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13 de septiembre 2017

Ernesto Lamas

PATRICIO Y LA FEDE

Tiempo de lectura: 7 minutos

La esencia humana no es una abstracción inherente a cada individuo particular. Su realidad la constituye el conjunto de las relaciones sociales” Karl Marx.

 

El jueves 10 de agosto a la mañana cuando sonó la Internacional por unos parlantes ochentosos, mezclado entre mucha gente que fue a despedir a Patricio Echegaray al viejo local del comité central del Partido Comunista, con los ojos llenos de lágrimas confirmé cuanto quise a Patricio y a la época que representaba.

Leí muchas cosas entre el jueves del velorio y el viernes de la cremación. Notas de diarios tendenciosas en medio de la grieta, comentarios irónicos o cínicos en las redes. También muchos textos emocionados y llenos de tristeza por la pérdida de un hombre que a sus 70 años tenía todavía mucho por aportar. Una coincidencia cruzaba todo lo escrito, con la muerte de Patricio se cerró un capítulo importante en la historia de la izquierda argentina. “Reírse de los sentimientos que un día nos empujaron a creer es nefasto” dijo Mariano Schuster en Panamá Revista y me provocó a escribir. No suelo hacerlo en primera persona pero así salió como un modo de despedirme de Patricio y a la vez para reivindicar esa militancia de los años ochenta.

Milité en la Federación Juvenil Comunista -más conocida como La Fede- entre 1982 y 1990 de mis 14 a 22 años. El año en que me afilié la militancia en la Fede consistía en denunciar y resistir a la dictadura cívico-militar (ya había pasado la etapa más criminal pero seguía siendo dictadura) y en organizar al movimiento estudiantil para reclamar por la democracia y el juicio a los culpables. Los burócratas del partido habían aceptado en 1976 la caracterización enviada desde Moscú por el PCUS según la cual los militares que habían dado el golpe de estado no eran tan malos como los malos de verdad. Esa línea bochornosa no fue la que militaron las bases del PC y la Fede que sufrieron desaparecidos, presos y exiliados pero igual marcó para siempre a un partido que no merecía -por su historia y por lo que vino luego- tener esa marca.

Una coincidencia cruzaba todo lo escrito, con la muerte de Patricio se cerró un capítulo importante en la historia de la izquierda argentina.

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A los militantes se nos insistía en la importancia de ser buenos compañeros, intentar ser los mejores estudiantes, dar el ejemplo cuando de poner el cuerpo se trataba, endurecerse sin perder la ternura. Fueron años intensos de formación política y militancia orgánica. Aprendí qué es la solidaridad, a reaccionar ante las injusticias, a sentir y practicar el internacionalismo. En las “escuelitas” de la Fede estudiábamos economía, historia y filosofía. Alfabetizábamos en barrios populares, íbamos a “piquetear” a la puerta de las fábricas. Estábamos convencidos, teníamos certezas, creíamos que pronto muchos otros iban a tener las mismas que nosotros y la revolución anticapitalista era posible.

Obsesionados con la unidad popular la Fede de esos años participó en la reconstrucción de las juventudes políticas, en la organización del movimiento estudiantil, promovió los conciertos por la paz durante la guerra de Malvinas, sostuvo la lucha por el boleto estudiantil. Ya en democracia protagonizó las brigadas solidarias a varias provincias del país e internacionalistas a Nicaragua, Chile y El Salvador, convocó marchas multitudinarias contra el FMI. La Fede era una fuerza política con presencia nacional y cantera de cuadros políticos y sociales. En esos años intensos me tocó presidir el centro de estudiantes del colegio secundario Reconquista y ser parte de la fundación y conducción de la primera Federación de Estudiantes Secundarios en 1985. En la universidad fui uno de los pocos presidentes comunistas (desde la recuperación de la democracia) en un centro de estudiantes de la UBA en la Carrera de Comunicación en 1988 y fundé FM La Tribu junto a militantes de la Fede y otras fuerzas de izquierda universitaria.

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Nuestros referentes siempre fueron el Che, Sandino, Tosco. A veces Lenin, Marx y Rosa Luxemburgo. Más allá de la relación histórica del PC argentino con la Unión Soviética no conocí a ningún compañero que tuviese un póster de Brezhnev o Andropov en la casa, mucho menos de Stalin, aunque reconozco que se tomaba con liviandad anti trosca lo que luego –cuando abrimos nuestra cabeza a otras lecturas- supimos fue una etapa nefasta de la historia soviética.

Con el diario del lunes y mirando con lupa a los partidos políticos de nuestro país -sobre todo sus trayectorias durante la dictadura cívico-militar del 76 al 83- la gran mayoría fueron partidos “medio espantosos” como escribió sobre el PC en una red social un viejo compañero que en esos años era del Partido Intransigente. Del PC es conocida su posición repudiable al comienzo de la dictadura pero no aportó intendentes y funcionarios en distintos niveles del llamado proceso de reorganización nacional como lo hicieron la Unión Cívica Radical y el propio Partido Justicialista que tenía entre sus militantes a la mayor parte de las víctimas de la dictadura. De eso casi no se habla quizás porque de los llamados “partidos burgueses” no se puede esperar demasiada coherencia. El PC debía dar el ejemplo y algunos de sus dirigentes no estuvieron a la altura.

