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EL TÍO DANI

Tiempo de lectura: 5 minutos

Uno de los objetos de estudio tal vez más analizados de los últimos meses (¿años?) es la retahíla de debilidades del liderazgo de Daniel Osvaldo Scioli y sus formas de construcción política. Sobre el particular se encargaron los cientistas políticos, los periodistas, los conocedores de la política bonaerense, en fin, la gente toda. En el mundo 2.0 la Sciolipedia posee una larga serie de secciones que atestiguan sus flancos débiles. De muestra basta un breve punteo.

Sin duda la palma se la lleva su gestión en la PBA puesta una y otra vez bajo el ojo crítico. Una foja donde se le contabilizan las inundaciones de la Plata y el número de víctimas, el caos en la Bonaerense, el calamitoso estado de infraestructura de las rutas (caso Pomar mediante) y varios asuntos más. Recién en estos días apareció en La Nación una nota con algo parecido a un elogio al marcar la reducción del déficit fiscal en la PBA en los últimos años, casi como un tibio primer mimo.

En un segundo orden aparecen una ingente cantidad de menciones inapelables a su falta de carácter y su discurso repleto de fe y optimismo pero carente de sentido político y potencia militante. Mostrado como una especie de socio menor del Kirchnerismo intenso o, lo que es peor, una célula dormida menemista que a bordo del Tango 01 se dispone a atacar y derramar convertibilidades y felices domingos por todo el territorio nacional.

Y, finalmente, se le ha cuestionado una base de pensamiento ultramontano que haría palidecer hasta los captores del liberalismo napoleónico de 1815. Es verdad que este terreno es donde menos han apuntado sus críticos, pero en los últimos tiempos han aumentado la intensidad. Votar a Scioli significaría así tomar un trago rancio donde se conjugan el punitivismo policial de Granados, el conservadurismo cultural del Papa Francisco y la entente conurbanera de intendentes muñidos de garrochas, contragarrochas y esas prácticas políticas añejas que tanto gusta denunciar Campanella. Sagas como las de su posición frente a los Fondos Buitres (y la de su economista estrella Miguel Bein) no son más que emergentes de tal consideración.

Por todos estos argumentos el juicio resulta ejecutivo: culpable. Gemelo grasa de Macri, arma secreta del Grupo Clarín, el peor gobernador de la historia, en fin, una suerte de tormenta perfecta de la argentina postkirchnerista. Una calamidad tanto para los defensores del modelo de paladar negro como para los opositores que le huelen de lejos su adn populista. El tío vivo ideal. La bola para calmar los nervios al alcance tanto del progresismo como de la derecha moderna.

Y sin embargo el motonauta parece estar a las puertas de producir su toma del Palacio de Invierno. El ejército rojo mutó en naranja y la victoria en las PASO aparece a la vuelta de la esquina (y a partir de allí las especulaciones sobre si podrá o no dar el golpe en la primera vuelta de octubre). Ungido como el único candidato del FPV y complementado con la figura dura del Chino Zannini, Scioli hasta se permitió mostrar su figura canchera en 678 y enunciar un discurso un poco más orientado a cuestionar a los sectores concentrados (y las audiencias que lo recelaban también se permitieron escucharlo en esa clave). Un candidato al que, a partir de ahora, el hemograma kirchnerista le da dentro de los valores permitidos, al límite, pero permitidos.

Vale entonces preguntarse en las fortalezas de su figura. Verbigracia de lo obvio sin embargo es un ejercicio para muchos inexistente. Está claro que al gobernador de Buenos Aires el papel de chirolita nunca le resultó del todo dañino (como tampoco lo fue para Néstor Kirchner en el 2003). En efecto, casi por el contrario, este ha sido uno de los flancos más fuertes de la construcción del liderazgo light de Scioli: su capacidad de apelar a una sensibilidad nueva dentro de la épica que ha rondado en estos años. Una especie de fase beta de la década ganada, más reposada pero sin negarla del todo. El asado en donde te juntás a festejar los logros con tus amigos.

