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21 de agosto 2018

Lucila Melendi

Politóloga.

JAQUE AL PT

Tiempo de lectura: 5 minutos

El miércoles 15 de agosto, último día previsto por el Tribunal Superior Electoral de Brasil para el registro de las candidaturas presidenciales, cincuenta mil personas marcharon a Brasilia para inscribir la fórmula del Partido dos Trabalhadores (PT): Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva – Fernando Haddad. Los simpatizantes del PT pasaron la tarde con la vista clavada en sus celulares, siguiendo la caravana roja por redes sociales, reenviando fotos, videos y especulaciones. El resto del país no se enteró. Hace veinticinco años que el presidente de Brasil se define en una segunda vuelta entre el PT y el Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB). En octubre la historia podría repetirse.

O no.

El escenario electoral es extremadamente delicado y -más allá de lo que la mayoría se atreva o no a pensar- nada garantiza que el 7 de octubre el PT pase el primer turno. Entre las catorce fórmulas presidenciales inscriptas, cuatro de las más competitivas se disputan las preferencias de forma tal que el destino de cada una aparece atado al de las otras y un aumento o disminución de sus votos puede ser determinante para la configuración de la segunda vuelta. Mientras el PT espera que el Tribunal convalide la fórmula, Lula no puede participar de los debates televisivos ni dar entrevistas como ya están haciendo sus rivales por izquierda -especialmente Ciro Gomes, del Partido Democrático Trabalhista (PDT)- y derecha -Gerardo Alckmin (PSDB) y Jair Bolsonaro,del Partido Social Liberal (PSL).

Los fines de semana en Belo Horizonte se ven mujeres vestidas de rojo, con calcomanías pegadas en el cuerpo que rezan ‘Lula Livre’, sacándose fotos con los dedos en L

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Las expectativas del ex presidente descansan sobre su electorado fiel del Nordeste y Minas Gerais. Los fines de semana en Belo Horizonte se ven mujeres vestidas de rojo, con calcomanías pegadas en el cuerpo que rezan ‘Lula Livre’, sacándose fotos con los dedos en L. Dicen que Lula logrará competir. “Va a ser, no hay plan B”. Si eso sucede, el futuro parece claro: el PT alcanzará el piso para pasar a una segunda vuelta con algún representante de la derecha, Alckmin -más probablemente- o Bolsonaro, dependiendo de cómo se desenvuelvan durante la campaña. Una vez allí, estaría en manos del pueblo brasilero decidir su futuro, por amor o por espanto. Pero: Belo Horizonte es una capital del Sudeste. Al norte de Bahía la historia es otra.

Nada hace suponer que Lula vaya a ser candidato. Los últimos dos años ya deberían habernos curado de espanto: no podían dar curso a un impeachment sin crimen de responsabilidad; no podían destituir a Dilma sin pruebas; no podían acusar a Lula, no podían meterlo preso, no podían no liberarlo si el juez había dado la orden; y así. Pudieron. Si legisladores, fiscales y jueces vienen empujando los límites de lo posible con el único objetivo de mantener al PT lejos del poder, ¿por qué habrían de actuar con apego a la norma justo ahora, cuando están a un paso de cumplir su objetivo? Lula apuesta a demostrar que es un preso político, estirar al máximo los plazos y, a último momento, transferir su caudal electoral a una fórmula integrada por su hasta ahora vice Haddad y la candidata del Partido Comunista do Brasil (PCdoB), Manuela D’Ávila.

Los últimos dos años ya deberían habernos curado de espanto: no podían dar curso a un impeachment sin crimen de responsabilidad; no podían destituir a Dilma sin pruebas; no podían acusar a Lula, no podían meterlo preso, no podían no liberarlo si el juez había dado la orden; y así. Pudieron.