Más allá de la relación histórica del PC argentino con la Unión Soviética no conocí a ningún compañero que tuviese un póster de Brezhnev o Andropov en la casa

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No me gusta el cinismo cool que se ríe del PC o de cualquier tipo de militancia considerándola dogmática, principista, naíf o necia. Aprovechar la muerte de Patricio -que fue preso en la dictadura de Onganía y luego peleó contra la dictadura de Videla- para resumir a aquella militancia detrás de esa etiqueta es parcial y ruin. Escribo entonces para ser leal con lo que pienso y lo que viví. Porque no tengo enojos con ese pasado más allá de las diferencias que uno va marcando cuando pasan los años. Y porque nunca me sentí expresado por esa frase atribuida a Churchill que dice que un joven que no es de izquierda no tiene corazón y un viejo que lo sigue siendo no tiene cabeza.

Lo que se conoció como el viraje del PC fue impulsado por Patricio y la militancia de la Fede. Discutimos horas, días, semanas en 1986 para criticar la posición frente a la dictadura y para decidir la línea hacia el futuro. En la crítica al accionar pasado hubo consenso pero la definición sobre lo que el partido tenía que hacer hacia adelante dejó abierta una brecha. El viraje quedó fuera de foco. Se construyó sobre una visión tardía de los movimientos revolucionarios de Argentina y América Latina. Patricio lideró esa discusión mirándose en el espejo de Nicaragua y El Salvador que para ese entonces ya transitaban los caminos de la democracia dejando atrás el período insurgente. Muchos dimos esa discusión interna entre la democracia y la insurrección. Con este texto no quiero saldar ese debate con Patricio porque lo tuvimos en su momento y ahora ya no está para argumentar. El resultado de esa confrontación fue la salida masiva de una generación de militantes jóvenes, formados, experimentados que no fueron escuchados y dejaron el partido con menos de 30 años de edad.

Mis mejores amigos de hoy son los que hice en esos años en la Fede. Con muchos otros a los que veo de vez en cuando tenemos un piso de confianza indestructible, seguimos unidos estos 30 años por un hilo invisible. Aunque ya ninguno es militante partidario nos reivindicamos de izquierda. Uno de esos amigos es Juan, el hijo mayor de Patricio. Fuimos compañeros de militancia y compartimos la primera comisión directiva de la FES. El jueves salimos del salón del comité central donde el ataúd de su padre era escoltado por una guardia de honor y fuimos a tomar una cerveza a la esquina. Juan es muy parecido a su papá. Cabrón, cariñoso y grandote. Me contó algo que ya sabía, que su papá era fuerte. También me contó algo que no sabía, que Patricio era hipocondríaco. O mejor dicho que cuando no daba más se enfermaba de algo. Patricio no podía decir que no a nada ni a nadie. Esa imposibilidad con tal cantidad de demandas (personales, políticas, reuniones, marchas, actos, viajes, causas) trajo consecuencias en su salud.

En el contexto de la derrota y la fiesta neoliberal nacional y regional, Patricio estuvo siempre del lado de los sectores vulnerables y comprendió el proceso de los 12 años de kirchnerismo y de gobiernos populares en el resto de Latinoamérica con una apertura que quizás le faltó en aquellas discusiones de fines de los ochenta. En el velatorio en el local de la calle Entre Ríos en una corona que se destacaba sobre el resto se podía leer “De tu amada ex presidenta Cristina”.

Lo que se conoció como el viraje del PC fue impulsado por Patricio y la militancia de la Fede.

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Su presencia era notable, nunca pasó desapercibido. Era capaz de hablar de materialismo dialéctico o de boxeo con la misma pasión. Conoció a Fidel, a Evo y a Chávez y una vez caminó 40 días por la selva colombiana para reunirse con el líder de las FARC Manuel Marulanda. Tengo muchos recuerdos de y con Patricio, compartí muchas horas en marchas, actos, locales y en su casa cuando nos juntábamos con Juan. Uno de esos momentos lo tengo muy grabado. En una marcha convocada por la CGT en 1988 hubo una represión tremenda de las fuerzas de seguridad bajo las órdenes del ministro Enrique Nosiglia. Policía montada y camiones hidrantes nos empezaron a rodear mientras tiraban gases lacrimógenos. La columna de la Fede quedó en medio de la represión sin lugar para correr. Y Patricio estaba al frente, abriendo camino entre la policía a las piñas y cuidando de la columna de comunistas que lo seguía. No tuve miedo, estaba Patricio que era nuestro secretario general y nada malo nos podía a pasar.

Así entre medio del humo y los gritos tengo su imagen y me la quedo para siempre. Coherente eligió estar toda su vida del lado del pueblo. Revolucionario antes que político, se murió como vivió. Rodeado de sus afectos más cercanos, en un hospital público, con pocas cosas materiales y muchas simbólicas. No pudo hacer la revolución pero a su manera lo intentó y se fue con esa certeza.

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