
1. La mañana del miércoles veinte de agosto del 2014 desayuné con Raúl Zurita en Santiago de Chile. Pasé una hora y media con él en el Starbucks de la Biblioteca Nicanor Parra de la Universidad Diego Portales. Este inicio del encuentro me parecía un detalle surrealista en mi estadía como profesor visitante en la ciudad trasandina. Pactamos la reunión a las once de la mañana.
2. Ante todo, confieso mi admiración desde hace años por la poesía y el personaje Zurita, por lo que la posibilidad de encontrarnos a conversar por fuera de los diálogos entre email y email ya me tenía un poco nervioso. En el 2004 se publicó mi primer libro de poesía y se lo envié a Zurita. Durante algunos meses, quizá un año, intercambiamos correos electrónicos. Él siempre fue cordial conmigo, joven poeta, pero un tiempo después perdimos el contacto. Diez años después me volví a contactar con él, su correo había cambiado de servidor pero no de nombre. Siempre la combinación de los números con las letras. Todos en Santiago tenían algún mail de Zurita. Di con el correcto. La respuesta fue inmediata así como la calidez. No sé si es verdad o sólo un acto de tremenda hospitalidad, pero Zurita me dijo que me recordaba y que estaba encantado de vernos, finalmente, cara a cara.

3. SIN AMOR
Y por delante yo me fotografiaba
la cara sin amor chillando de frente
al precipicio muerto de las aguas
Y POR DETRÁS LOS VIENTOS Y POR DETRÁS SU BRAZO SIN AMOR
PENETRANDO MIS NALGAS MUERTAS
4. Esa mañana descubrí algunas detalles de este gran poeta que vive en Santiago, que camina en zigzag, que se mueve de un lado a otro como sus versos: Zurita es Zurita, no debería tener nombre. Quizá ya no lo tenga. Zurita incluye al hombre, al poeta, al profesor. Sólo, y simplemente, Zurita. A secas. Como la marca de un automóvil o una editorial: Zurita.
"Esa mañana descubrí algunas detalles de este gran poeta que vive en Santiago, que camina en zigzag, que se mueve de un lado a otro como sus versos: Zurita es Zurita, no debería tener nombre. Quizá ya no lo tenga. Zurita incluye al hombre, al poeta, al profesor."
5. LA VIDA NUEVA
Como una vergüenza que yo tenía empecé a soñar,
miré sí, soñé que estaba acurrucada contra la
pared igual que una india chamana y que una
gran cantidad de gente me rodeaba mirándome y
yo toda sola, muerta de vergüenza, trataba de
cubrirme. Iba a parir, y mi terror era qué
hacer para cortarle el cordón a la guagua cuando
ella saliera. Cada vez más encogida ya no sabía
dónde poner la vista y lo único que quería era
hacerme más chica para desaparecer
de los ojos que me observaban. Parí. Entonces
le tomé el cordón con la boca y lo corté
mordiéndolo. Creí que todo había pasado, pero
detrás venía otra pujando. Cuando ya estaba
afuera también le corté el cordón con los dientes.
Pero todavía venía una más, y detrás de esa otra
y luego otra y otra y otra más, que igual parí,
una por una, rebanándoles el colgajo a
mordiscos. Entonces me fui para adentro y me
vi entera las entrañas. Me veía como por una
ventana transparente, toda por dentro me miré
y allí estaba el cordón umbilical colgando,
igual que una tripa, cortado, goteando sangre.
(Zurita).
6. Cuando llegué a nuestro encuentro ya estaba ahí, agazapado en un sillón escribiendo en su computadora portátil. No me sorprendió la relación entre él y su computadora, aunque sinceramente no lo esperaba porque nunca lo había pensado (¿cómo escribe Zurita?), sino el bolso de cuero marrón, viejo, tirado en el suelo a su lado. A Zurita no le importaba el mundo que lo rodeaba. Él estaba metido en algunos versos, no le pregunté que escribía, si era poesía o alguna traducción en la que se encontraba trabajando. Sólo estaba ahí. Me esperaba, e íbamos a desayunar.

