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26 de julio 2018

Fabián Báez

LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO

Tiempo de lectura: 12 minutos
  1. La pregunta por la esencia
  2. La oportunidad de la pregunta por la esencia del cristianismo en el aquí y ahora
  3. Un intento de búsqueda de síntesis esencial en el cristianismo
  1. La pregunta por la esencia

La pregunta por la esencia responde a la necesidad de reconocer y asumir la otredad, no de modo absoluto y final, sino en el camino de una pregunta más amplia y más esencial: la pregunta por el ser, yo, el otro, lo otro y al fin, la totalidad.

La pregunta por la esencia de algo parte de una certeza dada: algo es, está ahí, está fuera de mí pero “estando” en el ser: es. Hay una especie de sorpresa al hallar ser fuera de uno mismo, porque nada está totalmente fuera de uno. Quizás por eso la pregunta por la esencia de algo responde también a la cuestión por la propia identidad, y empieza a decir algo sobre mi propio ser y sobre el ser en sí. Quién soy y qué es lo real.

¿Qué es eso que es…? La esencia de algo dice de lo irreductible, lo irrenunciable en medio de un orden que se manifiesta como estructura o como unidad. Es una pregunta que exige una mirada aguda y sutil, simple, sobre lo que de su simpleza se ha complejizado. La pregunta por la esencia empieza en una deconstrucción de la inmediatez de lo dado para volver a encontrar las pinceladas constitutivas de eso que es.

La pregunta por la esencia del cristianismo aparece ya en los inicios del acontecimiento cristiano. Incluso ya en los evangelios se narra que algunos iban a Jesús para preguntarle “¿cuál es el más grande de los mandamientos?” (Mc 12,28). En esta pregunta está la búsqueda de la esencia, y de la respuesta de Cristo podemos ya intuir una esencia troncal irreductible: el amor a Dios y al prójimo.

Quién soy y qué es lo real

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Pero la esencia de la pregunta no consiste sólo en buscar la esencia de la cosa por la que se pregunta. En la esencia de la pregunta se encuentran tres polos gravitacionales: el objeto de la pregunta, el que pregunta y el instante en que se hace la pregunta. El tiempo entra en la danza. El ser y el devenir se hacen unidad.

La pregunta por la esencia del cristianismo asume la necesidad de re-descubrir una belleza escondida u olvidada, una sabiduría oculta como consecuencia de la costumbre o de la infidelidad a lo irreductible. La esencia de la pregunta quizás se parezca a una apología o a un cierto elogio al eterno volver de todo mito de viaje.

No podemos dejar de partir, y partir siempre es alejarse del origen. La paradoja es que siempre es necesario partir y a la vez volver. Ulises vuelve a su Itaca verde humilde. De verde eternidad. Abraham en cambio no vuelve jamás a su Ur de los Caldeos natal, pero sí vuelve a su centro existencial frontal, la experiencia del Ser que provoca todo ser, de la que partió. Ulises y Abraham parten y vuelven. Toda pregunta por la esencia es volver a mirar la partida, desandar el camino y dejar atrás verdades del camino, o etapas de esas verdades que se fueron configurando en determinados momentos para iluminar esa parte del camino, pero que si se obstinan en permanecer se vuelven peso muerto, obstaculizando el caminar. Se vuelven oscuridad. La tensión entre la verdad quieta del ser y la verdad dinámica del devenir.

Me pregunto por la esencia del cristianismo hoy. Pero no quiero llegar a nociones que poder comunicar. No quiero transmitir conceptos que se puedan dominar. Quiero que nos pase algo. Pensar la esencia del cristianismo no es poseer ideas sobre lo que dijo Cristo, sino dejarnos impactar por un acontecimiento considerado aquí ahora y a la vez en su totalidad. Y dejar que eso que acontece nos pase (en su doble significado: que ocurra y que no quede).

Toda pregunta por la esencia es volver a mirar la partida, desandar el camino y dejar atrás verdades del camino

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La pregunta por la esencia es de algún modo la pregunta por el sentido. El sentido que buscamos en los conceptos pero cuyo significado -como se ve en la misma expresión- se apoya en el sentir. El sentido es de algún modo lo sentido.

  1. La oportunidad de la pregunta por la esencia del cristianismo en el aquí y ahora

A lo largo de la historia los creyentes se preguntaron sobre lo irreductible del mensaje cristiano, y no pocas veces con una finalidad práctica antes que intelectual. Es que para toda predicación, para todo proyecto evangelizador es necesario primero distinguir lo esencial de lo accesorio, lo esencial en el mensaje y lo esencial especialmente en relación al tiempo concreto en el que se piensa el mensaje para orientar desde ese eje el trabajo apostólico.

