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11 de agosto 2016

Agustín Cesio

Director ABC en Línea

¿Quién gobierna el Gran Buenos Aires?

Tiempo de lectura: 6 minutos

La apreciación de la caída en la imagen del gobierno de Mauricio Macri es un tema controversial. Puede ser tomada como una verdad casi partisana a la que aferrarse para elaborar pronósticos que rozan el voluntarismo; o bien puede ser un disparador de preguntas. Recientemente el Estudio Sistemático de Expectativas y Humor Social del Grupo de Opinión Pública, arrojó que el 67% de quienes votaron al actual presidente en el ballotage volvería hacerlo; mientras que un 23% se encuentra dubitativo.

Sin embargo, la inflación no se detiene. El consumo sigue cayendo en picada (según el Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala este se contrajo en julio pasado un 5%). La frutilla del postre es el tarifazo judicializado. Todo esto ha sido el caldo de cultivo de una especie de tormenta perfecta en la que se metió Cambiemos, sobre todo en el lugar que, con seguridad y como se suele decir, es la madre de todas las batallas: el conurbano bonaerense. Los cacerolazos y la gran movilización de las organizaciones de la economía informal en San Cayetano son el relevo de pruebas.

“Los cacerolazos, o ruidazos, no digo que no los tenemos en cuenta, pero tampoco los sobredimensionamos. Y eso que no te estoy diciendo que fueron promovidos por La Cámpora” decía un talibán macrista (que el año pasado me anticipó confiado que iba a haber segunda vuelta, para encontrarse hoy recorriendo un territorio inhóspito, la PBA) hace poco. “El problema de lo que vos decís que es un tarifazo, es que estuvo mal implementado. Hubo familias a las que le impactó, pero te puedo asegurar que hay más gente a la que no le pegó” me espetó para dar por terminada esa discusión.

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Saliendo del campo de los guarismos (que es el de los consultores), como así también de la actitud religiosa (que es la que adoptan los militantes), es necesario hacerse la siguiente pregunta. Si es cierto que Macri está cayendo en el Gran Buenos Aires, ¿quién detenta el poder político en este territorio? ¿Vidal? ¿El peronismo? ¿El cristinismo? ¿Massa?

Vayamos por partes. El FpV perdió en las últimas dos elecciones bonaerenses, con Massa y con Vidal. Si acercamos la lupa sobre la Primera y la Tercera Sección electoral bonaerense (lo que abarca el conurbano y un poco más), vemos que, en 2013, el año del tigrense, su fuerza arrasó en la Primera, logrando un empate en la Tercera (la de La Matanza y Lomas, que encabezó la boleta de diputados nacionales). En total: 2.761.342 votos para Massa, 2.149.811 para el FpV. Un poco más de 600 mil votos de diferencia (el año pasado Macri ganó en segunda vuelta por ¡680 mil votos!).

Luego de que la estrella de Massa se apague (“es igual que Cristina, te caga. La diferencia es que ella lo hacía desde el poder, si Sergio lo hace antes de llegar, ¿cómo será una vez ahí?” comentó un operador político que abandonó el FR el año pasado, aunque nunca rompió puentes), el FpV volvió a perder en ese suelo, esta vez la gobernación a manos de “la otra hechicera” de Macri. Sin embargo, ganó en estas dos secciones, pero por una diferencia menor de la esperada: 378 mil votos. La victoria de Vidal se debió, entonces, al hecho de definir en el interior, estando parejos en el conurbano.

Habiendo acercado mucho más la lupa a estas victorias (claras, por cierto, cosa que no quita hurgar sus zonas grises), vemos que la hipótesis de recuperación del peronismo desde el conurbano, basada en una posible caída del PRO, no es carente de fundamentos. En todo caso, el sentido del interrogante debe estar puesto en qué versión del mismo timoneará el barco. Si bien viene operando una reconfiguración de fuerzas en su tablero político, en la que el nuevo intendentismo y Massa corren con ventaja, no hay que descartar la capacidad que aún mantiene el cristinismo.