7. Zurita es un hombre sumamente amable. Durante largo rato, mientras comía un tostado y tomábamos un café, prefirió escucharme y responder con calma cada pregunta que le hacía desde mi anonadamiento. No tenía pensado hacerle una entrevista, sólo quería dialogar, darle algunos libros y escucharlo. Le hice preguntas nerviosas, y poco a poco el diálogo se volvió más fluido. El hecho de estar desayunando nos llevaba a una situación cotidiana, casi de amistad.
8. Dos cosas me sorprendieron mientras charlábamos. Primero, Zurita tiene una memoria prodigiosa y se interesa por la persona con la que dialoga. Unos días antes de la reunión le había enviado algunos textos recientes y ya lo había leído y me hacía comentarios sobre ellos. Segundo, Zurita se toma a veces un minuto para responder, a veces un poco más. Medita lo que dice y nada parece estar tirado al azar. No habla por hablar.
9. Luego del comienzo balbuceante del desayuno hablamos de fútbol. A Zurita le gusta el fútbol; más aún: le encanta el fútbol. Compartimos algunas anécdotas, me contó que es hincha de la Universidad Católica e intercambiamos ideas sobre los llamados “equipos chicos” que en los últimos años han ganado campeonatos en Chile y en Argentina. También le dedicamos un buen rato al Mundial de Brasil que había finalizado hace pocas semanas. Me contó que había soñado tres veces que Messi metió el tiro libre del final del partido contra Alemania. Zurita soñó tres noches que Messi metía el gol de la Final. Después hablamos de la Argentina, de lo que le gusta del país.
"A Zurita le gusta el fútbol; más aún: le encanta el fútbol. Compartimos algunas anécdotas, me contó que es hincha de la Universidad Católica e intercambiamos ideas sobre los llamados “equipos chicos” que en los últimos años han ganado campeonatos en Chile y en Argentina."
10. Han visto extenderse esos pastos infinitos?
i. Han visto extenderse esos pastos infinitos
donde las vacas huyendo desaparecen
reunidas ingrávidas delante de ellos?
ii. No hay domingo para la vaca:
mugiendo despiertan en un espacio vacío
babeante gorda sobre esos pastos imaginarios
(Zurita)
11. Le compartí un pequeño análisis sobre la poesía chilena y el lenguaje cotidiano que me impresionaba. Le dije que me parecía sorprendente y extraordinaria la diferencia que había en cómo se hablaba y lo que escuchaba en la calle, en el metro o en un bus, y la calidad y relevancia histórica de los poetas chilenos. No sólo las grandes voces de la poesía como Neruda, Lihn, Parra, Rojas, o él mismo, sino también en generaciones que estaba conociendo y también en los poetas contemporáneos. Chile era sinónimo de poesía y de palabra escrita. La oralidad, por momentos, la sentía como un ataque contra la lengua. Frente a este comentario las palabras de Zurita fueron demoledoras. Me dijo: “La palabra poética en Chile está relacionada con la arcilla. Chile primero fue poema y después país”.

12. Siempre me impresionaron las historias que se contaban de Zurita, especialmente de algunas de sus performances, como la vez que supuestamente se masturbó en una lectura de poesía mientras recitaba sus versos. No quise perder la oportunidad de preguntarle por ello. Especialmente porque siempre lo vinculé con la Generación Beat de los Estados Unidos. Con toda sinceridad Zurita me respondió que al principio las primeras performances fueron realizadas en el ámbito privado y recién en su adultez las pensó como algo público. Ellas fueron parte de sus demonios interiores y las transformó en poema. Me relató tres experiencias en especial: cuando se quemó el rostro, peor me relató que en realidad no sabía lo que hacía. La performance de la masturbación que fue mitad real y mitad falsa. Y finalmente su intento de lastimarse los ojos hasta quedarse ciego, en la que me dijo con estupor que por suerte no ocurrió. Y mientras me contaba todo esto Zurita tocó la mesa de madera como agradeciéndole a los espíritus que no le hayan permitido cumplir con su cometido.
13. La Biblia, los profetas Oseas e Isaías, la importancia para él. Y de Job, me recitó un verso de Job.
14. Hay algo en el lenguaje que está más allá del lenguaje: el grito, el aullido, el amor. No se pueden explicar, no alcanza el lenguaje, y eso se hace poesía. De la misma manera que cuando está en grandes proyectos de escritura escribe de día y de noche. Tensa las horas del día para perder el tiempo y el espacio, para conectarse con la escritura.
15. III
El amor te mira de frente
yo no sé que es el amor
curiosamente nos gastamos
y me rompo la cabeza
contra un cristal empañado.
(Zurita)
16. Le dije que aunque mi memoria es muy mala y cada vez peor, que casi no recordaba versos míos ni de otros. Pero que sin embargo un verso de él lo recordaba todo los días y me impresionaba: “la noche es el manicomio de las plantas”. Me contó que ese verso lo escribió a los 20 años. Que sabía sus poemas de memoria, especialmente los de Purgatorio. Porque tardó mucho tiempo en publicarlo y es un obsesivo de la versión definitiva. Entonces cada vez que a un poema le cambiaba una letra o una palabra volvía a escribirlo. A la versión anterior la tiraba. También me contó que ese libro lo tenía escrito antes de la dictadura, y en una razzia temió en perderlo, o en perder su máquina de escribir. Entonces decidió recordarlo, memorizarlo.
"Me relató tres experiencias en especial: cuando se quemó el rostro, peor me relató que en realidad no sabía lo que hacía. La performance de la masturbación que fue mitad real y mitad falsa. Y finalmente su intento de lastimarse los ojos hasta quedarse ciego, en la que me dijo con estupor que por suerte no ocurrió."
17. XXXVIII
Sobre los riscos de la ladera: el sol
entonces abajo en el valle
la tierra cubierta de flores
Zurita enamorado amigo
recoge el sol de la fotosíntesis
Zurita ya no será nunca más amigo
desde las 7 P.M. ha empezado a anochecer
La noche es el manicomio de las plantas.
(Zurita)
18. Le gusta la generación Beat. Le gusta Ungaretti, Quasimodo y Pasolini. Su madre era italiana. Su abuela también. Le hablaban en italiano de chico. Después perdió la lengua y la recuperó cuando fue agregado cultural en Italia. Cuando me habló de Dante, del lenguaje, de su madre, los ojos se le pusieron vidriosos y no sólo pude hacer silencio y disfrutar de sus recuerdos.
19. Me escuchaba, le interesaba lo que le decía y mis ideas sobre la escritura, sobre la poesía. Zurita es ante todo alguien que escucha.
20. Me impresionó la manera de despedirnos. Zurita me dio un abrazo, real, fraterno, de esos que se sienten. Me quedé mudo después, pero lo vi sonreír a lo lejos y yo también volví sonriendo hasta mi oficina.
21. Por supuesto, no me animé a pedirle que me firme un libro suyo que tenía conmigo, ni a sacarnos una foto.