Nuestro tiempo más que una época de grandes cambios es un gran cambio de época. No sólo cambian parámetros y costumbres, no sólo cambian las capacidades humanas a través de las tecnologías que nos hacen aspirar y también ya vivir cosas que hasta hace poco resultaban de ciencia ficción, sino que esos cambios hacen aparecer aspiraciones hasta hace poco impensables. Es el paradigma de fondo el que está en crisis, la noción misma de historia, cultura, materia, mundo, hombre, mujer, tiempo, vida, muerte… Cambian paradigmas que sostuvieron la humanidad en los últimos siglos, el paradigma de familia, religión, estructuras de poder… En un mundo en cambio es necesario volver a preguntarnos otra vez sobre la esencia del mensaje de Jesús e interpelar al cristianismo sobre su capacidad de dar sentido también a este tiempo. Vale decir, atrevernos a pensar si el cristianismo en su esencia sigue siendo o no capaz de dar sentido a la danza de la historia en la mirada de la cultura actual. ¿Dispensa vida o la quita? ¿Apuntala un caminar o detiene el avance? ¿Es necesario hoy el cristianismo o es necesario que desaparezca?

Nuestro tiempo más que una época de grandes cambios es un gran cambio de época

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Este intento de respuesta no pretende ser una hermenéutica ascéptica sobre el cristianismo en sí mismo considerado, sino que intenta pensar el mensaje cristiano desde la superficie de nuestro tiempo, que se percibe a sí mismo como un tiempo sin superficie. Preguntarse por la esencia del cristianismo hoy, preguntarse por su validez, por su capacidad de nutrir de vida y sentido en la crisis vital y de sentido que se vive hoy.

  1. La esencia y lo esencial del mensaje de Jesús

La búsqueda sobre lo que podemos presentar como esencial en el mensaje de Cristo tiene tantas posibilidades como la riqueza de su sabiduría. Por eso creo que más importante que lo que yo pueda responder sobre esto aquí, en este texto, es la posibilidad de que vos te preguntes, que indagues, te cuestiones sobre esa esencialidad. La búsqueda personal sobre esta cuestión es una tarea que el cristiano de hoy debe realizar para sobrevivir cristiano mañana. Y para ayudar a otros a serlo.

He llegado a algunos puntos de partida para responder a la pregunta por la esencia del cristianismo contemplando el telón de fondo del aquí y ahora en que estamos. Cada lector podrá con razón decir que le falta esto o lo otro. O qué sobra o está de más. No pretendo dar una respuesta exhaustiva, sino simplemente pensar en esencias (fragancias) que se perciben con claridad pero siempre son inasibles. Y quisiera que estas pinceladas inspiren a pensar en dinámica armonía el mundo actual y el cristianismo,

Me detengo en cuatro aspectos que considero esenciales para el cristianismo en estos tiempos de la post-verdad y trataré de apenas enunciarlos a grandes rasgos. Te dejo a vos la tarea de pensar si es que son esenciales para el hoy que vivimos y en ese caso por qué.

La búsqueda personal sobre esta cuestión es una tarea que el cristiano de hoy debe realizar para sobrevivir cristiano mañana

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Hay Dios

En el Evangelio de Juan capítulo 14, versículo 1 dice Jesús: “no os inquietéis, creed en Dios y creed también en mí”. El cristianismo parte de una invitación a creer que hay Dios. ¿Qué es Dios?. La idea de trascendencia que excita la primitiva intuición de que hay más de lo que se percibe en la superficie de la historia. Desde el punto de vista gnoseológico asumir la posibilidad de que exista algo en la realidad que no se percibe desde los sentidos pero que se entiende como real. Algo que además se comprende como principio y fundamento de todo lo que sí se percibe.

Cristo se entiende a sí mismo como un enviado de ese Dios y su misión es en parte hacer inteligible lo que está velado para el conocimiento meramente racional. Por eso en el arranque de su predicación y enseñanza está la idea de una trascendencia divina que está más allá de lo perceptible. El cristianismo es también un intento de explicar la idea del modo de existir de Dios.

La idea de un cristianismo de los valores, un cristianismo no religioso (al modo de Vattimo) puede seducir a la racionalidad moderna y posmoderna ya que en principio se podría adaptar perfectamente a la inteligencia iluminista que desplazó el asombro pre-socrático por la duda cartesiana como eje esencial del conocer y pensar. Sería un cristianismo más cómodo, pero que no podría llamarse propiamente cristianismo. La idea de un Dios detrás de la historia, de un Dios inteligente y personal con quien se puede interactuar es a mí entender el primer eje esencial del cristianismo.

Creer en Dios es entender la realidad como solidaridad misteriosa y no como soledad absoluta. Un hombre sin Dios cree que no hay más que lo que se ve y por ende que la soledad es el último término de lo real. La existencia de Dios anula la soledad del cosmos, de la naturaleza, y de la vida.

