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21 de febrero 2020

Carolina Ortega

¿A QUIÉN LE HABLA ALBERTO?

Tiempo de lectura: 8 minutos

A dos meses y un poquito del arranque del gobierno del Frente de Todos, aquí y allá surgen análisis y preguntas en torno a cuál es el relato del gobierno de Alberto Fernández. Aunque se usó de forma peyorativa y llegó casi a gastarse como término, el relato en política es esa visión que los conductores utilizan para poder hacer discernible el rumbo al resto de los mortales.

Mientras el ministro de Economía Martín Guzmán se presentaba ante el Congreso para solicitar la bendición del cuerpo legislativo antes de iniciar las negociaciones formales con el Fondo Monetario Internacional por la deuda externa, el publicista Ramiro Agulla lo marcaba en clave corporativa desde su cuenta de Twitter: “En una compañía, el propósito puede ser abstracto pero la visión debe ser una ilustración del futuro para hacerla palpable, inspirar”. Y agrega: “los empleados tienen que tener en claro por qué, para qué y cómo lo van a hacer mejor que la competencia”. Este ejercicio básico para cualquier compañía -aunque pueda hacer sonar las alarmas de todos aquellos que se han quemado durante estos últimos 4 años y al ver un CEO, lloran- tiene su correlato en la comunicación política. Y en el presidencialismo al palo del sistema argentino, la pregunta tiene un destinatario, ¿qué nos dicen los presidentes sobre el futuro?

Veamos por caso el discurso de asunción de Néstor Kirchner en 2003. “Al contrario del modelo de ajuste permanente, el consumo interno estará en el centro de nuestra estrategia de expansión (…) la capacidad de compra de nuestra población deberá crecer progresivamente por efecto de salarios, por el número de personas trabajando y por el número de horas trabajadas. Esas tres variables juntas definen la masa de recursos que irán al consumo y al ahorro local”. Quedaba claro como el agua clara, incluso sin el diario del lunes.

el relato en política es esa visión que los conductores utilizan para poder hacer discernible el rumbo al resto de los mortales

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Con el gobierno de Cristina Fernández en 2007, se da una reescritura del proyecto kirchnerista. Al ineludible repaso con tono de continuidad, Cristina le dio su propio perfume y basta recordar dos párrafos. El primero referido al impulso a la ciencia: “Tampoco es casual la decisión de haber elevado a rango de ministerio a la investigación y la tecnología. Creo que allí está la clave o una de las claves para que la competitividad no solamente sea por el tipo de cambio, sino también por la innovación y la investigación”, que adelantó lo que luego sucedería con la reactivación del CONICET entre otras medidas en el área. El segundo y premonitorio en cuanto a la relación tirante con los empresarios y el movimiento obrero organizado: “Yo no he venido a ser Presidenta de la República para convertirme en gendarme de la rentabilidad de los empresarios; que se olviden. Tampoco he venido a ser Presidenta para convertirme en parte de alguna interna sindical o política”. Basta recordar cómo, tiempo después, Néstor Segovia, uno de los líderes de Metrodelegados, añoraba esos días: “A Cristina le pido perdón por los paros innecesarios”. A Paolo Rocca se lo escuchó poco, pero luego del tembladeral que significó para Techint que se lo involucrara en la paradójicamente floja de papeles causa Cuadernos, los sonidos del silencio son más que elocuentes.

Por su parte, en las palabras de asunción de Mauricio Macri se hace más difícil encontrar una visión próxima, palpable, que implicase acciones concretas. “El desarrollo de la Argentina llegará a través de una inversión inteligente y expansiva, que mejore la infraestructura, ponga las bases para el crecimiento de la producción, traiga oportunidades y genere la prosperidad que merecemos”. “Yo te avisé”, diría Vicentico, con Los Fabulosos Cadillacs, en ese clásico disco inoxidable de fines de los ochentas. Ya en sus palabras fundantes, Macri le otorgaba a un ente abstracto el poder de poner a andar la rueda: la mencionada hasta el cansancio lluvia de inversiones del segundo semestre, que terminó transformándose en la columna de tanques del general Alais versión siglo XXI.

¿cuáles fueron los avances del “I have a dream” o el más vernáculo y kirchnerista “Les vengo a proponer un sueño” de Alberto Fernández?

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Sin embargo, Macri nos regaló una perla casi imperceptible al utilizar excitación -para referirse a la motivación que le generaba la modernización de la Argentina, encarnada entre otras cosas en el voto electrónico- y excitante -para hablar del propósito de terminar con el enfrentamiento inútil. ¿En algún otro discurso de comienzo de mandato de presidencial hubo una referencia tan clara al deseo? El poder los pone cachondos, bautizaría alguna cartelera teatral en Mar del Plata.

