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30 de noviembre 2016

Gonzalo Sarasqueta

EL PRIMER TANGO DE FIDEL

Tiempo de lectura: 5 minutos

A Lucía Chicatun

I

Con garçonières muy coquetas

en el centro te ubicaste,

y gozás de un Ford lujoso

que a un viejito le sacaste.

(Pedro Numa Córdoba)

 

1 de mayo de 1959: día del trabajador, en Chicago, La Habana y Buenos Aires. Fidel estrena sus botas en las “Esquinas porteñas”. Sus maduros 32 años son recibidos, primero, por el edecán naval Hermes Quijada, quien años después será asesinado, precisamente, por unos simpatizantes castristas en el asfalto de la ciudad de la furia. La historia argentina es marxista: entre la farsa y la tragedia rebota su libreto. El barbudo viene de gira por el continente. Al sur del Río Bravo coquetea con figuras de renombre, como Rómulo Betancourt y Pablo Neruda; al norte, el glamour le corre la cara: Dwight D. Eisenhower lo deja plantado por un partido de golf. El consuelo son unos minutos con los cachetes deprimidos del vicepresidente Richard Nixon. “La Reina del Plata” se encarga de devolverle la altura a su autoestima. Nada de arrabales para el comandante: el Alvear Palace Hotel mima su revolucionario 1,91m. La República de Recoleta está “patas pa arriba”: ¡El hombre que tumbó a Fulgencio Batista se hospeda en el quartier! Los recoletos hacen safari barrial y constatan que la  rara avis caribeña sea real. Lo tocan, lo abrazan, lo besan: por más esfuerzo que haga, el esnobismo siempre es predecible. Ahora es el turno del periodismo. El caudillo cubano asiste a una conferencia de prensa. La mayoría de las preguntas, a tono con la época, huelen a macartismo. Los comunicadores quieren saber si en el flamante gobierno isleño hay infiltrados comunistas. Él lo niega, una y otra vez. Pero los medios insisten y él, con el correr de los minutos, comienza a ofuscarse. ¡Cómo va a haber rojos en su gestión! Su verborragia troca en monosílabos. Las respuestas se tornan raquíticas. Se agota su veta republicana. El cuarto poder cansa (y mucho). Es uno de sus primeros sinsabores con la crítica independiente. Aun así, los diarios locales lo malcrían. “Atuendo del “Héroe de la jornada””, subraya Clarín sobre la estética del cabecilla del Movimiento 26 de Julio. La sábana de Mitre tampoco ahorra épica: “Un héroe de nuestro tiempo.” Cincuenta y siete almanaques después, llegará la catarsis editorial para olvidar aquella luna de miel: “Fidel: la muerte de un dictador”. Con el paso de los años, la conciencia de clase pierde los modales.

 

II

 

Y los piropos que te dicen los muchachos,

como florcitas que a tu paso te ofrecieran

que las recoges y que enriedas en tu pelo,

junto a la vincha con que adornas tu cabeza.

(Ernesto Nolli / Orlando D’Aniello)

 

El paseo constante de celebrities de la política criolla justifica las cinco estrellas del hotel. Todos buscan una instantánea con él; pocos la consiguen. Uno es el miembro de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), Emir Mercader. El integrante del “bloque de los 44”, el grupo parlamentario que le plantó cara a Perón, queda alucinado con la impronta socialdemócrata y el carisma de Fidel. A tal punto que, para describirlo, usa a Nietzsche de plataforma: “Los héroes son hombres alegres”. José Claudio Escribano recuerda la anécdota en un artículo de 2009 en La Nación. Pero el galanteo con el progresismo vernáculo le trae algunos problemas de celos al cubano. En la vereda liberal del partido fundado por Alem también lo solicitan. La Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), con más derechos institucionales y protocolares, también quiere su diapositiva subversiva. Y la obtiene. La fina sonrisa del presidente Arturo Frondizi y el severo semblante del tripulante del Granma quedan inmortalizados en varias fotografías.

La República de Recoleta está “patas pa arriba”: ¡El hombre que tumbó a Fulgencio Batista se hospeda en el quartier!

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Los guiños desarrollistas del holguinero no tardan en llegar. “Para que haya inversión es necesario que haya orden completo, que no haya huelgas, que haya paz absoluta en el país, que si quieren desarrollar económicamente a esa nación son necesarios una serie de requisitos previos”, entona el 2 de mayo en un templado discurso frente al Consejo Económico de los 21, en el Palacio del Ministerio de Industria y Comercio. El verbo inflamado, la garganta filosa y el léxico vertiginoso todavía ni asoman en su horizonte. El autor de “Petróleo y política” devolverá las gentilezas retóricas con políticas de Estado. Pondrá –tan solo unos meses después de la visita– a Álvaro Alsogaray al frente de la calculadora del país, aplicará el Plan CONINTES y romperá –antes de su ocaso– las relaciones diplomáticas con La Habana. Todo un caballero. Fidel aprenderá una lección que le servirá el resto de su vida: el capital no tiene palabra.

Fidel Frondizi

 

III

 Y aquí estoy, ñoricompa y gran gomía,

batiéndote el porqué de tanto verso:

¡no te voy a salir de garantía!

(Daniel Giribaldi)

 

La cosa viene de mangazo. Así nomás. El noveno piso del Palacio de Industria y Comercio es testigo; los veinte socios de la CEPAL, también. El tío Sam, siempre colado en los cónclaves sureños, para la oreja. Sus noventa minutos de alocución tienen un objetivo claro: que el big brother baje los fajos. “¿Hacia dónde debe dirigirse el esfuerzo de América Latina? Hacia la obtención de capitales mediante financiamiento público del país que, por ser el más desarrollado (refiriéndose a Estados Unidos), puede brindarnos ese financiamiento”, reclama sin rodeos. Quiere ser claro, directo y concreto. No dejar ni una duda. Por momentos suena redundante. Circular. Condescendiente. Necesidad no rima con protocolo.  Ante la incrédula mirada de la delegación yanqui, vuelve a la carga. La tozudez gallega lo puede. “¿Por qué América Latina no puede aspirar a que Estados Unidos le brinde el respaldo y las facilidades que se les han brindado a otros lugares del mundo? –insiste–. Si nosotros no planteamos que se nos donen capitales, si nosotros planteamos que se nos financien capitales, si nosotros planteamos la obtención de los capitales necesarios para nuestro desarrollo económico, con el propósito de devolverlos con sus intereses?” El regateo viene acompañado de un piropeo contundente. “Allá la estabilidad económica, la formidable base económica, ha garantizado —desde luego, incluyendo otros factores de idiosincrasia— la estabilidad política de aquel pueblo del norte, y por eso se hace difícil que a veces comprendan estos problemas de América Latina”. Y, por si quedaba rengo el flirteo, remata: “La inestabilidad política que nos agobia no es causa, sino consecuencia, de la falta de desarrollo económico. ¿Cooperación? ¿Cómo? ¿Con nuestros déficit? Esa obra no se puede hacer sin cooperación de los Estados Unidos.” “¡Muito bem!”, lo secunda el representante brasilero. Los aplausos retumban en la sala. Los del norte, en cambio, ni se mosquean. No se ponen –ni un poquito– colorados. Los claveles les pasan por el costado. Desconfían de los halagos de este romántico; de su traje, de su métrica, de su swing. Husmean arte. Cuento. Chamuyo. Éste no es igual al resto. Tiene algo distinto. El tiempo convertirá las sospechas en política exterior. Los gringos tienen visión: Fidel estaba bailando su primer tango.

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