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10 de octubre 2015

Silvana Aiudi

ALEKSANDR SOLZHENITSYN, DE LOLITA COPACABANA

Tiempo de lectura: 3 minutos

“El día tres de febrero, un lunes, la madre de Elle Fanning recibe un correo electrónico de la Defensoría Penal, Contravencional y de Faltas Número 13 por la causa de alcoholemia positivo, artículo 111 del Código Contravencional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”. Así comienza el último libro de Lolita Copacabana Aleksandr Solzhenitsyn. Crimen y castigo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Momofuku, 2015). La escritora, ya conocida por Buena leche. Diarios de una joven no tan formal (2006), escrito en un blog y publicado por ofrecimiento de la Editorial Sudamericana, nos introduce esta vez en un universo en donde la ley, el crimen y el castigo es material para proyectar un mundo realista y absurdo en el que no se separa la manera de narrar de lo que es narrado. El discurso se corresponde con una voz jurídica y se destacan personajes peligrosos en apariencia que son capturados y condenados a tareas comunitarias. En este territorio, con la influencia de los autores rusos,  se plantea la idea de la ley y la justicia como recorrido de toda la novela.

Las protagonistas de esta historia llevan el nombre de dos famosas: la madre de Elle Fanning, profesora full time de Educación Cívica de escuela secundaria en un colegio privado; y Lindsay Lohan, esa que fuma cigarrillos mentolados desde su Mini Cooper blanco, amiga de Tara Reid y que se desplaza por la zona de San Isidro y Vicente López. Ambas infringen la ley y son condenadas a trabajos no pagos. Cada una de ellas está magistralmente retratada desde representaciones sociales  y, a su vez, con un hábil manejo de focalizaciones narrativas, se muestra el universo que las rodea formando un gran conglomerado de  gente que vive o transita en la Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. Así encontramos  desde “Señoras de San Isidro adeptas a la secta del Arte de Vivir, los `cursos de milagros´, las clases de yoga y algunos viajes relámpago a la India” hasta “un joven remisero de Lugano, un sujeto de gorra con visera, bermuda de jean (…) y piercings varios.” Y como toda actividad de lectura no es un gesto parásito sino que un trabajo del lenguaje, de encontrar sentidos, Aleksandr Solzhenitsyn se plaga de modelos en donde los estereotipos, los clichés y el humor juegan un papel central: “El guardia (…) le sonríe sacando a la luz un comedor muy percudido, de dientes corroídos por la mitad, color café con leche”, “Cuántas veces decirle a Elba que los viernes empiece a repasar los vidrios”, “Los habitantes de zona norte son sensibles a parámetros como `cercanía a Libertador’ (…)`a minutos de Panamericana´, `acceso al río´”. Se habla del perrito pugg, venti chai latte descremado extra hot, spinning, Kansas rolls y Huggies evidenciando la artificialidad los modelos. Llama además la atención la estética del lenguaje con recursos de la Alt Lit como la repetición de nombres propios sin sustituciones pronominales o léxicas que puede resultar un tanto aturdidor.

Y como una mujer debe hablar de mujeres, tengo la obligación de hablar de ellas, de mí. La madre de Elle Fanning y Lindsay Lohan, sean profesora o adolescente, no ocupan el lugar propuesto por un determinado tipo de literatura. Y con esto me refiero a la Chick Lit que incluye a las Bridget Jones de clase media que lidian entre encontrar el amor soñado de su vida, sus sentimientos y el trabajo. Tampoco tiene eso de la escritora canadiense con la mujer víctima que comprende al hombre o el ama de casa que escribe en sus ratos libres. En Aleksandr Solzhenitsyn, no hay circunstancias que lleven a ver la inferioridad de las mujeres sino que actúan tomando decisiones. Se definen por sus propios objetivos y no ocupan los roles de esposas, madres, ama de casa o la que abre la puerta para ir a jugar. Tampoco son las Kill Bill que escuchan Madonna ni las sentimentales que leen a Liniers.  Ni siquiera sé si importa. Las voces en off que se oyen lateralmente indican que estas mujeres son personajes que transitan su mundo fuera de la dependencia, inferioridad o superioridad de los hombres. Y, creo, que acá reside lo político en Aleksandr Solzhenitsyn: como bien sostiene Roland Barthes, nadie lee desde la nada, no existe la lectura ingenua. Entiendo que la lectura de Aleksandr Solzhenitsyn propone sacudir creencias y representaciones sociales situando a estas mujeres en el lugar de la acción. Entiendo que Aleksandr Solzhenitsyn lleva a re- pensar algunas posturas sobre el género y sus manifestaciones o discursos establecidos. Entiendo que Aleksandr Solzhenitsyn pone en tensión ese “yo”, como lector plural y de voces infinitas, mientras transita por las historias de Elle Fanning y Lindsay Lohan.

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