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02 de julio 2018

Agustin Cesio

LA TERCERA FUE LA VENCIDA

Tiempo de lectura: 6 minutos

Fueron días intensos en México. Mientras El Tri quedó una vez más eliminado en octavos de final, las elecciones más grandes y complejas de la historia tuvieron su desenlace. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) será el presidente durante el sexenio 2018-2024. Se impuso al panista Ricardo Anaya Cortés y al PRI, cuyo candidato fue el ex funcionario José Antonio Meade Kuribreña.

“El Peje” se consagró en su tercer intento. El camino hacia la presidencia fue desde la izquierda hacia el centro y tuvo altibajos. A la derrota de 2006 frente a Calderón (para siempre sospechada de fraude) le sobrevino la de 2012, esta vez a manos del priísta Peña Nieto y por 7 puntos de diferencia. Apenas después vino el Pacto por México: para evitar este abrazo de oso, rompió el PRD para formar el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA).

Otrora hegemónico, el PRI apostó a lograr una derrota digna. AMLO se los llevó puestos a todos.

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En estas elecciones federales, la ventaja desde el minuto cero (que se volvió irremontable con el correr de los días) condicionó el marco de alianzas de sus challengers. Fue aquello, y no lo ideológico, lo que explicó las martingalas ensayadas. Como la del PAN y el PRD, rara avis que mezcló una derecha que apuntó a polarizar y una centroizquierda que buscó sobrevivir. Otrora hegemónico, el PRI apostó a lograr una derrota digna. AMLO se los llevó puestos a todos.

Los cantos de sirena populistas sonaron durante estos meses, y fueron Emilio Azcárraga (presidente de Televisa) y Carlos Slim los que se encargaron de acallarlos. Además expresaron al mercado: si para ellos ya era clara la victoria de AMLO, lo mejor sería que no se trate de un cheque en blanco.

Justamente eso es lo que puede reflejar el resultado, porque con algo más de la mitad de las mesas escrutadas la alianza Juntos Haremos Historia alcanza un 53 por ciento de los votos, lo que le dará mayoría en el Congreso de la Unión (ya le dio las gobernaciones de CDMX, Chiapas, Morelos, Tabasco y Veracruz). Ahora, la expectativa está fijada en lo que sucederá a partir del 1 de diciembre, cuando el tabasqueño tome posesión del cargo.

Agendas

México tiene por delante riesgos mayores que el populismo. En este sentido, es útil preguntarse cómo encarará AMLO las cuestiones del sexenio por venir. La más urgente es una renegociación exitosa de un NAFTA puesto en riesgo por Trump (un tercio del PIB del país depende de esto). Las necesarias, un relanzamiento de la economía que permita mayor crecimiento y reducir la desigualdad.

El bilardismo de aumentar salarios, reducir los de los funcionarios y terminar con los gasolinazos pudo haber sido un acierto proselitista, pero gobernar es otra cosa. El ejemplo macrista es aleccionador: si no hay un plan, te lo imponen.

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El bilardismo de aumentar salarios, reducir los de los funcionarios y terminar con los gasolinazos pudo haber sido un acierto proselitista, pero gobernar es otra cosa. El ejemplo macrista es aleccionador: si no hay un plan, te lo imponen. Vale preguntarse, entonces, si esa transformación pacífica pero profunda que se augura se va a traducir en reformas a la economía de mercado.

La campaña estuvo dominada por el debate alrededor de la corrupción y la violencia. El dueño del MORENA apeló a un vago pero cómodo discurso honestista, al tiempo que se vio beneficiado por las denuncias de lavado de dinero que cayeron sobre Anaya. Más controversial fue su propuesta de amnistía para criminales. En su búsqueda de paz, justicia, y disminución de la violencia, deslizó una opción que Salinas de Gortari ya le había aplicado al zapatismo.

Si desde lo económico el tema urgente es el NAFTA, desde lo político es encontrarle la salida a la violencia enquistada. Violencia que no se puede entender disociada de la corrupción y el narcotráfico. Es que mientras por un lado la política es penetrada por narcodólares, por otro es sacudida por asesinatos. La cuesta descendente del sexenio que termina vino después de la desaparición de los normalistas de Iguala. Durante los últimos nueve meses, ciento un candidatos y funcionarios fueron asesinados. La cifra toma otra dimensión si se menciona a los candidatos que declinaron por temor a represalias.

Anaya copia

 

Utopía conservadora

Las acusaciones de populismo hacia AMLO revelan una perplejidad: el cambio de mando es histórico porque la izquierda llegó al poder por la vía electoral. Así lo dejó en claro Tatiana Clouthier, estratega del MORENA: “Este país ha caminado con un solo pie. Andrés viene a dar un balance, a ajustar ese desequilibrio que se ha dado históricamente y que ya es muy evidente”.