La construcción de liderazgo sciolista puede pensarse así como una suerte de continuidad en formato segunda marca del nestorismo. Para muchos la figura de Néstor condensó en sus prácticas y discursos la llegada de la postergada generación setentista al poder. Puente entre los setenta profundos y el fin del 2001, aquel resultó una suerte de reivindicación de la política para la generación de nacidos en democracia que por primera vez se involucraron activamente. Reivindicaciones de los Derechos Humanos, mocasines gastados y blazer azules, Silvio Rodríguez y Palito Ortega, un repertorio común en cualquiera de nuestros padres politizados de los que Néstor era uno más (con sus luces y sombras). Aquella consideración fue explícita en los dichos simbólicos de Juan Cabandié (“era un padre para mi”).

Ahora bien, si Néstor fue el padre setentista (nacido en 1950), Daniel, siete años menor, puede ocupar el lugar del tío. Cargo de tío que, tan caro al ideario del peronismo camporista de los setenta, ha mutado ahora en un formato piola. El tío Dani, ese que por primera vez te llevaba al boliche, te compraba un whiscola y te decía, cómplice, “no le cuentes a tu viejo”. El tío noventoso que usaba sweater al hombro y te hacía escuchar por primera vez Phil Collins en FM Aspen. Ganador con las minas, que se animaba al fútbol con tus amigos pero que también podía ponerse serio si era necesario. Un poco mersa también, de los que estacionaban el Taunus Ghia en la vereda y te decían “¿qué talco, todo viento?”.

Ese calculado mix de ganador–perdedor no parece pasarle demasiadas facturas sino todo lo contrario. Le ha permitido ocupar una no man’s land ideológica en donde se ha movido como pez en el agua. Al contrario del abrazador precoz de Sergio Massa, enredado en un sinfín de gestos poco naturales y tajaís mercadotécnicos, a Scioli parece salirle fácil el sentarse en lo de Mirtha, Tinelli y Carta Abierta. Incluso Mauricio Macri, que ha hecho del presentarse descontracturado un estatuto partidario, a veces resulta en su perfil más el primo cheto que almuerza con vos y tus cubiertos baratos pero te habla de lo lindas que fueron sus vacaciones en Tahití. Esa recurrencia última de Macri a mostrarse en momentos íntimos con los sectores populares tiene sin duda otra estética y otro mensaje que bien puede ser motivo de otra columna.

En cambio Scioli parece feliz de verdad cuando escucha embobado a Julio Iglesias. Y su perenne bronceado marplatense es el que te consigue cualquier variedad untuosa de Sapolan. Es ese reconocimiento levemente autoparódico (“Cómo me cobrás mano, si no tengo”, dicen que se le quejó a un árbitro jugando un partido para Villa La Ñata) el que le ha permitido facturar una y otra vez en su larga carrera a la Rosada. Incluso cuando sus contrincantes “serios” esbozaron jugarle el partido en el terreno del humor liviano (recordemos el Mancogate a partir de las risotadas de los intelectuales de Carta Abierta) se pusieron en marcha las pesadas cañoneras naranjas. El llanto afectado de Karina Rabolini por el incidente en el programa de Fantino del día después resulta una buena síntesis de la capacidad perfomativa sciolista. Expresión de un liderazgo blindado en machimbre y manteles de hule que sin dudas es más efectivo de lo que muchos consideraron hasta hoy. Construcción política que puede ser analizada desde su liviandad conceptual y así ha sido hecho hasta el hartazgo. De todos modos tal vez ha faltado un poco más de entusiasmo, fe y optimismo para intentar comprender su evidente efectividad gramatical.

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Comentarios

  1. Martina1420

    el 30/06/2015

    Me gustó. Mucho. Disiento con que Néstor sea una contrafigura de Scioli, y no lo digo por lo mersas que son, en general, los Kirchner, sino por otras cosas.

  2. raul

    el 01/07/2015

    El masa que no se fue ,es el tío ese que de piola no tenia nada ,también es en los recónditos recuerdos infantiles del 1994 y post 2001 la farándula que gana premios en lancha con menem de copiloto ,es el que después de 12 años de restauración del régimen tiene menos atributos que el 18 brumario ..es Argentina un país semi colonial con “demasiados sindicato y poca burguesía” ,ojo que si al agudizarse las contradicciones este tio sea un Campora de Aurora Dorada, un adalid de un consenso abiertamente de derecha,todo esta por verse.la nota esta con muy buena prosa y estaría bueno saber si a este tio el autor lo va a visitar o le pide consejo de acá a octubre.

  3. Marta Laudani

    el 02/07/2015

    La figura de “el tío” me parece un hallazgo

  4. JP

    el 05/07/2015

    Genial, simplemente genial!

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