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El mismo día en que el PT inscribió la candidatura, la Procuradora General de la República, Raquel Dodge, presentó la impugnación ante el TSE. El argumento del PT es que debe esperarse la definición del Supremo Tribunal de Justicia sobre la liminar para suspender los efectos de la condena en segunda instancia y recién entonces definir la
validez de la candidatura. En tanto, y a pesar del pronunciamiento de la Organización de Naciones Unidas a favor de que Lula participe de la campaña electoral, ya tuvo lugar el segundo debate televisivo entre presidenciables con su atril vacío.

La estrategia es arriesgada. En 2016 Haddad no logró reelegirse como alcalde de San Pablo. Ahora está fuera de la campaña hasta que Lula sea oficialmente proscripto. Su fórmula con Manuela bien podría ser para el rectorado de la Universidad de San Pablo. Confían en que los votos del Nordeste son cautivos, pero el lulismo es mucho mayor que el PT. Sin Lula y con índices de violencia en aumento, el norte de Brasil se divide. En el estado de Pará, por caso, son muchos los que dicen que si no pueden votar por Lula votarán por Bolsonaro. Hay racionalidad en el argumento: “Lula es el tipo que me protege. Si no lo puedo votar, votaré a Bolsonaro, que es el que me va a dar armas para que me proteja yo”.

Confían en que los votos del Nordeste son cautivos, pero el lulismo es mucho mayor que el PT. Sin Lula y con índices de violencia en aumento, el norte de Brasil se divide.

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Por otro lado está Ciro Gomes, ex gobernador de Ceará. Hasta ahora, Lula se dedicó a aislarlo políticamente al dinamitar su posible alianza con el Partido Socialista Brasileiro (PSB), al punto de perjudicar representaciones locales del PT que debieron ceder, como en el propio Ceará y Pernambuco. Con una postura decididamente anti impeachment y un discurso nacionalista y trabalhista en línea con la tradición del PDT, Ciro Gomes puede atraer para sí un caudal no desdeñable de votos de la centroizquierda. Si el polo progresista de Brasil se dividiera -entre el PT con Haddad a la cabeza, el PDT de Ciro Gomes y, podríamos agregar, el joven Guilherme Boulos del Partido Socialismo e Liberdade (PSOL)- es dable imaginar una segunda vuelta entre Bolsonaro y el PSDB. Llegado el caso ¿Lula logrará que se baje de la contienda? ¿Se bajará el PT?

Alckmin, actual gobernador de San Pablo y defensor de las reformas de Michel Temer, es recordado como el candidato que en 2006 sacó menos votos en el segundo turno que en el primero. Pero esta vez recibió el apoyo del ‘Centrão’, una coalición de partidos pequeños y medianos que representa una gran parte del Congreso y, en virtud de la legislación vigente, le permite al PSDB hacerse con el 40% del tiempo gratuito de campaña en televisión. Bolsonaro se manifiesta abiertamente en contra del ‘discurso de derechos humanos’ y ‘la ideología de género’, encabeza una campaña a favor de la portación civil de armas y últimamente se maneja bien en los medios. Además de prometer ‘seguridad’, logró conmover una fibra íntima en grupos de jóvenes que se reivindican de derecha, contra la izquierda corrupta y asesina que representarían el PT y gobiernos como los de Nicolás Maduro en Venezuela o Daniel Ortega en Nicaragua.

Bolsonaro era un chiste pero ya no lo es. En nombre de la Dirección Nacional del PT circulan mensajes de whatsapp pidiendo a los militantes que no reproduzcan sus declaraciones en redes sociales ni tipeen su nombre porque sólo logran alterar los logaritmos y acercarlo a gente por fuera de su alcance habitual. Si Alckmin y Bolsonaro llegan a la segunda vuelta, cualquier resultado es posible. “¡Ay menina, no quiero ni pensarlo!”. Las señoras de Minas se horrorizan porque saben que si eso pasa, la izquierda deberá optar entre su ética de la convicción o una ética de la responsabilidad: se abstiene so pena de acabar gobernada por el Trump de los trópicos o legitima el golpe votando a su enemigo.

Jaque.

 

(Foto de Mídia Ninja, más acá)

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Comentarios

  1. Gaston Wahnish

    el 26/08/2018

    Muy buen análisis! gracias Lucila

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