Entre otros, dos datos son una muestra de la expectativa despertada por AMLO. En primer lugar, se constató un apoyo contundente de las generaciones más jóvenes. Por otro lado, está la promesa de un gabinete paritario. Pero es recomendable tener escepticismo y mesura. Hay una frase de Juan Perón cada ocasión, y la de esta es “al rengo hay que verlo caminar para saber de qué lado cojea”.

También requiere de un norte preciso: un partido de poder es aquel que sitúa a un país dentro de las corrientes globales de su tiempo. Va de suyo que después de setenta años el PRI perdió la capacidad de olfatear el perfume de la época.

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El académico Carlos Illades definió al discurso del futuro presidente como una utopía conservadora. Si bien se ubica a la izquierda de sus competidores, lo hace más al centro que la tradición izquierdista mexicana. Para Illades, esto se logró mediante la reivindicación de ideas abstractas sin demasiado correlato en derechos concretos. Profundamente religioso, AMLO no se manifestó aún sobre el aborto o el matrimonio igualitario. Quien sí lo hizo, pero en contra, fue uno de sus aliados, Encuentro Social.

El estudioso de las izquierdas encuentra principios que ubican a “El Peje” como una continuidad histórica del priísmo. Por esa razón, define a este experimento como un paternalismo guiado por un gobernante honesto en pos de construir una comunidad ética, en la que las elites deben permitir el acompañamiento del pueblo.

La larga agonía del PRI

La revolución mexicana se institucionalizó en 1946. En ese año se creó el PRI, como encarnación de valores, según Luciano Chiconi, pero también como partido de poder que monopolizó el aparato electoral mediante la Secretaría de Gobernación, un equivalente al Ministerio del Interior argentino. Así, el país adquirió un sistema de partidos hegemónico. Al no haber competencia efectiva (sin chances, el PAN fue opositor en soledad hasta la década del ’80), la posibilidad de alternancia en el gobierno fue nula.

La hegemonía priísta, marca Chiconi, se logró construyendo una casta pública profesional y acopiando para el Estado el manejo de recursos estratégicos que autonomizó al partido del poder económico privado. Aunque son tentadoras las comparaciones con el justicialismo, son improcedentes, ya que estamos en presencia de un gigante que vertebró la institucionalidad mexicana.

Dicha hegemonía  se resquebrajó en 1968 (con la matanza de los estudiantes de Tlatelolco) y pereció entre 1988 (con el PRD) y 2000 (cuando Fox es electo presidente por el PAN). El sistema hegemónico daba lugar a un pluralismo moderado de tres tercios.

Luego de dos sexenios panistas, el PRI volvió a Los Pinos para ser víctima de una crisis de credibilidad que lo llevó a más que su peor derrota. ¿Soportará el llano? ¿Sus cuadros serán cooptados por el MORENA? ¿Podrá realizar una actualización política y doctrinaria, como la que encaró en los ’90 con Luis Colosio, pero más profunda?

Meade copia

 

Un nuevo partido de poder

Al no haber ballotage, este sistema de tres tercios configuró desde 2006 el gobierno dividido: el presidente no cuenta con mayoría propia en el Congreso, lo que cuestiona su legitimidad de origen. Si se consolida el 53 por ciento, AMLO habrá torcido esta tendencia que apuntaba a convertirse en rasgo estructural.

Con una legitimidad robusta, es válido preguntarse si será amplio el margen de maniobra que tendrá el nuevo presidente a la hora de llevar adelante su agenda. Con la ruptura del límite partidista PRI-PAN-PRD, la pregunta pasa a ser si convocará a un pacto, al estilo del Pacto por México de Peña Nieto, pero con un contenido más bien de izquierda. La lógica acuerdista puede descartarse si AMLO se decide a ir por todo. Durante la campaña se advirtió una sumatoria de votos por el centro. ¿Podrá esquilmar más base del PAN y del PRI? Por otro lado, ¿fagocitará el PRD?

Una conjunción de factores produjo este cambio de mando histórico. La mutación del sistema de partidos, la necesidad de desterrar la corrupción y la violencia, y la inserción del país en el concierto de naciones norteamericanas, le dieron a AMLO la chance de calzarse la banda presidencial, en un contexto en el que las mayorías, cuando parecían ser algo del pasado, volvieron impetuosamente como consecuencia del hartazgo hacia la política tradicional.

La construcción de mayorías más o menos sólidas es el oxígeno que requiere cualquier presidencialismo. También requiere de un norte preciso: un partido del poder es aquel que sitúa a un país dentro de las corrientes globales de su tiempo. Va de suyo que después de setenta años el PRI perdió la capacidad de olfatear el perfume de la época. López Obrador parece estar consciente del desafío que se le presenta: México está urdido de construir un nuevo orden político.

AMLO1 copia

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