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La encuesta permanente de hogares políticos, las PASO, hizo hablar al pueblo. ¿Y qué dijo? Que la polarización no existe (por ahora). El 90 % de los votos argentinos votaron por candidatos que les gusta a la gente que no le gusta la política. El retorno de lo reprimido de la era de la hiperpolitización salvaje. En resumen: Massa resistió, el PRO hizo gran elección nacional, y sobre todo en la provincia de Buenos Aires, y Scioli ganó demostrando por qué fue elegido candidato: porque es el único con chances (en toda la fauna del FPV) de ganar. La Cámpora y el kirchnerismo más puro fueron parte del esfuerzo electoral tan esperado. De hecho La Cámpora desplegó su giro municipal obteniendo algunas intendencias en la provincia de Buenos Aires.

La derrota/victoria cultural de esta elección fue la terna de candidatos. Nadie se pudo colar a la nómina rígida de estos tres hombres que los medios sellaron. No lo selló Tinelli, ni Magnetto, ni Intratables: pero ayudaron a que esos nombres filtren su impresión de certidumbre. Aún con los arrebatos de Massa (¡el punitivismo es el político inseguro!) los tres afloran como la expresión de hombres comunes. El año del desenlace arrancó y ya sabíamos que el próximo presidente estaba entre Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa. La generación intermedia al poder. Pero el año nuevo llegó con la obligación de diferenciarlos. Y ahí está la hydra postkirchnerista de tres cabezas. Ya habían nacido, ahora había que separarlos. De eso se trata una elección: que quede solo uno. ¿Quién será presidente? “Demasiado pronto para opinar”.

Problema 1: Los candidatos hablan de cualquier cosa menos de economía. ¡Hay hasta sindicalistas que en lugar de hablar de salarios hacen análisis de medios! Pero se habla de cambio cultural, de continuidades, de seguridad… otros de decencia, pero no hablan de economía. El índice que construyó Chequeado.com señala en el artículo escrito por Olivia Sohr que más allá del grado de veracidad de lo que dicen llama la atención que los candidatos plantean más análisis y diagnósticos que propuestas concretas.

Pero el temperamento de los candidatos sí nos habla un poco subliminalmente de economía: para ordenarla, primero querrán enfriar la política. Son la contracara de la política intensa. Después de tantos años de rock & roll se impuso entre los candidatos el perfil del político que se vincula al servicio y la escucha, políticos más vacíos que si traen una historia, es una historia personal (un accidente, un secuestro, un deporte, una experiencia empresarial).

Problema 2: La contracara de estos años es el político débil. No sólo el político que escucha a la gente y hace lo que la gente “pide” (estatiza, privatiza, etc.), sino también lo que Adrián Suar llamó: “Votaría a un candidato que muestre un poco de debilidad”. Y tenemos una imagen precisa de ese político sacada del pasado: Arturo Illia. Un presidente que sale de la casa de gobierno para leer el diario sentado en un banco de la plaza de mayo. (Para Suar ésta también fue la década maldita de empresarios cagones. Pasó con Coto que se rebeló contra el gobierno hace muchos años y como se quedó solo se hizo kirchnerista. Si no puedes contra ellos, únete). De la “patria es el otro” a la “política es el otro”, todos están un poco duranbarbizados, hasta el mismo Scioli y su componente de “político-víctima” cuaja mejor con el perfil del político que le gusta a la gente que no le gusta la política. El eslogan de “si la gente quiere X hay que decir X” no demuestra que los políticos son mentirosos profesionales, sino que son voluntaristas profesionales.

Pero el político escucha y dice “ya vengo”. Un presidente está obligado a pasar más de la mitad del día a espaldas de la sociedad, incluso para resolver problemas que nadie sabe que existen. No solo tiene que reflejar a la sociedad sino que tiene que, a veces, darle a esa sociedad lo que ella no sabe que quiere. Tiene que hacer algo con lo que hay, tiene que refractar y no reflejar. Representar es cumplir una superstición civil: la del saber público. Porque la política no es la didáctica de hacer lo que pide la gente. Se impone en estos tiempos una versión del político con el oído en cada cada vecino y su problema concreto. Un pastor breve y preciso. Pero es una tarea infinita. No hay tiempo para esa ficción. O mirás cada ola o mirás el mar. La metáfora de la escucha es una negación consciente de la sociedad, es una negación de la vida corporativa y la lucha de esa sociedad. Decir que escuchás a todos es decir que son todos iguales. Decir que son todos iguales es negar la desigualdad. Negar la desigualdad es negar cualquier política de igualdad social.

Problema 3: Todo indica que el triunfo está en el centro. El voto quedó partido en tres y el “político intermedio” que gane tiene que avanzar por la “ancha avenida del medio”. Obviamente que hay intensidad en todos lados y que para ganar hay que asegurarse la propia intensidad. Pero una vez superada esa etapa hay que ir para el medio. Scioli, Macri y Massa están en ese proceso. No se puede ganar con ningún extremo. Hasta el FIT atraviesa un giro laborista y pasó de decir que “a la crisis la paguen los capitalistas” a decir que “que a la crisis no la paguen los trabajadores”. El desafío del político argentino es tener ideas sabiendo que no se gobiernan las ideas sino los sentimientos. En 2011 Cristina ganó arrasando, mérito absoluto, también basado en la inexistencia opositora. Ese escenario cambió. Y esta política de baja intensidad con políticos parecidos condensa una suerte de mayoría común indiferenciada que no permite que ninguno sobresalga demasiado. Porque sin explosión económica no hay emociones contundentes, sin crisis no hay refundación. En cierto sentido es lógico que los vendedores de normalidad no arrasen. El poder que viene se va armando de a poco, elección a elección, en un escenario moderado, de ajustes entre vieja política y nueva política, entre aparatos territoriales sobredimensionados y mediatizaciones sobredimensionadas, y el esplendor misterioso del voto: ¿qué quiere la gente, mamá? Vamos por un camino lento electoral hacia un nuevo presidente y muchos no sabemos cómo vivirlos sin ardor. Como escribió Osvaldo Lamborghini: “¿Por qué no somos sencillos/ por qué no somos transparentes/ por qué no somos puros y buenos/ como el pueblo/ como las buenas gentes?”.

El dibujo es obra de @bauerbrun

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Comentarios

  1. MIlton Eugenio Rodríguez

    el 17/08/2015

    Bastante superficial el comentario.

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