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24 de mayo 2018

Lucía Aisicoff

MAL DE OJO

Tiempo de lectura: 2 minutos

Mario Quintana sorprendió al aparecer en una cena en la casa de Grobocopatel junior el mismo día en que Mauricio Macri reveló las negociaciones con el FMI. Rosendo, hijo del Rey de la Soja y asesor de Marcos Peña, había convocado a los sub-40 del Gobierno y sumó al vicejefe de Gabinete, que llegó con un ánimo derrotista. Ahí les confió a los jóvenes funcionarios que el propio Macri les había echado en cara a Peña y a él la explosión de la crisis: “Yo les dije, se los avisé”, los fulminó el Presidente.

Justo cuando pasó el temblor, Quintana debió salir a desmentir versiones sobre su incidencia en Farmacity y las offshore en Delaware. Primero acudió al léxico complejo de un CEO acorralado, pero cuando la explicación se enredaba decidió convertirse en “Mario, de Mataderos” e imploró -por radio- que la gente lo mire a los ojos y le crea. Después  reapareció con un tono kirchnerizado a acusar a los empresarios cartelizados que aprovechan la devaluación. Incómodo, molesto, les exigió a los suyos que hagan patria.

el propio Macri les había echado en cara a Peña y a él la explosión de la crisis: “Yo les dije, se los avisé”, los fulminó el Presidente

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El fastidio de Macri con el trinomio de Peña, Quintana y Gustavo Lopetegui -a quienes supo definir como sus “ojos e inteligencia”- se hizo evidente cuando les sacó la coordinación de nueve ministerios y empoderó a Nicolás Dujovne como primus interpares. El más golpeado en el nuevo esquema resultó Quintana, porque el fusible fue su “cerebro” económico Vladimir Werning. La crisis se cargó al ex JP Morgan, que hasta hace unas semanas redactaba papers de un optimismo exacerbado sobre la situación económica, devolviéndolo cabizbajo al mundo privado. Vladimir fue señalado como el padre del gradualismo que adoptó Peña y quiso criar Macri hasta que se rindió ante el mercado y acudió a la salvación ortodoxa de Toto Caputo.

Sacrificar al economista no fue sólo una muestra de bronca de Macri a Jefatura, sino -sobre todo- una decisión para no exhibir el error de Peña. Si bien quedó un poco debilitado ante la opinión pública, seguirá siendo los ojos del Presidente. El más herido resultó Quintana, no tanto por un revanchismo de Macri -que atendió a las críticas de modo pragmático y finalmente ofreció una mesa redonda de caballeros de camisas celestes atentos a un coordinador- sino porque la salida de Werning lo dejó devaluado en la interna. Expuso una falla en su jugada y en su estrategia de acumular poder.

Lo mandaron a darse un baño de humildad que limpió la fantasía del operador que tramaba en las sombras la salida por arriba del laberinto argentino

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Hasta que lo sorprendió la corrida cambiaria, Quintana quería hegemonizar el manejo macroeconómico del Gobierno. Tomaba decisiones claves y copaba el gabinete con sus hombres, pero le sacaron al más importante. Había decidido instalar a Werning como próximo ministro y con su visto bueno terminó echándole el mal de ojo. La idea de un Mario falible rompe el mito de la dougstamperización que le gustó alimentar sobre sí mismo. Lo mandaron a darse un baño de humildad que limpió la fantasía del operador que tramaba en las sombras la salida por arriba del laberinto argentino. En el mejor de los casos, superado el pánico, continuará en su oficina dando órdenes a los funcionarios que lo visitan. Pero –ahora lo sabe- no será el dueño del tesoro después del camino sacrificial del gradualismo que no fue.

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