Así llegamos al discurso del actual presidente frente a la asamblea legislativa, en el que recalcó la necesidad de establecer una ética de las prioridades, adelantándose a lo corta que podría ser la manta con el país inmerso en uno de los ciclos de endeudamiento más rápidos y furiosos de su historia, con un contexto internacional que levanta más de una alerta. Hoy el lawfare y los proyectos del tipo ficha blanca hacen comprender que ciertos poderes cambian los modus operandi pero no las mañas.

Con estas limitaciones, ¿cuáles fueron los avances del “I have a dream” o el más vernáculo y kirchnerista “Les vengo a proponer un sueño” de Alberto Fernández? Para comenzar, el presidente dejó en claro en su discurso inaugural la necesidad y voluntad de lograr una Argentina unida, y la cartelera gráfica presente en los últimos anuncios de gobierno lo reafirma. La repregunta se agita ¿unida en torno a qué?, y ahí se hilvana con una segunda sentencia de su discurso que tiene que ver con la búsqueda de generar una “relación constructiva y cooperativa con el Fondo Monetario Internacional y con nuestros acreedores”. Por ahora, está claro que el gobierno intenta una Argentina unida ante el Fondo. La tercera cuestión tiene que ver con el orden de prioridades. “Es tiempo de comenzar por los últimos, para después poder llegar a todos”, afirmò Alberto.

Retomando el concepto corporativo de necesidad de una visión vamos a echar mano a otro modelo que, como pasó con los parripollos y las canchas de paddle, está de moda y es la UX o Experiencia Usuario. Que el desprevenido sepa que no es otra cosa que el viejo y querido “el cliente tiene razón, solucionale el problema y vendele lo que quiere” al que le agregaron una pizca de MBA oneroso en institución privada y algún paper en idioma extranjero. Este tipo de modelo de gestión aborda programas, planes y proyectos desde la perspectiva del cliente, tanto interno como externo. Usemos entonces este patrón como lo hacían las abuelas con los que venían en la Burda en los 80s, y pongámoslo sobre la tela de estos 60 y pico de días de gobierno.

Hasta ahora, queda claro que el cliente externo es el Fondo Monetario Internacional  y el relato allí parece ir por un andarivel de más zanahoria que palo. El jefe de gabinete, Santiago Cafiero levantó polvareda al hablar de achatamiento de la pirámide jubilatoria en un reportaje con el periodista Roberto Navarro, quien logró sacarle el título casi como un descuidista y ante una imprudencia clásica: confiarse con el fuego amigo. Por su parte, el ministro de Producción Matías Kulfas -en el marco del anuncio de un nuevo acuerdo para intentar frenar los precios de alimentos- envió otro mensaje que iba directo al corazón del organismo dirigido por Kristalina Georgieva: las tarifas aumentarían nuevamente este año, y el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, dejó deslizar que en algún momento habría que revisar la modificación de la edad jubilatoria.

Hasta acá, los mensajes al cliente externo parecen haber dado algún resultado. El comunicado oficial al cierre de la misión en el país insta a los acreedores a no apretar el cuello.

la tarjeta Alimentar, el plan de remedios gratuitos para jubilados y la devolución del IVA en alimentos trajo un poco de alivio ahí donde las necesidades son llaga

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Ahora, ¿qué pasa con los clientes internos? La urgencia por afrontar la emergencia social declarada por Alberto en su discurso de asunción tuvo su correlato en medidas concretas: la tarjeta Alimentar, el plan de remedios gratuitos para jubilados y la devolución del IVA en alimentos trajo un poco de alivio ahí donde las necesidades son llaga. Para los convencidos, estos anuncios fueron una piedrita iridiscente como las que dejó Gretel en el camino para volver a casa. Pequeñas, pero señales al fin que intentan decir “este rumbo es distinto al que veníamos transitando”.

Sin embargo, no faltaron los claroscuros incluso para los más fervorosos cuando se tocó ese tema que se esquiva en la coalición de gobierno como los secretos familiares un domingo de ravioles en lo de la nonna: las detenciones de Milagro Sala, Amado Boudou, Luis D’elìa y Julio De Vido, entre otros dirigentes sociales y ex funcionarios.

