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PERONISMO PARA MILLENNIALS

Tiempo de lectura: 5 minutos

Leemos: el peronismo es un partido del siglo XX y el PRO es del siglo XXI. La frase tiene punch. Resuena, tiene eco. ¿Es cierta? Por fecha de nacimiento, sí. Pero la oración apunta a otra cosa. Quiere decirnos que el PRO se mueve en el mundo millennial como pez en el agua, mientras el peronismo es un gigante avejentado y anacrónico, que entre el vértigo de los algoritmos sigue cantando la nostalgia de la vieja sociedad salarial. Cuando miramos votos, sin embargo, vemos otra cosa: el PRO crece en apoyos entre las viejas generaciones y el peronismo es más fuerte entre los jóvenes. Un partido para millennials con electorado senior y un partido tradicional que gana entre los millennials.

Quizá haya que distinguir dos dimensiones de análisis: una cosa es el electorado y otra la práctica política para interpelarlo. Target y acción sobre ese target son dos cosas distintas. El PRO tiene su núcleo de apoyo en seniors y en NSE altos; el peronismo (al menos el bonaerense versión 2017) en jóvenes y NSE bajos. Pero la distinción siglo XX/siglo XXI quizá sea más correcto aplicarla al modo en que ambos buscan interpelar a los sectores intermedios, aquellos no claramente volcados por una opción y que finalmente son los que definen el resultado de la competencia entre estas dos primeras minorías. Mientras que el PRO hace diez años viene apostando a nuevas comunicaciones políticas (que por entonces eran minoritarias y extrañas y hoy son casi hegemónicas), el peronismo se debate entre la huida hacia el tradicionalismo partidario y la réplica de las prácticas ajenas que lo derrotaron en 2015.

Fuimos un lunes a la Universidad de San Andrés y Martín Rodríguez dijo: “Durán Barba no le dio a Cambiemos una técnica política, un método, sino una filosofía política”. No una techné, sino una episteme. No solamente un coacheo publicitario de mensajes motivacionales y camisas celestes, sino también un diagnóstico de cómo son las nuevas sociedades y una propuesta (con pretensión científica) de acción sobre ella. ¿Cuál es el diagnóstico, Durán? Que las nuevas sociedades están compuestas por individuos políticamente apáticos, agnósticos a los grandes relatos del siglo XX, a quienes no hay que venderles intensidad épica sino, por el contrario, ascenso y progreso en el ámbito que es para ellos prioritario: la intimidad del mundo privado de la vida.

Un partido para millennials con electorado senior y un partido tradicional que gana entre los millennials

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Entonces, okey, está el problema de la comunicación avejentada. Pero además el peronismo hace política con una sociedad que existe ya sólo en su cabeza. Aunque rechacemos el diagnóstico posmoderno pero pretendidamente cientificista de Durán Barba, es difícil que la sociedad argentina y el mundo del siglo XXI puedan ser productivamente interpretados desde los grandes conceptos con los que el peronismo continúa hoy aprehendiendo y comunicando la sociedad. Pero, ¿puede un partido tradicional y del siglo XX adaptarse tan rápidamente a los nuevos tiempos como para recuperarse electoralmente y ganar una elección presidencial? Arriesgamos una respuesta: sí.

¿La militancia ya fue?

Al peronismo de la nueva democracia más de una vez se lo juzgó camaleónico. Un espacio con un núcleo de representación social que según la etapa supo tomar dirigentes y electorados más allá de sus fronteras, generando mayorías para avanzar en senderos a veces opuestos a los ayer caminados por él mismo. A esto se le asignó un juicio de valor, por derecha o izquierda, peyorativo. Un partido oportunista, acomodaticio, etcétera. ¿Es esto realmente algo negativo? Los éxitos electorales del peronismo habrían sido imposibles sin una importante capacidad de adaptación a las corrientes sociales y globales de cada tiempo. No es cuestión de cantar la gloria del surfear cada ola, pero tampoco la hay en el partido principista, doctrinario, puro y auténtico que prefiere tener razón a ganar elecciones para transformar países.

Un partido vive a base de dos insumos vitales: electores y militantes. Con respecto al peronismo, se ve que lo primero se encuentra, más o menos, repartido en las varias ofertas en las que se fue desgranando a partir del 2013. ¿Qué sucede con lo segundo? En los últimos años fue predominando un tipo de militancia, la de las “orgas”. Modo de socialización entre quienes piensan parecido, operó como correa de transmisión de lecturas de las elites políticas sobre la sociedad civil. Como si fuese tirar una piedra al agua y que los militantes den cuenta de su onda expansiva. Puro empirismo, acrecentado por militar más al estado que a la política. En suma, esquemas cerrados con dificultades para decodificar los varios mensajes dados por la sociedad. Hacia adentro, consumo de poder antes que producción.