El FPV perdió en las últimas dos elecciones bonaerenses

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Una semana antes de la foto de CFK y Scioli en el Instituto Patria, un ex candidato a intendente de la Primera por el FpV (de los que ven la necesidad de generar poder propio) me dio algunas pistas al comentar que, aunque no descarta la posibilidad de un entendimiento con los sectores que no reconocen, o cuestionan el liderazgo de la ex presidenta, van a hacer valer su peso dentro del tercio que representan. “Prefiero ser como un perro malo, solos no ganamos, pero condicionamos. Eso lo vamos a hacer valer” cerró.

¿El PJ? Martín Rodríguez lo definió como un “tigre de papel, un mito del ‘poder detrás del poder’ con el que siempre se especuló”. Sin embargo, existe, aunque de otra manera. Imaginémoslo disperso en todas las opciones sugeridas más arriba.

Recapitulando: todo indica que el peronismo bonaerense en sus distintas versiones (la cristinista, la pejotista y la intendentista), acelerará su discusión interna para delinear una estrategia electoral de corto plazo. ¿Y Massa? En su reedición de esta ancha avenida del medio que significa ser una oposición responsable, ensaya aproximaciones y distanciamientos con los peronismos y con el vidalismo. Con los primeros, como forma de solidificar los puentes tendidos de cara al año que viene (y a 2019). Con la gobernadora, el approach es un poco más peligroso, por eso son cada vez menores.

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¿Por qué razón? La semana pasada circuló un rumor de un efecto Joaquín de la Torre en San Fernando. Si bien se descartó el pase de Luis Andreotti a Cambiemos (al menos este año) el rumor reveló que, como pasó en 2014, una mimetización con el vidalismo (a esta altura) beneficia sólo a este último. ¿Hay que obviar el teorema de Baglini y hacer énfasis en el carácter opositor más que en el responsable? Esa es una respuesta que sólo se encontrará viendo el accionar del líder del Frente Renovador.

¿Y Cambiemos? Corre con ventaja por ser oficialismo. Pese a esto, trabaja con miras a las elecciones de medio término pensando en dos posibles escenarios. El primero, el de tres tercios. Ese sería el más favorable: bastaría con mantener cierta paridad en el conurbano y revalidar el predominio en el interior logrado el año pasado. El segundo es más improbable: una sola opción opositora que sea competitiva, que incluya los diversos peronismos. Lo que implican ambas opciones viene siendo el norte del macrismo: la constitución de una pata peronista del PRO.

En eso andan actuando en tándem Vidal, Frigerio y Monzó (junto a las segundas líneas bonaerenses Federico Salvai, Alex Campbell y Manuel Mosca; y las nacionales Sebastián García de Luca y Lucas Delfino). El PROperonismo bonaerense se construirá de una manera poco novedosa, reclutando intendentes a base de billeteras de Nación y Provincia, y domesticando con lo mismo a los díscolos. En este reclutamiento, le cabe al aludido De la Torre un rol primordial.

Prefiero ser como un perro malo

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“El gordo va a venir a comprarnos con todos los fierros, o a cagarnos la vida. Va a tener peso dentro del PRO, pero va a ser un puntero sofisticado. Personalmente lo quiero, pero le voy a recordar eso. Puede pagar un costo alto con los compañeros si le sale mal esto” reveló de primera mano el presidente del concejo deliberante de un municipio, también de la Primera, gobernado por un intendentista otrora muy relacionado con el ex alcalde sanmiguelino.

Un peronismo embarcado en una discusión horizontal entre las distintas versiones de sí mismo; un massismo ensayando empíricamente su rol opositor (¿se estrolará contra alguno de los extremos de su ancha avenida del medio?); y un macrismo-vidalismo con ventaja, pero no consolidado aún (si la gobernadora resuelve favorablemente la cuestión del Fondo del Conurbano, tendría muchos más porotos en el canasto), impiden a priori dar una respuesta afirmativa a la pregunta acerca de quién manda en el conurbano. ¿Es un territorio en disputa? Pongamos que sí.

En primer lugar, desde una dimensión política. Desde 2011, año en que el cristinismo duro clausuró la política diciendo que “los votos son de Cristina y nadie más”, se generó una demanda que tuvo actores de reparto, pero al momento ninguno central. “La gente no fabrica representación: la demanda, y de ella se extraen las medidas de un traje que, luego, debe confeccionar la dirigencia política” dijo acertadamente Pablo Papini.

En segundo lugar, desde una dimensión extrapolítica. Me refiero con el control físico del territorio. Pero aquí me quedo, esto último es motivo de otra discusión.

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