Una declaración del jefe de gabinete cayó como un balde de agua fría entre los que cada semana viajan a visitarlos tras las rejas, los que preocupados por el deteriorado estado de salud de muchos de ellos y por los familiares que hacen malabares para subsistir, como es el caso de Mónica García de la Fuente y sus pequeños mellizos quienes tienen aún vedado el acceso a cobrar la pensión como vicepresidente de Amado Boudou por una resolución de Anses a pedido de la Oficina Anticorrupción de Laura Alonso. Tal vez Alonso obvió conocer saber algo que esta semana la Corte Suprema de Justicia de la Nación debió recordar en el caso de mujeres presas y el cobro de la Asignación Universal por Hijo: el único derecho que se limita para una persona presa es la libertad.

Durante el discurso de asunción, Alberto se refirió al “deterioro judicial de los últimos años” que generó “persecuciones indebidas y detenciones arbitrarias, inducidas por quienes gobiernan y silenciadas por cierta complacencia mediática” y aseguró “Nunca más”. Ahora bien, dejando las cuestiones semánticas de lado en relación a si llamarlos presos políticos o detenidos arbitrariamente, lo cierto es que hoy el gobierno corre el riesgo de que este nuevo Nunca más quede empantanado si espera que ese mismo sistema que privó de legítima defensa y debido proceso ahora actúe como debería.

Ese mal trago para la militancia del riñón K de la coalición, la clase media lo vio pasar de reojo. Durante la campaña electoral, Alberto les dirigió el Volvemos mejores a esa mayoría que, con una mano palpando el bolsillo vacío y el rojo de los tarifazos marcando el compás de la heladera vacía, pusieron su voto aunque no se sintieran identificados con la épica kirchnerista, ni siquiera con las banderas del peronismo. El aumento insuficiente a jubilados con línea de corte en $16000 los dejó con un regusto amargo, al que se sumó el fantasma de un nuevo aumento en las tarifas de servicios públicos y el batacazo que dieron los precios de los alimentos con el reintegro del 21% de IVA, que llevó a que en ese rubro la inflación en enero trepara al 4.7%. Hubo que masticar mucho esos anuncios para encontrarles algún gustito.

Alberto les dirigió el Volvemos mejores a esa mayoría que, con una mano palpando el bolsillo vacío y el rojo de los tarifazos marcando el compás de la heladera vacía, pusieron su voto

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Desde otro rincón, el escritor Martín Rodríguez lo explicitó en una columna de opinión publicada por el portal La Política Online: “Del verano se hacen las ilusiones familiares, el por qué del año duro. Y este verano, para los que fueron o no fueron al mar, estuvo hecho de la tensa calma de una espera”.

En Mil horas, Andrés Calamaro cantaba “Te esperé bajo la lluvia dos horas, mil horas, como un perro”, así como Jaques Brel se ponía en la piel de uno de los personajes de “El desierto de los tártaros”, en Zangra “En el fuerte de Belonzio que domina la llanura, de dónde vendrá el enemigo que me hará héroe”. La Argentina, una vez más, espera y no es solo una licencia poética.

En la antesala en la que estamos todos empollando la negociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional, Alberto toca algunos acordes de arrullo a los más lastimados. Pero esa melodía ¿alcanza para acunar la espera de las mayorías? Entre las idas y vueltas, las posiciones adelantadas y los errores no forzados, cabe repreguntarse: ¿a quién le habla Alberto Fernández?

En la canción de Brel, el coronel cada tanto baja al pueblo a matar la espera en el bar. Mientras él habla de sus caballos y los aprontes para la batalla, la doncella con la que se pretende solo quiere hablar de amor.

El 1ro de marzo, en el inicio de sesiones ante la asamblea legislativa, el presidente tendrá la posibilidad de ponernos a soñar un poco, de contarnos cómo quiere vernos y hacia qué logros nos vamos a encaminar para transitar el año. Construir el puente para buscar tener el metejón de su vida, ese que le dé capital político propio y lo sostenga cuando los días negros de las presidencias -que llegan, como las canas- se avecinen.

Porque 2021 es mañana, y quienes somos partidarios de los gobiernos que mejoran la vida de las mayorías, esperamos que no nos pase como a Zangra en la canción de Brel: “Finalmente hablo de amor pero ella de mis caballos”. O lo que es lo mismo, que el cliente interno no cante, como Calamaro, “Loco, estas mojado, ya no te quiero”.

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Comentarios

  1. alejandro.

    el 22/02/2020

    Creo ( humildemente) que habla buscando destinatarios, y que solo cuando se maniesten, que deberá ser pronto -para él- un recuento de los que acepten el mensaje “difuso” comenzará a aclarar los tantos…La clave ahora es lo econ+omico y lo judicial.
    Muy buena nota.

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