Creer en Dios es entender la realidad como solidaridad misteriosa y no como soledad absoluta

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Pero el Dios cristiano tampoco es concebido como soledad en sí mismo sino que se auto-revela como Trinidad. En lo que el cristianismo llama Dios se dan dos dimensiones: una esencial unidad (1) que susbsiste en diversidad personal (2). El Dios cristiano no es un absoluto inmóvil sino diversidad en danza de subsistencia y relación. El Dios cristiano no es soledad.

Ese Dios es Trinidad. El cristianismo concibe un dios que es a la vez uno y trino. Una única naturaleza divina (un solo Dios) subsistente en tres vínculos personales. Todo lo que es diverso en Dios lo es en cuanto a relaciones personales. El Dios de los cristianos es uno solo (no es un politeísmo de panteón de dioses) pero a la vez es tripersonal. La unidad no es unicidad. La idea de diversidad está en la misma idea de Dios. “La soledad no existe de ninguna manera” pareciera ser la esencia del cristianismo.

El cristianismo mira la realidad y sabe que no hay soledad ontológica sino que más allá de su comprensión hay realidad no percibida ni perceptible. A eso llamamos Dios: a la oscura certeza de saber que siempre hay más. Y más.

Ese Dios es también hombre (humanismo divino)

“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” dice el Evangelio de Juan, capítulo 1, versículo 14. Esta pequeña frase del texto de los Evangelios constituye una revolución religiosa e intelectual. El cristianismo se entiende como una síntesis armoniosa de dos polos dialécticamente opuestos: lo espiritual y lo material, lo temporal y lo eterno, el absoluto y lo relativo, el fundamento y lo emergente. En el hombre Jesús de Nazaret, el cristianismo ubica la armonía entre estos polos aparentemente antitéticos.

Cuando se cree que Jesús es Dios-hecho-hombre, se cree que de algún modo todo hombre está tocado por lo divino y por lo tanto lo humano en sí mismo es una realidad sagrada. El hombre es una realidad cósmica, natural, cultural e histórica; y por eso cuando Dios se hace hombre de algún modo todo es divinizado: el cosmos, la naturaleza, la cultura y la historia. El cuerpo no es cárcel del alma, ni el alma es un ente destinado a crecer en distintas encarnaciones, sino que el ser humano (cuerpo y alma) es una individualidad única, irrepetible, con posibilidad de albergar en sí la realidad de lo sagrado. Ser capaces del Ser.

En la esencia del cristianismo está la posibilidad de ser que tiene todo lo que existe, una posibilidad que da en sí misma positividad a todo lo que es. Lo otro no es un enemigo que pone en peligro mi ser, mi identidad, sino que es reflejo de la bondad inicial que es causa de todo, incluso de lo que soy. Hay fraternidad, solidaridad co-creatural con todo lo que es. Mi existencia está armónicamente unida a todo lo existente. El otro no es amenaza, sino posibilidad de mayor despliegue del ser. He aquí una idea esencial del mensaje cristiano.

El optimismo ontológico del cristianismo tiene necesarias consecuencias existenciales. La confianza en sí mismo, en el otro, en la cultura y en la historia. Una mirada positiva que valora y proyecta vida y cultura.

“La soledad no existe de ninguna manera” pareciera ser la esencia del cristianismo

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El cristianismo es un humanismo. Lo humano es el cauce y a la vez el contenido. En la esencia del cristianismo esta la valoración sagrada de lo humano.

Asumir lo humano en su totalidad es el desafío del cristianismo que tiene en su misma naturaleza la vocación de aceptar la vida como viene, aceptar la cultura, la existencia, las ideas, las opciones, la libertad del otro. Aceptar al otro como es a causa de su dignidad sagrada. Y de la propia.

El perdón

La enseñanza sobre el perdón es,a mi entender, otro punto esencial del mensaje cristiano.

En los vínculos interpersonales la mirada positiva del otro trasciende lo fáctico y lo psicológico de cada persona. La bondad del otro reside en su mismo ser-ahí, en el hecho de existir.

En la dinámica de las relaciones humanas y los vínculos, está la vocación a ser con el otro. La solidaridad co-creatural tiene su correlato existencial en los vínculos humanos que tienden a desarrollarnos y hacernos crecer. Vínculos que no están exentos de crisis, conflictos y hasta rupturas.

La idea de perdón tiene en sí misma una aparente contradicción, pretender borrar algo imborrable. El cristianismo parte de la idea de que el perdón es posible. “La unidad es superior al conflicto” dice el Papa Francisco y el perdón cristiano se basa en buscar y hallar ese plano superior a aquel en el cual se dio la ruptura para empezar desde ahí la sanación de lo que se había roto.

