidas por los liberales locales.

A finales del siglo XIX ese ímpetu conservador se fue resquebrajando para darle espacio a sectores que introdujeron un mayor pluralismo político, religioso, cultural y étnico a la provincia. Irrumpe entonces una Córdoba democrática y ciudadana con la trascendental y ejemplar Reforma Universitaria de 1918 y posteriormente, con la potencia del Gobierno radical de Sabattini (1936-1940), se enfatiza la idea de una Córdoba republicana y laica, destinada a ser una “isla democrática” en el marco de los juegos “oscuros” de la política nacional, un paraíso de la república infame y perdida, en el marasmo de la decadencia institucional argentina.

En síntesis, comienza a desarrollarse la idea de la excepcionalidad cordobesa.

Ese ejemplo de civilidad y defensa de la democracia queda en suspenso cuando la provincia se transforma en uno de los principales bastiones del antiperonismo durante la “Revolución libertadora” de 1955 (la fusiladora), cuyas políticas implicó, entre otras, el aval a la proscripción del Partido Justicialista.

Con la potencia del Gobierno radical de Sabattini (1936-1940), se enfatiza la idea de una Córdoba republicana y laica, destinada a ser una “isla democrática” en el marco de los juegos “oscuros” de la política nacional

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En la década de los 60 y 70 la provincia es nuevamente protagonista de la rebeldía nacional. Nace la Córdoba revolucionaria. El Cordobazo (1969) y el Viborazo (1971), ciertamente, pusieron a la provincia a la vanguardia de las luchas obreras (sindicatos clasistas) y estudiantiles. En 1972, desobedeciendo la orden de Perón de conformar una lista de unidad, el peronismo cordobés concurre a las elecciones provinciales con dos listas: por un lado, la lista “unidad” de Obregón Cano y Atilio López (Corriente Legalista de las 62 Organizaciones Peronistas); por el otro, la ortodoxia peronista presenta las candidaturas de Julio Antún y Alejo Simó (líder sindical de la Unión Obrera Metalúrgica). La lista Unidad se impuso con un 60% de los votos, conformando el FREJULI, que ganaría en ballotage la elección general del 15 de abril de 1973 por apenas 86.566 votos, frente al radical Víctor Martínez (luego vicepresidente de Alfonsín). El breve gobierno de Obregón Cano y Atilio López, así como el proceso de radicalización social que aspiraba a un nuevo orden social y económico a escala nacional, fue brutalmente clausurado, primero por el golpe policial en la provincia en 1974, el “Navarrazo” y luego por el fatídico golpe cívico-militar en 1976. En Córdoba, aquellos años marcan el ascenso y poder absoluto de Luciano Benjamín Menéndez. La Córdoba genocida.

Con la transición-primavera democrática, el radicalismo provincial, al igual que a nivel nacional, arrolló en Córdoba, pero a contramano de la línea partidaria del ejecutivo nacional. Una UCR antialfonsinista y postprogresista que se mantuvo en el poder hasta 1999. Esa “isla democrática” inaugurada por Angeloz terminó naufragando entre el internismo y la crisis de liderazgo del centenario partido en la provincia, en el marco de los escándalos por el asesinato del exsenador radical Regino Maders, el desfalco del Banco Social, diversos hechos de corrupción durante los tres gobiernos de Angeloz y el ajuste brutal de la gestión de Mestre. 

Amadeo Sabattini, caudillo yrigoyenista cordobés, junto a Marcelo T. de Alvear.

El 20 de diciembre de 1998 de la Sota derrumbó la hegemonía radical en Córdoba al vencer en la elección general a Ramón Mestre. Como ya dijimos en otro artículo “el peronismo de Córdoba, atento al core de las configuraciones identitarias y demandas de su electorado, fundó una nueva isla democrática: una democracia tecnocrática de mercado, alejado de los discursos y las concepciones populares sobre las que el peronismo nacional suele edificar su proyecto político”. Nació la época de hegemonía peronista y con ésta el cordobesismo, una bandera que le ha servido al peronismo provincial para defender su autonomía político-cultural y su matriz productiva.

¿Qué es Córdoba entonces? ¿Existe alguna continuidad en este extenso recorrido de cambios? José Aricó -uno de los intelectuales cordobeses más lúcidos- definió a Córdoba como una identidad de frontera. Una provincia atravesada por la tensión entre lo más innovador y lo más reaccionario.

el peronismo de Córdoba, atento al core de las configuraciones identitarias y demandas de su electorado, fundó una nueva isla democrática: una democracia tecnocrática de mercado, alejado de los discursos y las concepciones populares sobre las que el peronismo nacional suele edificar su proyecto político

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En otras palabras, una provincia donde conviven de manera permanente las tensiones entre la tradición y la modernidad: Córdoba católica. Córdoba laica. Córdoba La Docta. Córdoba rebelde. Córdoba conservadora. Córdoba mestiza. Córdoba progresista. Córdoba desarrollista. Córdoba Agraria. Córdoba Industrial. Córdoba Digital. Córdoba rural. Córdoba urbana. Córdoba Capital. Córdoba interior del interior. Serrana y Pampeana. Córdoba folklórica y cuartetera. Córdoba con tonada y humor. Córdoba fierrera, basquetbolera y futbolera. Córdoba, una musicalidad armónica y disonante.

Marcha pidiendo el cese de intervención al sindicato de Luz y Fuerza 1971 .Agustin T osco con delegadas . Foto Carlos Ardiles. Fotos GENTILEZA Bibiana Fulchieri.

Este dossier intenta generar un espacio ensayístico para plantear abordajes e hipótesis originales sobre esta Córdoba excepcional. Generar puertas de ingreso, con lecturas ancladas en una diversidad de registros:  historia, identidad, política, cultura popular, instituciones, partidos políticos, música y deporte.

Raúl Ricardo Alfonsín junto a los radicales cordobeses Eduardo Angeloz y Arturo Umberto Illia.

Mariano Barbieri y Natalia Ferreyra indagan sobre la identidad cordobesa. Julieta Quirós abre la puerta para mirar al interior del interior, porque en las provincias también existen los centralismos. Daniel Montoya indaga sobre el “gen anti portuario” de Córdoba como “destino manifiesto”. Manuel Esnaola busca en la Córdoba “desde las orillas”, la tonada como emergente de la musicalidad. Mariano Marchini nos corre el arco para zambullirnos en el mundo del deporte cordobés, o para ser más exactos, del fútbol de Córdoba. Virginia Tomassini escribe sobre el hijo cordobés de la crisis política e institucional del 2001: Luis Juez (y su Partido Nuevo, hoy Frente Cívico). Juan Cruz Taborda Varela problematiza la idea del “partido cordobés” como cuestionamiento al “modelo Córdoba”. Federico Zapata introduce la hipótesis de la democracia de los farmers para abordar la economía política de la provincia de Córdoba.

Este dossier es el lanzamiento de una sección, bajo la premisa de que Argentina necesita reconstruir una voz federal. Bienvenidos y bienvenidas a Córdoba.

Schiaretti le entrega el mando a su amigo y compañero José Manuel De La Sota.

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