Los éxitos electorales del peronismo habrían sido imposibles sin una importante capacidad de adaptación a las corrientes sociales y globales de cada tiempo

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Va de suyo que en estos tiempos este rol es insuficiente. El peronismo es oposición, fue a una elección y comprobó que el 2015 no fue sólo un mal sueño. La subestimación de las derrotas (“hoy aquí empieza todo”, dijo CFK en Arsenal) lleva a los que lograron votos (pero no victorias) al autoconvencimiento de que la cosa de ellos no va a andar, razón para esperar a que las condiciones estén dadas. Los que levantan las banderas de la renovación mirando más al partido que a la sociedad se olvidaron de juntar votos. Sin embargo, ambos sufren el mismo problema: ya no están más los fierros del estado. A quienes intentan salir de la pecera para zambullirse en el océano de la representación se les presenta con más fuerza, viendo el diario del lunes, la opción de elegir el mantenimiento de las prácticas en las que fueron criados o, por el contrario, la réplica de aquellas que los vencieron y a las que siempre miraron de reojo.

En este cuadro, tomársela más seriamente implica, más que una revisión constante de lo actuado, una reinvención del futuro político. El peronismo vive momentos en los que se necesita más inteligencia que voluntad o “cultura del aguante”. No alcanza con mantener una fe en la inevitabilidad de un colapso económico (que no sabemos cuándo va a suceder) ni enarbolar un militantismo del estilo “esto se resuelve militando el doble”. Quizás basta, como comienzo, afinar la escucha, concederle al que no piensa como uno el 50% menos importante para ganar el 50% estratégico, siguiendo a Perón. En última instancia, la gente no abandonó valores o expectativas que siempre tuvo: no pide intensidad, nos pide felicidad.

Si Néstor Kirchner definió el quehacer político como “caja y expectativas”, el movimiento que entregó el 27 de octubre de 2010 carece de lo segundo. ¿Perdió capacidad de ofrecer futuro a los argentinos? Seamos categóricos: ¡sí! ¿Le cabe responsabilidad al liderazgo político? Sobre todo. ¿Qué pasa con la militancia, está agotada? De ninguna manera. ¿Puede hacer algo para reconectar al movimiento con la sociedad? Mucho.

No alcanza con mantener una fe en la inevitabilidad de un colapso económico (que no sabemos cuándo va a suceder) ni enarbolar un militantismo del estilo 'esto se resuelve militando el doble'

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Imaginación política

Juan von Zeschau escribió semanas atrás un texto en el que sincera un problema: estamos como turco en la neblina y cuesta saber por dónde arrancar. Pese a ello, ofrece una visión acerca de lo que puede hacer (entre tantas cosas) la militancia nacional, popular, etcétera, agregue el lector lo que le guste. “Esa militancia popular multifacética debe operar la realidad que le tocó en suerte. Operarla y también adaptarse a sus circunstancias, las de la derrota y el llano. De esas circunstancias surgen los dilemas, las dudas, las incertezas acerca de sus prácticas”, dijo.

Esto no es una hoja de ruta para la militancia. Su punto de partida es la incomodidad sobre el estado actual del peronismo. ¿Dónde y cómo militarla, en definitiva? ¿Cómo volver del desierto con agua? Porque si es cierto que le urge al peronismo una actualización política y doctrinaria, no es menos cierto que la militancia necesita imaginación política y se merece una refrescada, de prácticas, de referencias. ¿Y de objetivos? Dijo Germán Lodola: “Frente a esta situación de hegemonía en construcción, no hay otra forma que tenga el peronismo de reinventarse si no es con un proyecto. La contrahegemonía es un proyecto. Y acá está el límite del peronismo competitivo hoy. El peronismo es de alguna manera reaccionario”.

Para la mayoría de los menores de treinta, el peronismo es, antes que una especie de peronismo peronista realmente peronista, este cristinismocon votos pero sin victorias. He aquí un diagnóstico y una línea de acción. Porque para que el peronismo pueda encontrar un nuevo proyecto que ofrezca futuro, debe volverse contemporáneo a este tiempo. Quizás esa actualización debe venir de la mano de los millennials.

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