Perdonar significa en cristiano que Dios no tiene nada de qué acusarnos. El cristianismo concibe a un Dios que renuncia a todo ejercicio arbitrario de poder y especialmente a toda condena y acusación. De hecho el demonio (el anti-Dios) es presentado en la Biblia como “el acusador”, el que acusa “día y noche” según dice el libro del Apocalipsis capítulo 12, versículo 10. San Pablo, quizás el primer hermeneuta de Cristo, dice que “ya no hay condenación posible para los que viven en Cristo Jesús” (Rom 8,1). El Dios-hecho-hombre es existencialmente el perdón reparador de Dios a toda ruptura posible con el hombre. Y a la vez abre la posibilidad de que toda ruptura vincular pueda superarse. La idea de Alianza eterna.

“La unidad es superior al conflicto” dice el Papa Francisco y el perdón cristiano se basa en buscar y hallar ese plano superior

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Pero Cristo enseña además otra dimensión del perdón: de los hombres entre sí. Dice Jesús que el perdón entre los seres humanos es condición indispensable para el verdadero culto a Dios (Mt 5,23-24). No puede abrirse a Dios quien no puede perdonar.

Perdonar es aceptar que el sufrimiento del otro no es capaz de restaurar lo que se ha roto, no tiene la capacidad de aliviar el dolor que me haya causado la acción de otro, aunque ese otro sea el que sufra. Perdonar es liberar al que me ha hecho sufrir de que sufra cualquier cosa en pago del sufrimiento que me ha ocasionado. El cristianismo es una renuncia total a este pensamiento: Jesús enseña a amar a los enemigos, a rezar por los perseguidores, a ser buenos con los que son malos. Eso es perdonar.

El amor gratuito y proactivo

Amar es la esencia del cristianismo. Amar es renunciar a la soledad absoluta. El amor que Cristo propone es totalmente superador. Hay dos destinatarios que él propone que llevan el amor a un plano extremo de superación: amar a los más pobres y amar a los enemigos.

El amor a los más pobres, los que no pueden dar nada a cambio, aparece en todo el mensaje de Jesús, pero llama particularmente la atención que las veces que alguien le pregunta a Jesús qué hay que hacer para alcanzar la Vida Eterna, él responde “cuidar a los más pobres, cuidar a los más débiles”.

Cuidar al más pobre significa asumir que no hay pobreza o incapacidad que quite a la vida humana ni un poco de su dignidad. Es entender que en el último de los seres humanos resplandece la gloria de su dignidad más profunda. Según enseña Cristo Dios quiere y prefiere identificarse con los últimos.

En un mundo y en una cultura que se complacen en valorar la vida según su utilidad y beneficio, la idea cristiana de cuidar al más débil es un grito de resistencia humana. El cristianismo es esa última resistencia ante toda forma de cultura del descarte, de la exclusión, de la muerte.

en el último de los seres humanos resplandece la gloria de su dignidad más profunda

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Por otra parte el amor a los enemigos que propone el Evangelio recuerda que el amor no es primeramente una respuesta sino que siempre es proactivo, siempre es un acto de la libertad que brota de una vida amante en tanto que amante, no en tanto que amada. El amor no es una respuesta a un impulso del amor del otro sino que es la libre decisión de querer el bien del otro independientemente de la respuesta de ese otro. Es un “primerear”.

Cuando Cristo propone amar a los enemigos lleva el amor al extremo. No se trata solamente de amar a quien me resulta indiferente sino también a aquellos que no sólo no me aman sino que además quieren mi fracaso, o mi sufrimiento.

¿Por qué Cristo propone semejante contrasentido? Porque el amor que él enseña, el que él postula, necesariamente es libre, y exige bondad en el que ama.

Sin bondad no hay amor gratuito y proactivo. Sin bondad no hay cristianismo. Sin bondad no hay cristiano.

Ser cristiano significa amar al diferente y amar la diversidad. Ser cristiano significa amar al que me ataca y al que me cuida. Ser cristiano significa amar antes que nada, empezar por el amor que busca el bien del otro, aún a costa del propio perecer. Eso es la madurez: como un fruto que está listo para dar vida cuando ya como fruto fenece.

La esencia del cristianismo quizás sea que no hay más soledad. Ni en la superficie de la historia que se ve, ni en eso que no se ve pero que se cree que existe. No hay soledad. En fondo de todo hay una danza infinita de amor. La esencia del cristianismo es creer que en la debilidad hay triunfo, que en la muerte hay salida. La esencia del cristianismo consiste en creer que pese a todo el dolor y la injustica del mundo, la felicidad, la bondad y el amor siguen siendo posible.

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